26
El día 15 tuvimos una boda muy muy especial. De esas de familia casi. Ya hemos hecho muchas bodas de esta preciosa familia y el sábado no podía ser menos. Empezamos el tour preguntándonos por el calor, como siempre, pero enseguida, cuando nos ponemos en marcha , se nos olvida todo.Comimos temprano para ir con el estomaguillo lleno a casa de la novia y no desmayarnos en el intento. Cuando llegamos nos recibió su hermano, pero nos advirtió de que aún, las mujeres de la casa , no habían llegado. Así que aprovechamos para hacer las fotografías de ese sencillo vestido, los originales zapatos, los anillos, el precioso ramo… y todos los detalles que la novia estaba apunto de lucir. Todo esto, en una maravillosa buhardilla presidida por un Steinway, que alguna tuvimos la suerte de tocar…Gracias mamá de la novia! Mientras disfrutábamos con bodegones entre teclas y contraluces, oímos llegar a las mujeres del cuento, primero pasó la mama de la novia, Sol, que se encontró con nuestra cámara apunto de disparar. Luego, Marta, la novia que venía dispuesta a reír. Unas cuantas fotos de los primeros preparativos y de un buen gazpachito, y rumbo casa de Jaime.
Al abrir la puerta no hubo más que sonrisas,que es lo que caracteriza al novio. Jaime, que así es como se llama el protagonista, tenía todo preparado; las corbatas, que crearon un acertijo, los gemelos, los zapatos..y aquel traje sorpresa y diferente del resto. Hubo fotografías con toda la familia que ya estaba lista para el evento, y que por supuesto, también sonreía. Los nervios, aparentemente, no eran muchos, pero nosotras sabemos que se escondía tras ese bonito traje.
Después, volvimos a casa de la novia, donde nos esperaban unas cuantas damas…y un damo! Que sin duda, era líder de la fiesta. La novia estaba tranquila, es lógico con tanta amiga, pero quedaba poco tiempo y tenía que vestirse! Nos pillaba el toro. Primero, se vistieron todos los que la acompañaban para después ayudarla. Así se hizo, y los primeros nervios empezaron a surgir, pero la novia iba pareciendo eso, una preciosa novia. Unas cuantas fotos en ese enorme jardín y rumbo catedral!
En la maravillosa y mágica Catedral, presidió el calor y la gente. Mucha en pocos metros cuadrados. Durante la misa, más de una carantoña, un guiño y una risa que se escondía de las miradas del sacerdote. También hubo más de una lagrima de emoción tras el sí quiero de la pareja. Y es que todo marchaba según lo previsto. Después de las firmas, las fotos familiares,para acabar con una largo paseo hasta la llegada al arroz. Si en muchas bodas hemos tenido kilos y kilos, aquí eran toneladas. Hubo infinitos abrazos y felicitaciones a la pareja, en aquella cuesta resbaladiza y protegida por asiáticos con cámaras mejores que las nuestras. Cuando cazamos todo ese cariño, pasamos a realizar algunas fotos al claustro donde hubo más amor y más sonrisas. Pero el tiempo era limitado así que partimos corriendo con nuestras compis geniales de aquel día.
En el cóctel una grata sorpresa para los invitados, pues fueron los novios los que los recibirían! Todo un bonito gesto. Las enhorabuenas abundaban,los abrazos y más de una broma,también, y el photocall improvisado a la entrada de un impactante Cigarral de Las Mercedes nos dio varias fotografías con amigos y familiares. Después la rica comida iba pasando sin dejar hueco entre plato y plato, y los primeros valientes se ponían ante la imponente silueta de Toledo, ese era nuestro momento para realizar las fotos de grupo!
El salón estaba listo, lleno de paniculata y orquideas, cubiertos colocados a la perfección y una nueva carpa que nuestra cámara estaba deseando recoger. Primero, pasaron las damas y el damo, abriendo camino para los recién marido y mujer, que brincaron por todo el salón demostrando la felicidad que llevaban dentro. Servilletas al aire, más de ¡Qué vivan los novios! y algún baile espontáneo al son de la música, abrían la cena. Una cena, que tranquila no fue. Estuvo llena de sorpresas, primero para padres y hermanos, después unos cuantos ramos a amigas y futuros matrimonios, y por último ese video tan emotivo donde se recordaba los inicios de la pareja y los momentos vividos con familia y amigos a lo largo de su historia antes del matrimonio. ¡Cuanta emoción! La cena acabó con nuestros queridos «Oliva» cantando, la novia transformando su look, y los invitados pidiendo las primeras copas.
Durante el banquete, algo muy especial les esperaba; «El Confesionario» montado por nuestro compi y destinado a saber los mayores secretos de la pareja. Hubo verdaderas carcajadas y alguna que otra frase emotiva. Mientras, los invitados bailaban las primeras canciones y la pista se llenaba poco a poco. Todo el mundo esperaba el baile de los novios , que salió a la perfección, para después continuar bailando y hacer un flashmob de esos que tanto nos gustan. ¡Toda la boda a bailaaaar! Entre coreografía, porque los invitados se sabían todas, y coreografía, una sorpresa de uno de los invitados, Luis,un experto en fotografía nocturna y nuestra competencia en cada boda «Olivense». Un piano esperaba para que Sol lo tocase acompañada de su hija y ante la atenta mirada de su yerno y el resto de su familia. Y aunque el piano no estuviese afinado, la música sonó como si estuviera ensayado. A dos manos entre madre e hija, amenizaron ese momento que con tanta ilusión había preparado Luis. De ahí a la pista de baile! El confesionario seguía recogiendo gente e infinidad de bromas y nosotras «pasito a pasito» fuimos acabando nuestras fotos y despidiendonos con ese inmenso cariño de los que allí se encontraban.
Gracias por elegirnos, por sonreir, por ponerlo fácil. Ha sido un verdadero placer formar parte de uno de los días más especiales de vuestra vida. Gracias familias de los novios! Nos vemos pronto pareja!!!
14
Lo bonito de trabajar en uno de los días más importantes de alguien es ver como todos esos planes que nos cuentan sobre el papel, cobran vida y se hacen reales rodeados de la gente que les quiere. Incluso lo mejora llegar a formar parte de ese día como invitado de una amiga más que especial y poder retratar los primeros momentos de emoción. Y es que Belén y Javi son amigos y eso hace que el trabajo tenga otra dimensión.
Esta vez nos tocaba hacer algo especial, demasiado especial. La novia era una de esas personas que han crecido y compartido todo contigo, que han llorado, han reído, de esas que guardan tus mayores secretos. Se iba a casar con su media naranja, o media langosta como dirían en nuestra querida y mítica serie Friends. Sí, un apuesto y alto, muy alto hombrecito, había conquistado el corazón de nuestra amiga a través de canciones y correos que, parece que fue ayer, rememorabamos en el coche emocionadas y nerviosas…canción 33 Brown eyed girl. Nadie mejor que él para ella. Los nervios abundaban más dentro de nuestra cámara que en la propia novia. Y tras llamar a un portero que no era, típico, alguien nos abrió esa casa llena de peques y acento argentino. Y allí estaba, tan natural como siempre mientras la maquillaban para el momento más especial de su vida. Mientras tanto…cuatro sobrinos llenos de energía recorrían por la casa en busca de su «pistola» que así llamaban ellos a su consola, ¡Menudo susto en el aeropuerto cuando se la pidiera a su madre! Hermanos y padres salían de una habitación a otra en busca de todos los completementos para ir a la perfección: ccorbatas, pamelas, gemelos…y el tiempo pasaba entre juegos y sonrisas. Después, ese momento que todas las amigas habíamos intentado adivinar; el vestido que, como decía la novia, no nos esperabamos. ¡Menuda espalda amiga! que preciosa estabas, que preciosa y que preciosa. A tu amiga no se le pasaba otra cosa por la cabeza. Y seguro que al resto, tampoco.
