Cigarral del Ángel Custodio

Georgina y Guille, Guille y Georgina

Así empezaba ese discurso del padre de la novia al finalizar la ceremonia, que emocionó a los invitados , y al equipo incluido… Georgina y Guille, Guille y Georgina. Y es que, al fin y al cabo, una pareja es eso, capicúa. Pero empecemos por el principio. Era temprano cuando nos empezamos a preparar para el sábado intenso que nos esperaba, desayuno fuerte, una buena ducha para espabilarnos y ultimar los últimos detalles de esas enormes mochilas que se vuelven parte de nuestra piel en el gran día.

Emprendimos viaje después del reencuentro madrugador del equipo y nos dirigimos al Hotel Beatriz donde Guille esperaba acompañado de una preciosa y discreta familia compuesta por hermana y padres. Todos estaban en el pasillo pues estaban dejando la habitación impoluta para que los preparativos fueran lo más cómodos posibles, ¡no hemos visto sitio más ordenado! Con una enorme sonrisa, que no desapareció en todo el día, Guille, nos ofrecía su ayuda para cargar con todos esos macutos que juntos, ocupaban más que nosotros. Pero pronto los escondimos en los rincones de la habitación  y nos pusimos manos a la obra. Primero fotos de detalles; al esmoquin, los gemelos inscritos con un G, la preciosa corbata, los zapatos… y luego tocaba que una madrina nada común, especial, natural, y elegante con la ropa más sencilla, le ayudase a vestirse y dejar todo lo más perfecto posible, ¡eso sí! El nudo de la corbata no fue asunto de la madre, esta vez le tocó al papá del cuál le venia esa inmensa sonrisa a Guille. Luces, contraluces, reflejos, y Toledo al fondo presidiendo. No hay mejor estampa.

Dejamos al novio hecho un pincel y nos fuimos a ver a la novia esta vez, al Cigarral El Bosque. Después de recorrer esos largos pasillos que rodean las habitación nos encontramos al final, una puerta entornada con olor a maquillaje y peluquería. Así era, la habitación estaba llena de estuches de maquillaje, planchas de pelo, y un vestido que asomaba tímido entre las cortinas… Las sonrisas pronto se escucharon, y es que la alegría de la fiesta, es sin duda la novia. Estaba guapa sin ni si quiera haberse maquillado, no le hacía falta. Colocamos todo en la terraza, para aprovechar luces y sombras, y recoger las mejores iluminaciones para pequeños detalles como anillos, ramo y pendientes. Todo apunto para que una Georgina , apenas nerviosa hasta el final, luciese. El tiempo pasaba demasiado deprisa y  pronto teníamos que salir para la Iglesia, envuelta por el sol de octubre, que no de otoño. Los últimos retoques al maquillaje de la novia, velo bien sujeto y pendientes con un «click» para que no se perdiesen pues eran regalo de la madre del novio, futura suegra, o cómo cuentan padrinos con un don de la palabra y del chiste… en Ruso,»es-torrr- bas» . Todo apunto, nada más salir vimos el coche/cochazo que esperaba en la puerta. Un majestuoso descapotable azul llamado Merceditas en el que cualquiera quería despeinarse, y alguna del equipo lo hizo…

A la Iglesia llegamos repasando equipo y momentos. Los invitados, valientes y atrevidos, esperaban bajo un Lorenzo caluriento y sonrojado. Pero la novia no se hizo esperar y todos pasaron dentro ¡Casi se encuentran novio y novia en la entrada! Menos mal que la música cumplía un perfecto guión. En la ceremonia apreciamos esos gestos de amor, las caricias y los juegos de manos donde se cuentan más cosas que con las palabras. Acabó con un bonito discurso que mencionábamos al principio, del padre, cómplice y padrino de la boda. Un autentico monologuista del amor, una autentica demostración de cómo se pueden juntar en un mismo momento lágrimas y sonrisas y que quedará para la posteridad. Firmas, infinitos testigos y una única foto rápida de todas las familias juntas pues al reloj parecía que se le había caído las agujas y se movía más rápido que nunca. Pasamos al plan C, o H, ya no sabemos cuál fue. Pero para no perder cóctel tuvimos que suprimir los paseos por la Ciudad Imperial, aunque los hicimos por los impactantes y envolventes ciprés que se encontraban en el Cigarral Ángel Custodio, un sitio mágico y que enamoró a más de uno.

