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El viernes terminaba la semana pero con una sesión de traca: la postboda de Emma y Óscar. Nuestro punto de encuentro era su casa donde estaban listos ya para hacerse mil y una fotos. Pusimos rumbo hacia Las Barrancas para disfrutarlas como siempre ya que es un sitio que nos hace sentir especialmente bien. Un sol de justicia nos retaba y es que algunos decían… «que daba más calor que el día de la boda». El veranito de San Miguel quería echarnos una mano.
Empezamos con un paseo y un encuentro entre ellos. Esos barrancos tan representativos eran un precioso telón de fondo para la pareja. No faltaron los besos y las risas bajo el cielo azul y sus nubes de otoño. Y aunque teníamos el tiempo justo, Emma también se cambió al vestido de baile y un poco el peinado… ¡en un momentín!.
Recordamos muchas cosas de ese momento pero lo más impactante es, sin duda, sentirnos nosotras apuntadas por la mirilla de Óscar en algún momento dado. Con ese nervio en el cuerpo cogimos el coche y como en las mejores historias, nos servimos de un mapa mental y el GPS para llegar al siguiente destino. Cada vez menos casas, la luz bajando y los coches escalando por caminos empinados para llegar al pie del lago. Los tacones no eran los mejores compañeros pero para eso estamos nosotras… por si caemos todas juntas.
A pesar de los bichos y las abejas, disfrutamos del espectáculo haciendo algunas fotos en ese paisaje mientras Óscar chinchaba a Emma como buen marido que es. Con las fotos subiendo el camino, las anécdotas del paracaídas y la bandera (compañera inseparable del ya matrimonio) acabamos casi de noche, con la ayuda de los faros del coche.
No pudimos tomarnos esa cerveza con todos vosotros pero sin duda habrá más momentos para ello. Gracias pareja por esta aventura por la naturaleza peligrosa 😉
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El sábado lloramos, sí, lo tenemos que reconocer. Fue una boda de muuuuuchas emociones y detalles que jamás habíamos visto. Óscar y Emma se casaban, llegaba el momento tan esperado. Al llegar a casa de la novia nos encontramos a Bubu, una preciosa perrita peinada a la perfeccion y con un tutú que demostraba el día tan especial que era. Rápidamente se oyó un «hola chicas», era Emma que nos saludaba mientras la estaban maquillando y que más que de una novia, aquel lugar parecia el de una verdadera artista. Todo lleno de maquillaje, pinzas, brochas y como no podía faltar, un espejo lleno de luces de esas que convierten un rinconcito en un camerino. Entre todos los espejos buscabamos la mejor foto con Bubu dando el toque gamberro a aquel momento. Mientras tanto, nos acercamos al salón donde Azu, la mamá de la novia,nos había preparado un precioso bodegón con los zapatos, arras, anillo de pedida, abanicos, pendientes y flores, muchas flores. Duró poco, pues los movimos por todos los rincones de la casa. El vestido era el protagonista: parecía enmarcado y tenía luz propia. Entre complemento y complemento se coló una bandera. Aquella bandera de España que bajó junto al novio en su salto desde 4000 metros para emocionar a Emma con la frase «¿Te quieres casar conmigo?». Una pedida de altura, si me permitís la broma.
Detallito por aquí, foto por acá y era la hora de ir a por el novio. Al entrar en la casa de Óscar, nos encontramos con Fofi, un gran amigo, que a nosotros nos demostró ser uno más de aquella familia. También estaban las peluqueras que hacían su trabajo con la dama de honor, los niños y por supuesto la madrina. Reyes, nos alegró mucho verte ¡con esa sonrisa que te caracteriza! Pero… ¿ y Óscar?. Algo curioso nos pasó, él era el que no había llegado de la peluquería. Al poco entró peinado a la perfección, bromeando con su amigo y directo a darse una ducha para refrescarse de ese calor que empezaba a aparecer. Entre tanto, nos asomabamos por las habitaciones para recoger el impactante vestido de la madrina, la llegada del hermano y la calma de los niños mientras veían los dibujos.