Mientras tanto, veíamos como a la Parroquia de Santiago el Mayor iban llegando gota a gota los invitados que hablaban en la entrada, como colocaban las flores en su lugar y del silencio tranquilo se pasaba a una burbujeante actividad. Entre una nube de niños que venían a visitar la iglesia, vimos aparecer a Javi con paso tranquilo y una gran sonrisa. Desde que subió la escalera no dejó de ser abrazado por los invitados más madrugadores mientras nos decía «que esto no estaba tan mal». Sonrisas a contrarreloj mientras los paipais volaban para lo que estaba por venir, que era un calor más que agradable.
Entre foto y foto y mientras Javi esperaba al resto de invitados…, más detalles, esta vez tocaba el velo, un momento tremendamente importante porque no siempre se tiene el privilegio de terminar de vestir a una amiga . El reloj no dejaba minutos para nada más,asi que tocaba recoger mochila, hacer las últimas fotos en familia y dar ese achuchon a la novia donde se decian mas cosas que con palabras.
La llegada de la novia pilló a los más tardones entrando a la parroquia, por lo que el novio tuvo que avisarles con un «¡todos para dentro!» que rápidamente despejó la zona. Con Belén saludando nerviosa desde el coche junto a su padre, esperamos un poco por unos gemelos perdidos (uno de esos contratiempos de última hora) y mientras tanto, como quien no quiere la cosa, vimos un poco de magia aparecer en el momento en el que se vieron por primera vez. Javi se acercó al coche y a través de esa ventanilla bajada a medias con solo una preciosa mirada se dijeron muchas cosas. ¡La emoción estaba servida! Después, la ayudó a bajar del coche mientras Belén se colocaba y contenía los nervios como había prometido que haría… ¡sin llorar! aunque no fue por falta de ganas.
Primero el novio y la madrina llegaron al altar para esperar allí a la novia y al orgulloso padrino que recorrieron el pasillo a contraluz saludando a todos. El haberse visto fuera no quitó ni un ápice de dulzura en esa mirada de reencuentro. Las palabras del novio dando la bienvenida fueron el comienzo de una ceremonia preparada a conciencia en la que participaron muchos de los presentes, algunos con la voz estrangulada al subir al ambón. La música fue su compañera con esa alegría que nos encanta percibir y que iba intercalándose tras las palabras y los momentos más importantes. La sensación de estar justo donde uno quiere estar en el momento del «sí, quiero», nos puso los pelos de punta. Estaban en casa y es que efectivamente la Parroquia de Santiago el Mayor es un hogar.
Tras las fotos generales de familia, enfilaron el pasillo y se abrieron las puertas. La salida fue algo accidentada porque el arroz vino acompañado de algún que otro tubo de confeti explosivo que recibió Javi sin esperarlo. Cuidado, ¡qué tienen potencia de fuego! Aún y así, no dejaron que se estropeara el momento y acabaron llenos de arroz y abrazando a los suyos a manos llenas. Por fin podían acercarse a ellos uno por uno para felicitarlos ya como marido y mujer.
Aunque la ceremonia se había alargado, aún nos dio tiempo de hacer una parada en el Puente de Alcántara para unas fotos y unos clips en pareja. Con esas bonitas vistas del casco y del Tajo, el sol de justicia nos alegraba el momento y es que en toda la semana no había hecho más que llover a cántaros. Con todos pendientes del hombre del tiempo, el día no podía salir más bonito para este raro mes de julio.
Nos contaban que justo unos años atrás estaban paseando ese mismo día y a esa misma hora por la zona… ¿con pantalones largos? Entre anécdotas como esa, fuimos paseando, parando, buscando rincones (mejor si eran a la sombra) para pedirles algún beso robado, aunque no hiciera mucha falta. No necesitaban mucho consejo para abrazarse y hasta los «casi besos» los hacían con prisa. Sin poderse aguantar ni la risa ni los besos. Después de unas cuantas fotos más, nos fuimos con la imagen de la espalda de Belén, porque con ese vestido…¡era para lucirla! 😉 Ya les esperaban en el Restaurante Asador Las Nieves para comenzar con la siguiente parte: la fiesta de boda.
Siguieron la alfombra roja y llegaron a la entrada mientras la gente les ovacionaba al bajar la escalera que llevaba al cóctel. Y desde que pusieron sus pies en el último escalón, no hicieron otra cosa que aprovechar el tiempo de relax, ya con los nervios olvidados en la parroquia. Aprovecharon también para hacer todas esas fotos de grupos que quedaban pendientes ya que todo el mundo quería una con los protagonistas. Y había bastantes, ¡a cada cual más grande! Entre picoteo y refresco, nos colamos en el salón para hacer fotos de la sorpresa que les esperaba a cada invitado en su asiento. Nos lo había chivado un pajarito y nos encantaron las reacciones de la gente al abrir aquí y allá ese sobre misterioso.
Ya con todo el mundo dentro, empezó a sonar la música y entraron ellos serpenteando y bailando entre los aplausos y pañuelos girando en el aire. Otro momento para enmarcar que acabó en la mesa 10 con esos ramos a dos amigas especiales con los que Belén quería tener un gesto de cariño entregando dos mini ramos. Fue un momento muy especial cargado de significado que acabó con muchas lágrimas de emoción pues no se lo esperaban. El banquete fue tranquilo y muy agradable, con luz entrando por los ventanales y las conversaciones y la música adornando la comida. Nosotros tuvimos también nuestro rincón de operaciones, cosa que les agradecemos muchísimo. Ambos saben lo importante que es trabajar así de bien. Pasaron los minutos y llegó el postre junto con una señal invisible junto con algunas amigas de Belén (nuestra Amanda incluida) bailando y sujetando regalos mientras se paseaban hasta la mesa nupcial. Cada uno con un mensaje, una broma o un detalle especial que les hizo sonreír y también llorar. Todo es poco para crear recuerdos, como ese abrazo en grupo donde había más de una lágrima.
Los hermanos empezaron a pasar por las mesas entregando regalillos y puros, mientras Belén, Javi y los padres de ambos aprovechaban ver qué tal estaban sus invitados ya en la sobremesa del café. Algunos fumando fuera, otros con los preparativos del «candy bar» y los disfraces para la fiesta, los niños jugando los primeros en la pista de baile… Había llegado el momento que más nervios le producía a Javi… la apertura de la fiesta con su vals… ¡y salieron vivos! Después de compartir unas vueltas con sus padres entre risas, a una señal el tranquilo banquete pasó a llenar la pista de baile con pequeños, medianos y mayores. No podemos desvelar nada de lo que sucedió después pero dimos fe de algún desmelene, una conga y un manteo sorpresa del novio que nos encantó presenciar. ¡Cómo nos gustan los invitados gamberros!
Gracias a todos por hacernos nuestro trabajo lo más fácil posible, por las palabras de ánimo y sobre todo a Belén y Javi por pensar tanto en que también nosotros estuviéramos bien, en un día con tantas emociones para ellos. Pero sobre todo gracias por elegirnos para ese día, el más especial, y dejarnos contarlo. Fue todo un placer llorar y sonreír con vosotros. ¡Qué seáis muy felices!
07
Última boda del año. El día se despertaba nublado y con niebla, ocultando Toledo desde la carretera. Por suerte no llovía y, de hecho, no parecía que fuese 3 de diciembre. Más aún de ahí en adelante a lo largo del día. Para no faltar a la verdad diremos que no nos encontramos como habíamos planeado: las llegadas a las casas de los novios fue otra anécdota más para apuntar en el libro de Pepete.
