El principito y la rosa

Cinco de la tarde, el Doménico nos esperaba. Bártulos al coche, música preparada, y ¡a disfrutar!

A la llegada a aquel acogedor lugar nos esperaba Javier, todavía sin vestir, pero con la sonrisa puesta, por supuesto. Tras pocos minutos la puerta de la habitación se abrió y apareció un apuesto caballero que no le hizo falta corbata ni pajarita para estar perfecto para ese día.
Su hijo, padrino de la boda, puso la guinda y la anécdota divertida en la celebración pues ¡se le olvidaron los pantalones del traje! Asi que tuvo que volver a por ellos, ¡benditos despistes que ponen la chispa de la vida!
La terraza acogió a los familiares de Javier que al verle abrieron la boca, estaban felices, atentos, expectantes… Pero sin nervios aparentes hasta que el coche de la novia se dejaba ver por los arboles del lugar. Pero no, todavía no estaba vestida, venia con varias princesas que la ayudarían y un preciosa mujer que tenia el papel tan importante de madrina de la boda. ¡Era su hermana!

Subieron al cuarto y mientras terminaban de arreglar a los niños que iban al detalle con vestidos que les había hecho su abuela, nosotros esperábamos en el pasillo preparando las cámaras para sacar la mejor imagen.

Los niños ambientaban la habitación con sus correteos y la hermana terminaba de abrochar botones a la novia.

Toc toc, sonó la puerta, era el padrino despistado que ya venía con los pantalones. Al final fue la novia la que le ayudó a vestirse, ¡nunca vimos a una novia con corbata! El nudo quedó perfecto. La gente entraba, los ojos se empañaban , los piropos y halagos se oían continuamente y los nervios… Los nervios empezaban a notarse.

El escenario donde se darían el sí quiero estaba listo. Las sillas estaban ocupadas por hijos, padres, hermanos, cuñados y un par de amigas importantes, nadie mas.
Una boda familiar, íntima y llena de emociones.

La madrina leyó, la respiración se cortó y las lagrimas brotaron.
El padrino leyó, la risa se oyó, y las lágrimas… Las lágrimas también brotaron.

El atardecer era espectacular para recibir pétalos y arroz, y, «que vivan los novios», fue la mejor canción.

Después de fotos en familia la pareja se relajó con sus invitados entre exquisitos aperitivos para luego acabar con Toledo de fondo cenando en la famosa terraza del Hotel Kris Doménico. A mitad de la cena hubo una bonita sorpresa de aquel cuñado que tanto quería a la protagonista del cuento. Infinidad de globos con luz recorrieron el cielo con un deseo personal de cada invitado emocionando a grandes y pequeños.

El baile se hizo esperar pues la noche era agradable para estar tranquilitos en aquella terraza… Eso si… Cuando la música sonó la gente pasaba dispuesta a dislocarse la cadera. El photocall se quedó sin pelucas, y el horizonte de la discoteca estaba lleno de rizos morados, rojos y amarillos, pelucones rosas, sombreros mejicanos y saltos de alegría. Los novios empezaron su baile, estaban coordinados, eran cómplices y se entendían. Aunque tenemos que decir muy a nuestro pesar Javi.. Que hubo un baile que hizo competencia.. Las hermanas y el sobrino junto con la hija de la novia bailaron con una coreografía totalmente estudiada.. ¡¡¡El baile del serrucho!!! Nos dieron ganas de tirar la cámara y bailar con ellas.

Ahora os toca continuar bailando tal y como lo hicisteis ayer.

ENHORABUENA PAREJA ¡qué seáis muy felices!.

Gracias por confiar en nosotras.