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La mañana del sábado empezaba con buen pie: un cielo nublado, un calor relativo y una luz suave de envidiar. Con esas buenas noticias y felices por ellos, marchamos hasta Polán, cruzando los dedos para que no terminara por llover. Fue llegar a casa del novio y tener todo preparado. ¡Puntualidad absoluta!. Familia y hasta amigos, todos arreglados y sonrientes acompañandolo en la puerta de casa. Sergio, muy elegante y con cierta tensión por la expectativa del día que empezaba, ya tenía experiencia de la preboda, así que todo fue muy fácil.¡Nos encantan las fotos sin nervios!. Los niños de la casa fueron los ayudantes perfectos para nosotras, colocando, dando instrucciones y haciendo sonreír a todos al grito de «¡PA-TA-TA!». Y como no podía ser menos, unos cuantos flashazos para inmortalizar a todos los amigos… ¡qué se lo habían currado!
En casa de la novia, sus abuelos nos recibieron con cariño mientras escuchábamos a las chicas hablar en el patio. Noami estaba preciosa, felicísima, tan inquieta como siempre y terminando de organizar todos los detalles. Después de unos minutos, solo podíamos pasar a su habitación amigas y CHICAS. Era el momento más esperado: ponerse el precioso vestido de novia tipo sirena. Aunque estaba prohibido llorar, alguna lagrimita se escapaba mientras las chicas ayudaban a la novia que estaba deseando disfrutar al máximo de su día. ¡Una promesa que cumplió hasta el final!
Los pendientes, el perfume, el velo… y mientras la casa se iba llenado. En poco tiempo aquello se convirtió en una locura, gente ayudando y esperando a ver a la novia. Primos, vecinos, amigos… todos se unieron al brindis de cava para desearles lo mejor desde el primer momento.
La llegada de la novia a la iglesia de Polán fue andando, como es tradicional, y dio el pistoletazo de salida a una ceremonia emotiva, llena de miradas y de palabras bonitas. Después del arroz con confeti, quisimos parar en casa de los novios y… nos encontramos con el pastel: los amigos ya habían pasado dejando una estela de post-it y bromas por todas las habitaciones. Mientras a uno le daba un ataque de furia, al otro le daba de risa viendo todo aquello. Lo de limpiar, ya mañana.
Como no queríamos alargarnos demasiado y ya con tranquilidad, les inmortalizamos enamorados junto a una espectacular vista de Toledo. Sin zapatos por el césped, un par de saltos, algunos besos y… ¡siguiente etapa!
Como siempre, los Viñedos Cigarral de Santa María estaba preparado para que todos estuvieran cómodos a la luz del sol, con pequeñas y abundantes exquisiteces, y una panorámica envidiable. La tarde no hacía más que comenzar y no se nos olvida ese «¿pero estáis comiendo? comed chicas, ¿eh?«.
La apertura del banquete con musica house por todo lo alto nos sacó a todos una carcajada y nos recordó que «Todo queda en Family», como no podía ser de otro modo. Al gusto de los novios y de muchos amigos, que agitaban sus servilletas mientras iban pasando. La comida transcurrió como todo el día, entre risas algún «¡qué se besen!» y detalles emotivos como un vídeo especial para las mejores amigas y otro divertido para la pareja.
Fue empezar la fiesta y la música volvió a hacer a los novios sonreír, abrazarse e inaugurar la pista de baile. Canción, baile, canción, baile, canción, baile… y les secuestramos un momento. No podíamos dejar de aprovechar el espectacular viñedo y la caída del sol para dejar algunas fotos para el recuerdo. No sabemos hasta cuando les duraron las pilas a estos invitados pero seguro que siguieron cumpliendo las dos máximas del día: prohibido llorar y disfrutarlo al máximo.
Gracias a Noami y a Sergio por elegirnos, por no tener miedo a ser felices en este día tan especial, por su confianza y generosidad que para nosotras es un tesoro. A su familia y amigos por hacernos un hueco con cariño y sonreír a la cámara.
¡Sois grandes, chicos!