Allí fue el banquete, lleno de gente de todos los puntos del mapa; catalanes, malagueños, segovianos, toledanos, madrileños…. durante el cóctel ricos platos, puestos de paella, huevos de codorniz, rico jamón con cortadores de jamón Carlos Muñoz, y por supuesto, vinos a elegir e infinitas cervezas bien fresquitas para soportar mejor el calor. Foto con familiares, amigos, grupos de trabajo… y más de un piropo y una broma entre los grupos. Ese día el reloj parecía pasar más rápido y eso que se tenía que atrasar! pero pronto tuvimos que bajar a la comida, no sin antes hacer un cambio de look a la novia desmelenada para darlo todo durante la fiesta. El rincón era tan bonito que decidimos secuestrar al novio y realizar algunas fotografías de la pareja que no pudimos hacer antes.

Ahora sí, música alta, brindis de la pareja, baile entre las mesas y ¡a comer! La comida fue tranquila hasta que llegó el postre, entonces el padre realizó un brindis por los novios y le sucedieron los amigos y Pablo, el hermano pequeño de Georgina, todos recordaron momentos que marcaron su amistad, confesaron secretos de familia, les desearon la vida más feliz  y que ellos pudieran compartirla. Ramos para amigas, y madres , regalitos para los invitados, y….¡Pero que madre más bailonga la del novio! Todos alucinamos, pues nadie sabíamos de la sorpresa… ¡menos mal que nos pilló allí! Pronto se fue animando toda la familia de Guille creando un flashmob que hizo saltar hasta al más parado. Una buena manera de tomarse el café.

Después, con un buena voz de la novia, todo el mundo fue subiendo a la pista de baile a la que no le faltaba de nada, chuches , fuente de chocolate, photocall, y por supuesto…barra libre!!! El baile se abrió con la novia y el padrino para dejar paso a los novios. Un vals estudiado y ensayado, según fuentes cercanas, «en un pequeño cuadrado del salón» . Salió redondo. Después, no hubo pies que parasen, entre ellos los nuestros. La fiesta más ánimada sin niguna duda, pese al buen tiempo, y la temprana hora.¡ Aquello era una verdadera fiesta! Lo fue tanto que nos fuimos cuando se encendieron las luces, como en el cine.

Gracias pareja por confiar en nosotros, por hacerlo todo tan divertido y natural, por el cariño y las sonrisas. Ahora toca amarse y ser feliz. ¡¡¡Enhorabuena!!!!

 

 

 

Yo no me caso

Aunque para eso, la verdad, ya era un poco tarde. Y es que el lunes quedamos para pasar la tarde con Elena y Miguel después de algunos meses tras su boda. De todas maneras, nos hizo mucha gracia que Miguel lo dijera mientras pasaba de largo con el coche, huyendo como en las películas, y se convirtió en la frase de lo que iba a ser una divertida tarde de fotos; «Yo no me caso».

Ambos llegaron con ayudantes, ¡benditas mamis!, lucían los trajes de novios y un morenito de envidiar… Quedamos en la puerta del siempre espectacular Cigarral del Ángel Custodio, el lugar que escogieron para celebrar su banquete de bodas. Ahora querían disfrutar sin prisas de sus preciosos rincones. Podemos decir que nos perdimos entre los arcos y la hiedra mientras descubríamos algunos otros en la mejor compañía. Las madres de ambos, no pararon de piropear al hijo contrario, disfrutaron como las que más. Nos alegró volver a verlas.

