02
Aunque para eso, la verdad, ya era un poco tarde. Y es que el lunes quedamos para pasar la tarde con Elena y Miguel después de algunos meses tras su boda. De todas maneras, nos hizo mucha gracia que Miguel lo dijera mientras pasaba de largo con el coche, huyendo como en las películas, y se convirtió en la frase de lo que iba a ser una divertida tarde de fotos; «Yo no me caso».
Ambos llegaron con ayudantes, ¡benditas mamis!, lucían los trajes de novios y un morenito de envidiar… Quedamos en la puerta del siempre espectacular Cigarral del Ángel Custodio, el lugar que escogieron para celebrar su banquete de bodas. Ahora querían disfrutar sin prisas de sus preciosos rincones. Podemos decir que nos perdimos entre los arcos y la hiedra mientras descubríamos algunos otros en la mejor compañía. Las madres de ambos, no pararon de piropear al hijo contrario, disfrutaron como las que más. Nos alegró volver a verlas.
Mientras paseábamos, les pedíamos solo cosas fáciles: nada de foto DNI. Naturalidad para darse amor, para hablar y hacer bromas. ¿Cómo se puede estar mejor en un entorno así y con esta pareja tan bromista?. Seguramente en pocos sitios. Nuestros grititos de alegría de vez en cuando indicaban que la cosa marchaba bien. Ellos no se quedaban atrás y se atrevían a saltar, a ir descalzos y a acercarse al río. Al nuestro, en propiedad por un rato, haciendo homenaje a la abuela de una gran amiga. Elena encantada nos contaba sus planes mientras que Miguel rebatía con algunos mordaces comentarios. Su frase… «bien, hablemos de mi coche» nos dejó tronchadas de la risa.
Como el cigarral es pequeño,no somos irónicas casi,acabamos sedientos cuales excursionistas en el desierto por lo que antes de llegar al siguiente destino, paramos a repostar agua en el primer «todo a cien» que se nos cruzó por la mente. Vale, esto no tiene mucho glamour pero fue imprescindible. Y aunque dudábamos entre «el sitio secreto 1» y «el sitio secreto 2» el novio nos hizo inclinar la balanza y el sol aguantó. Nos fuimos para arriba a disfrutar de las vistas de un Toledo mágico a esas horas.
En el camino hicimos algún parón por los rayos de sol que se colaban entre las ramas y los árboles que silueteaban cuál sabana. Y para que el camino se hiciera más corto, alguna que otra carrera. Gracias a eso llegamos con tiempo de ver al sol ponerse rojo de apuro, dejándonos momentos de cariño, unas fotos de grupo con las mamás y algún selfie para el recuerdo. Como siempre acabamos riéndonos y hablando de mil cosas mientras deshacíamos el camino y nos despedíamos con besos y abrazos. Gracias por venir a disfrutar de esas fotos, las últimas que se piensa hacer Miguel según vaticinios.
31
El día prometía. Este fin de semana teníamos plan con una de nuestras parejas… ¡bodorrio!. Todo estaba hablado, horas cuadradas, coche a punto y trastos en posición. Después de pasar la mañana con ese gusanito nervioso que siempre tenemos en las bodas de por la tarde, al fin empezamos a comernos los kilómetros. Preparados, listos, ¡ya!
Ya sabéis que nuestra orientación a veces nos juega malas pasadas pero esta vez don GPS no estaba por la labor, así que nos arreglamos a la vieja usanza… a través de pistas en los alrededores. No hizo falta nada e incluso cantando llegamos a la verja blanca de la casa del novio. Allí nos recibieron sus familiares y Troy, el pequeño guardián de la casa en ese día tan especial. Con tranquilidad y disfrutando de la sombra y el aire acondicionado estaban todos, cada cual en un rincón. Lola, la coneja blanca de la pareja, también estaba en su jaula mirandonos sorprendida con sus ojitos pintados.
Alberto bajó rápido para saludarnos y echarnos una mano con todos los detalles. No estaba nervioso. «Solo un pelín agobiado con tanta cosa por hacer». ¡Hasta nosotras estabamos más inquietas!. Reloj, gemelos, traje… y entre unas y otras algún momento de repasar el discurso, un cable para ayudar con la corbata, ese hilillo que se escapa por ahí… A medida que pasaban los minutos, Alberto iba completando su atuendo con ayuda de los suyos. Todos estaban ya listos por lo que aprovechamos para hacer las fotos de grupo en la magnífica terraza donde, todos elegantes, aguantaban a las dos fotógrafas y sus «clic, clic, cliccc». Allí volvimos a darnos cuenta de que la pose ya la tenían cogida, pero sobretodo, de que hacía calor. ¡Mucho calor!
Era momento de irnos con la novia. Risueña y dulce. Entramos acompañadas del papá del novio, con el que volvimos a coincidir en un portal decorado por los vecinos para la ocasión. Alfombra roja, flores en cada puerta y pétalos por todos los rincones…Un detalle muy bonito para felicitarles. En plena sorpresa estábamos, cuando nos recibió Cris abriendo una rendijita de la puerta. Con un abrazo y una sonrisa hicimos el baile de los nervios… ¡había llegado el día!.
Primero saludamos a todos, incluido Shaki que nos miraba tranquilamente. Creo que no sabía a qué se debía tanto alboroto. Después, en su blanquísima habitación aprovechamos para fotografiar los detalles y el vestido. Ese vestido sencillo y elegante de Rosa Clará. Era un bonito momento también para acordarnos de las personas importantes que la acompañaban de otra manera, cerca de su corazón. Aunque eramos pocos, los nervios estaban a flor de piel. Y es que ese vestido de tanta capa se rebelaba, el velo no terminaba de encajar y no llegábamos a los zapatos. Con ayuda de su hermana y su tía, y bajo la atenta mirada de su padre, al final no hubo ningún problema. ¡Estaba radiante!
Cuando ya estaban todos preparados, les dejamos con el coche de época en la puerta y, sin pausa pero sin prisa, pusimos rumbo hacia la iglesia, escondida entre las callejuelas del Casco Histórico. Esta vez el coche no nos supuso muchos problemas aunque al llegar a la Iglesia de San Justo y Pastor estábamos con la lengua fuera. Mucha gente guapa ya se arremolinaba cerca del novio, charlando animados para hacer tiempo. Allí nos encontramos a una familia muy querida, de esas que casi forman parte de la tuya y que darían mucho juego a lo largo de la boda… Alberto, no paró de recibir felicitaciones y estuvo pendiente de que todo fuese bien. Los invitados entraron y Alberto se quedó en el altar junto a su madre. Los segundos se alargaba y todos estaban mirando hacia la puerta. El jaleo de la calle nos hizo saltar el corazón… Cristina y el padrino ya habían llegado.
La entrada hacía el altar siempre crea una burbuja entre los novios, y nadie más. Las fotografías de los invitados, los piropos, y alguna que otra caricia, empujaban a la novia a su futuro marido que esperaba impaciente y emocionado. La ceremonia empezó emotiva con Marina, la hermana de la novia, que superó su «miedillo escénico» porque su hermana se lo había pedido. La emoción se respiraba entre familiares y amigos, pero los novios no paraban de sonreír. Después de algunos consejos del sacerdote, y de las lecturas, algunas memorizadas, llegaba el momento del «Sí quiero». Y fue en entonces, cuando un rayo de luz, se posó en la cabeza de Cristina, alguna bendición que venía del cielo…para creyentes o no, un momento que para quién se diese cuenta, fue realmente mágico. ¡Ya eran marido y mujer! Hubo muchas felicitaciones dentro, pero fuera esperaban los kilos de arroz y de confeti. Y decimos kilos por no decir toneladas, que no queremos que nos llamen exageradas…pero nuestro pelo lo supo bien.
