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Después de tantos meses de preparativos, de detalles y de nervios, la boda de Marta y Juan llegó, ¡y lo mejor de todo es que salió redonda! Lo primero por la emoción y es que no por repetir algo en voz alta, se cumple seguro. Esta vez, los sueños se hicieron realidad con un par de «sí, quiero» de lo más divertidos. Hasta el detalle de la llegada al cóctel pudo hacerse…Lo que os decimos, redondo. Mirábamos hacia atrás y veíamos quedadas, invitaciones especiales, reuniones en días de cumpleaños, whatsapps, conspiraciones de hermanos… Estábamos deseando que llegara y disfrutar del resultado de todo ese trabajo. Pero mejor empecemos por el principio, que así nos entenderéis mejor.
El sol acompañó durante todo el día aunque cuando empezamos con los preparativos de la mañana, la brisita fresca de otoño nos recordaba que a pesar de este tiempo loco, era 28 de octubre. Un día que nuestros chicos estamos seguros que no van ha olvidar. Ese día teníamos doble boda, así que les mandamos un pensamiento de buenas energías y suerte para que a nuestros compás les fuera también genial la jornada… ¡Y en marcha!
La casa del novio estaba en pleno casco histórico. Un rincón super pintoresco en la cuesta de Santa Leocadia, que tantos resbalones habrá provocado. Tocamos el timbre y subimos, besamos y preparamos las cámaras entre saludos de la familia, que ya estaba por la zona poniéndose a punto: unos con los trajes, otras en el rincón del maquillaje. Juan por su parte ya estaba medio vestido pero muy a gusto con sus pantuflas. ¡Cómo debía ser! y por eso nos acompañó a su antigua habitación donde tenía todos sus accesorios y el resto del traje preparados para unas fotos rápidas. No podíamos imaginar que su pasión por los coches le hubiera llevado a tener las vitrinas llenas de maquetas preciosas de decenas de ellos. La colcha con banderas a cuadros, y presidiendo, la maqueta del coche más especial: el suyo, que tan importante papel iba a tener ese día. Después de fotografiarlo todo, invitación y gemelos con mini volantes de coche incluidos, pasamos al mojo de la situación: su gente.
Nos gustó el ambiente alegre, esas canciones entonadas a escondidas, los últimos retoques y los rincones llenos de fotos y recuerdos. Esa luz bonita que entraba en el salón y que iluminó como sus padres y hermanos le ayudaban a colocarse cada detalle, cada prenda. El nudo de la corbata de las manos expertas de su padre, sus hermanos haciéndole sonreír, su mamá atenta de todo y con mucho cariño poniéndole el prendido. Lo mejor, ese abrazo emocionado que le dio… ¡y es que se le casaba su Juan!
Cuando ya todos estuvimos listos, y tras dejar las pantuflas en un rincón, bajamos a la calle para hacer las fotos de familia en esa bonita parte de Toledo. Con Santa Leocadia de fondo, Juan fue el protagonista de todas las fotos, las primeras de las que iba a formar parte. Padres y hermanos, la preciosa madrina … y su tía, que también estaba feliz de verlo vestido de novio. Al terminar, y con las alarmas sonando, pusimos el GPS hacia la casa de Marta que, según las malas lenguas, estaba hoy un pelín nerviosa.
Cuando llegamos al chalet, los familiares nos condujeron entre saludos a la habitación en la que estaba Marta escondida. Nos esperaba en batita para hacer la foto del vestido colgado. Después de salirnos y mientras esperábamos unos minutitos a que le ayudaran a meterse dentro, vimos como el resto de la casa estaba muy relajada: zapatillas que combinaban con vestidos y por el salón un bebé intentando dormir. Pero fue entrar con la habitación de la novia y empezarle a abotonar la espalda… y ponernos todos frenéticos. Y es que no hay nada mejor que una laaaaaaaaarga fila de diminutos botoncitos para sacarle de quicio a una, o a dos, o a tres personas… o a todos los que estábamos por allí. Al final, se fueron turnando cuando la cosa se ponía fea. Bromas a parte, todos querían ayudar a Marta y fue un rato bastante divertido ver como se iban pasando el relevo. Mientras, nosotros no parábamos de hacer fotos, captando gestos, miradas de afecto y algunos detalles hechos para ese día, como esos pollitos bordados que custodiaban los anillos.
Terminaron y llegó el momento de esos detalles: los pequeños pendientes, la liga, los zapatos con lazo, el ramo… y con cada cosa, otra vez tenía la ayuda de los suyos mientras desde la puerta de la habitación el resto se apelotonaba para verlo todo. Su madre y su hermana, ambas codo a codo poniendo el velo en tiempo récord y el papá y chico de la casa que tampoco se quedó atrás. También su amiga le echó una mano con todo lo que pudo, liga incluida. Cuando ya no creíamos que pudiera ser la situación más emotiva, llegó la abuela Maruja, emocionada y con ese acento y ese beso que le dio a su nieta. ¡Qué bonito es tenerlos! Antes de salir, Marta tenía un detalle preparado: un par de pulseras florales para su hermana y su amiga, a juego con el ramo para recordarles lo importantes que eran para ella. Los momentos no paraban de sucederse pero aguantamos bien la emoción.