Ésta vez el novio se preparaba junto a su familia muy cerquita de la iglesia, cerca de La Reconquista. Dirección y teléfonos anotados. Todo perfecto para que nada saliera a la perfección ya que al llegar al portal una dulce niña contestó un «ESPERA!» y allí nos quedamos. Descubrimos pocos minutos después que esa casa no era la nuestra y que allí no había ninguna boda. ¡Estupeeeendo!. Menos mal que era un número el que falló porque ni el carnicero del barrio sabía nada del tema. Llegamos, con la lengua fuera, pero llegamos.
Después del contratiempo, todo fue fácil. Al subir hablamos con una se sus hermanas y la madrina, a las que contamos la peripecia. La casa, adornada con luces y espumillón navideños, nos recordaba las fechas en las que estábamos para que las fotos lo capturaran para siempre. Javi estaba preparándose y nos recibió también al llegar, dispuesto y apuesto para las fotos. Nos escabullimos para empezar a capturar momentos, sobre todo esos en los que el novio se prepara y los suyos le ayudan. Son nuestros favoritos. Él se movía de un sitio a otro buscando el mejor rincón; habitación, baño, comedor… En éste último su padre se encargó de ayudarle con los tirantes que, al ser nuevos, dieron un poco de guerra como manda la tradición. Empezaban los preparativos de un día especial.
Mientras, en la casa de la novia buscábamos a Gabriela y los suyos. Nos hacía especial ilusión volver, ya que hace dos años se casaba la otra niña de la casa, Carlota, y los recuerdos eran muy bonitos. Nos recibió Alfonso, el hermano cantante de la familia. Allí todo estaba igual pero se sumaban más personas: nuestro querido novio Antonio y el nuevo peque de la casa, su hijo Adolfo. Al llegar, las chicas aún no estaban y aprovechamos el ratito con los chicos y detalles. Mientras ensayaban las canciones, cogían llamadas, e imaginabamos la boda… el ambiente era un hogar. Nos hicieron sentir en casa.
La puerta sonó, fue entonces cuando oimos mas de una voz familiar que saludaban con el cariño y la naturalidad de personas que ya se conocen. Las mujeres de la casa llegaban peinadas y maquilladas, podían haber ido en chandal que guapas estaban un rato. Pero había vestidos demasiado bonitos que tenían que estrenarse,así que mientras Gabriela nos ponía al día , los anillos, las arras y el ramo nos esperaban en aquella preciosa estanteria llena de recuerdos y fotografias, alguna que nos adjudicamos su autoria. Entonces llegó Helena, la mamá de la novia que mos abrazó fuerte y se puso manos a la obra para vestir a su hija. Primero la mítica sabana en el suelo para que nadie se manche y luego esos botenes que da miedo abrochar. Poco a poco Gabriela se converia en Novia de revista y las miradas curiosas de sus hermanos asomaban por la puerta. El pequeño de la familia también estaba preparado tan guapo que hacía competencia, lo sentimos familia, pero es así. Asi que todos listos; trajes y corbatas, Tocados y vestido rojo espectacular que llevaba la hermana de la novia y querida novia nuestra, era el momento de confesar y de esa bendición que nos pone los pelos de punta. Emociona, sin duda, la calma y el cariño de Alfonso padre, se transmitia no solo a la protagonista, si no a todos los que nos encontrabamos en aquella habitación. Pendientes, prendidos, anillos, medias, zapatos… todo, todo estaba listo. Tocaba emprender viaje.
Mientras, Javi también tenía complicaciones. La corbata no quedaba como quería pero se notaba mucha maña en su hacer y deshacer de nudos. Poco a poco sus hermanas y su tía también le echaron un cable con el reloj, el chaleco y los gemelos de pingüino (apuesta personal del novio). Las habitaciones y los pasillos eran un hervidero de gente y el espejo frente a la entrada (espumillón incluido) tenía cola porque todos querían verse perfectos. Para terminar solo quedaba ponerse la chaqueta para estar super elegante.¡Todo un caballero inglés!.
Cuando todos estaban preparados y eran casi las doce en punto, hicimos un alto para un momento especial: la bendición. Para ello toda la familia se acercó para estar unidos. Una mezcla de tradición y modernidad mientras leía el texto desde el móvil. Curioso y emotivo, no podía faltar. Después, una foto con la madrina, con las hermanas y… ¿y el papá?. Con los nervios nos quedábamos sin tiempo para más fotos en familia así que en la calle, con la hilera de árboles al fondo, hicimos la foto de toda la familia al completo, con las parejas que les habían acompañado con ilusión también. En pocos minutos, anduvimos unos metros, cruzamos un paso de cebra y la muralla nos saludaba, al igual que los invitados que nos encontrábamos por el camino. Javi estaba un poco nervioso pues llegaba la hora y el prendido estaba en la iglesia. Sin prisa pero sin pausa llegó entre felicitaciones para esperar a una novia que ya estaba en camino.
La entrada fue especial. Los nervios hicieron acto de presencia justo antes de abrir las puertas de la iglesia de Santigo el Mayor. Todo el mundo esperaba y gracias los suyos, Gabriela pasó de tener las manos dormidas a bien agarradas del brazo de su padre que la acompañó hasta el altar. Allí Javi la esperaba con su tía, ambos mirando hacia delante pero deseando darse la vuelta. Un detalle especial que hizo más emotivo el encuentro.
La ceremonia fue pasando de una parte a otra de la mano de sus seres queridos, cada uno poniendo un pequeño granito de arena ya fuera leyendo, decorando la iglesia, organizando, cantando, tocando o simplemente estando allí con ellos. Familiares y amigos que recordaron a esas personas especiales que ya no estaban presentes y les prometieron estar allí para ayudarles en los momentos buenos y malos. En el ambiente flotaba esa sensación de «estar en casa» , que nos transmite esta parroquia, una calidez que no entendía de diciembres. Se notaba el esmero y la participación en los detalles, sobre todo nos sorprendieron las nuevas canciones, con las que se nos iban los pies, o la cruz sobre la que se dieron el sí quiero.
Las voces e instrumentos del coro hicieron para acabar un canto a la Virgen. Especial fue la presencia del padrino en esta melodía, acompañando con su guitarra por sus hijos y yernos. A continuación, abrieron el baile en círculo con su paso tan característico y al que se animaron muchísimos, nosotras nos tuvimos que frenar. Vimos algunas caras ya conocidas como las de Sara y Miguel, nuestros queridos novios de noviembre, y sus padres a los que saludamos con cariño. Todos de la mano y con sonrisas, una bonita manera de acabar. Después de algunas fotos en familia en el altar ya como marido y mujer, poco a poco los invitados fueron saliendo y pertrechandose de arroz en grandes cantidades. Todos expectantes en semicírculo les lanzaron una lluvia de arroz muy divertida en cuanto asomaron su cabecitas y les fue imposible escapar. Seguida de esa, otra de abrazos para compensar. Fue ahí cuando los nervios se fueron y sus invitados pudieron dedicarles abrazos y felicitaciones durante un rato.
El sol se intuía tras las nubes pero el tiempo estaba en calma. Todo un lujo para hacer las fotos en pareja en uno de nuestros sitios predilectos de Toledo. El coche de época inglés lucía muy a juego en esta ocasión y llamaba la atención allá donde iba. Por eso también lo aprovechamos para hacer algunos «clicks» más. Después, un paseo sencillo donde les hicimos fotos mientras nos contaban algunas de sus anécdotas o compartíamos nosotras las nuestras. Era un rincón espectacular que nunca habían visitado y nos encantó ser las primeras en mostrarselo: una panorámica de la ciudad envidiable. Con ese telón de fondo, las suaves sombras y esas sonrisas… ¿quién no disfruta haciendo fotos?. Nosotras, como enanas, dábamos grititos y saltitos de los nuestros. El que nos conoce, lo sabe.