Mientras paseábamos, les pedíamos solo cosas fáciles: nada de foto DNI. Naturalidad para darse amor, para hablar y hacer bromas. ¿Cómo se puede estar mejor en un entorno así y con esta pareja tan bromista?. Seguramente en pocos sitios. Nuestros grititos de alegría de vez en cuando indicaban que la cosa marchaba bien. Ellos no se quedaban atrás y se atrevían a saltar, a ir descalzos y a acercarse al río. Al nuestro, en propiedad por un rato, haciendo homenaje a la abuela de una gran amiga. Elena encantada nos contaba sus planes mientras que Miguel rebatía con algunos mordaces comentarios. Su frase… «bien, hablemos de mi coche» nos dejó tronchadas de la risa.

Como el cigarral es pequeño,no somos irónicas casi,acabamos sedientos cuales excursionistas en el desierto por lo que antes de llegar al siguiente destino, paramos a repostar agua en el primer «todo a cien» que se nos cruzó por la mente. Vale, esto no tiene mucho glamour pero fue imprescindible. Y aunque dudábamos entre «el sitio secreto 1» y «el sitio secreto 2» el novio nos hizo inclinar la balanza y el sol aguantó. Nos fuimos para arriba a disfrutar de las vistas de un Toledo mágico a esas horas.

En el camino hicimos algún parón por los rayos de sol que se colaban entre las ramas y los árboles que silueteaban cuál sabana. Y para que el camino se hiciera más corto, alguna que otra carrera. Gracias a eso llegamos con tiempo de ver al sol ponerse rojo de apuro, dejándonos momentos de cariño, unas fotos de grupo con las mamás y algún selfie para el recuerdo. Como siempre acabamos riéndonos y hablando de mil cosas mientras deshacíamos el camino y nos despedíamos con besos y abrazos. Gracias por venir a disfrutar de esas fotos, las últimas que se piensa hacer Miguel según vaticinios.

Te quiero porque sos mi amor, mi complice

El día amanecía entre madrugones, cuerdas, casualidades numéricas, colorines y pelucas y, como siempre que empezamos, sonrisas y nervios.
Nos dirigimos primero a la casa del novio, los vecinos ya nos conocen pues somos las que solemos llamar al del al lado… Pero Fernando fue nuestro GPS, con una voz que tiene que transmite tanta paz… que cosas… ¡cuando debería ser todo lo contrario!. Al llegar a la casa nos esperaban los padres, tíos y hermana del protagonista del cuento. Alto, elegante y deseoso, se encontraba en un bonito salón donde descubrimos hobbies e historias que Fernando entre preparativo y preparativo nos iba contando. Con el tic tac del reloj nos dimos una carrera al coche, sin abrigos,sin chaquetas y casi sin las cámaras. Salimos pitando a ese complicado lugar toledano donde aparcar es una odisea, aunque nosotras… ¡nosotras arriesgamos! La casa de los novios nos esperaba y allí se encontraba la novia, Nuria. Preciosa, atrevida, detallista y un poco nerviosa, no era para menos. Ella ya había terminado pero ¡sus acompañantes no! Por fin la vistieron amigas, hermana y madre. Los pendientes de la abuela,gran detalle, fuera las pulseras de colaboraciones, y bienvenidas las nuevas que eran regalos de la gente querida,. Todo controlado.

Corriendo al coche bajamos a Santa Leocadia y entre cuestas íbamos pensando en cómo sería nuestra siguiente foto. Los invitados llegaban a la puerta de la bonita iglesia, destacando las miradas nerviosas hacia la empinada cuesta porque… ¿dónde estaba Nuria? Sabíamos de primera mano que la novia estaba lista, así que sonreíamos al oír bromas sobre un posible plantón y fuga. Las notas de Juego de Tronos no ayudaban. Del brazo de su padre y con los acordes del dúo de cámara, se acercaba esa preciosa novia con un laborioso tocado hecho por una de sus infinitas amigas, y con el color rojo en sus labios y uñas que simbolizaban la pasión y la dulzura. Pasito a pasito y ante la atenta mirada de sus familiares y amigos se iba acercando a su amor, su cómplice.