Contamos una, dos y tres pero ni así estuvimos preparados para la lluvia de arroz y confeti que les calló encima. Después llegaron las felicitaciones, uno de los momentos más alegres con todos los invitados. Sólo se veían abrazos y miradas de cariño que terminaron cuando deberieron terminar, ni más ni menos. Después tocaba hacerse un par de fotos en los lugares que teníamos en mente. La Catedral, el Ayuntamiento, el pasadizo y alguna callejuela fueron testigos de los primeros besos de los recién casados mientras nos encontrábamos en cada esquina con algún conocido. Con la última parada en el Puente de Alcántara creíamos haber acabado las fotos de pareja pero aún el sol nos regaló un último rayo. Paramos en lo que podría parecer un sitio normal, pero no lo era, se respiraba paz, en medio de ningua parte. Un enclave muy significativo para Cristina y más en el día de su boda.
Desde la misma entrada, llena de globos y algarabía, ya nada pudo parar la celebración. El Hotel Cigarral Doménico les regalaba sus vistas desde su imponente terraza donde se celebraba el cóctel y la cena. Allí volvimos a coincidir con Carlos Muñoz, siempre es un placer ver como trabaja. Con la caída del sol, el calor dio tregua y la temperatura les acompañó en cada plato. Con música liguera y unos invitados muy guasones (no olvidamos el perro de piedra, ni los contínuos «que se besen»), el buen ambiente estuvo siempre presente aunque no faltaron los momentos especiales y emotivos donde hubo flores para los hermanos, y fotos para los padres, y el cielo recibió de la mano de Cristina y Marina, unos globos que significaban más que ningún regalo. A todos les emocionó verlos volar y no hizo falta palabras ni más ceremonias. Sin duda, un momento donde nosotras nos emocionamos al ver aquel abrazo de primas y tías donde su pensamientos y mirada se iban con aquellos globos, aún al escribirlo se nos siguen saltando las lagrimas. ¡¡Esos pequeños gestos dicen mucho!!
Para acabar, después de repartir los regalos a los invitados y tomarse el café, la pareja abrió la pista de baile en la misma terraza, con sus seres queridos formando un círculo y acabado con un… ¡todos para abajo! ¡a la discoteca!. Ya en la fiesta, el photocall y las fotografías instantáneas se convirtieron en la pareja perfecta para animar aún más a todos los invitados. No faltaron los más bailongos, alguno que tenía controlada la barra del bar, los padres que bailaban con los niños, los reyes de los disfraces… Todo el mundo se apuntó y la pista no se despejó ni a altas horas.
Gracias Cris y Alberto por tratarnos con tanto cariño y por tener esa ilusión en lo concerniente a nuestro trabajo, por confiar en nosotras para el día de la boda y sus preparativos. Y gracias a todos los demás por hacernos un hueco en la boda: en las casas, en la ceremonia y en el banquete. Un hueco para poder recordar lo que sentísteis, para siempre.
¡Un hurra por los recién casados!
16
Después de un fin semana intenso en A Coruña, tocaba otra postboda muy especial, la de Raquel y Jose. Como en el fin de semana de sus bodas, ambas parejas volvían a coincidir en orden de fechas. Cosas curiosas que nos emociona recordar. Teníamos ganas, íbamos a conocer un nuevo lugar … Delito para nosotras que estamos cerquita. Carreterita y manta al ritmo de la música. Al llegar nos encontramos una señal de prohibido por donde nuestro GPS nos indicaba, pero un paisano de por allí nos dijo que siguiéramos haciendo caso omiso a la señal y así hicimos… Y gracias a aquel señor tan remajo, llegamos a las Barrancas de Burujón, ese pequeño «cañón de colorado» español protagonista de muchos anuncios de la tele. Un entorno mágico con un color especial a esas horas doradas de la tarde. Al poco llegó la feliz pareja con nuevo corte de pelo y bien morenitos después de su luna de miel.
Después de tomarnos una Cocacola fresquita recién sacada de la nevera portátil e inspeccionar la zona cuales Boy Scout, decidimos los rincones más adecuados y empezó a sonar el click de nuestra querida cámara. Ellos ya saben nuestra única regla… ¡nada de fotos de DNI!. Solo charlar y algún «achuchoncejo». Nos tocaba descubrir el lugar de mano de dos expertos viajeros que también nos contaron su experiencia en todos los rincones de su improvisado viaje. Y entre conversación y conversación de nuevos lugares para nuestras futuribles lunas de miel, y nuevas aventuras entre tiburones que queremos hacer por culpa de Jose, el sol iba cayendo. Las fotos nos iban gustando cada vez más: abrazos, caricias… Entonces, nuestra querida pareja se descalzó e hizo que ese momento fuese todavía más especial. Para sentir con las palmas de los pies las mejores sensaciones como decía Raka. Un detalle que ya conocíamos de ellos en la boda y que nos encanta.
Algún grupo de amigos, un loco de las estrellas y la lagartija curiosa fueron nuestros únicos vecinos. De poco a poco cambiabamos de rincón y nos poníamos a hablar de mil cosas, a reírnos y a recordar bonitos comentarios sobre la boda. Aprovechamos hasta el último rayo de sol que se escondía veloz y cansado. Tanto es así que ya no había ni luz por lo que empezamos a pasarlo bien con saltos en silueta donde el cielo les recortaba sobre un fondo naranja especial. El atardecer y esa luna mordida nos despedían con una sonrisa.
Lo pasamos genial y tenemos que agradecer esa dulzura y esas palabras de cariño que nunca nos faltan y tanto nos encantan. Nos fuimos diciendo que sois una medicina y muy especiales porque así lo demostráis siempre. Gracias por actuar a lo Shakespeare y acercaros al borde del precipicio. ¡Valientes!
12
Nuestra aventura dio pistoletazo de salida en Toledo, parando en Madrid con repostaje de emergencia en Mc Donald’s. De ahí… ¡en marcha hacia la esperada A Coruña!. Éste era un viaje del que habíamos hablado desde hacía mucho tiempo y teníamos ganas locas por descubrir qué nos deparaba. Las anécdotas de África iban intercalándose con consejos de decoración de casas mientras el coche iba comiéndose y comiéndose los kilómetros hacia el norte. Los carteles nos saludaban de provincia en provincia, el paisaje iba cambiando y el termómetro bajando, pero nada nos impedía cantar a pleno pulmón respirando ese olor a humedad y disfrutar de esas curvas de bajada al conducir.
Las corredeiras nos indicaban el camino y en nada llegamos a lo que sería nuestra casa ese fin de semana. Nos daba la bienvenida el arco vegetal y la perrita Hanna. Los papás de Óscar nos recibieron con un beso y brindándonos su casa. El mayor de los regalos.
Un frío norteño del que Óscar ni se daba cuenta nos acompañaba mientras, en unos minutos, nos preparábamos para marchar hacia el siguiente destino. Sus amigos les aguardaban para volver a verlos en una salida nocturna que nos sirvió para conocerles un poco mejor, volver a ver a algunos invitados de su boda e inspeccionar las terrazas de La Coruña, «la ciudad de cristal» como se le conoce. No pararon las anécdotas, algunas tapas y una broma que quedaba en el aire y para la que habíamos practicado en el coche. Finalmente salió el: E ti, ¿cantas vacas tes?. Nuestro gallego debe mejorar pero alguna sonrisa vimos. Conocimos algunas calles, la Plaza Mayor, además de un parking por aquello del turismo local. Después de probar los mejillones tigre extra picantes y saber que había tapas de cocodrilo, pasamos por La Bombilla: un bar emblemático por su tortilla, sus croquetones y sus servilleteros de botes antiguos de Cola cao. Estuvimos muy a gusto. La aventura no podía empezar mejor: gran acogida y promesa de más al día siguiente.
