Adriana & Óscar

La ciudad de cristal

Nuestra aventura dio pistoletazo de salida en Toledo, parando en Madrid con repostaje de emergencia en Mc Donald’s. De ahí… ¡en marcha hacia la esperada A Coruña!. Éste era un viaje del que habíamos hablado desde hacía mucho tiempo y teníamos ganas locas por descubrir qué nos deparaba. Las anécdotas de África iban intercalándose con consejos de decoración de casas mientras el coche iba comiéndose y comiéndose los kilómetros hacia el norte. Los carteles nos saludaban de provincia en provincia, el paisaje iba cambiando y el termómetro bajando, pero nada nos impedía cantar a pleno pulmón respirando ese olor a humedad y disfrutar de esas curvas de bajada al conducir.

Las corredeiras nos indicaban el camino y en nada llegamos a lo que sería nuestra casa ese fin de semana. Nos daba la bienvenida el arco vegetal y la perrita Hanna. Los papás de Óscar nos recibieron con un beso y brindándonos su casa. El mayor de los regalos.

Un frío norteño del que Óscar ni se daba cuenta nos acompañaba mientras, en unos minutos, nos preparábamos para marchar hacia el siguiente destino. Sus amigos les aguardaban para volver a verlos en una salida nocturna que nos sirvió para conocerles un poco mejor, volver a ver a algunos invitados de su boda e inspeccionar las terrazas de La Coruña, «la ciudad de cristal» como se le conoce. No pararon las anécdotas, algunas tapas y una broma que quedaba en el aire y para la que habíamos practicado en el coche. Finalmente salió el: E ti, ¿cantas vacas tes?. Nuestro gallego debe mejorar pero alguna sonrisa vimos. Conocimos algunas calles, la Plaza Mayor, además de un parking por aquello del turismo local. Después de probar los mejillones tigre extra picantes y saber que había tapas de cocodrilo, pasamos por La Bombilla: un bar emblemático por su tortilla, sus croquetones y sus servilleteros de botes antiguos de Cola cao. Estuvimos muy a gusto. La aventura no podía empezar mejor: gran acogida y promesa de más al día siguiente.

Para volver a casa, las foráneas no entendíamos muy bien por donde estábamos, a lo que Adri nos afirmó algo que sería evidente en lo sucesivo: «las calles no tienen sentido ninguno». Ya creíamos que era nuestra pésima orientación… La metáfora de la sartén y el mango fue perfecta. ¡Preciosa, bulliciosa y complicada A Coruña!. Un sitio espectacular. Dormimos a gusto y algo menos acaloradas que en casa, eso sí. Cosa que se notó en la frase sonámbula de… «la gacela corre más que el búho, los búhos no corren. Si, pero menos» Momentazo.

A la mañana siguiente, tocaba visitar la playa de Mera, que según los del lugar «estaba llena». No conocerán levante… Y aunque el agua estaba fría, muy fría, conseguimos bañarnos todos, hasta Adri que solo una vez el mar gallego ha tenido el lujo de acogerla entre sus aguas. El hambre hacía mella y es que era inevitable pensar en esa terracita y la comida que tenían preparada los papas de los novios. Una temperatura ideal, unos pimientos de padrón, y vino, del bueno. Después, y sin más demora, tocaba ir a saludar a más amigos a la fiesta que estaba comenzando. Nos recibieron con el mayor cariño pero no pudimos estar mucho tiempo pues… ¡tocaba prepararse para las fotos! Ducha, vestidos preparados, y después de varios intentos de moño, de creernos youtubers de belleza, la laca y las horquillas hicieron a la perfección su trabajo. ¡Persigamos el sol!

Los sitios a los que nos llevaron, eran impactantes, Seixo Branco, lleno de Eucaliptos, nos dio ese toque que mezclaba el campo, el mar y un acantilado con historia. Después, tocaba divertirse en la bonita cala, que parecía estar solo para ellos. Y por supuesto el Castelo de Santa Cruz, donde vimos atardecer y disfrutamos de la luz hasta el último momento. La complicidad, las bromas, y las conversaciones a cuatro, hicieron que el reloj moviese sus agujas demasiado rápido.

Después, nos quedamos con Emilio y Charo, los papas de Óscar, y fue entonces, cuando descubrimos el rico e incomparable pulpo gallego, hecho en olla de cobre, importante. El fresquito, el ambiente gallego, la música…todo nos acogía. Y tras ese buen rato, aparecieron Óscar y Adri listos para ir al divertidísimo cumpleaños que nos esperaba.