Fue entonces cuando entre paso y paso descubrimos su historia. Sus paseos por Madrid y la plaza de Colón que vió como su amor surgía. Aquella falsa «pedida de mano» con un bombón un tanto vacilona y que puso demasiado nerviosa a la novia, pues el metro no era el mejor lugar para hacerlo… y la pedida de mano real que no se esperaba y donde Gabriela tuvo que asegurarse que no era una broma como la del bombón. Divertido, sin duda.
De camino al cóctel hicimos una pequeña parada en el Puente de San Martín, al que encontramos decorado ya con las luces navideñas. Un paseo corto, algunos besitos para el recuerdo y en marcha. Tras despedirnos del chófer y su precioso coche, entramos en el Cigarral del Bosque para encontrarnos con sus muchísimos invitados disfrutando del salón circular y sus vistas desde la terraza. El brindis abrió la veda y después de ese momento, casi no volvimos a verlos más con tanta gente como había…¡qué pasada!. Los corrillos charlaban y se ponían al día teniendo de fondo una preciosa música en directo de la que ya disfrutamos en la ceremonia y que ahora cambiaba de registro. En la terraza, el frío no nos impidió hacer varias docenas de fotos de la pareja con sus grupos de amigos y familiares que pacientemente se fueron turnando para pasar por el improvisado photocall. Algunas más posadas, otras de risas e incluso algunas tipo gánster; todas valían la pena de un posible resfriado.
El paso de los invitados al salón del banquete nos dio una excusa perfecta para observar la decoración: la caricatura de la pareja en cada mesa y unas tarjetas solidarias allí donde a veces hay regalos. «podríamos haber elegido un regalo más mono, más bonito o más dulce pero no mejor». Con el comienzo de la música, Gabriela y Javi bajaron entre vítores para disfrutar aún un ratito más mientras nosotras hacíamos un pequeño parón para comer un poco. ¡Mil gracias por el detalle, chicos!. Aunque siempre atentas del móvil, estábamos en contacto permanente con el Señor Orozco y sus secuaces. Por si las moscas. Y tuvimos esa gran suerte de un Barsa-Madrid viendo la tele, mientras comunicabamos los goles a mas de un intrigado.
Cuando volvimos la cosa continuaba, y no nos referimos al Clásico Madrid-Barça que ya había acabado. Con los «que se besen!» les hicieron levantarse para darse besos, les cantaron la canción de la copa mes a mes y siguió ese buen ambiente del que hicieron gala. Entre plato y plato, sorpresas; a las abuelas unas flores que a más de uno hizo llorar, y cuando creían que la cosa iba a estar tranquila, llegaron las sorpresas que no teníamos en nuestro planing. Un portatizas DIY gigante hecho los alumnos de Javi apareció en procesión: allí guardaron mensajes y detalles para ellos. Se notaba la ilusión de sus amigos al dárselo y la cara de sorpresa total la pareja al recibirlo. Después, llegó aquello de lo que habíamos oído rumores pocos minutos antes, un flash move en toda regla de gran envergadura donde participaron todos y que rodeó la mesa presidencial a golpe de música. Los más atrevidos y bailongos se pusieron en primera fila y los demás formaron un círculo de manos sincronizadas a su alrededor. Esto nos daba una pista del nivel de la fiesta que nos venía a continuación.
Y no defraudó: desde el primer momento con el vídeo que les proyectaron, con el baile remix que se marcaron los novios cual bailarines de Beyonce, y todas y cada una de las canciones que llenaron la discoteca. En todo momento la pista estuvo ocupada y la alegría no decayó. Al fondo, el photocall que triunfó fue el de Hollywood, hecho por los ya profesionales Carlota y Antonio. No faltaban detalles: bocadillos para los más cinéfilos, un marco tipo clip y estatuíllas de los Oscar. Un escenario con alfombra roja que tuvo mucho movimiento y que aprovecharon al máximo los golosos para acercarse también al Candy Bar. ¡Felicidades por ese currazo!. Y gracias a todos, a los que ya nos conocían y a los que fotografiamos por primera vez. A la familia por aguantar con cariño a estas dos chicas Que no paran, por contar de nuevo con nosotras y por los abrazos tan grandes que nos llevamos. A Gabriela y Javier por sonreír y disfrutar con nosotras. Vaya pareja de guapos.
06
Este sábado, bien temprano, ya estábamos preparadas para una nueva boda. ¿Qué sorpresas nos depararía? Y es que, aunque la pareja tenga todo organizado siempre hay pequeños detalles que cambian al vivirlos. Y en más de una ocasión la emoción, en este caso, se presentó sin avisar.
Tal como teníamos en la hoja de ruta, llegamos a casa del novio en primer lugar. Nos recibió con pantalón de traje y sudadera, con una gran sonrisa y muy dispuesto. Nos encantaba el ambiente de la casa: traquetreo de primera hora de la mañana, luces a medias y la calma expectante que avecina un día importante. Con la muralla del casco de Toledo asomando por la ventana, los muebles de madera y los rincones familiares no podíamos tener mejor escenario.
Cuando llegaron el cuñado y los niños en pijama se nos rompió un poquito el corazón. ¡Qué bonitos! Y es que tenían que estar preparados para acompañar a la novia como niños de arras con la ropa que ya les esperaba sobre la cama. Con mucho cariño, su padre les fue vistiendo con un poco de ayuda mientras hablaban de la fiesta de Halloween de la noche pasada. Está visto que son días de muchos compromisos…
Mientras tanto, el papá de la familia ya estaba listo y se paseaba por la casa. Cuando Lucas y Clara estuvieron arreglados, todos nos enamoramos pues eran “un príncipe y una princesa” como bien decía su padre. La cocina se presentaba como un set de belleza donde la maquilladora tenía desplegado su arsenal. Allí la madrina terminaba de darse los últimos retoques con los niños y demás miembros de la familia revoloteando de vez en cuando. Poco tiempo después llegaron los hermanos de Carlos y pusieron otro punto de emoción. Él, ya de traje completamente, solo necesitaba un par de manos para ayudarle con la corbata y los gemelos, y allí estaban su familia para echarle un cable. No se nos olvida la pregunta a Lucas: – ¿Te gustan los gemelos? – y su carita de circunstancias. ¡Sinceridad ante todo!
Y así empezaron algunas fotos de familia de más pequeña a más grande y siempre con Carlos como protagonista. Con sus padres, con sus sobrinos… Y alguna guasona de los hombres la casa. Cuando su hermana estuvo preparada y se acercó para las fotos de familia hubo otro de esos momentos para recordar… y es que la cara de su marido al verla fue un poema, pero poema de amor. ¡La cámara tenía que capturarlo!. Bonitos recuerdos de risas y abrazos que llenaban el salón. Unos cuantos clicks más con los hermanos y la familia al completo… y ¡suena la alarma!. La penúltima foto (como nos gusta decir) desde la calle para fotografiar el balcón de madera y la despedida de Carlos… y ¡andando al siguiente destino!
La llegada curiosa a casa de la novia pasará al libro de petete de las casualidades y es que llegamos al número 1 que nos indicaba el GPS y sí, había un señor con traje y corbata en la ventana. Nosotras muy felices le saludamos pero resultó no ir de boda. Eso sí, su amable ayuda nos vino muy bien. Aparcamos en la casa de la novia pocos minutos después y allí en el coche dejamos nuestros nervios. Menos mal porque Virginia… ¡ya llevaba los suyos puestos!
