«Que os acaricien las estrellas cada noche al dormir»

Miramos el calendario y vimos que había llegado junio sin apenas darnos cuenta. Después de quedar esa misma semana con la pareja, Marina y Jesús y un cómplice padrino, Ángel, nos encomendamos al señor del tiempo pidiéndole alguna nubecilla y marcando el 18 con un corazón.

Con nuestra lista en mano, llena de secretas sorpresas, el sábado, los miembros del equipo nos reunimos temprano para vernos con el novio y su divertida familia en el Casco Histórico. Con el GPS como ayudante, llegamos casi sin incidentes entre esos callejones que aún, muchos toledanos no conocemos. Escondida en un rincón secreto, estaba la casa con patio toledano en la que se alojaban para la ocasión. Jesús nos recibió con su alegría de siempre y algunos nervios, atento y voluntarioso para ayudarnos en todo lo que pudiese. Y como estaban desayunando… quisimos grabarlo, por supuesto.

Fue un re-desayuno en el que poco a poco se iban soltando para olvidarse de esos 4 cámaras que jugaban al escondite entre ellos. Entre conversación y conversación, supimos que venían desde Reus, expresamente para la boda. «Un sueño muy corto» como decía la divertida madrina. Después, tocaba vestirse de gala aunque primero un poco de retoque en ojos cansados pues esa noche los nervios les mantuvieron despiertos. Mientras, tomábamos posiciones cerca de las ventanas de ese acogedor salón. Jesús no tardó en estar preparado para dejarse ayudar con algunas prendas por los tres miembros de su familia. Primero su madre, a la que nada tuvimos que indicarle. Los gemelos, los tirantes, las arrugas en la camisa, la corbata… ¡todo un terremoto de naturalidad! A continuación le tocaba al papá que echaba una mano con el reloj y con lo que hiciese falta. Con el gran calzador, en un periquete estuvieron los zapatos puestos mientras le llegaba el turno a Pedro, su hermano sin lugar a dudas… ¡no podían parecerse más!. Sus bromas y dificultades con la chaqueta nos dieron unas preciosas sonrisas a contraluz para cerrar con abrazo y palmadita en el culete de regalo.

Nos estaban quedando unas fotos tan bonitas que nos dio pena recoger y marcharnos pero aprovechamos el trayecto por las escaleras hacia el patio para las últimas fotos de familia… con bailes incluidos. Nos alejamos hacia el coche calle abajo mientras veíamos perfilada a nuestra espalda la torre de la Catedral: un rincón precioso que no olvidaremos.

Llegamos a casa de la novia a pleno sol y entrando desde ese bonito patio lleno de flores. Nos recibió Ángel con una sonrisa y sin nervios porque era «un día estupendo solo para estar felices». Marina estaba en el salón, rodeada de las chicas de maquillaje «Gema & Judith», entre brochas, botes de laca y alguna flor más que había enviado su futuro marido esa misma mañana. Estaba radiante sin todavía maquillar, relajada y feliz de que hubiese llegado el día.

Mientras terminaban con la novia, aprovechamos para colarnos por los rincones del hogar, para hacer fotos de su vestido y sus detalles, preparadas con antelación para nosotros. La casa se iba llenando y no solo de hortensias. Mayores y niños llegaban para ver a una deslumbrante Marina. Nosotros nos atrincheramos en el salón, donde la luz entraba como si no hubiera paredes. Su madre y su hermana Pilu fueron las encargadas de ayudarla con el vestido y los demás detalles: zapatos morados, pendientes y collar. Mientras se retocaba y se abrochaban los botones de la espalda (¡qué guerrita dieron!), el ramo salía fresco como una lechuga de la nevera y se escuchaban indicaciones de mil voces diferentes. Ya no faltaba nada, y con la emoción a flor de piel, hicimos algunas fotos de familia donde no podían contener las lágrimas. Los nervios habían llegado para quedarse y acompañarlos en el coche hacia la iglesia. Jesús la estaba esperando.

La subida a la Iglesia de los Carmelitas Descalzos la conocíamos pero se nos hizo un maratón. Las cuestas de Toledo multiplican las distancias y si no… que se lo digan a algunos invitados, que nos los encontrábamos parados para coger aire y poder llegar a la meta. Menos mal que llegamos vivos para ver a la multitud esperando en la pequeña plaza de la iglesia, saludándose y entrando poco a poco. En unos cuantos minutos ya estábamos preparados y un Jesús expectante veía como paraba el coche de época en la puerta de la iglesia. Con las notas del violín y el teclado, Marina y Jesús acortaron poco a poco la distancia hasta llegar al altar. Una preciosa mirada entre ambos que lo decía todo mientras miles de ojos les observaban. ¡Ya había llegado el momento!