Para volver a casa, las foráneas no entendíamos muy bien por donde estábamos, a lo que Adri nos afirmó algo que sería evidente en lo sucesivo: «las calles no tienen sentido ninguno». Ya creíamos que era nuestra pésima orientación… La metáfora de la sartén y el mango fue perfecta. ¡Preciosa, bulliciosa y complicada A Coruña!. Un sitio espectacular. Dormimos a gusto y algo menos acaloradas que en casa, eso sí. Cosa que se notó en la frase sonámbula de… «la gacela corre más que el búho, los búhos no corren. Si, pero menos» Momentazo.
A la mañana siguiente, tocaba visitar la playa de Mera, que según los del lugar «estaba llena». No conocerán levante… Y aunque el agua estaba fría, muy fría, conseguimos bañarnos todos, hasta Adri que solo una vez el mar gallego ha tenido el lujo de acogerla entre sus aguas. El hambre hacía mella y es que era inevitable pensar en esa terracita y la comida que tenían preparada los papas de los novios. Una temperatura ideal, unos pimientos de padrón, y vino, del bueno. Después, y sin más demora, tocaba ir a saludar a más amigos a la fiesta que estaba comenzando. Nos recibieron con el mayor cariño pero no pudimos estar mucho tiempo pues… ¡tocaba prepararse para las fotos! Ducha, vestidos preparados, y después de varios intentos de moño, de creernos youtubers de belleza, la laca y las horquillas hicieron a la perfección su trabajo. ¡Persigamos el sol!
Los sitios a los que nos llevaron, eran impactantes, Seixo Branco, lleno de Eucaliptos, nos dio ese toque que mezclaba el campo, el mar y un acantilado con historia. Después, tocaba divertirse en la bonita cala, que parecía estar solo para ellos. Y por supuesto el Castelo de Santa Cruz, donde vimos atardecer y disfrutamos de la luz hasta el último momento. La complicidad, las bromas, y las conversaciones a cuatro, hicieron que el reloj moviese sus agujas demasiado rápido.
Después, nos quedamos con Emilio y Charo, los papas de Óscar, y fue entonces, cuando descubrimos el rico e incomparable pulpo gallego, hecho en olla de cobre, importante. El fresquito, el ambiente gallego, la música…todo nos acogía. Y tras ese buen rato, aparecieron Óscar y Adri listos para ir al divertidísimo cumpleaños que nos esperaba.
Llegamos con el recibimiento de Dani, ese hermano de corazón de Oscar y guía que estuvo preocupado en todo momento de nosotras. Al final de la noche nos dolía todo el cuerpo de reír y no sabíamos si estábamos en Galicia, en Soria o en Burgos. Rubio abrió veda con un chiste que fue clave en la noche, Soria y Burgos, el resto apea nosotras. Pero su mujer, Rebe, fue la chispa que hacia detonar todas las carcajadas, así empezó una ronda de chistes a cuál peor pero que a algunas nos hicieron llorar, llorar de risa de esa del alma. Eso sí que eran abdominales… Así que gracias a Laura, Collazo, Luisete, Sandra, Pervi, las Rocíos, Rebe, Rubio, Dani y por supuesto, Adri y Óscar. Sin olvidarnos de la debilidad de la fiesta, el ahijado de Óscar, Gael.
Para finalizar una pregunta… ¿sabes de qué murió el osito?…
De Tous.
Ejem, ejem. ¡Teníamos que contarlo!
Menos mal que nosotros íbamos con nuestros médicos más atrevidos y sin problema. A ellos les queremos agradecer la dedicación para hacernos sentir a gusto, los besos de verdad y mostrarnos rincones tan bonitos. También a su familia y amigos por tratarnos con tanto cariño y hacernos parte de todos los momentos. Gracias por ese huequito en la mesa, por los chistes malos y las batallas de bailes. Gracias a todos por hacer de unas fotos de postboda toda una experiencia juntos que no olvidaremos.
05
Ola de calor, decían para este pasado sábado en el centro de España y, con grados o sin ellos, la fecha de la boda de Olga y Toño se aproximaba. Después de comer y preparar todas nuestras mochilas, nos pusimos en camino hacia Aranjuez para ver a nuestros aventureros, con lo que habíamos compartido lugares bonitos, rincones secretos y recetas de cocinillas. Teníamos muchísimas ganas.
Llegar a cualquier parte siempre tiene el peligro de perdernos y, aunque lo intentaron con tanta calle prohibida y sin gps, nuestro olfato de bodas nos indicó el camino hasta la Finca los Rosales, un sitio precioso en el que ya habíamos estado. Al llegar nos recibió la tranquilidad de su jardín, decorado para la ocasión y con bonitos detalles que los novios habían supervisado. En el porche esperaban algunos familiares y también Toño, que merodeaba por allí con la prohibición de ver a la novia. Puerta con puerta pero sin querer romper la tradición de verse antes de la celebración… ¡qué nervios!.
Nuestro primer paso fue seguir a la mamá de Olga, siempre sonriente y la que nos apodó «Los duendecillos», ¡Nos encanta!. La encontramos preparándose en el baño de su gran habitación,la estaban peinando y maquillando con la ventana abierta donde solo se veía «verde» lo que aportaba muchísima tranquilidad.¡Así da gusto! Empezamos por los detalles, el vestido, que encontró su encuadre en el maravilloso salón, los zapatos, los cuales movíamos cuál ninjas de un lado para otro escondidos y protegidos para que Toño no nos pillase con las manos en la masa…El ramo, en el mejor sitio que podía estar, la nevera. Así que, aprovechamos que teníamos a la pareja en la misma casa para mezclar los detalles de uno con los de otro. Algo muy recomendable y divertido.
Los familiares iban llegando mientras les recibía Milú, el perrito de la familia que iba igual de trajeado que el resto y que disfrutó como el que más a su aire todo el día. Los rincones de la casa nos embaucaban y llamábamos a las puertas cuál carteras. Olga ya estaba lista, pero antes de vestirse, un momento que nos encantó, fue la novia la que maquilló y peinó a su madre. Un momento muy emotivo y tierno que reflejan la realidad con naturalidad. Tocaba subir ese precioso vestido que poco a poco iba encajando perfectamente. La liga, los zapatos y faltaba algo… ¿Pero qué? Una pulsera pero no una pulsera cualquiera, una en la que ponía «Las de siempre, para siempre». Llamaron a la puerta y aparecieron 4 amigas emocionadas viendo a la preciosa novia. Era su momento pero Olga tenía una sorpresa para ellas, esa pulsera que resumía lo que significaban en su vida. Así que las cinco mostraron sus pulseras orgullosas, algunas ni quitaron la etiqueta… Menos mal que estuvieron para acompañarla, porque la espera en la habitación se hacía cada vez más tensa pues la novia no paraba de asomarse por la ventana para ver llegar a todos los invitados. ¡Ya no quedaba nada!
Mientras, en otra parte de ese mismo pasillo, Toño se arreglaba en compañía de su madre que nos avisó cuando estuvo listo para terminar e inmortalizar el momento. El reloj, la pajarita, el chaleco… todo fue fácil hasta llegar al prendido, ese que trajimos también de la nevera y que dio un poquito de guerra. Debía quedar bonito y no recargado con el pañuelo, como decía Toño. ¡Fuera pañuelo!. Aunque lo que más nos gustó/encantó/divirtió fueron esos gemelos de Superman que nos contaban un poco de ese superhéroe que llevaba dentro. Madre e hijo mano a mano y capa a capa le dejaron listo mientras se oía eso de «porqué la gente se no casará en invierno, con este calor…», y el abanico salía como complemento de la madrina. ¡Indispensable!.