Allí el jaleo estaba servido y de eso nos dimos cuenta cuando un perrito nos daba el saludo en la puerta de la casa. Subimos la escalera y conocimos a toda la familia: padres, hermana y tíos de Virginia. De ella lo primero que vimos fue su llamativo pelo rojo ¡preciosa!. Y eso que aún estaba sin maquillar. Por eso, aprovechamos para fotografiar esos momentos, acompañadas de su tía, su hermana, su madre… ya que a todas les tocaba pasar a darse unos retoques o a prepararse el peinado. Los sobrinos ponían la energía, teniendo al abuelo pendiente de que se entretuvieran con todos los dibujos que ponían en la tele en ese momento y, a ser posible, no se mancharan los trajecitos. Después hicimos algunas fotos a los detalles y a los vestidos, todos colgados arriba en la buhardilla.
La habitación de maquillaje y peluquería nos regalaba momentos muy bonitos y miradas de sus familiares desde la puerta. Y aunque Virginia no quería, ver de gala a su madre, a su hermana y a su cuñada casi le hace llorar…¡Casi! pues el maquillaje estaba a punto de concluir. La cosa no llegó a tanto y a medida que pasaban los minutos y nosotras nos movíamos de arriba para abajo, poco a poco la novia iba estando lista. Nos entretuvimos con los peques, revoltosos como son los niños, los anillos, las arras, el arroz, los pendientes, el ramo… Algunas de esas cosas, con una historia muy muy reciente.
Con el tocado en su lugar, era el momento del vestido palabra de honor que esperaba en la buhardilla y que su hermano y su madre bajaron a cuatro manos. Ya solo las chicas de la casa y su hermano le ayudaron a vestirse en su antigua habitación siguiendo los pasos que les habían aconsejado. Primero lencería (especial y coqueta),y no la tentemos que «soy muy exhibicionista» decía entre risas la princesa Elsa, como la llamaban sus sobrinas…Después, las medias, cancán, vestido … capas y capas para, al mirarse al espejo verse ella misma guapa, ¡GUAPA!. Y allí la emoción también estuvo presente porque ya estaba lista, porque era el día de la boda y todos los sentimientos estaban a flor de piel. Hermana y mamá se abanicaban para evitar las lagrimitas mientras le recomendaban llevar el velo y la estola. Después de que nos sonara la alarma, hicimos unas fotos en familia y nos fuimos pitando hacia la Iglesia de Santiago El Mayor, un lugar que conocemos muy bien.
La suerte seguía de nuestra parte y el tiempo mejoraba por momentos. ¡Quién diría que era una boda a últimos de octubre!. Por eso la gente iba llegando, charlando en la puerta y disfrutando del momento mientras iban poco a poco entrando en la iglesia. Dentro ya estaba Carlos a pie de altar con su madre, pendientes ya de la llegada de Virginia. Y cuando sonó la música no existía nada más que ellos dos. Una bonita y emocionada mirada que hacían sobrar a las palabras.
Esa sencillez tan elegante de esta iglesia mudéjar era otro complemento. Decorada con flores y velas, le dio un ambiente muy acogedor. Palabras sencillas donde no faltaron miradas de complicidad entre ellos a lo largo de toda la misa. Para animar el momento, la pandilla de niños de arras tenían ganas de jugar y allí tuvieron que ir los hermanos de los novios a poner orden y paz porque solos eran un peligro. En esa tesitura avanzó la ceremonia con las lecturas de amigos, madrina, primo, sobrino… de gente toda importante para ellos. Y después con unas frases, se dieron el «sí quiero» y al firmar fueron oficialmente marido y mujer. Ahí es nada.
A la salida tuvieron arroz, besos y abrazos, todos en grandes cantidades para equilibrar. Buena temperatura, sol y su gente a su alrededor ¿qué más se puede pedir?. Cuando todo se calmó, fuimos a nuestro siguiente destino, una invitada muy especial: la Virgen de La Estrella. La visita a la Ermita de La Estrella fue corta pero muy emotiva. Algunos invitados fueron testigos de cómo ambos se acercaba al altar y Virginia entregaba un ramo de flores con lágrimas en los ojos. Mientras, todos le cantaban a la Virgen y se nos ponían los pelos de punta. Un detalle precioso de ambos que tiene historia y que le da un cariz diferente. Allí aprovechamos para hacer las fotos de familia ya con el arroz en el pelo, cosa que dicen da buena suerte.
Entre la ceremonia y el cóctel, nos escapamos los cuatro por Toledo. Nada formal ni de DNI, porque ya se sabe que cuando más agusto se encuentra uno, más auténtico aparece en las fotos. Poquito a poco llegábamos al Puente de San Martín para ese bonito paseo de charlas y anécdotas que han vivido en las casas o en la ceremonia. Disfrutaron de su coche clásico, ruego de la novia. Y aunque no fue el protagonista dio mucho juego. A partir de ahí, solo un paseo en el que nos contaron confidencias, en el que supimos el porqué de la Virgen de La Estrella y en el que hubo graciosas coincidencias amorosas. También comprobamos a la sombra de un árbol que sus besos… ¡no tienen fin!. Era peligroso pedirles uno y eso nos hacía reír a todos. ¡Cómo nos encanta! y además… con unas vistas de Toledo tan impresionantes como las que teníamos. Octubre, cielos azules y calorcito. Sorprendente.
La llegada al jardín del Restaurante Asador Las Nieves donde sus invitados ya les esperaban, arrancó un aplauso general y desde el minuto uno ambos disfrutaron de todo aquello que habían estado organizando. Era momento para el relax y para hablar con sus invitados, algunos de los cuales ya iban descalzos, abandonando los tacones entre el césped. Entre conversación y conversación hicimos algunas fotos, sobre todo con aquellos que no habían tenido oportunidad, que aún eran muchos. Entre ellos, muy especialmente los abuelos Gregorio y Ricarda que estaban pasándoselo pipa. Y poco a poco, bandeja a bandeja, cerveza a cerveza… el tiempo fue pasando en buena compañía para ir abriendo el apetito. Con un casi manchón de vino al traje de la novia, algunas otras cámaras y móviles acompañándonos de foto a foto y ganas de todos ellos por estar con los protagonistas, se acabó el cóctel y se despejó el jardín. Era hora de pasar al banquete.
En el momento en el que sonó la música, entraron por la puerta los nuevos esposos flanqueados por sus padres. Todos cogieron su copa y brindaron mientras Alejandro Sanz cantaba aquello de «Desde cuando te he estado esperando…Todo lo que tengo es tu mirar…», y ellos se emocionaban con esa letra tan suya. Era un momento mágico que estaban felices de compartir. Los besos y abrazos a sus padres lo transmitieron sin palabras. Un choque de copas y …¡qué vivan los novios!
Después hicimos un parón para comer algo, por el cual les estamos super agradecidas a ambos, aunque teníamos una oreja alerta como el Inspector Gadget, y el personal de Las Nieves nos tenía informados, mimándonos un montón. Así que después, para aprovechar los tiempos, montamos el photocall que iba a ser importante ya en la fiesta. Palos, telas, maletas… entre viaje y viaje, echábamos un vistazo. Al acabar, nos dieron un chivatazo y nos encontramos con el regalo del álbum y vídeo de la despedida de soltera de las amigas y hermana de la novia, la cariñosa Patri. La larga fila de mujeres y flashes a pares que inmortalizamos el momento. Después, hermanos, cuñados y padres se encargaban de repartir los regalitos a sus invitados que siempre sorprenden y hacen ilusión. Mesa a mesa, chicos o chicas… salvo la de los niños que se habían esfumado. Pero… ¿dónde estaban esos revoltosos?
