31
El día prometía. Este fin de semana teníamos plan con una de nuestras parejas… ¡bodorrio!. Todo estaba hablado, horas cuadradas, coche a punto y trastos en posición. Después de pasar la mañana con ese gusanito nervioso que siempre tenemos en las bodas de por la tarde, al fin empezamos a comernos los kilómetros. Preparados, listos, ¡ya!
Ya sabéis que nuestra orientación a veces nos juega malas pasadas pero esta vez don GPS no estaba por la labor, así que nos arreglamos a la vieja usanza… a través de pistas en los alrededores. No hizo falta nada e incluso cantando llegamos a la verja blanca de la casa del novio. Allí nos recibieron sus familiares y Troy, el pequeño guardián de la casa en ese día tan especial. Con tranquilidad y disfrutando de la sombra y el aire acondicionado estaban todos, cada cual en un rincón. Lola, la coneja blanca de la pareja, también estaba en su jaula mirandonos sorprendida con sus ojitos pintados.
Alberto bajó rápido para saludarnos y echarnos una mano con todos los detalles. No estaba nervioso. «Solo un pelín agobiado con tanta cosa por hacer». ¡Hasta nosotras estabamos más inquietas!. Reloj, gemelos, traje… y entre unas y otras algún momento de repasar el discurso, un cable para ayudar con la corbata, ese hilillo que se escapa por ahí… A medida que pasaban los minutos, Alberto iba completando su atuendo con ayuda de los suyos. Todos estaban ya listos por lo que aprovechamos para hacer las fotos de grupo en la magnífica terraza donde, todos elegantes, aguantaban a las dos fotógrafas y sus «clic, clic, cliccc». Allí volvimos a darnos cuenta de que la pose ya la tenían cogida, pero sobretodo, de que hacía calor. ¡Mucho calor!
Era momento de irnos con la novia. Risueña y dulce. Entramos acompañadas del papá del novio, con el que volvimos a coincidir en un portal decorado por los vecinos para la ocasión. Alfombra roja, flores en cada puerta y pétalos por todos los rincones…Un detalle muy bonito para felicitarles. En plena sorpresa estábamos, cuando nos recibió Cris abriendo una rendijita de la puerta. Con un abrazo y una sonrisa hicimos el baile de los nervios… ¡había llegado el día!.
Primero saludamos a todos, incluido Shaki que nos miraba tranquilamente. Creo que no sabía a qué se debía tanto alboroto. Después, en su blanquísima habitación aprovechamos para fotografiar los detalles y el vestido. Ese vestido sencillo y elegante de Rosa Clará. Era un bonito momento también para acordarnos de las personas importantes que la acompañaban de otra manera, cerca de su corazón. Aunque eramos pocos, los nervios estaban a flor de piel. Y es que ese vestido de tanta capa se rebelaba, el velo no terminaba de encajar y no llegábamos a los zapatos. Con ayuda de su hermana y su tía, y bajo la atenta mirada de su padre, al final no hubo ningún problema. ¡Estaba radiante!
Cuando ya estaban todos preparados, les dejamos con el coche de época en la puerta y, sin pausa pero sin prisa, pusimos rumbo hacia la iglesia, escondida entre las callejuelas del Casco Histórico. Esta vez el coche no nos supuso muchos problemas aunque al llegar a la Iglesia de San Justo y Pastor estábamos con la lengua fuera. Mucha gente guapa ya se arremolinaba cerca del novio, charlando animados para hacer tiempo. Allí nos encontramos a una familia muy querida, de esas que casi forman parte de la tuya y que darían mucho juego a lo largo de la boda… Alberto, no paró de recibir felicitaciones y estuvo pendiente de que todo fuese bien. Los invitados entraron y Alberto se quedó en el altar junto a su madre. Los segundos se alargaba y todos estaban mirando hacia la puerta. El jaleo de la calle nos hizo saltar el corazón… Cristina y el padrino ya habían llegado.
La entrada hacía el altar siempre crea una burbuja entre los novios, y nadie más. Las fotografías de los invitados, los piropos, y alguna que otra caricia, empujaban a la novia a su futuro marido que esperaba impaciente y emocionado. La ceremonia empezó emotiva con Marina, la hermana de la novia, que superó su «miedillo escénico» porque su hermana se lo había pedido. La emoción se respiraba entre familiares y amigos, pero los novios no paraban de sonreír. Después de algunos consejos del sacerdote, y de las lecturas, algunas memorizadas, llegaba el momento del «Sí quiero». Y fue en entonces, cuando un rayo de luz, se posó en la cabeza de Cristina, alguna bendición que venía del cielo…para creyentes o no, un momento que para quién se diese cuenta, fue realmente mágico. ¡Ya eran marido y mujer! Hubo muchas felicitaciones dentro, pero fuera esperaban los kilos de arroz y de confeti. Y decimos kilos por no decir toneladas, que no queremos que nos llamen exageradas…pero nuestro pelo lo supo bien.