Plim, plam, plom. Solo las puertas cerrándose con las corrientes de aire rompían el silencio y es que había una calma mágica en la finca. Los nervios iban por dentro y no tardaron en hacerse notar mientras Toño y todos los invitados se ubicaron en la pérgola de la ceremonia, donde entre telas blancas y una gran pradera iban a recibir a la novia que esperaba ramo en mano a muy poquitos metros de allí.
El recorrido hasta aquella alpaca que haría de asiento, fue rápido, deseando llegar, con sus amigas recogiendo la cola y su padre agarrándola fuerte del brazo, orgulloso. Tanto si cabe como Toño al verla llegar, ¡qué mirada!. La ceremonia fue corta y después de leer algunas palabras de la hermana de Toño y una de las amigas de ambos, y de leer todos los aspectos legales, quisieron hacer el rito celta de enlazar las manos. La respiración se le cortó a más de uno a la hora de leer los votos nupciales, algo especial sin duda. Nunca hemos visto prometerse amor de esa manera «Princesa ricitos, aunque sea pequeño y débil, por ti moveré montañas y mataré dragones». La emoción brotó en cada invitado, y cómo no, en los novios. El camino se llenó de petálos y piropos, para finalizar con achuchones, felicitaciones y besos, muchos besos. Los selfies de las amigas con los protagonistas abundaban, pero nosotras también hicimos nuestro trabajo. Antes de que se fueran para el cóctel tocaba foto de grupo, y así fue. Tras esto les tocaba a ellos, un par de besos en un rayo de sol y punto, no necesitábamos más. Era la hora del cóctel.
La comida se movía de un lado a otro sin parar, el paisaje acompañaba y el calor no destacó en exceso. La música en directo con aire cubano, una bonita sorpresa de Olga a Toño, amenizaba la velada y los bailes de algún gamberro, ponían el toque de humor. Detalles por aquí, foto emotiva por allá y conversación relajada mientras Milú aprovechaba y comía jamocito de quien tuviera a bien dárselo. Entre unas cosas y otras, pronto llegamos a la cena. La boda entera estuvo rodeada de la palabra Love, palabra que presidia la mesa de los novios. Había corazones en las sillas blancas y un cielo cuajado de pequeñas luces les cobijaba mientras empezaba a atardecer. Fue una cena muy rica, podemos decirlo pues tuvimos la suerte de probarla, muchas gracias pareja, tuvo ritmo, no hubo muchos parones excepto un bonito momento en el que Olga salió para darle un ramo enorme a su cuidadora, a la que tanto cariño tiene. Sonaron muchos «que se besen» y más de una trompetilla a cargo de amigas y amigos. Las amigas también tenían una sorpresa para ella: le dieron un bonito álbum recogiendo fotografías antiguas que mostraban lo que decía la pulsera «Las de siempre. Para siempre».
Después, los novios se movieron por las mesas para dar los regalos a los invitados y a nosotras que no nos faltó tampoco, nos hicieron sentir una más, sin duda. Pero estos regalos eran especiales, los había hecho la novia, ¡qué maravilla! Dos vaselinas de diversos tonos, y un alfiler de con una cabecita de mujer con tocado; rubias, morenas, con sombrero con pluma, sin ella… A lujo de detalle. Y otro toque especial, la cerveza personalizada…ya os diremos cómo está y brindaremos a vuestra salud. 😉 Sabemos que es este momento en el que se crea un in pass, pero en esta ocasión duró poco…Un buen amigo de los novios, y animador de corazón, llevó a todos los invitados a la pista de baile, ¡te contrataremos para otras bodas! Pasito a pasito, todos los invitados se encontraron entre luces y buena música. Era la hora del baile.
El Dj David, o Garri como le llaman los amigos, estuvo en todo momento ofreciendo su ayuda. Ya lo ha hecho en alguna ocasión, y en esta boda le estamos igual de agradecidas. Ahora le tocaba a él pinchar buena música. Primero el baile de los novios donde brotaron las sonrisas y las miradas, las caricias…un baile estudiado, pero que salió de dentro, como todo lo que hicieron ese día. Después, intercambiaron pasos con el resto de invitados y… ¡menudos pasos! Nosotras también tuvimos el privilegio de compartir baile. No había quién les parase, sobretodo en canciones como «Paquito el chocolatero» , «Follow de lider», «Grease»… pero …¡qué vemos! Alguien con peluca, hora gamberra. Los novios y los amigos decoraron sus trajes con pelucones, gafas, sombreros ridículos y carteles en los que reconocían buscar pareja, bailar mejor que Beyonce, o ser el alma de la fiesta… ¡Qué buen momento! Nosotras seguíamos buscando la mejor foto subidas desde el balcón, desde una silla, y menos mal que los árboles estaban lejos porque si no… Y allí les dejamos, dándolo todo, con las habitaciones identificadas y la comida del día siguiente esperando a ser cocinada.
Muchas gracias por tratarnos así, con tantísimo cariño, como uno más. Por confiar en nosotras, por hacernos sonreír, y por permitir que seamos esos duendecillos que inmortalizan el día de vuestra boda. Gracias. Toca amarse, soñar y seguir mirándose como os miráis.
28
El sábado lloramos, sí, lo tenemos que reconocer. Fue una boda de muuuuuchas emociones y detalles que jamás habíamos visto. Óscar y Emma se casaban, llegaba el momento tan esperado. Al llegar a casa de la novia nos encontramos a Bubu, una preciosa perrita peinada a la perfeccion y con un tutú que demostraba el día tan especial que era. Rápidamente se oyó un «hola chicas», era Emma que nos saludaba mientras la estaban maquillando y que más que de una novia, aquel lugar parecia el de una verdadera artista. Todo lleno de maquillaje, pinzas, brochas y como no podía faltar, un espejo lleno de luces de esas que convierten un rinconcito en un camerino. Entre todos los espejos buscabamos la mejor foto con Bubu dando el toque gamberro a aquel momento. Mientras tanto, nos acercamos al salón donde Azu, la mamá de la novia,nos había preparado un precioso bodegón con los zapatos, arras, anillo de pedida, abanicos, pendientes y flores, muchas flores. Duró poco, pues los movimos por todos los rincones de la casa. El vestido era el protagonista: parecía enmarcado y tenía luz propia. Entre complemento y complemento se coló una bandera. Aquella bandera de España que bajó junto al novio en su salto desde 4000 metros para emocionar a Emma con la frase «¿Te quieres casar conmigo?». Una pedida de altura, si me permitís la broma.
Detallito por aquí, foto por acá y era la hora de ir a por el novio. Al entrar en la casa de Óscar, nos encontramos con Fofi, un gran amigo, que a nosotros nos demostró ser uno más de aquella familia. También estaban las peluqueras que hacían su trabajo con la dama de honor, los niños y por supuesto la madrina. Reyes, nos alegró mucho verte ¡con esa sonrisa que te caracteriza! Pero… ¿ y Óscar?. Algo curioso nos pasó, él era el que no había llegado de la peluquería. Al poco entró peinado a la perfección, bromeando con su amigo y directo a darse una ducha para refrescarse de ese calor que empezaba a aparecer. Entre tanto, nos asomabamos por las habitaciones para recoger el impactante vestido de la madrina, la llegada del hermano y la calma de los niños mientras veían los dibujos.