Pues ellos también estuvieron muy entretenidos ya que una pareja de payasos les hicieron las delicias cuidando de ellos, con bromas y juegos que trasladaron desde el salón al patio después de comer. Allí hincharon globos y crearon animales, espadas y mariposas, y aunque hubo alguna discursión por este o aquel muñeco, no faltaba quien pusiera paz. Sobre todo tocando un poco de música con su saxofón, que dejó a más de uno intrigado mirando cómo funcionaba. Después, sacaron el paracaídas, una tela enorme de colores donde mantearon a todos los muñecos de globo y que les hizo reír a carcajadas. Un detalle muy tierno para con los peques.
Mientras, en el salón la gente disfrutaba de la sobremesa y Virginia se escapaba con su madre en misión secreta… Cuando abrieron el salón de la discoteca y las luces empezaron a moverse, la gente se animó pasando a pedir alguna copita o moviendo tímidamente las caderas en la periferia de la pista. A los pocos minutos, Carlos y Virginia aparecieron para abrir el primer baile oficial. Ella se había cambiado su amplio vestido con cola a un vestido corto de mucho vuelo y espalda trasparente y eso, además de su calzado auguraban cosas interesantes. ¡Y tanto! Hicieron un baile preparado de una canción lenta muy íntima donde entre miradas enamoradas se atrevían con algún paso más complicado. Todo el mundo grababa, hacía fotos y sonreía en la media luna que los rodeó. Otro de esos momentos preciosos que recordarán por siempre.
Así empezó la fiesta ¡a pasarlo bien en la pista!. Continuó con más bailes, la conga general y el photocall echando humo con pelucones, gafas y gorros volando por el salón. Y es que nadie se resiste a cambiar el look por un momento y ver al de al lado con aquellas pintas. Fue un ir y venir pero para nosotras fue un placer estar allí. Esa alegría es el mejor cierre a un día perfecto. Gracias a Virginia y a Carlos por estar siempre pendiente de nosotras, por tratarnos con tanto cariño hasta en los momentos de más nervios. A familiares y amigos por tener siempre una sonrisa para estas cámaras.
Así, sí. ¡Felicidades!
24
Llegamos a Los Yébenes a una casa rural con unos pasillos llenos de encanto y unos techos que daban un aire de acogedor increíble. Toda la familia de un lado para otro escaleras arriba y escaleras abajo: “-Jesús, vístete que están las fotógrafas yaaaaa” «-¿yaaaa?, ¡qué estoy en calzones!». Gran recibimiento que delataba la diversión que nos íbamos a encontrar. Mientras la familia se arreglaba, nosotras cotilleamos y nos dejamos encandilar por cada rincón de esa magnífica vivienda. Fotitos del novio, de familia y hasta del peluquero que no dejó títere con cabeza pues era el día de ir todos muy guapos.
Partimos a visitar a Carolina al pueblo que compartiría el protagonismo de la celebración. En su casa, al revés que ocurrió con la de Jesús, su familia estaba más que preparada esperando que la novia se diera los últimos retoques, faltaba abrochar ese vestido que se resistió un poco, pero los nervios no pudieron con las magnifícas manos de las que vistieron a esa novia ya casi lista. Todo estaba en su sitio. En esta ocasión tenemos que decir que Carolina compartió protagonismo con su Jesús, su hijo pequeño. Unas cuantas fotos de familia obligatorias con hermano y padres cuando el reloj empezaba ya con la cuenta atrás y nos despedimos de ellos hasta el Ayuntamiento de Mora. Allí esperaba una gran multitud, muchos amigos y familiares. La entrada coronada por la canción de Viva la vida de Coldplay nos puso los pelos de punta a todos, no lo dudo. La ceremonia no resultó larga, fue entrañable y la melodía que ambientaba todo aseguraba una atmósfera increíble. A la salida, uno de los primos a coro con un montón de chicos más cantaron a capela a la recién casada pareja, dando paso a la cascada de arroz y pétalos para seguir la tradición. De nuevo llegaron los achuchones y hasta manteos al novio. La novia se quedaría con las ganas, pero con el embarazo no podía volar por los aires. Seguro será una de esas cosas que se guardarán para el futuro.
Acto seguido empezabamos la ruta para hacer las mejores fotos en los sitios emblemáticos y especiales de cada familia. Primera parada, la ermita de Mora. La luz que nos encontramos al subir nos enamoró, los rayos de sol se colaban entre los pinos dejando entrever al fondo un campo extenso de olivos. El fresquito que empezaba a hacer ayudó a la pareja a darse mimos y juntarse un poquito, estaban algo nerviosos pero cuando se dejaron llevar, se olvidaron de nosotros y lo disfrutaron de verdad, con el lema “dientes dientes que es lo que les jode”. Entre abrazos entraron en calor y nos pusimos en marcha hacia la siguiente parada, los molinos de los Yébenes. No llegamos a atrapar unos rayos de sol como habíamos hecho en la ermita, pero el sitio no nos defraudó, la luna coronaba la escena nocturna, flanqueada por esos impresionantes molinos iluminados. Algunas pasamos de ser fotógrafas a cubitos de hielo pero, a pesar de los bonitos encuadres, nos teníamos que despedir de aquel mágico lugar, pues nos esperaba un cóctel lleno de alegría y diversión.
La entrada triunfal de los novios abrió la veda para que cualquiera gritara un «¡Qué viva los novios!». Frase que se mantuvo durante toda la noche, no podía quedarse nadie sin proclamarlo a los cuatro vientos. Entre manteos y brindis se empezaron a animar todos y a hacer hambre para el banquete que les esperaba. Fue el momento de las sorpresas, la hermana del novio repartió pulseritas amarillas a favor de la lucha contra el cáncer que todos lucían orgullosos, los amigos del novio le sorprendieron con una misteriosa caja fuerte y otros a base de regalos curiosos. Las sonrisas no cesaron y eso es lo que más nos gusta.
Llegó uno de los grandes momentos, cortar la tarta, pero esta ocasión cargado de más emoción, pues era la señal en clave para dar el pistoletazo de salida a un flashmob multitudinario que dejó a los novios… ¡atónitos! Todas las mesas se pusieron poco a poco de pie y las primeras notas empezaron a sonar. Desde luego que la música fue la protagonista y acompañante del gran día. Espontáneos montaron una buena, de la nada y solamente con el acompañamiento de un cajón. Increíble. El aire flamenco ya se quedó con todos los invitados…
Todos se dirigieron entonces a la zona de la fiesta grande, la más grande que aún faltaba por producirse. La sala de baile primero recibió a la pareja con un vídeo sorpresa acerca de su bonita historia de amor, o como lo llamaron ellos un “Como conocí a vuestra madre”. Los novios abrieron el baile con una canción que nos encanta, Thinking out loud de Ed Sheeran, y con ese ritmo mostraron una coreografía espectacular. Después vinieron las actuaciones de flamenco, que se movían que daba gusto verlos y ahora ya sí que sí, que suenen las canciones de boda, y corran las copichuelas , que esta boda… ¡Hay que celebrarla!
Muchas gracias por confiar en nosotros, por demostrarnos un espectáculo flamenco que nos encandiló y por el cariño. Gracias también a Paula, amiga de los novios y de una que yo me sé.
20
Con un “hola” en un whatsapp mañanero empezaba el día tempranito para recordarnos, por si se nos olvidaba, que María y David iban a tener un día muy especial: el de su esperada boda. Y es que no habían faltado las anécdotas que nos contaba María sobre los preparativos, sobre divertidas reticencias de David y detalles preparados con mimo.