De repente, le vimos salir ya casi vestido y así comenzamos a hacerle fotos. Era el momento de dar los últimos remates en su habitación, llena de fotos de Emma y de un bonito coche rojo. Para ese momento, quién mejor que su hermano que se quejaba de que en su boda «nadie le había vestido». No todos tienen esa suerte, la verdad… Los gemelos, la corbata, el chaleco y … ¡alguien había perdido los zapatos!. O eso se oía por los pasillos, sí, los zapatos del papá del novio se habían escondido para poner la anécdota de la mañana. Entre todos hicimos los interrogatorios como si de una película de policías se tratase; ¿cómo eran? ¿dónde los vísteis por última vez?. Menos mal que se encontraban en un armario y todo salió bien. Eso sí, destacar la tranquilidad de Eduardo, el papá, ¡qué gusto de hombre!.
Luego tocaban las fotos de familia y mientras Óscar ya estaba preparado y algo nervioso comiéndose un yogurt… Emma comenzaba con uno de los momentos mas bonitos de la boda: vestir a la novia. Para ello se encargó otra de sus damas, Diana, que sería nuestra estilista en la boda: medias, liga, vestido, zapatos.. Todo colocado a la perfección y sin apenas dificultades. Entonces, apareció el padrino vestido de policía con un uniforme precioso que hacía aquel momento todavía más especial. Tocaban las fotos de familia, primero con el padrino, después con la mamá de la novia (en todo momento pendiente de nosotras) y luego la abuela María, un encanto de mujer que nos ofreció su casa y que valoraba nuestro trabajo como la que más. La emoción no se pudo contener, nos encanta.
Al poco llamaron a la puerta. Eran los sobrinos, el futuro suegro con zapatos nuevos y la preciosa cuñada que también era una de sus damas de honor. Fotos por aquí, más fotos por allá y derechitas a San Juan de Los Reyes donde ya nos esperaban. Llegando con algunos minutos, nos dío tiempo a preparar todo y oír las herraduras de unos caballos pisar la calzada, señal de que había llegado… ¡la calesa de la novia!. Óscar, que no podía estar mejor para la ocasión, la esperaba junto con su madre, una impresionante madrina con un vestido aguamarina y una mantilla colocada a la perfección. Llegaba el momento de dar el salto al vacío.
La entrada se hizo esperar pero qué maravilla de minutos esperando pues el rayo de sol que salía por una de las preciosas ventanas de San Juan, iluminaba a la novia como si de un angel se tratase. La música comenzó a sonar y la novia se acercó al altar tapada con su velo para ser desvelada por su padre al entregarla a Óscar. Una tradición que han querido conservar. Fue una ceremonia con más de una sonrisa de esas que no se pueden aguantar, con canciones preciosas de un coro flamenco que puso toda su pasión en cada letra, de miradas y de muchos abanicos. Al finalizar hicimos las correspondientes fotos en el altar y esperamos la ansiada salida llena de petalos y arroz. En es esta ocasión más de los primeros que de los segundos ¡menos mal!. Besos y achuchones para los recién casados e incontables turistas haciendo fotos… Y el tic tac del reloj pasaba… Nosotras ansiosas por lo que llegaba pues eramos las únicas que conocíamos la esperada sorpresa. Unas fotos rápidas en el claustro y derechos al Cigarral de las Mercedes. ¡Nervios ON!.
A la llegada aparcamos corriendo y entonces surgió una de esas relaciones de complicidad. El guardia de seguridad nos dijo que echásemos el coche para atrás y nosotras… En vez de arrancarlo le quitamos el freno de mano y lo empujamos. Fue el momento en el que toda la tensión de la sorpresa se transformó en carcajadas, ¡qué genio!. Cogimos las cámaras y salimos corriendo hacia un sitio secreto. Allí estaba la calesa con sus dos caballos blancos y Faraón, un precioso caballo negro azabache que tenía una papel muy importante. Iba a ser el primer ser vivo que bailase con la novia, sí sí, nada de marido, un caballo. Y no hemos visto nada tan mágico. Que nos perdonen los bailes de los novios pero es una historia preciosa y es que Emma cumplio su sueño y superó todos los miedos enfrentandose a un caballo impactante, no un pony, un buen caballo. La música era una bonita cancion dedicada a las madres. La emoción fue tal que no hubo lagrimillas, hubo llanto. ¡Qué bonito! ¡qué miradas hacia el caballo! ¡qué gran jinete! y qué impactados quedaron todos. Por supuesto, qué valiente la novia, no por el caballo si no por atreverse con algo tan original, por superar los miedos y por lo bien que baila. Es de admirar. Estamos seguras que además de nosotras, todos lo pensaron mientras ambos giraban en círculos siguiendo sincronizados la coreografía que tanto tiempo habían estado preparando. Mientras, todos los invitados, Óscar y las dos mamás se emocionaban en la primera fila. Precioso detalle que aprovechamos nosotras también para saludar a las nuestras a las que tanto queremos y de las que nos acordamos tanto en esa sorpresa.
