Y que nos quiten lo bailao’

Era algo único que no habíamos tenido antes… ¡Unos novios se iban a ver antes de la boda! Adiós a las tradiciones, a las supersticiones y al que dirán.

La primera parada fue en casa de Marta donde nos encontramos primero a nuestra querida Miriam, que se encargó de maquillar a toda la familia. ¡Poco más y maquilla hasta al novio! Y se iba corriendo para estar perfecta para la boda de su amiga.

Pocos minutos después, ahí estaba, era una de esas novias a las que no les ves primero el vestido porque lo que más blanco era su sonrisa. La acompañaba su hermano y padrino Juan que no podía estar más orgulloso y la esperaba Iván, un apuesto chófer con mucho humor y que complía con su papel a la perfección ¡Menuda gorrita identificativa!

Marta estaba eufórica, contenta, sonriente, pletórica…y aunque parezca mentira… Fue ella la que esperó. Todos estábamos nerviosos, esperábamos aquel reencuentro como agua de mayo. Ángel, sin embargo, era más tímido pero en su mirada se podía ver toda la admiración y cariño que le tenía a su futura mujer.

Iban a ser portada de una de las mejores siluetas de Toledo, el puente Alcántara, entre besos, carcajadas y la mayor naturalidad del mundo. No hacía falta que les dijésemos nada pues el cariño salía solo. Y aunque suene raro… ¡recordemos que todavía no estaban casados! Así que cada vez oíamos más fuerte el tic tac del reloj.

El Ayuntamiento nos esperaba lleno de amigos y familia. Y sí… Quedó demostrado que no hay nada mas bonito que las lágrimas de felicidad que fueron protagonistas durante toda la boda. Mientras los amigos recordaban buenos momentos y los clinex salían a relucir, la música de Amélie amenizaba la ceremonia. Era algo especial pues el acordeón casaba sus notas a través de una buena amiga de la novia. Los invitados vinieron de todos los lugares de España porque cómo bien dice la frase: cuando cuidas a los amigos, luego te lo devuelven. Y quedó demostrado.

Los tambores de la procesión se oían por todo el casco antiguo de la ciudad imperial, pero no hubo mal que por bien no venga… tuvimos un recorrido muy especial. Las puertas más bonitas de Toledo, los callejones con secretos que pocos saben, ( excepto estos novios ) y las luces y sombras de la tarde, nos acompañaron durante ese precioso y largo paseo. ¡Qué se lo digan a los pies de Marta, si no!
Otra vez el tic tac del reloj, llegaba el cóctel en el Cigarral Hierbabuena. Para los que no hayáis ido, tiene una cuesta que casi tenemos que hacer escalada. Nuestro coche se paró y nos quedamos en mitad de la cuesta. Hasta ahí bien, nos suelen pasar esas cosas ¿verdad? , pero ya hemos dicho que esta boda es única y es que… ¡Los novios iban con nosotras en el coche!!! Menos mal que Ángel pasó de ser el novio de la boda a ser profesor de conducir y nos dio unos truquillos para que no cayésemos por la cuesta cual montaña rusa.

Aparcamos bien y empezaron las fotos de grupos de amigos y familiares, alguna lágrima, muchas bromas y un tranquilo atardecer. Después, en la cena (en la cual no pasaron cinco minutos sin un «que se besen, que se besen» ), siguieron las sorpresas. Mientras tanto, nosotras montábamos el photocall y entre plato y plato uno de los camareros nos cuidaba estando pendiente de nosotras en todo momento. ¡Gran equipo el del Cigarral Hierbabuena!

La fiesta nos esperaba y no pudo empezar mejor. El baile nupcial tuvo romanticismo, arrumacos y… a todas las amigas rodeándolos para que no estuvieran solos. ¡Un detalle precioso!. Congas, Paquito el chocolatero y personas de todas las edades en la pista de baile.

¡Ay pareja! ¡qué bien lo pasamos!

Gracias por esa mirada hacia tu mujer, Ángel. ¡Y gracias por esa sonrisa perenne, Marta!