Contamos una, dos y tres pero ni así estuvimos preparados para la lluvia de arroz y confeti que les calló encima. Después llegaron las felicitaciones, uno de los momentos más alegres con todos los invitados. Sólo se veían abrazos y miradas de cariño que terminaron cuando deberieron terminar, ni más ni menos. Después tocaba hacerse un par de fotos en los lugares que teníamos en mente. La Catedral, el Ayuntamiento, el pasadizo y alguna callejuela fueron testigos de los primeros besos de los recién casados mientras nos encontrábamos en cada esquina con algún conocido. Con la última parada en el Puente de Alcántara creíamos haber acabado las fotos de pareja pero aún el sol nos regaló un último rayo. Paramos en lo que podría parecer un sitio normal, pero no lo era, se respiraba paz, en medio de ningua parte. Un enclave muy significativo para Cristina y más en el día de su boda.
Desde la misma entrada, llena de globos y algarabía, ya nada pudo parar la celebración. El Hotel Cigarral Doménico les regalaba sus vistas desde su imponente terraza donde se celebraba el cóctel y la cena. Allí volvimos a coincidir con Carlos Muñoz, siempre es un placer ver como trabaja. Con la caída del sol, el calor dio tregua y la temperatura les acompañó en cada plato. Con música liguera y unos invitados muy guasones (no olvidamos el perro de piedra, ni los contínuos «que se besen»), el buen ambiente estuvo siempre presente aunque no faltaron los momentos especiales y emotivos donde hubo flores para los hermanos, y fotos para los padres, y el cielo recibió de la mano de Cristina y Marina, unos globos que significaban más que ningún regalo. A todos les emocionó verlos volar y no hizo falta palabras ni más ceremonias. Sin duda, un momento donde nosotras nos emocionamos al ver aquel abrazo de primas y tías donde su pensamientos y mirada se iban con aquellos globos, aún al escribirlo se nos siguen saltando las lagrimas. ¡¡Esos pequeños gestos dicen mucho!!
Para acabar, después de repartir los regalos a los invitados y tomarse el café, la pareja abrió la pista de baile en la misma terraza, con sus seres queridos formando un círculo y acabado con un… ¡todos para abajo! ¡a la discoteca!. Ya en la fiesta, el photocall y las fotografías instantáneas se convirtieron en la pareja perfecta para animar aún más a todos los invitados. No faltaron los más bailongos, alguno que tenía controlada la barra del bar, los padres que bailaban con los niños, los reyes de los disfraces… Todo el mundo se apuntó y la pista no se despejó ni a altas horas.
Gracias Cris y Alberto por tratarnos con tanto cariño y por tener esa ilusión en lo concerniente a nuestro trabajo, por confiar en nosotras para el día de la boda y sus preparativos. Y gracias a todos los demás por hacernos un hueco en la boda: en las casas, en la ceremonia y en el banquete. Un hueco para poder recordar lo que sentísteis, para siempre.
¡Un hurra por los recién casados!
10
El día 28 era un día de preparativos tempranos, de tensión y de incertidumbre, de esa buena. Al llegar a casa del novio, Álvaro, todos los nervios se olvidaron. Nos recibieron la mamá y el novio, ambos con una sonrisa y con todo preparado para terminar de arreglarse. El salón de la casa, acogía infinitos recuerdos y fotografías, que nos obligaban a buscar un hueco para la nuestra. Poco a poco iban llegando miembros de la familia, nadie quería perderse a el hermano, tío, nieto, cuñado… finiquitando los últimos detalles.
Nuestras cámaras se iban escondiendo en cada rincón de la casa para retratar a aquellos sobris comiendo a escondidas en la cocina, a los infinitos objetos que mostraban la debilidad por su equipo, el Real Madrid, que sin duda fue un día de nervios no solo porque se casaba no, si no porque jugaba su Madrid. Y mientras la cámara hacía click, se oían frases como… ¡y tú decías que no te ibas a casar!
La hora se acercaba por lo que teníamos que poner rumbo a nuestro querido Domenico, donde nos esperaba la novia. Al llegar nos encontramos a una madre que cuidaba a su hija preciosa, Marta, y es que está boda fue tan especial por una pequeña protagonista que aun no entendía que era eso de las bodas.Con todo preparado, y de una habitación a otra, nos instalamos en una suite luminosa donde la luz de la ventana nos regalaba imágenes fántasticas. La disposición de Susana, hizo todo más fácil. Pero sin ayuda de su madre, con un precioso vestido verde, la mejor amiga que era tocaya de la novia, sus sobrinos y su hija… el vestido no hubiese quedado igual. Ese segundo botón que dió tanta guerra, y que solo una madre podía solucionar para que su hija estuviese perfecta. Les pasa a todas las novias, algún día irán en leggins, estamos seguras.