Nuestra primera parada era la “casa del novio”, esta vez ubicada en el mismo Cigarral de Caravantes, lugar en el que también se celebraría el banquete. Llegamos con todos nuestros bártulos, comentando la jugada y revisando detalles y sorpresas para que nada se nos escapara. También pendientes de nuestros otros compañeros y su boda de la tarde… ¡ya que era un día de boda doble! Aparcamos y, mochilas en mano, fuimos a recepción a preguntar por David. Allí una pareja de graciosos abuelitos argentinos monopolizaba al recepcionista así que con algo de suerte, dimos mutuamente los unos con los otros. Y es que no cabía duda de que era nuestro novio… ¡porque ya estaba vestido del todo!
Primero fuimos a la habitación para descubrirla totalmente ordenada. Nos acompañaba uno de sus hermanos y dos de sus “sobris”. La luz del sol, los reflejos y en especial las niñas nos daban más alicientes para sacar bonitos encuadres mientras se colocaban junto a la ventana con risas nerviosas. Para ayudarles a estar cómodos, bajamos en busca del resto de la tropa de Puertollano con los que nos fuimos encontrando de camino a las terrazas. Con Toledo de fondo y un precioso día en el horizonte, se sentaron y charlaron de lo que se avecinaba con un momento en familia que nos encantó. Bromas, abrazos y todos muy guapos, fue una auténtica “casa del novio” aunque se tratase de un hotel e hicieron a David sonreír en todo momento. Mientras se acercaban algunos familiares más, recién llegados de tierras ciudadrealeñas, apartamos un poco a David para darle un encargo especial directamente de su futura esposa: una nota solo para él. ¡Qué calladito se lo tenía!, decía al leerla. Con la nota, sus padres, hermanos, cuñadas, sobrinas y primos le dejamos en buena y abundante compañía para irnos a ver a la novia.
Aparcamos en la puerta con una suerte genuina y subimos por entre los portales, bloques y puertas que no parecía tener un orden aparente. Entre risas llegamos a la entrada donde nos abrieron la puerta (ya hemos olvidado hasta quién), para encontrarla abarrotada de gente. María estaba en la habitación ya casi arreglada porque “no iba a recibirnos desnuda” como decía ella. Bonito encuadre el que nos proporcionaba su puerta y la luz del buen día que comenzaba, nos echaba un cable. Aprovechamos los rincones y los gestos de sus ayudantes, mientras llegaban a cada momento miembros de la familia o algún amigo para asomarse a la puerta después de guardar fila en el pasillo. Y es que eran muchos ¡de verdad!.
Después de que hiciéramos algunas fotos con su madre, su hermana o sus tías junto a la ventana, pasamos al salón para verle los taconazos y que le colocaran el velo. Allí se arremolinaban escondidos para verla y no salir en las fotos a la vez que le lanzaban piropos. Los niños de arras con sus bolsitas de saco le ayudaron a ponerse los zapatos, aunque más bien comprobaron que tenía las uñas bien pintaditas. Los amigos no faltaron tampoco y foto a foto, cuando nos quisimos dar cuenta ya volvíamos a tener fila… y es que todos querían hacerse una foto con María, nuestra chica preciosa. Con las maletas en la puerta para irse de luna de miel, su padre nos contó alguna anécdota como “la de la señora que perdió las braguitas en la iglesia”. Esas y otras cosas que pueden suceder. Nos fuimos con pena pues teníamos cogido el encuadre perfecto aunque en el patio hicimos foto gamberra a algunos amigos, así que la risa continuó.
La llegada a la Ermita del Cristo de la Vega fue fácil, cosa que nos gusta mucho. En la entrada, nos encontramos con Borja y María, cosa que no recordábamos esperarnos. Bonitas noticias y la promesa de más risas aseguradas con ellos. David, por su parte, ya estaba esperando en la puerta con sus imprescindibles con una charla agradable bajo la atenta mirada de su monumental estatua. Nuestra toledana «Estatua de la Libertad» según algunos y sitio de múltiples leyendas.
Aunque todos querían ver el reencuentro, el plan siguió su curso y cuando la novia llegó, David ya estaba en el altar junto a su madre deseando verla. Todo estaba preparado: las flores y los cuadernillos para seguir la ceremonia, los invitados en sus bancos, la alfombra roja… y la música empezó a sonar. El dúo de cuerda fue una delicia y, a partir de ese reencuentro, nos regalaron preciosas canciones versionadas que hicieron más acogedora si cabía a esta pequeña iglesia.
Entre peticiones, lecturas y sonrisas, había miradas cómplices. Esas que, a pesar de los nervios no se pueden borrar. No titubearon y con las frases de rigor se convirtieron en marido y mujer. La vela de A loja do gato preto fue testigo. A la salida soltaron algunos globos de corazón pero a duras penas porque entre tanto arroz y pétalos casi no podían avanzar. La alfombra roja era larga pero se quedaron a las puertas porque… ¡Los niños atacaban en primera fila! Y ante eso no hay nada que hacer. Después, las felicitaciones y los besos, unas fotos de familia con mucha intención y …¡rumbo a la naturaleza inhóspita!
Aunque la ceremonia se había alargado un pelín, aún quedaba tiempo para hacer unas fotos por Toledo, aprovechando los rincones que conocían bien. Una caminata un poco más larga de lo esperado pero acompañados de Ana y Dani, chófer para la ocasión. Subimos por el Puente de San Martín para escuchar saludos y retos para tirarse por la tirolina, pasamos por el arco y nos fuimos todos hacia el Cigarral Caravantes. Allí les esperaban todos sus invitados, dispuestos para hablar con ellos y disfrutar del rico cóctel en la terraza con vistas. Fue el momento de hacer las fotos de grupo y, con el truco de cerrar los ojos, el sol molestaba un poco menos. Entre conversación y conversación, una copa de vino voló con tan mala suerte de caer en el vestido de María. Como era tinto recurrieron al remedio casero de frotar con vino blanco y allá que fue Borja a ayudar a su amiga. Estaba a huevo cantarle el «así frotaba, así, así» porque puso empeño. Sin embargo, María lo dejó por imposible y siguió disfrutando de la fiesta de su boda con una frase que también marcó: «cuanto más roto esté el vestido, significará que mejor me lo he pasado». Y con esa actitud es difícil no acertar.
A lo largo de la comida, movida donde las haya, sucedieron muchas cosas. Sorpresas de la pareja, sorpresas de los invitados, cacharritos por aquí, impresiones por allá… No fue lo que se dice un rato tranquilo y apacible pero a pesar de los nervios, de probar con prisas la deliciosa comida con la que nos obsequiaron (mil gracias!), llegaron a tiempo todas las sorpresas. El desafío lo cumplimos y nos encantó ver las sonrisas de padres, hermanos, cuñados y sobrinos al abrir las cajas y envoltorios que guardaban una copia de las fotos de familia que habíamos hecho en la iglesia. Era una sorpresa preparada con antelación por la pareja, que estaba en todo. Con cada plato, algo sucedió y casi pedimos un cronómetro para parar el tiempo. Los novios no podían estar más felices con esa algarabía tan especial 😉 Genial a esos amigos, ya dueños oficiales de las congas en la comida.