Después había que recuperarse con un buen coctel dónde nos encontramos a nuestro amigo Carlos Muñoz, el mejor cortador de jamon de este mundo y de otros. Y nosotras que hacemos filetes… ¡Qué penica!. Bandeja por aquí, conversación con los que hacen posible que Las Mercedes quede así de bonita, fotos de grupo y a comer en dirección a la carpa. Pensabamos que se habían acabado las sorpresas por un instante…pero ni de broma. Los novios entraron con una preciosa cancion de Cèlin Dion entre aplausos y el calor de la gente, el brindis fue precioso, aqui ya empezaba la emocion pues nos encantó un bonito detalle de Óscar ya que se lo dedico a la gente y subió la copa para dedicarselo a aquellos que no estaban fisicamente, pero que los acompañaban de otra manera mas especial. Despues, tocaba relajarse, pero los gritos de un divertidisimo Fofi, «que vivan los novios», volvieron a hacer sonreir a toda la boda.
Riquísima comida, y entre plato y plato más sorpresas, esta vez una de Óscar a sus padres. Una que ni nosotras sabíamos y es que le nació la misma mañana de la boda. Les dio en petit comité sus dos medallas militares que tanto trabajo cuestan conseguir. Emocionante, los ojos del padre se empañaron y con serenidad y orgullo se fundió en un abrazo con su hijo, las lágrimas de la madrina brotaron mostrando la debilidad de aquella madre por su «niño». Un regalo lleno de significado donde nos emocionamos todos. Pero ésto no había acabado ya que Emma tenía otra sopresa para su ya marido, una foto de ambos con una frase que expresaba todo el amor que sentía. Menos mal que después nos recuperamos gracias a los nuevos gritos de «¡que vivan los padres y los padrinos!».
Era el momento de la liga, la corbata, y parte y solo parte, de los calzoncillos. Le hicieron un círculo y allí pasó de todo con la tijera, escapando por los pelos de algo más grave. Intentó aguantar pero, Óscar… Eran demasiados amigos. Así llegamos al postre y del postre a otra sopresa, esta vez antes del baile. En el césped esperaban «los amigos del patio» de Óscar, esos amigos que tienes toda la vida con los que te crias y por los que tienes debilidad. Un pequeño paracaidas esperaba sujeto por todos con el fin de mantear al novio, al novio y a algun otro amigo.. ¡Qué alegría da ver a los amigos de toda una vida formar esa piña!.
Después el baile coreografiado y donde se volvió a notar el cariño de la gente y entre la pareja. Baile con lo padres, y más baile…
Emma decidió que ya estaba bien y se cambió de vestido a uno más ligero para hacer especial el momento canción de grupo. Para todos hay canciones especiales que marcan pero la de este grupo titula este post. Cuando los novios entraron, todos empezaron a cantar a pleno pulmón “Cometas por el cielo”, en esta boda, todo era de altura. Una docena de aguerridos «hombretones» gritando y saltando en piña con La oreja de Van Gogh. ¡Y tan contentos!.
Después, unas sevillanas para rematar la fiesta. Y de las Mercedees.. A la Venta del Alma donde los novios dejaron todo preparado con puestos de chuches, llenos de detalles para el novio por parte de su mujer, y un lugar perfecto para acabar la noche. Al entrar fueron los que tiraron el confeti a los invitados para agradecerles su asistencia, empezando la segunda fiesta y donde habían aguantado los invitados de todas las edades. Acabamos llenas de besos, de Azu, la mamá de la novia que tanto nos cuidó y tan guapa iba, de María, la abuela mas cariñosa del mundo, de Domi, la impactante madrina y de infinitos invitados que nos demostraron su agradecimiento. Pero para agradecer ya estamos nosotras. Gracias por confiar en nuestro trabajo, por regalarnos tantos recuerdos bonitos de una boda, por emocionarnos de una manera especial, por la rica comida, y por hacer que la cámara se llene de momentos especiales.
Gracias a todos los compañeros con los que nos topamos en cada boda, como los de Wfilm con los que coincidimos en esta locura de trabajo que nos encanta.
¡Qué seais muy felices, pareja!