Llegamos con el recibimiento de Dani, ese hermano de corazón de Oscar y guía que estuvo preocupado en todo momento de nosotras. Al final de la noche nos dolía todo el cuerpo de reír y no sabíamos si estábamos en Galicia, en Soria o en Burgos. Rubio abrió veda con un chiste que fue clave en la noche, Soria y Burgos, el resto apea nosotras. Pero su mujer, Rebe, fue la chispa que hacia detonar todas las carcajadas, así empezó una ronda de chistes a cuál peor pero que a algunas nos hicieron llorar, llorar de risa de esa del alma. Eso sí que eran abdominales… Así que gracias a Laura, Collazo, Luisete, Sandra, Pervi, las Rocíos, Rebe, Rubio, Dani y por supuesto, Adri y Óscar. Sin olvidarnos de la debilidad de la fiesta, el ahijado de Óscar, Gael.

Para finalizar una pregunta… ¿sabes de qué murió el osito?…
De Tous.

Ejem, ejem. ¡Teníamos que contarlo!

Menos mal que nosotros íbamos con nuestros médicos más atrevidos y sin problema. A ellos les queremos agradecer la dedicación para hacernos sentir a gusto, los besos de verdad y mostrarnos rincones tan bonitos. También a su familia y amigos por tratarnos con tanto cariño y hacernos parte de todos los momentos. Gracias por ese huequito en la mesa, por los chistes malos y las batallas de bailes. Gracias a todos por hacer de unas fotos de postboda toda una experiencia juntos que no olvidaremos.

→ Su boda aquí

El principe, la princesa y la fiesta del percebe

Podía ser como cualquier otro día pero teníamos boda y además una especial: la de Adriana y Óscar, en Madrid. Prometía estar llena de pequeñas cosas diferentes, como celebrarse en viernes, y eso nos hacía estar aún más alerta. Con todos nuestros artilugios, salimos desde distintos puntos del mapa hacia Villanueva de la Cañada. El viaje se nos hizo corto a base de música y buena compañía, para no variar.

Llegamos al Hotel La Ermita, la “casa” improvisada de un novio que nos esperaba relajado y en familia con toda su gente de Galicia y algún despistado de la zona. Unos cafés, alguna copa y gente llegando gota a gota para la ocasión con portatrajes y una sonrisa por bandera. Como íbamos con mucho margen, el padrino, y papá de la novia, nos acompañó para verla, muy cerca pero siguiendo el laberinto de calles que suponía el camino. ¡Fue de gran ayuda!

Al llegar a la Finca de Villanueva lo primero que nos recibió fue la calma: un ambiente íntimo y privado lleno de vegetación. Adriana estaba comenzando con el maquillaje por lo que nos disgregamos para descubrir la finca. Entre árboles centenarios, los operarios preparaban la zona de la ceremonia, la del cóctel y la del banquete con detalles decorativos en cada rincón: sombreros de paja por aquí, florecillas por allá y un olor a lavanda que le daba un sello inconfundible. Las sillas blancas de madera sobre el césped no podían faltar, creando un ambiente muy agradable mientras retratábamos también esos momentos previos. Como era de esperar, julio hacia brillar el sol y por eso las hojas creaban sombras caprichosas por todas partes.

La novia, preciosa aún sin maquillar, estaba tranquila a contraluz de una bonita ventana mientras el maquillador llevaba a cabo su trabajo de la mejor manera. Terminó rápido, y mientras, nosotros cotilleábamos la casa: el ramo en la nevera, los zapatos a la chimenea, y el vestido a la ventana. Pusimos todo patas arriba, ¡cómo nos gusta! La novia ya estaba lista para vestirse, así que entre las amigas, una madre que justificaba la belleza de la hija, y una tía abuela que parecía una amiga más de la novia, la vistieron con todo el cariño y la emoción que se vive en ese momento. Entre ricos granizados, visitas de más amigas (entre ellas nuestra querida Elena, perfecta para la ocasión) y el bendito aire acondicionado, esperaba la novia a que todo estuviese a punto. Bonitos momentos, reencuentros emocionantes y nervios en crescendo…Se acerca el momento…

Mientras sucedía todo esto, Óscar seguía tan tranquilo en la terraza. Estaba claro que ser el novio no era algo que le pusiese especialmente nervioso. “En 10 minutos estoy” y así fue. Mientras grabábamos el traje y los accesorios, sonaba alguna canción de Hombres G y su dueto a grito pelado desde la ducha nos hacía sonreír. Nunca habíamos estado mientras el novio en un abrir y cerrar de ojos se afeitaba y se ponía de punta en blanco, cumpliendo los pronósticos. ¡Eso es eficacia! Con la ayuda de su madre, su hermana y su padre, cada detalle se colocaba en su lugar, dejándonos preciosos momentos a contraluz en una de las buhardillas.