De repente, le vimos salir ya casi vestido y así comenzamos a hacerle fotos. Era el momento de dar los últimos remates en su habitación, llena de fotos de Emma y de un bonito coche rojo. Para ese momento, quién mejor que su hermano que se quejaba de que en su boda «nadie le había vestido». No todos tienen esa suerte, la verdad… Los gemelos, la corbata, el chaleco y … ¡alguien había perdido los zapatos!. O eso se oía por los pasillos, sí, los zapatos del papá del novio se habían escondido para poner la anécdota de la mañana. Entre todos hicimos los interrogatorios como si de una película de policías se tratase; ¿cómo eran? ¿dónde los vísteis por última vez?. Menos mal que se encontraban en un armario y todo salió bien. Eso sí, destacar la tranquilidad de Eduardo, el papá, ¡qué gusto de hombre!.
Luego tocaban las fotos de familia y mientras Óscar ya estaba preparado y algo nervioso comiéndose un yogurt… Emma comenzaba con uno de los momentos mas bonitos de la boda: vestir a la novia. Para ello se encargó otra de sus damas, Diana, que sería nuestra estilista en la boda: medias, liga, vestido, zapatos.. Todo colocado a la perfección y sin apenas dificultades. Entonces, apareció el padrino vestido de policía con un uniforme precioso que hacía aquel momento todavía más especial. Tocaban las fotos de familia, primero con el padrino, después con la mamá de la novia (en todo momento pendiente de nosotras) y luego la abuela María, un encanto de mujer que nos ofreció su casa y que valoraba nuestro trabajo como la que más. La emoción no se pudo contener, nos encanta.
Al poco llamaron a la puerta. Eran los sobrinos, el futuro suegro con zapatos nuevos y la preciosa cuñada que también era una de sus damas de honor. Fotos por aquí, más fotos por allá y derechitas a San Juan de Los Reyes donde ya nos esperaban. Llegando con algunos minutos, nos dío tiempo a preparar todo y oír las herraduras de unos caballos pisar la calzada, señal de que había llegado… ¡la calesa de la novia!. Óscar, que no podía estar mejor para la ocasión, la esperaba junto con su madre, una impresionante madrina con un vestido aguamarina y una mantilla colocada a la perfección. Llegaba el momento de dar el salto al vacío.
La entrada se hizo esperar pero qué maravilla de minutos esperando pues el rayo de sol que salía por una de las preciosas ventanas de San Juan, iluminaba a la novia como si de un angel se tratase. La música comenzó a sonar y la novia se acercó al altar tapada con su velo para ser desvelada por su padre al entregarla a Óscar. Una tradición que han querido conservar. Fue una ceremonia con más de una sonrisa de esas que no se pueden aguantar, con canciones preciosas de un coro flamenco que puso toda su pasión en cada letra, de miradas y de muchos abanicos. Al finalizar hicimos las correspondientes fotos en el altar y esperamos la ansiada salida llena de petalos y arroz. En es esta ocasión más de los primeros que de los segundos ¡menos mal!. Besos y achuchones para los recién casados e incontables turistas haciendo fotos… Y el tic tac del reloj pasaba… Nosotras ansiosas por lo que llegaba pues eramos las únicas que conocíamos la esperada sorpresa. Unas fotos rápidas en el claustro y derechos al Cigarral de las Mercedes. ¡Nervios ON!.
A la llegada aparcamos corriendo y entonces surgió una de esas relaciones de complicidad. El guardia de seguridad nos dijo que echásemos el coche para atrás y nosotras… En vez de arrancarlo le quitamos el freno de mano y lo empujamos. Fue el momento en el que toda la tensión de la sorpresa se transformó en carcajadas, ¡qué genio!. Cogimos las cámaras y salimos corriendo hacia un sitio secreto. Allí estaba la calesa con sus dos caballos blancos y Faraón, un precioso caballo negro azabache que tenía una papel muy importante. Iba a ser el primer ser vivo que bailase con la novia, sí sí, nada de marido, un caballo. Y no hemos visto nada tan mágico. Que nos perdonen los bailes de los novios pero es una historia preciosa y es que Emma cumplio su sueño y superó todos los miedos enfrentandose a un caballo impactante, no un pony, un buen caballo. La música era una bonita cancion dedicada a las madres. La emoción fue tal que no hubo lagrimillas, hubo llanto. ¡Qué bonito! ¡qué miradas hacia el caballo! ¡qué gran jinete! y qué impactados quedaron todos. Por supuesto, qué valiente la novia, no por el caballo si no por atreverse con algo tan original, por superar los miedos y por lo bien que baila. Es de admirar. Estamos seguras que además de nosotras, todos lo pensaron mientras ambos giraban en círculos siguiendo sincronizados la coreografía que tanto tiempo habían estado preparando. Mientras, todos los invitados, Óscar y las dos mamás se emocionaban en la primera fila. Precioso detalle que aprovechamos nosotras también para saludar a las nuestras a las que tanto queremos y de las que nos acordamos tanto en esa sorpresa.
Después había que recuperarse con un buen coctel dónde nos encontramos a nuestro amigo Carlos Muñoz, el mejor cortador de jamon de este mundo y de otros. Y nosotras que hacemos filetes… ¡Qué penica!. Bandeja por aquí, conversación con los que hacen posible que Las Mercedes quede así de bonita, fotos de grupo y a comer en dirección a la carpa. Pensabamos que se habían acabado las sorpresas por un instante…pero ni de broma. Los novios entraron con una preciosa cancion de Cèlin Dion entre aplausos y el calor de la gente, el brindis fue precioso, aqui ya empezaba la emocion pues nos encantó un bonito detalle de Óscar ya que se lo dedico a la gente y subió la copa para dedicarselo a aquellos que no estaban fisicamente, pero que los acompañaban de otra manera mas especial. Despues, tocaba relajarse, pero los gritos de un divertidisimo Fofi, «que vivan los novios», volvieron a hacer sonreir a toda la boda.
Riquísima comida, y entre plato y plato más sorpresas, esta vez una de Óscar a sus padres. Una que ni nosotras sabíamos y es que le nació la misma mañana de la boda. Les dio en petit comité sus dos medallas militares que tanto trabajo cuestan conseguir. Emocionante, los ojos del padre se empañaron y con serenidad y orgullo se fundió en un abrazo con su hijo, las lágrimas de la madrina brotaron mostrando la debilidad de aquella madre por su «niño». Un regalo lleno de significado donde nos emocionamos todos. Pero ésto no había acabado ya que Emma tenía otra sopresa para su ya marido, una foto de ambos con una frase que expresaba todo el amor que sentía. Menos mal que después nos recuperamos gracias a los nuevos gritos de «¡que vivan los padres y los padrinos!».
Era el momento de la liga, la corbata, y parte y solo parte, de los calzoncillos. Le hicieron un círculo y allí pasó de todo con la tijera, escapando por los pelos de algo más grave. Intentó aguantar pero, Óscar… Eran demasiados amigos. Así llegamos al postre y del postre a otra sopresa, esta vez antes del baile. En el césped esperaban «los amigos del patio» de Óscar, esos amigos que tienes toda la vida con los que te crias y por los que tienes debilidad. Un pequeño paracaidas esperaba sujeto por todos con el fin de mantear al novio, al novio y a algun otro amigo.. ¡Qué alegría da ver a los amigos de toda una vida formar esa piña!.
Después el baile coreografiado y donde se volvió a notar el cariño de la gente y entre la pareja. Baile con lo padres, y más baile…
Emma decidió que ya estaba bien y se cambió de vestido a uno más ligero para hacer especial el momento canción de grupo. Para todos hay canciones especiales que marcan pero la de este grupo titula este post. Cuando los novios entraron, todos empezaron a cantar a pleno pulmón “Cometas por el cielo”, en esta boda, todo era de altura. Una docena de aguerridos «hombretones» gritando y saltando en piña con La oreja de Van Gogh. ¡Y tan contentos!.