Ya la hora se acercaba peligrosamente por lo que nos disponíamos a salir al jardín para hacer las fotos de familia cuando… nos vimos rodeados de familiares, ¡y es que la casa se había llenado de gente! Besos y piropos que le fueron echando a la novia en un pasillo improvisado. Las fotos en familia fueron tranquilas, unas pequeñas y otras enormes, con sus imprescindibles, los abuelos y todos juntos para no olvidar a nadie. Después, llegaba la hora de la verdad: la ceremonia en la iglesia de Santiago El Mayor, que sabíamos que tenía un significado especial para ellos. Y no solo porque el tío de Juan sería el párroco que oficiaría la misa, si no también por ser el lugar donde los padres de ambos se casaron. Una preciosa coincidencia que ellos nos contaban días atrás.
Al llegar la parroquia, teníamos un par de misiones: ambos querían tener un detalle especial con algunos amigos y las dos hermanas. Juan les colocó a sus dos compinches de fechorías los prendidos y quería tenerlos muy cerca mientras esperaba a Marta. Ella, llegó preciosa acompañada por el flamante padrino y nada más bajar del coche, le entregó a Rebeca la otra pulsera floral que tenía guardada para ella. Un detalle muy especial para demostrarle su cariño. Después, y tras abrirse la puerta, recorrieron juntos el pasillo muy cómplices bajo la atenta mirada de Juan y su madrina, que los recibieron con cariño.
La misa estuvo llena de palabras importantes, de miradas, de canciones y de calor de su gente. Esa calidez que transmitían y que estamos seguros que a la pareja les hará recordarla para siempre. Como tampoco nosotros podremos olvidar las ofrendas, con sus significados: ese coche, esa flor y ese globo terráqueo. Y como momento más divertido el del rito del matrimonio donde Juan pronunció solemnemente «Yo, Marta, …» y que nos sacó una sonrisa. Momentos importantes, nervios a flor de piel pero amor y ternura en el aire que es lo que más cuenta.
Al acabar de firmar, los invitados se les acercaron en tromba y a ellos la sonrisa no se les podía borrar de la cara. Nunca lo habíamos visto, doble felicitación por parte de los invitados, dentro y fuera de la parroquia. ¡Qué grandes! Nos hicimos algunas fotos en familia en el altar con el tiempo corriendo pero con buen humor. ¡Ya eran marido y mujer! El arroz y traca a la salida nos recordó que nos quedaba mucho por vivir, y con esa bendición, tras descapotar el coche de la pareja, nos fuimos todos hacia el precioso Cigarral de Santa María, lugar del banquete.
No queríamos que se perdieran nada y aunque las horas se nos habían ido un poco de madre, tuvimos tiempo de hacer un par de paradas. En el Puente de San Martín no estuvimos más que unos minutos, un paseo para grabarles animados, enamorados… con algún beso robado… pero perfecto para recordar el día de mañana. Después, y paseando entre felicitaciones y coches haciendo sonar el claxon, entre besos llegamos a la siguiente parada: un rincón único que había sido protagonista de la imagen de su invitación. Y como puede pasar en todas partes, cambiamos un poco el guión por cosas del directo… pero no por ello la panorámica fue peor. ¡Gracias por hacernos recordar ese sitio con aún más cariño!
La llegada al cóctel fue por todo lo alto, con el descapotable hasta la misma terraza y más contentos que una perdiz (Juan, lo conseguiste!). Después de eso, el brindis merecido y las primeras conversaciones, un poco de cóctel y… una pequeña escapada para unas fotos de cuento entre las viñas. Después, disfrutaron entre su gente entre los rayos del sol y haciendo algunas fotos en grupo con un ambiente más distendido. El tiempo pasó volando y poco a poco la gente fue entrando al salón para ocupar su sitio y darles un caluroso recibimiento con servilletas en el aire y una buena canción. No había modo mejor de empezar la comida.
Así fue desarrollándose: buenos olores (de los que nosotros también disfrutamos), vítores y algún grito pidiendo más besos. El corte de la tarta era la señal, ambos les tenían preparados a sus padres y a sus abuelas una sorpresa. A sus padres, un regalillo y unas bonitas tarjetas con mensaje que no esperaban y que hicieron saltar alguna lagrimita. Para las abuelas Socorro y Maruja, dos ramos como dos soles. Después, el tiempo empezó a acelerarse y terminamos la comida entre conversaciones, con los novios y los familiares entre los invitados y las cestas de los regalillos de una mesa a otra. Mientras, la gente se iba escapando con la excusa de tomar el aire y de pillar alguna golosina del Candy Bar. Fue el pistoletazo de salida de la fiesta.
Fue un baile con elegancia el de ellos, primero juntos y solos en medio del círculo de gente que les miraba y grababa; después con padrino y madrina, y parecía que tenían bastante práctica… ¡El movimiento de Marta con el vestido era precioso y se lo pensamos copiar! Sirvió para abrir una pista de baile que nunca quedó vacía. Fue un no parar de pasodoble, bachatitas y canciones divertidas que hizo las delicias de todos en esa terraza y entre luces de colores mientras caía la tarde. Tampoco el photocall se aburrió pues en esa zona las pelucas y los bigotes volaban para acompañar a parejas y grupos con ganas de echarse unas risas. Además, otro tierno detalle familiar fueron las postales con fotos, sorpresa preparada para emocionarles donde muchos de sus invitados habían elegido buenos momentos juntos tras los que escribirles una dedicatoria. La cara de la pareja al ver las tiras de fotos fue un poema. ¡Misión cumplida, equipo! Ambos rincones quedaron preciosos, un trabajo digno de admiración de las familias de la pareja, a las que felicitamos desde aquí.
Solo nos queda acabar esta crónica dando las gracias a Marta y Juan por confiar en Sánchez de Rojas Fotografía para acompañaros en este viaje. Por vuestra cercanía y el cariño de todos los invitados con el equipo. Fue un placer estar allí. Os deseamos lo mejor.