Después bajamos para encontrarnos en la sala del hotel con su piña de amigos de Galicia. Éstos cual novia tardona, le hacían esperar con las botellas de champán y las copas sobre la mesa. Mientras tanto los invitados charlaban con Óscar y los niños, como su ahijado Gael, correteaban por la zona con sus mini trajecitos. ¡Para comérselos! Cuando estuvieron todos, entre risas y buen ambiente, llenaron sus copas y brindaron por este día tan importante, juntos como les gusta estar a ellos a pesar de la distancia. Un detalle de amistad muy bonito antes de marchar hacia el sí quiero.

Un pequeño fallo técnico retrasó la boda, pero es aquí donde se demuestra el cariño, algo que hizo a la perfección unos padrinos muy especiales,los del hermano de la novia. Pese a este despiste, la boda comenzó sin incidentes y con mucha expectación. Música y unos pasos que les separaban del altar. Todos fueron testigo de cómo ambos se encontraban, se contaban confidencias y escuchaban lo que con tanto cariño contaban sus amigos de ellos. Alguna anécdota sobre fútbol, sobre el trabajo hasta altas horas o sobre el pasado oscuro de los pantalones de campana. La carcajada estaba servida, sobre todo al mencionar a los percebes. Y la fiesta del percebe de este año y del siguiente y del siguiente… Galicia es mar y no se puede luchar contra eso.

También hubo momentos de emoción, de ser amigos y hermanos, de estar en las buenas y en las malas. Del trabajo o de estar de paseo. Todo y más se encargaron de resumirlo esa amiga de Israel, o Paco, más que amigo hermano, que daban voz a los presentes, haciendo de la sencilla ceremonia algo personal y especial para ellos. Ya siendo marido y mujer, con el beso oficial, dieron paso a una lluvia de confeti de colores que brilló por el aire con los rayos de luz y les hizo parecer una pareja de cuento. Después solo hubo abrazos, besos y felicitaciones. Poco a poco fueron quedándose a solas así que les retuvimos unos minutos para aprovechar ese marco tan bonito que nos daban los sombreros, la vegetación y los contraluces. Unas cuantas fotos con el lento atardecer como ayudante y … ¡qué empiece el cóctel!

Con ese entorno y la música del saxofonista Juan Ramón Arias Echevarria como melodía, era un gustazo pasear por allí. Parecía mentira que esa música saliese de sus pulmones. Hicimos fotos de grupo y grabamos alguna gamberrada mientras la gente charlaba e iba de rincón en rincón: del gallego al de arroces, bandeja por aquí y por allá… Se notaba un ambiente feliz con reencuentros y gente que mezclaba diferentes acentos y procedencias. ¡Cómo nos encanta eso!. Cuando ya había caído el sol y se encendían las bombillas, los invitados pasaron por el árbol de entrada al «salón», un tanto campestre. El objetivo era encontrar su mesa, con titulo de alguna raza de perro, en homenaje a Lennon, el precioso Dalmáta, que de alguna u otra manera, también estuvo en la boda. Labrador, Pástor Alemán… cada invitado rodeaba el árbol buscando su sitio en la amplia zona cerca de la piscina dónde iban a disfrutar de más palabras emocionantes, de más detalles y sorpresas, y de una noche envidiable a la luz de los farolillos.

Como dijeron: cóctel largo y cena más corta… y así fue. de allí pasaron a la zona de la discoteca, preparada por Divinevents con unas luces y sonido espectaculares, como siempre, para hacer las delicias de los más bailongos. Pero antes Adri y Óscar tenían preparada una sorpresa: un vídeo en el que hacían memoria y hablaban de sus invitados, haciendo llorar a más de uno. Tras secarse las lágrimas abrieron el baile con una canción lenta, haciendo gala de ser unos auténticos profesionales. Nos quedamos con la boca abierta. Después la multitud tomó prestada la pista de baile dejando el listón bien alto con varias congas, bailes de niños y grandes porque ya se sabe… ¡la noche es joven!

Gracias por hacernos partícipes de vuestros momentos, por confiar en nosotros, por la cenita y por despedirnos todos con cariño. Nos fuimos con la buena sensación de volver a vernos pronto y seguir sumando recuerdos por el Norte de España. Cuando llegan los sabores agridulces siempre hay, como los del viernes, bonitos rayos de luz de días felices.

¡Muchísimas felicidades!