Después, unas sevillanas para rematar la fiesta. Y de las Mercedees.. A la Venta del Alma donde los novios dejaron todo preparado con puestos de chuches, llenos de detalles para el novio por parte de su mujer, y un lugar perfecto para acabar la noche. Al entrar fueron los que tiraron el confeti a los invitados para agradecerles su asistencia, empezando la segunda fiesta y donde habían aguantado los invitados de todas las edades. Acabamos llenas de besos, de Azu, la mamá de la novia que tanto nos cuidó y tan guapa iba, de María, la abuela mas cariñosa del mundo, de Domi, la impactante madrina y de infinitos invitados que nos demostraron su agradecimiento. Pero para agradecer ya estamos nosotras. Gracias por confiar en nuestro trabajo, por regalarnos tantos recuerdos bonitos de una boda, por emocionarnos de una manera especial, por la rica comida, y por hacer que la cámara se llene de momentos especiales.
Gracias a todos los compañeros con los que nos topamos en cada boda, como los de Wfilm con los que coincidimos en esta locura de trabajo que nos encanta.
¡Qué seais muy felices, pareja!
18
Hay que decir sí quiero y te quiero. Esa fue una bonita moraleja que nos llevamos puesta del sábado, justo mientras cruzábamos el Puente de San Martín. Y aunque parezca un simple cambio de palabra, dos letritas, es muy significativo. Pero nos estamos adelantando, primero lo primero: nuestros preparativos, nuestro grupo de Whatsapp «Bodorrio» echando humo, llamadas, trastos y cámaras. En marcha hacia el novio, ¡qué empezamos!.
Llegamos al Hotel AC en Toledo, huyendo del sol de primera hora de la tarde buscando la sombra y a Alfredo, pues se hospedaba para la ocasión allí con su familia. Y los encontramos pasando de habitación en habitación, con los preparativos y esa sensación de estar en casa compartiendo espacio. Con una sonrisa de las suyas nos recibió y empezamos a cambiar las cositas de sitio: una silla para allá, un bodegón que aparece por aquí, abrimos las ventanas… Pequeños detalles para que todo fuese perfecto.
La terraza y la ventana nos sirvió de escenario para hacer nuestro trabajo. Con cada complemento, alguien le echaba un cable: su hermana, su madre, su padre, su tío, su cuñado… ¡para todos había un beso y un momento!. Ya la corbata fue para él que con mucha maña, de esa que se basa en la experiencia, la colocó en un periquete. Eso sí, con el visto bueno del papá. Imprescindible. Nos colamos en el baño, en la bañera y hasta detrás de los espejos para capturar el momento mientras usábamos la astucia para verlo a él y a su colocación de pelo desde el ángulo más privilegiado. Otro gesto que ya conocíamos de él y que quedó capturado.
Aunque no estaba planeado, cuando ya estuvo listo y nos poníamos a hacer algunas fotos en familia, alguna lágrima se escapaba al ver a Alfredo de novio y es que estaba muy guapo. Una emoción que pudimos ver en todos mientras se cogían de la mano con cada foto. Un gesto precioso y muy particular que no nos pasó desapercibido. Después tocaba darle a Inma el mensaje guasón del suegro: ¡Alfredo se lo estaba pensando! Menudo susto para la pobre.
El viaje a Menasalbas estuvo como siempre lleno de buenos ratos, peripecias de los días viendo mundo y música. Entre indicación y chuches, nos preguntamos porqué Google maps elige a veces el camino más extraño para llegar a nuestro destino y es que nos encontramos con rincones toledanos y estampas donde nos hubiera gustado sacar la cámara del maletero. Ese álamo gigante del que habíamos oído hablar y alguna corbata, nos ayudaron a localizar la casa de la novia, abierta de par en par para recibirnos. Daniel, el papá y padrino nos acompañó a buscar a su hija, que estaba arriba ya maquillada y peinada jugando con su querida sobri Paula. Una nena a la que nos tuvimos que ganar a base de sudor y muuuuchas caratoñas. Narizota de payaso incluida.
Inma esta preciosa y no solo por el aspecto: la alegría se le notaba en los ojos y estaba radiante. Nos tenía todo preparado en la habitación: vestido, zapatos y joyas. Especialmente el rosario de plata de la abuela, de alguna forma presente con ellos junto al ramo de la novia y a lo largo de todo el día. Después de hacer algunas fotos, llegaba el momento de ponerse el sencillo y fino vestido tipo princesa para lo que necesitó algo de ayuda de las mujeres de la casa y es que tenían que seguir los pasos: cancán, desde arriba, cuidado el pelo, bracitos por aquí… y ya. Hora de Ofe, su hermana, para abotonar la espalda con sus interminables 35 botoncitos. Paciencia y maña para dejarle el vestido perfecto, y como decía la abuela como único requisito: «pero que sea bonito». Prometemos que lo fue.
Bajamos al salón para meternos entre la algarabía y hacer las fotos familiares mientras desde la puerta las amigas se asomaban para ver lo bonita que estaba. ¡No era para menos!. Al terminar las fotos y vídeos nos fuimos andando hacia la iglesia todos juntos en tropa con un orgulloso Daniel e Inma a la cabeza, arrancando felicitaciones de los vecinos por la calle. Unos valientes que no temían al sol ni a la caminata que nos separaba del novio y todos los invitados.
Bajo la atenta mirada de Alfredo y con una bonita música clásica en directo, Inma recorrió el pasillo muy bien acompañada y feliz de ver por fin a su futuro esposo. Una ilusión en ambos que no desapareció y que pudimos ver a lo largo de toda la ceremonia. Lecturas, peticiones, arras o anillos; en cada detalle que pudieron, los suyos estuvieron apoyándoles y disfrutando del ansiado momento y esa promesa para toda la vida. Los nervios hicieron acto de presencia pero juntos los superaron. Decían que no..pero cogimos los típicos gestos; mordida de labio, me peino, me toco la falda, que reflejaban lo contrario…Eso sí, se podían leer los labios y ver como se preguntaban «¿Te gusta el vestido? Estas preciosa». Emociones contenidas que salieron a pasear cuando, al dar por concluída la misa, Ofe subió a leerles unas palabras. Clinex arriba y abajo mientras hablaba de recuerdos y confidencias, y donde pudimos ver el cariño tan bonito que les tiene. ¡Valiente y muy bien dicho!. Ni que fueses de letras…
Las sorpresas no hacían más que comenzar con los amigos preparados para hacerles un paseo de lavanda a la salida de la iglesia mientras se escuchaba el ¡qué vivan los novios! y llovían los pétalos, el arroz y los minibilletes. Nos llevamos más de uno y de los moraditos, que en el monopoly los podemos colar a la perfección… Mezcla explosiva que nos hizo a todos sonreir y es que …¡siempre vienen bien!, al igual que las felicitaciones y los abrazos que se sucedieron un buen rato y que les recargó de energías. Después llegaba la hora de montar en el coche clásico de Ángel y volver a Toledo dónde continuaría la boda.
Como teníamos planeado, hicimos una parada en el Puente de San Martín para hacerles fotos juntos, un lugar especial para ellos. Mientras avanzábamos entre risas, escuchamos un sencillo «te quiero», cosa que raramente nos sorprendió. Ahí nos dimos cuenta de que hay que decir más «te quiero» y no solo «sí, quiero» el día de la boda. Dejar a un lado los nervios, dejar de estar pendiente de mil detalles tan preparados y pasar el día rodeado de los tuyos y siendo feliz con tu pareja. Es bonito ver que hay espacio para las palabras bonitas dichas en susurros. Con los rayos de sol colándose entre nosotros y rememorando bonitos momentos de la preboda, fuimos recorriéndolo foto a foto y plano a plano. No queríamos perdernos nada, así que nos fuimos para hacerles algunas fotos entre las viñas en el espectacular Cigarral de Santa María que nunca decepciona. Comenzó el cóctel y nosotros pasamos a modo ninja para que disfrutaran de su gente, de la tranquilidad y la buena comida que ya se dejaba ver. Aún estaban por hacer decenas y decenas de fotos y planos. ¡Quedaba mucha boda!