Como punto curioso, las niñas de las arras y los anillos eran más altas que las fotógrafas, no es difícil en cualquier caso, ¡pero es que tenían 16 y 18 años! Eran las sobrinas de Fernando que como todo el mundo nos decía, son su debilidad.

La ceremonia transcurría con alguna lágrima de emoción, las lecturas para recordar a ese papel tan importante y precioso: el de los abuelos. No faltó más de una mirada donde las palabras sobraban, alguna sonrisa y las manos siempre unidas. Sencilla, como ellos. A la salida, les esperaba, bueno, nos esperaba a todos, un arroz bomba, bomba por la manera de tirarlo y de explotar en nuestras cabezas, oídos y ¡hasta dientes! Abrazos, muchos besos, fotos para enviar por whatsapp, felicitciones… Y por fin pudimos estar con ellos en las maravillosas calles de Toledo.

Aunque el sol nos estaba alumbrando de manera cenital, también nos regalo preciosos rayos de luz para destacar no los labios rojos de ella… si no los de él!!! Fernando te regalaremos toallitas desmaquillantes pues las necesitas tú mas que la novia!! Inevitable, el amor hay que demostrarlo.

La vida, a veces, da regalos en el momento justo para hacer todavía más especial ese recuerdo. Así ocurrió mientras íbamos al coche. Un grupo de mujeres árabes, emocionadas por verles, hicieron bailes y el impactante zaghareet que es un cantico para expresar alegría y desear suerte a los novios, los pelos de punta. Fue precioso…

A la bajada de las callejuelas nos esperaba Jaime, el conductor de un precioso Mercedes que nos facilito muchas cosas y al que recomendamos sin ninguna duda. Nos siguió, le seguimos, nos pitó, les saludamos, y todo con un objetivo enfocando, claro. Llegamos al puente San Martín, siempre punto de encuentro y estampa imprescindible. Como imprescindible también es tener cuidado al aparcar cerca de las alcantarillas porque al salir del coche las ves, al entrar al coche, te ve el resto de la gente caer. Gajes del oficio.
Rumbo al Cigarral del Ángel donde nos esperaba ese paseo tan impactante de cipreses y piedra, aparecían las manitas de los novios saludando por la ventana. ¿Cómo son tan ricos?

Era el momento de abrir los oídos y estar atentas para escuchar el mítico «¿nos haces una foto?”. Nuestra cámara no dejo de disparar a los invitados y a los novios de allí para acá, ¡qué bonita arma llevamos!

Antes de entrar en el salón, Nuria y Fernando compartieron con sus invitados una suelta de globos que, por un momento llenó la terraza del Ángel de color y después, el cielo. Un momento lleno de significado que encantó a todos.

A la hora de la comida un poco de paz para disfrutarse el uno al otro. Pero… las sorpresas no pararon: un par de cumpleaños, un bonito ramo para la hermana, regalos… Y esa poesía que se oyó a través de la voz de Nuria, bueno, más bien a través del corazón de Nuria y que hizo sacar los clinex por todo el salón. Te quiero porque sos mi amor, mi cómplice….

Hora del baile, y ¡madre mía qué de baile! Invitados por el suelo haciendo brakedance, otros casi mejor que Michael Jackson, las amigas con una coreografía multitudinaria y para rematar la celebración, ¡la novia pinchando! Pudimos confirmar, ya sin temor a equivocarnos, que Nuria y un micrófono… ¡son un buen equipo!.

Muchas gracias por confiar en nosotros, por vuestra calma y vuestros nervios, por las sonrisas, las lágrimas y la voz.