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Después de una mañana haciendo una bonita sesión de embarazo con muy buen rollo y un poco de rock (de esas que nos quedamos para nosotros y para nuestras parejas en petit comité), pusimos rumbo hacia el centro de Madrid con mono de fotos. La cámara nos pedía más caña y por eso no hizo falta ni música. Con las indicaciones del GPS íbamos alegres. Nos perdimos un poco, como no, pero ya lo teníamos en cuenta. Por suerte era un día de novedades y es que nuestro equipo aumentaba con Amanda II y Antonio, nuestros compis en prácticas. Iban a hacer making off y todo lo que se les pusiera por delante y con ese pensamiento, en plena Plaza de España vimos aparecer a Fernando y Nuria. Él tan elegante con abrigo largo y ella como una princesa de blanco con un vestido corto para la ocasión. Y, aunque no se lo esperaban, el cariño de sus gestos arrancaba aquí y allá felicitaciones y halagos a los «recién» casados. Nos partíamos de risa.
Podemos decir que tuvimos una parte más tranquila haciendo una ruta alternativa para evitar un poco el turismo, una idea que luego acabamos agradeciendo. Desde Palacio de Oriente con su Segway, pasando por la Plaza Mayor, aquella tienda de flores tan bonita, algún que otro escaparate… No se nos acababan los lugares que recorrer y los muchos rincones de Madrid nos encajaban como anillo al dedo. Ellos con su sonrisa habitual y su buena disposición a disfrutar de un rato de fotos, vídeo y buena compañía, lo hacían todo más fácil. Fernando nos hacía reír con sus «Nuria está posando» para hacerle de rabiar y ella preguntando «¿pero sigo teniendo el pintalabios bien, verdad?». No parábamos de recordar detalles del día de su boda, como el del propio pintalabios, tan suyo.
Se nos pasaron las horas y poco a poco nos acercamos a Sol, con sus centenares de personas a pesar de ser un día nuboso y es que siempre hay gente que quiere pasar un día por allí. Saludamos al oso, vimos la entrada del antiguo Casino y bajamos hasta el edificio Metrópolis. Allí hicimos unas fotos sufridas pues empezaron a caer unas gotas que nos metían prisa. ¡Clic-Clic! y en un pis las estábamos todos bajando para ya acabar con la Gran Vía, ¡ahí es nada el recorrido! Nos lo agradecieron las piernas a todos menos a la pobre Nuria con sus tacones.
Muchas pequeñas anécdotas, como las fotos del paso de cebra frente al Primark con el semáforo en rojo, las del emblemático letrero de Schweppes en Callao o las luces de la salida abarrotada de aquel teatro, muy de beso de película. Y así muchos más que quedarán siempre en Gran Vía donde, como suele decirse, «hay de todo». Al final, acabamos con un poco de frío en la boca de metro más especial. Un bonito broche para acabar la sesión de los sueños de la pareja: un paseo muy urbanista por Madrid. Los abrazos de la despedida nos gustaron muchísimo, igual que los que nos daremos el próximo día que nos veamos. Seguro.
El año pasado empezamos en marzo con vosotros y, en cierto modo, este año volvemos a empezar. No pudieron ser esos adornos de Navidad pero aún así, éste sábado hubo luces. 😉 Gracias por vuestro cariño, siempre y hacia todo el equipo. Y gracias a Madrid por aguantar la lluvia ¡justo hasta entrar en el coche!.
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El día amanecía entre madrugones, cuerdas, casualidades numéricas, colorines y pelucas y, como siempre que empezamos, sonrisas y nervios.
Nos dirigimos primero a la casa del novio, los vecinos ya nos conocen pues somos las que solemos llamar al del al lado… Pero Fernando fue nuestro GPS, con una voz que tiene que transmite tanta paz… que cosas… ¡cuando debería ser todo lo contrario!. Al llegar a la casa nos esperaban los padres, tíos y hermana del protagonista del cuento. Alto, elegante y deseoso, se encontraba en un bonito salón donde descubrimos hobbies e historias que Fernando entre preparativo y preparativo nos iba contando. Con el tic tac del reloj nos dimos una carrera al coche, sin abrigos,sin chaquetas y casi sin las cámaras. Salimos pitando a ese complicado lugar toledano donde aparcar es una odisea, aunque nosotras… ¡nosotras arriesgamos! La casa de los novios nos esperaba y allí se encontraba la novia, Nuria. Preciosa, atrevida, detallista y un poco nerviosa, no era para menos. Ella ya había terminado pero ¡sus acompañantes no! Por fin la vistieron amigas, hermana y madre. Los pendientes de la abuela,gran detalle, fuera las pulseras de colaboraciones, y bienvenidas las nuevas que eran regalos de la gente querida,. Todo controlado.