Hubo fotos de grupo e incluso tiempo para alguna que otra foto graciosa o de esas que descubres en el momento justo. Tenemos que confesar que la hora mágica desde la terraza … ¡nos encanta!. Como dicen las madres «en la vida da tiempo a todo» y en la boda de Inma y Alfredo lo pudimos ver: regalos a los padres, fotos, un canapé por aquí, un brindis por allá… era solo el aperitivo y se avecinaban unas horas moviditas. Sin embargo, tuvieron un comienzo lento, de esos de disfrutar. Esa entrada sin prisas donde se notaba el calor de los aplausos y que sirvió de pistoletazo de salida para una cena especial. Incluso para nosotros. Mil gracias, chicos.
Entre plato y plato tocaba estar atento pues seguía habiendo momentos especiales…Esta ve para su hermana, merecido sin duda. Las sonrisas de ambas y como se cantaron esa canción significativa para ellas, lo decía todo. Después, tras un pequeño parón, llegó la tarta acompañada de una espada que medía más que ellos. No hubo percances, solo besos. Tampoco se olvidarían de los regalos a los invitados, aunque tenemos que decir que éstos lo supieron agradecer con un vídeo que sacó los hoyuelos de toda la boda. «¡¡¡Qué maravilloso, es quererte así…Estando contigo, contigo, contigo me siento feliiiiiz!!!» Buen detalle el de los créditos, ¡artistas!.
Esto era un no parar; os resumimos, primero los novios regalo a los hermanos, después la hermana del novio y su marido camarita de las buenas, más tarde las amigas, y nosotros no hacíamos mas que mirar a la puerta y pensar ¿Saldrá alguien más? Después un baile precioso con letra italiana, y luego un buen pasodoble que levantó hasta las hormiguillas que por allí caminaban. Dejamos aquello que las caderas dislocadas…
Gracias, gracias y gracias. No hay otra palabra que os podamos decir. Por vuestras palabras en todo momento, por recibirnos con ese cariño y esa sonrisa y por emocionarnos en la despedida. Pero sobretodo, gracias por acordados de nosotros antes de comenzar la Luna de Miel y dedicarnos unas palabras en esos momentos tan especiales, lo valoramos mucho. Por pasarlo bien y hacernos disfrutarlo a nosotros. Por aguantar esos besos de último momento y por elegir a Sánchez de Rojas Fotografía para guardároslos.
Como bien dijo Ofe: Si alguien ama a una flor de la que sólo existe nada más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Has hallado tu rosa, la tienes a tu lado, cuídala.
Sois bonitos por fuera y por dentro. ¡Qué seáis muy felices, pareja!
08
Como si de una excursión del colegio se tratase, nos preparamos cual dos niñas pequeñas; primero el uniforme ,después las coletas, y por ultimo las mochilas. Lo esperábamos con ganas pues nos esperaba un viaje por la provincia de Segovia donde llegamos a pesar de perdernos en algún momento. Como es normal en nosotras.Fue una tarde divertidisima protagonizada por Toño y Olga, una pareja genial.
Empezamos el trayecto con anécdotas, risas y esa voz que cortaba nuestras canciones preferidas y que nos guiaba el camino. Era un buen momento para preguntar todos los detalles de la futura boda, para la que no queda casi nada.Entre tanto, los kilometros eran menos para llegar y las curvas eran mas para marearnos. Fue entonces cuando una pequeña abeja se coló y decidió posarse en la estrenada camiseta amarilla pollo de Diana. Su objetivo era amenizarnos la montaña rusa horizontal. Tanto nos reímos que no éramos capaz de articular palabra, y una avispada, nunca mejor dicho, Olga, se encargó de dejarlo inmortalizado en fotografía, como debe ser. Con el zumbido por aquí, y la carcajada por allá, Toño aparcó, ¡ ya habíamos llegado! La abejita salió del coche como una más de la familia y comenzamos nuestro precioso camino.
Los árboles, un lago, y un precioso pantano, que bien podía ser un gran espejo, nos motivaban para no dejar de disparar , hacer ruiditos de felicidad que nos caracterizan cuando conseguimos la foto que buscábamos y saltar de árbol en árbol para disfrutar de la grandiosidad del paisaje. Impactante, dirían algunas. El cielo nos dio tregua, aunque los valientes protagonistas se hubieran enfrentado a cualquier vendaval, pues ya les pusimos a prueba en más de una ocasión.
La «cabeza de burro» nos esperaba como siguiente parada con su maravilloso puente. La enorme extensión de árboles y el riachuelo (que fue objeto de algún bautizo) fue un gran descubrimiento para nosotras y no sólo por los encuadres si no porque se respiraba una calma pocas veces repetible. Nos lo pasamos genial, se nos pasó el tiempo volando, y la vuelta se caracterizó por las historias de película que nos habían ocurrido. Para acabar la noche, una buena cena que agradecemos de corazón y donde no faltaron los consejos culinarios. Queda pendiente la vega, las aceitunas y el rico granizado.
Y es que los paraísos, al igual que los hogares, son de personas y no de lugares.
Gracias por la tarde de ayer pareja, nos sentimos en familia, como si nos conociésemos de toda una vida!
07
Pintaba ser un fin de semana movido y realmente lo fue. Tras la boda del viernes, nos esperaba la del sábado. Una celebración llena de cariño y admiración. Las piernas estaban cansadas pero las ganas no cabían en el cuerpo así que recargamos pilas y ¡adelante!
Buscamos a Jose, el novio, en La Casa urbana de Adolfo en pleno corazón del Casco Histórico de Toledo. Subimos por las escaleras por propia iniciativa y allí estaban los tres: Jose, su madre y Mario, su hermano. Les pillamos de preparativos, con mucha tranquilidad y una antelación de agradecer. A la mamá, con un precioso vestido y dejando que le colocaran la mantilla, ¡solo apto para profesionales! Rojo y negro en precioso contraste mientras nos decía que no le hiciéramos tantas fotos pero ella era también protagonista. Jose se movía como pez en el agua y tuvimos que seguirle el ritmo pues en un periquete y ayudándose de su reflejo en la ventana, se colocaba traje y accesorios. Los gemelos de su abuela debían verse bien y por eso le puso mucha atención. El temido nudo de la corbata fue fácil y se notó la experiencia de hacerlo casi sin mirar. Le echamos un poco el freno para pedir la colaboración familiar y así conservar recuerdos de esos momentos en familia. No faltaron las risas, los sexis movimientos de tirantes y un poco de maquillaje… ¡para los tres! Algo curioso que revelamos en primicia.
Su madre y su hermano parecían más nerviosos que él pero trataban de disimilarlo. Nos llevamos bonitos planos a contraluz en ese piso tan acogedor que nos guardaba aún alguna sorpresa: una terraza en el último piso para envidiar: 365º para ver lo que quisieras. Allí hicimos las fotos de grupo con una impresionante vista de la catedral que impactaba. Habíamos terminado y bajamos como una pelotita todos juntos en el ascensor hacia las calles empedradas.