Después, el baile nupcial más en el aire jamás contado sucedió a su estilo, con una canción que les hizo sonreír sobre todo cuando lo acompañaron de los peques de la boda y, después de sus hermanos y cuñados. ¡Eso es echar un cable! ¡Ole! A partir de ahí, empezó a sonar Divinevents con buena música y un atractivo juego de luces que consiguió animar a todos. Mientras unos bailaban pegaditos, otros pedían permiso para coger los pelucotes del photocall. Más risas con las fotos de grupo y por parejas donde mayores y niños participaron, con instantáneas incluidas. Y es que el stand de fotografías Polaroid echaba humo… ¡todos querían llevársela a casa!. María y David ya lo tenían pensado y por eso les prepararon unos dípticos donde guardarlas con una frase muy especial dentro: “Tantos mundos, tantos siglos, tanto espacio… y coincidir”. Simplemente corazón derretido.
De esta guisa transcurrieron horas y congas, pasando algunos a disfrutar en la terraza también de una charla con la temperatura agradable que aún perduraba. Una buena excusa para, antes de partir, presenciar el “manteo” de ambos y la presentación de “pescaitos” en sociedad. Nos fuimos a descansar con besos y con nuestros trastos, que no eran pocos, y allí se quedaron aún bailando.
Gracias a todos los familiares y amigos por su alegría, en especial a Borja y a María a los que nos encanta ver con tan buenas noticias bajo el brazo. Gracias a María y a David por decir “sí, quiero” con nosotras. Por confiarles a nuestras cámaras esos momentos tan importantes. Por todos los días, mensajitos de antes de la boda y la confianza siempre presente.
Una suerte ésta de coincidir, criaturas.
04
El viernes terminaba la semana pero con una sesión de traca: la postboda de Emma y Óscar. Nuestro punto de encuentro era su casa donde estaban listos ya para hacerse mil y una fotos. Pusimos rumbo hacia Las Barrancas para disfrutarlas como siempre ya que es un sitio que nos hace sentir especialmente bien. Un sol de justicia nos retaba y es que algunos decían… «que daba más calor que el día de la boda». El veranito de San Miguel quería echarnos una mano.
Empezamos con un paseo y un encuentro entre ellos. Esos barrancos tan representativos eran un precioso telón de fondo para la pareja. No faltaron los besos y las risas bajo el cielo azul y sus nubes de otoño. Y aunque teníamos el tiempo justo, Emma también se cambió al vestido de baile y un poco el peinado… ¡en un momentín!.
Recordamos muchas cosas de ese momento pero lo más impactante es, sin duda, sentirnos nosotras apuntadas por la mirilla de Óscar en algún momento dado. Con ese nervio en el cuerpo cogimos el coche y como en las mejores historias, nos servimos de un mapa mental y el GPS para llegar al siguiente destino. Cada vez menos casas, la luz bajando y los coches escalando por caminos empinados para llegar al pie del lago. Los tacones no eran los mejores compañeros pero para eso estamos nosotras… por si caemos todas juntas.
A pesar de los bichos y las abejas, disfrutamos del espectáculo haciendo algunas fotos en ese paisaje mientras Óscar chinchaba a Emma como buen marido que es. Con las fotos subiendo el camino, las anécdotas del paracaídas y la bandera (compañera inseparable del ya matrimonio) acabamos casi de noche, con la ayuda de los faros del coche.
No pudimos tomarnos esa cerveza con todos vosotros pero sin duda habrá más momentos para ello. Gracias pareja por esta aventura por la naturaleza peligrosa 😉
06
Aunque hacía calor, mucho, nos esperaba una tarde de recorridos y rincones que apetecían. Era una posboda especial, pues había tres protagonistas. A decir verdad, protagonista, protagonista, una: Marta. La hija de Susana y Alvaro había crecido en poco tiempo y estaba en ese momento que te quedas sin fuerzas al oírlos hablar. Sin duda fue genial que viniera, pues provocó la naturalidad y enterneció a los que estábamos. Primero tocó Zocodover, sus calles rebosantes de vida, los piropos que se dan cuando una novia, vestida a la perfección, pisaba la calzada empedrada, y los rayos de luz que se asomaban tímidos por cualquier rincón. Por allí dimos un paseo muy familiar y lo pasamos bien con las anécdotas que Marta y su zumo tropical nos daban en todo momento. Álvaro se encargo de hacer sonreír a sus tres mujeres, sí sí, tres. Susana, Marta, y Maribel, su madre. La cuál nos encantó que viniera y nos ayudara en cada foto.
Después de Zocodover una parada por el puente San Martín y una carrera. Pero nada de footing no, que poco más y la novia se nos escapa!! Fue rápida, pero conseguimos fotos muy divertidas. Después a enseñarles ese sitión que nos apasiona y que, si no han conocido antes, les deja impactados. Allí vimos atardecer, cogimos muchas bellotas y disfrutamos de un Toledo que aguardaba en sus cielos rayos y alguna que otra gota.
Fue una tarde diferente, llena de ternura que queda para el recuerdo. ¡Gracias pareja! ¡Y gracias Marta y Maribel!
02
Aunque para eso, la verdad, ya era un poco tarde. Y es que el lunes quedamos para pasar la tarde con Elena y Miguel después de algunos meses tras su boda. De todas maneras, nos hizo mucha gracia que Miguel lo dijera mientras pasaba de largo con el coche, huyendo como en las películas, y se convirtió en la frase de lo que iba a ser una divertida tarde de fotos; «Yo no me caso».
Ambos llegaron con ayudantes, ¡benditas mamis!, lucían los trajes de novios y un morenito de envidiar… Quedamos en la puerta del siempre espectacular Cigarral del Ángel Custodio, el lugar que escogieron para celebrar su banquete de bodas. Ahora querían disfrutar sin prisas de sus preciosos rincones. Podemos decir que nos perdimos entre los arcos y la hiedra mientras descubríamos algunos otros en la mejor compañía. Las madres de ambos, no pararon de piropear al hijo contrario, disfrutaron como las que más. Nos alegró volver a verlas.
Mientras paseábamos, les pedíamos solo cosas fáciles: nada de foto DNI. Naturalidad para darse amor, para hablar y hacer bromas. ¿Cómo se puede estar mejor en un entorno así y con esta pareja tan bromista?. Seguramente en pocos sitios. Nuestros grititos de alegría de vez en cuando indicaban que la cosa marchaba bien. Ellos no se quedaban atrás y se atrevían a saltar, a ir descalzos y a acercarse al río. Al nuestro, en propiedad por un rato, haciendo homenaje a la abuela de una gran amiga. Elena encantada nos contaba sus planes mientras que Miguel rebatía con algunos mordaces comentarios. Su frase… «bien, hablemos de mi coche» nos dejó tronchadas de la risa.
Como el cigarral es pequeño,no somos irónicas casi,acabamos sedientos cuales excursionistas en el desierto por lo que antes de llegar al siguiente destino, paramos a repostar agua en el primer «todo a cien» que se nos cruzó por la mente. Vale, esto no tiene mucho glamour pero fue imprescindible. Y aunque dudábamos entre «el sitio secreto 1» y «el sitio secreto 2» el novio nos hizo inclinar la balanza y el sol aguantó. Nos fuimos para arriba a disfrutar de las vistas de un Toledo mágico a esas horas.
En el camino hicimos algún parón por los rayos de sol que se colaban entre las ramas y los árboles que silueteaban cuál sabana. Y para que el camino se hiciera más corto, alguna que otra carrera. Gracias a eso llegamos con tiempo de ver al sol ponerse rojo de apuro, dejándonos momentos de cariño, unas fotos de grupo con las mamás y algún selfie para el recuerdo. Como siempre acabamos riéndonos y hablando de mil cosas mientras deshacíamos el camino y nos despedíamos con besos y abrazos. Gracias por venir a disfrutar de esas fotos, las últimas que se piensa hacer Miguel según vaticinios.