Corriendo al coche bajamos a Santa Leocadia y entre cuestas íbamos pensando en cómo sería nuestra siguiente foto. Los invitados llegaban a la puerta de la bonita iglesia, destacando las miradas nerviosas hacia la empinada cuesta porque… ¿dónde estaba Nuria? Sabíamos de primera mano que la novia estaba lista, así que sonreíamos al oír bromas sobre un posible plantón y fuga. Las notas de Juego de Tronos no ayudaban. Del brazo de su padre y con los acordes del dúo de cámara, se acercaba esa preciosa novia con un laborioso tocado hecho por una de sus infinitas amigas, y con el color rojo en sus labios y uñas que simbolizaban la pasión y la dulzura. Pasito a pasito y ante la atenta mirada de sus familiares y amigos se iba acercando a su amor, su cómplice.
Como punto curioso, las niñas de las arras y los anillos eran más altas que las fotógrafas, no es difícil en cualquier caso, ¡pero es que tenían 16 y 18 años! Eran las sobrinas de Fernando que como todo el mundo nos decía, son su debilidad.
La ceremonia transcurría con alguna lágrima de emoción, las lecturas para recordar a ese papel tan importante y precioso: el de los abuelos. No faltó más de una mirada donde las palabras sobraban, alguna sonrisa y las manos siempre unidas. Sencilla, como ellos. A la salida, les esperaba, bueno, nos esperaba a todos, un arroz bomba, bomba por la manera de tirarlo y de explotar en nuestras cabezas, oídos y ¡hasta dientes! Abrazos, muchos besos, fotos para enviar por whatsapp, felicitciones… Y por fin pudimos estar con ellos en las maravillosas calles de Toledo.
Aunque el sol nos estaba alumbrando de manera cenital, también nos regalo preciosos rayos de luz para destacar no los labios rojos de ella… si no los de él!!! Fernando te regalaremos toallitas desmaquillantes pues las necesitas tú mas que la novia!! Inevitable, el amor hay que demostrarlo.
La vida, a veces, da regalos en el momento justo para hacer todavía más especial ese recuerdo. Así ocurrió mientras íbamos al coche. Un grupo de mujeres árabes, emocionadas por verles, hicieron bailes y el impactante zaghareet que es un cantico para expresar alegría y desear suerte a los novios, los pelos de punta. Fue precioso…
A la bajada de las callejuelas nos esperaba Jaime, el conductor de un precioso Mercedes que nos facilito muchas cosas y al que recomendamos sin ninguna duda. Nos siguió, le seguimos, nos pitó, les saludamos, y todo con un objetivo enfocando, claro. Llegamos al puente San Martín, siempre punto de encuentro y estampa imprescindible. Como imprescindible también es tener cuidado al aparcar cerca de las alcantarillas porque al salir del coche las ves, al entrar al coche, te ve el resto de la gente caer. Gajes del oficio.
Rumbo al Cigarral del Ángel donde nos esperaba ese paseo tan impactante de cipreses y piedra, aparecían las manitas de los novios saludando por la ventana. ¿Cómo son tan ricos?
Era el momento de abrir los oídos y estar atentas para escuchar el mítico «¿nos haces una foto?”. Nuestra cámara no dejo de disparar a los invitados y a los novios de allí para acá, ¡qué bonita arma llevamos!
Antes de entrar en el salón, Nuria y Fernando compartieron con sus invitados una suelta de globos que, por un momento llenó la terraza del Ángel de color y después, el cielo. Un momento lleno de significado que encantó a todos.
A la hora de la comida un poco de paz para disfrutarse el uno al otro. Pero… las sorpresas no pararon: un par de cumpleaños, un bonito ramo para la hermana, regalos… Y esa poesía que se oyó a través de la voz de Nuria, bueno, más bien a través del corazón de Nuria y que hizo sacar los clinex por todo el salón. Te quiero porque sos mi amor, mi cómplice….
Hora del baile, y ¡madre mía qué de baile! Invitados por el suelo haciendo brakedance, otros casi mejor que Michael Jackson, las amigas con una coreografía multitudinaria y para rematar la celebración, ¡la novia pinchando! Pudimos confirmar, ya sin temor a equivocarnos, que Nuria y un micrófono… ¡son un buen equipo!.
Muchas gracias por confiar en nosotros, por vuestra calma y vuestros nervios, por las sonrisas, las lágrimas y la voz.