De repente, se empezó a oír la lluvia golpear la ventana, como si avisase a Susana de que, aunque no le gustase, ya había llegado. Pero pese a eso, no perdía la sonrisa, y gracias a las conversaciones telefónicas entre Álvaro y el padrino, hermano de la novia, pudieron solucionar la ceremonia. Una celebración llena de recuerdos emotivos, y frases míticas como la preferida por Álvaro; «bien trabajado», que provocó tantas sonrisas y alguna que otra lágrima, y bonitos momentos como el ritual de la arena, donde también participó Marta.
Al acabar, el arroz estaba esperando, como siempre. Y justo cuando salíamos, la lluvia decidió darnos tregua para poder realizar las fotografías de los novios en un Toledo, como siempre preparado para enamorar. El cielo, donde las nubes grises eran protagonistas, hacían de fantástico difusor para conseguir una luz perfecta en las fotos. Una vez más las ramas, las piedras, la arena… han formado parte de nuestra búsqueda de la mejor imagen. Paseito por aquí, gotita por allá, sonrisa por delante, caricia por detrás. Y a lo lejos, el coche maravilloso que solo conocía la primera marcha,( aún estamos pensando como irá marcha atrás) dio el toque, sin duda, a ese corto paseo donde los novios comentan como está yendo el día de su boda. Como siempre los chicos de coche clásico para eventos, mostraron su voluntad para ayudarnos.
A la llegada, los invitados estaban esperando en la carpa, para empezar con ese rico cóctel que no duró mucho, pero que abría apetito para la comida. Una comida donde para nosotros llegaban los nervios, las prisas y el tetris de mesa, sí, aunque sea ese momento de tranquilidad en otras bodas, esta vez no era así. ¡Los novios tenían preparadas infinitas sorpresas!
Regalos, regalos para todos. Los novios querían compartir un día especial haciendo especial el día para todos los demás, no se salvó ni uno, desde los más mayores hasta los más pequeños, incluso los que estaban aún por venir al mundo. Entre chupachups gigantes, y botellitas de ginebra, se colaron unos regalos muy especiales. Los novios no querían que los pilares de su vida se fueran sin la inmortalización de su felicidad en aquel momento, las mamas y la abuela recibieron una fotografía de ese paseo del amor de horas antes, ya podían ir buscando un hueco para colocar su regalo. Como no podía ser menos, había que inmortalizar el momento con todos y cada uno de los invitados, antes de que salieran disparados al jolgorio de la barra libre, donde les esperaba otra impactante sorpresa…
A la entrada en el baile, todo estaba preparado, la música, con esos dj encantadores que nos ayudaron a poner el photocall, las chuches de Miguelañez que hemos de reconocer que no podíamos remediarlo pero alguna picamos entre foto y foto, nuestra perdición, y el stand de gin tonics, (este no lo probamos entre foto y foto y plano y plano porque si no..) Era la hora del baile, precioso, pero esta vez nos quedamos con otro baile que adquirió más protagonismo, el de la pequeña Marta, moviéndose de un lado a otro con sus zapatitos nuevos e imitando los gestos de los invitados. Nos debilitó. Llegó el momento, la gran sorpresa, un same day edit que recogía los momentos de la boda en 4 minutos, para emocionar a los invitados. Al final de este, un agradecimiento de los novios por haber acudido, como decía Álvaro, aquel día tan soleado… Y aunque no lo fuese, así pareció, pues vuestras sonrisas, emociones, e historia tenían luz propia.
Muchas gracias por confiar en nosotras, por valorar tanto nuestro trabajo, y por emocionaros con él.
Gracias también al equipo del Hotel Domenico que siempre nos trata con tanto cariño, desde Maria Antonia, hasta los chicos de la música y en esta ocasión a Miguelañez, sí, nos dio una bolsa de chuches ¿Qué más podemos pedir?
Sed muy felices pareja y disfrutar mucho de la princesa de la casa!!
27
Cinco de la tarde, el Doménico nos esperaba. Bártulos al coche, música preparada, y ¡a disfrutar!
A la llegada a aquel acogedor lugar nos esperaba Javier, todavía sin vestir, pero con la sonrisa puesta, por supuesto. Tras pocos minutos la puerta de la habitación se abrió y apareció un apuesto caballero que no le hizo falta corbata ni pajarita para estar perfecto para ese día.
Su hijo, padrino de la boda, puso la guinda y la anécdota divertida en la celebración pues ¡se le olvidaron los pantalones del traje! Asi que tuvo que volver a por ellos, ¡benditos despistes que ponen la chispa de la vida!