A medida que avanzaba la misa, más nos gustaba: el párroco, Quillo, siempre tan divertido y cercano, esa luz y ese ambiente tan familiar de conocerse desde hace tanto tiempo. La música acompañaba a la perfección, y todos los invitados sonreían mientras el párroco contaba pequeñas partes de la historia de los novios. Lecturas, peticiones o cualquier momento era bueno para contarse confidencias y sonreír, para coger las manos de sus padres que tan felices estaban de verles. Una ceremonia donde el «sí, quiero» estuvo cargado de emoción y no importaba de donde fueses porque te sentías como en casa.

Cuando parecía que todo había acabado, Jesús se subió al altar para leer un discurso practicado esa misma noche hasta las tantas, y ¡pensaba que lo iba a leer del tirón…! La voz entrecortada, los suspiros, y la mirada fija hacia su mujer a la cuál agradecía todas sus vivencias, nos pusieron los pelos de punta. No se olvidó de cada miembro de su familia, de sangre, y política, ni de sus amigos a los que agradecía el estar allí con ellos en este día tan especial. Quienes se llevaron pañuelos acertaron porque hasta nosotras lloramos, menos mal que se oía a los compañeros decir… «aguantad chicas, aguantad», mientras a ellos también se les empañaban los ojos… Fue precioso, sincero y muy valiente.¡Un hurra por Jesús!. A la salida les esperaba la lluvia de arroz y la suelta de globos que las amigas habían organizado, un bonito regalo que dio un color especial al cielo azul y supuso el pistoletazo de salida para un montón de felicitaciones.

Después dimos un pequeño paseo con un sol de justicia, buscando rincones especiales y un poco de sombra para los recién casados. Una fotito por aquí y otra por allá… un beso, un abrazo…. Solo cosas fáciles. Casi sin tiempo, pusimos rumbo hacia nuestro próximo destino aunque antes de llegar al banquete, hicimos una parada en el Puente de San Martín, un enclave precioso muy preciado por la pareja. En el coche nupcial, una preciosidad de Coches Clásicos para Eventos con el que la novia sorprendió al novio, aunque bueno, todo debemos decirlo, fue ¡su suegro! el que sorprendió al novio… dentro de él, una infiltrada con una cámara. Entre bache y bache,. foto y foto, conversación, sonrisas, y más besos. ¡No queríamos perdernos ni un momento! Jesús y sus bromas nos hacían a todos sonreír, aunque con el buen rollo que había no era difícil. Tenían una complicidad increíble.

Llegamos al maravilloso Cigarral de Las Mercedes, tocaba una parte tan importante de la boda como es el cóctel, para refrescar y saludar a los invitados y donde nosotros podemos hacer algunas fotos de grupo con familiares y amigos y encima con Toledo de fondo. Una foto de proporciones gigantescas. Entre trocito de jamón, y picoteo rico rico llegaba la hora de comer. A la entrada a la comida, no hubo una sola persona que no bailase, en especial una madrina emocionada que rebosaba felicidad y alegría. La comida deliciosa, que agradecemos de corazón que nosotros también pudiésemos probar, los detalles…. ¡no paraban! ni ellos ni sus amigos y familiares. Aunque lo teníamos todo sobre plano, fue una sorpresa tras otra. ¡Que diversión de mesas! Sobre todo la de las tías y abuelas agitando los pañuelos, gritando y bailando. ¡Las mejores!. Después llegarían los regalitos… ¡también para nosotros! y al preguntar mesa por mesa que tal estaba resultando la boda,tampoco se olvidaron de la nuestra…

Cuando empezó la fiesta todo estaba preparado: photocall, pelucas y carteles, libro de firmas, polaroid… Pero el baile se hizo esperar. Por fin sonó un vals pero esta vez no vimos a la pareja empezar, fueron los padres con sus hijos recién casados los que paso a paso abrieron el baile, luego ya si. Jesús agarró a Marina de la cintura y comenzaron ese primer baile de casados que no debe acabar nunca. Las polaroid fueron un buen entretenimiento, foto a la sombra, sonrisas, y varios » ¿me la puedo llevar?», pero ¡no! no podían llevársela porque en la mesita de al lado había un precioso libro de firmas donde se pegaban las fotografías instantáneas y al lado se escribían frases tan bonitas como «Que os acaricien las estrellas cada noche «al dormir», Pedro un poeta. La gente bailaba, reía y charlaba fuera sentados en los sillones y viendo el relajante lago. La temperatura acompañaba para que ese día todo el mundo disfrutase.

El cariño de todos los invitados estuvo presente hasta el final, agradecer a Vicky que nos presentase a esta preciosa pareja, que nos hizo todo tan fácil. Y es que … “era un día estupendo solo para estar felices”.

Gracias Marina y Jesús por tratarnos como a uno más, por estar pendientes de nosotros en todo momento y por disfrutar como lo hicisteis. Eso no hay Photoshop que lo pueda simular y es lo más bonito que nos llevamos, y como queda escrito…»por días como estos nuestro trabajo tiene sentido». Nos alegramos de haberlo compartido con todos vosotros, todo: el antes y el después. ¡Qué seáis muy felices, nos vemos muy pronto!