Tras dar un par de vueltas por las calles de Nambroca, nos esperaba Raquel perfectamente maquillada y peinada y con unos vaqueros cortitos que le daban ese aire de niña tan tierno que tiene. Con una dulzura especial, nos recibía abrazándonos. Algo que nos inundó de paz y alegría. Al entrar en la casa nos encontramos con un cuñado muy especial que tendría mucho protagonismo en la boda, con el padre y padrino, las peques de la familia María y Jimena, y una mamá lista para ayudar en todo a su hija. Rápidamente fuimos en busca del vestido de Vicky Martín Berrocal . Mensaje para Vicky:no dejes de hacer estas maravillas nunca por favor, ¡que todavía no nos hemos casado!. Bajamos al salón para aprovechar la bonita luz que había. Entre plano y plano de zapatos, maquillajes, y pequeños detalles, era la hora de vestirse. Para ello, tuvo mucha ayuda, su hermana, su madre, las dos pequeñas y la autora del bonito maquillaje, se encargaron de colocar cada fleco del vestido, de abrochar cada botón y de poner, cuál cenicienta, esos originales zapatos decorados por su hermana. Estaba espectacular, siempre con la sonrisa y con una palabra bonita para todos.
En esos momentos el novio y su familia bajaba andado por el casco. La mamá era en realidad el centro de atención pues sus hijos estaban pendiente de que ella bajase bien y con su vestido intacto. Ellos aguantaban bien el protagonismo, la gente felicitándoles y el solazo que hacía y
podía derretir las piedras. Por eso fue un alivio pasar a la sombra y encontrarse con algunos invitados por el camino y rescatarlos de algún bar en el que estaban tan a gusto. Sin pausa pero sin prisa llegamos a nuestro destino.
En casa de la novia, la bocina del impresionante coche anunciaba que tenía que partir para que diera comienzo el gran día. A nosotros nos tocaba salir pitando para llegar a tiempo a la Iglesia de San Andrés donde, como en otras ocasiones, nos encontrábamos a los invitados parados, cogiendo aire para continuar con las míticas cuestas toledanas. En la puerta esperaban Jose y su madre, la madrina que pese al calor recibían y saludaban a todo el mundo. Abrazos y conversación pero con cero nervios. Estaban en casa y con los suyos ¿qué más se puede pedir? Poco a poco los bancos se iban llenando y todos esperaron dentro a la novia que estaba a punto de llegar.
La música de violines y el piano, los nervios de los invitados, y las ansias de un novio feliz, se encontraban en esa acogedora iglesia. La entrada de la novia fue muy emotiva. Nadie lo sabía y no sabemos si lo llegaron a saber pero Raka, como la llaman sus amigas, entró descalza al altar para hacer un guiño a su querida abuela que la acompañó de la manera más especial, seguro. Al llegar, fue Jose quien le puso los zapatos y sonreía entre nervios y emoción. El sacerdote estaba listo, tenía todo preparado y lo que más nos gustaba sabía improvisar a la perfección. Menudo juego dio en toda la boda!! Los bancos se llenaron, los ventiladores salvaban el calor tan intenso que hacía y la virgen del Pilar, con el rosario de su abuela y junto a una bandera de España, bordada a mano, protegían el altar y evocaban recuerdos familiares. Enfrente de los novios, las sobrinas, que recibían las muecas de cariño que les hacia su tío, y las sonrisas, siempre eternas, de su tía.
La salida fue especial, pues fueron novios previsores y se llevaron un paraguas para protegerse del arroz, el cuál se llama bomba para explotar en las bodas… ¡quién tuviera siempre paraguas! Besos, felicitaciones, fotos con los invitados y sorpresas llenas de color.
La cornisa, y su bonito paseo, nos esperaban aunque fueron un matrimonio de patos los que se encargaron de dar la bienvenida y decidieron imitar a los novios… ¿o fue al contrario? A lo largo del paseo, los árboles iban creando diversas sombras que se acompañaban de esos rayos de sol que parecían querer escapar para alumbrar a los novios. Mientras caminábamos, nos encontrábamos con queridas amigas Carmen y Cristina, que solo tenían palabras bonitas a nuestro trabajo y que también nos alegraron ese momento. ¡Gracias chicas!
Después de reírnos subirnos donde hiciese falta y hacer alguna parada frente a la hiedra, el río y algunos rincones mágicos, nos dirigimos al puente San Martín. Había muchos novios… pero ninguno como los nuestros. Cogimos el mejor hueco, el sol parecía enfocarnos para hacer los contraluces más elegantes de aquel día y los besos que no cantábamos nosotros si no el novio, hicieron de ese momento algo especial. ¡Qué buena técnica para conseguir achuchones! Para finalizar cantamos una ranchera que pocos conocían… y entre «ay ay ay ay» y beso tras beso, nos despedimos con la música siempre presente y es que como dice Jose: si me falta ella, me falta la música. Una preciosa declaración de amor hacia su esposa.
Derechos al Cigarral Hierbabuena, donde siempre nos tratan fenomenal, nos encontrábamos una sorpresa antes de entrar… Una traca doble a cargo de dos primos del novio invadía la puerta para dar la bienvenida a los novios con su estruendo. Pero antes, otro sonido que nos encanta, el de la concentración de motos nos ponían un poco nerviosos… ¿pero dónde están Raka y Jose?
Al subir, esta vez no tuvimos ningún incidente, aunque la cuesta que hay lo ponía fácil. El cóctel estaba en todo su esplendor y las fotos de familia y amigos tenían su momento. Antes de subir a cenar, teníamos que hacer fotos a todos los detallitos que había, y a esos corazones que tanto trabajo le llevaron a la novia pero que llenaron de color y purpurina la boda.
El cuñado, showman y speaker de nacimiento, les regaló unas palabras preciosas que emocionaron a los más duros pero aún había una sorpresa más: la hermana también tenía preparado un discurso para demostrar todo su cariño a los novios. Después, el punto de humor, ¿os acordáis que dijimos que el párroco tuvo mucho protagonismo? No, no fue en la ceremonia, ¡fue en el banquete! Bendijo la mesa a través del micrófono con pegadiza canción que hasta a los más ateos les apetecía cantar, y a lo largo de la cena fue el encargado de poner la píldora gamberra. Mientras tanto, nosotros también hacíamos un «parón» entre anécdotas acuáticas y rica comida. Todos nos cuidaban, en especial Mario al que se lo agradecemos especialmente. Quería lo mejor para su hermano y Raka, y estaba pendiente de todos los detalles. Hubo sorpresas, pañuelos al aire, canciones, y hasta pétalos de rosas amenizaban la cena al ritmo del medio centenar de “qué se besen! Qué se besen!”.
Aquí no acababa todo… En la discoteca esperaba un vídeo sopresa del «Cómo se hizo» la invitación tan especial de boda. No solo eso, también la conexión en directo con un buen amigo que les cantó «Amigo» de Roberto Carlos y que más de uno tarareaba aunque llevase una cámara en mano… Un poco de baile, cadera por aquí, mano por allá y… ¡otra sorpresa! Todos los invitados habían hecho pequeños vídeos cantando su canción «Tengo el corazón contento» lo que hizo reír a la pareja. Un momentazo en toda regla que habían preparado con muchísimo trabajo y antelación.
Era hora de las congas, las pelucas, y el baile de la pera que ya nos hemos aprendido. Los invitados les adoran, porque seguían las sorpresas… esta vez, un cuadro precioso, una piedra que había que romper para descubrir lo que contenía y un par de canciones; una sevillana, y Mi gran noche del imitador oficial de Raphael. Decir que fue un alegria reencontrarnos con Nuria y Fernando, que iban como un pincel y que nos saludaron con tanto cariño como siempre! .
Después de toda la boda nos hemos preguntado; ¿Cómo os cabe el corazón en el pecho? Gracias por confiar en nosotros, por el cariño tan grande con el que nos habéis tratado, la paz que nos habéis dado y la bondad que habéis rebosado. Sois muy especiales.
¡Enhorabuena pareja! Qué siempre tengáis música y ese corazón contento.