La terraza acogió a los familiares de Javier que al verle abrieron la boca, estaban felices, atentos, expectantes… Pero sin nervios aparentes hasta que el coche de la novia se dejaba ver por los arboles del lugar. Pero no, todavía no estaba vestida, venia con varias princesas que la ayudarían y un preciosa mujer que tenia el papel tan importante de madrina de la boda. ¡Era su hermana!
Subieron al cuarto y mientras terminaban de arreglar a los niños que iban al detalle con vestidos que les había hecho su abuela, nosotros esperábamos en el pasillo preparando las cámaras para sacar la mejor imagen.
Los niños ambientaban la habitación con sus correteos y la hermana terminaba de abrochar botones a la novia.
Toc toc, sonó la puerta, era el padrino despistado que ya venía con los pantalones. Al final fue la novia la que le ayudó a vestirse, ¡nunca vimos a una novia con corbata! El nudo quedó perfecto. La gente entraba, los ojos se empañaban , los piropos y halagos se oían continuamente y los nervios… Los nervios empezaban a notarse.
El escenario donde se darían el sí quiero estaba listo. Las sillas estaban ocupadas por hijos, padres, hermanos, cuñados y un par de amigas importantes, nadie mas.
Una boda familiar, íntima y llena de emociones.
La madrina leyó, la respiración se cortó y las lagrimas brotaron.
El padrino leyó, la risa se oyó, y las lágrimas… Las lágrimas también brotaron.
El atardecer era espectacular para recibir pétalos y arroz, y, «que vivan los novios», fue la mejor canción.
Después de fotos en familia la pareja se relajó con sus invitados entre exquisitos aperitivos para luego acabar con Toledo de fondo cenando en la famosa terraza del Hotel Kris Doménico. A mitad de la cena hubo una bonita sorpresa de aquel cuñado que tanto quería a la protagonista del cuento. Infinidad de globos con luz recorrieron el cielo con un deseo personal de cada invitado emocionando a grandes y pequeños.
El baile se hizo esperar pues la noche era agradable para estar tranquilitos en aquella terraza… Eso si… Cuando la música sonó la gente pasaba dispuesta a dislocarse la cadera. El photocall se quedó sin pelucas, y el horizonte de la discoteca estaba lleno de rizos morados, rojos y amarillos, pelucones rosas, sombreros mejicanos y saltos de alegría. Los novios empezaron su baile, estaban coordinados, eran cómplices y se entendían. Aunque tenemos que decir muy a nuestro pesar Javi.. Que hubo un baile que hizo competencia.. Las hermanas y el sobrino junto con la hija de la novia bailaron con una coreografía totalmente estudiada.. ¡¡¡El baile del serrucho!!! Nos dieron ganas de tirar la cámara y bailar con ellas.
Ahora os toca continuar bailando tal y como lo hicisteis ayer.
ENHORABUENA PAREJA ¡qué seáis muy felices!.
Gracias por confiar en nosotras.
02
El viernes comenzaba el esperado Showroom Hotel Kris Domenico. Amanecer antes del sol, cargar con los pesados álbumes y las nuevas tecnologías, empezar un camino que conoces a la perfección pero que la ilusión y los nervios acaban casi borrando. Una mesa redonda nos esperaba, sin el rey Arturo, por supuesto. Demasiado grande tal vez, por lo que la imaginación cambió radicalmente el diseño del stand a una mesa rectangular y pequeña con elementos del hogar, que al final fue lo que resultó.
Tras montar el stand, los otros parecían llamarnos a voces. Sería tal vez la singularidad de cada uno. Caímos. ¡Fíjate si caímos! Los turbantes de Irupé eran demasiado bonitos para no llevarnos uno. Disfrutamos con las elecciones de estilismo de Teresa Zamorano que no solo los vendía si no que desfilaba con ellos. Y no fue la única. También con la joyería creativa de IC Joyas y los tratamientos de belleza para todo el mundo. Sin olvidarnos de Dulce bizcocho para los más golosos. Pero la armonía y el buen rollo venía de la mano de Paloma Ripollés y de su stand Mandy, lleno de complementos con frases que no debemos olvidar. Un verdadero ángel de la vida, como ella dice.
Fue tan bien la cosa que inesperadamente continuamos hasta el sábado. Nos llevamos, quizás, posibles clientes pero lo que es seguro que nos llevamos es un recuerdo imborrable. Hicimos piña con gente que lucha por su empresa y su sueño con mucha ilusión, como intentamos nosotras desde Sánchez de Rojas Fotografía y por eso, y por todas las palabras de admiración hacia nuestro trabajo, os damos las gracias. En especial a quien nos permitió disfrutar del evento: Rosa Nogués.
¡Hasta la próxima!