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Nuestra aventura dio pistoletazo de salida en Toledo, parando en Madrid con repostaje de emergencia en Mc Donald’s. De ahí… ¡en marcha hacia la esperada A Coruña!. Éste era un viaje del que habíamos hablado desde hacía mucho tiempo y teníamos ganas locas por descubrir qué nos deparaba. Las anécdotas de África iban intercalándose con consejos de decoración de casas mientras el coche iba comiéndose y comiéndose los kilómetros hacia el norte. Los carteles nos saludaban de provincia en provincia, el paisaje iba cambiando y el termómetro bajando, pero nada nos impedía cantar a pleno pulmón respirando ese olor a humedad y disfrutar de esas curvas de bajada al conducir.
Las corredeiras nos indicaban el camino y en nada llegamos a lo que sería nuestra casa ese fin de semana. Nos daba la bienvenida el arco vegetal y la perrita Hanna. Los papás de Óscar nos recibieron con un beso y brindándonos su casa. El mayor de los regalos.
Un frío norteño del que Óscar ni se daba cuenta nos acompañaba mientras, en unos minutos, nos preparábamos para marchar hacia el siguiente destino. Sus amigos les aguardaban para volver a verlos en una salida nocturna que nos sirvió para conocerles un poco mejor, volver a ver a algunos invitados de su boda e inspeccionar las terrazas de La Coruña, «la ciudad de cristal» como se le conoce. No pararon las anécdotas, algunas tapas y una broma que quedaba en el aire y para la que habíamos practicado en el coche. Finalmente salió el: E ti, ¿cantas vacas tes?. Nuestro gallego debe mejorar pero alguna sonrisa vimos. Conocimos algunas calles, la Plaza Mayor, además de un parking por aquello del turismo local. Después de probar los mejillones tigre extra picantes y saber que había tapas de cocodrilo, pasamos por La Bombilla: un bar emblemático por su tortilla, sus croquetones y sus servilleteros de botes antiguos de Cola cao. Estuvimos muy a gusto. La aventura no podía empezar mejor: gran acogida y promesa de más al día siguiente.
Para volver a casa, las foráneas no entendíamos muy bien por donde estábamos, a lo que Adri nos afirmó algo que sería evidente en lo sucesivo: «las calles no tienen sentido ninguno». Ya creíamos que era nuestra pésima orientación… La metáfora de la sartén y el mango fue perfecta. ¡Preciosa, bulliciosa y complicada A Coruña!. Un sitio espectacular. Dormimos a gusto y algo menos acaloradas que en casa, eso sí. Cosa que se notó en la frase sonámbula de… «la gacela corre más que el búho, los búhos no corren. Si, pero menos» Momentazo.
A la mañana siguiente, tocaba visitar la playa de Mera, que según los del lugar «estaba llena». No conocerán levante… Y aunque el agua estaba fría, muy fría, conseguimos bañarnos todos, hasta Adri que solo una vez el mar gallego ha tenido el lujo de acogerla entre sus aguas. El hambre hacía mella y es que era inevitable pensar en esa terracita y la comida que tenían preparada los papas de los novios. Una temperatura ideal, unos pimientos de padrón, y vino, del bueno. Después, y sin más demora, tocaba ir a saludar a más amigos a la fiesta que estaba comenzando. Nos recibieron con el mayor cariño pero no pudimos estar mucho tiempo pues… ¡tocaba prepararse para las fotos! Ducha, vestidos preparados, y después de varios intentos de moño, de creernos youtubers de belleza, la laca y las horquillas hicieron a la perfección su trabajo. ¡Persigamos el sol!
Los sitios a los que nos llevaron, eran impactantes, Seixo Branco, lleno de Eucaliptos, nos dio ese toque que mezclaba el campo, el mar y un acantilado con historia. Después, tocaba divertirse en la bonita cala, que parecía estar solo para ellos. Y por supuesto el Castelo de Santa Cruz, donde vimos atardecer y disfrutamos de la luz hasta el último momento. La complicidad, las bromas, y las conversaciones a cuatro, hicieron que el reloj moviese sus agujas demasiado rápido.
Después, nos quedamos con Emilio y Charo, los papas de Óscar, y fue entonces, cuando descubrimos el rico e incomparable pulpo gallego, hecho en olla de cobre, importante. El fresquito, el ambiente gallego, la música…todo nos acogía. Y tras ese buen rato, aparecieron Óscar y Adri listos para ir al divertidísimo cumpleaños que nos esperaba.
Llegamos con el recibimiento de Dani, ese hermano de corazón de Oscar y guía que estuvo preocupado en todo momento de nosotras. Al final de la noche nos dolía todo el cuerpo de reír y no sabíamos si estábamos en Galicia, en Soria o en Burgos. Rubio abrió veda con un chiste que fue clave en la noche, Soria y Burgos, el resto apea nosotras. Pero su mujer, Rebe, fue la chispa que hacia detonar todas las carcajadas, así empezó una ronda de chistes a cuál peor pero que a algunas nos hicieron llorar, llorar de risa de esa del alma. Eso sí que eran abdominales… Así que gracias a Laura, Collazo, Luisete, Sandra, Pervi, las Rocíos, Rebe, Rubio, Dani y por supuesto, Adri y Óscar. Sin olvidarnos de la debilidad de la fiesta, el ahijado de Óscar, Gael.
Para finalizar una pregunta… ¿sabes de qué murió el osito?…
De Tous.
Ejem, ejem. ¡Teníamos que contarlo!
Menos mal que nosotros íbamos con nuestros médicos más atrevidos y sin problema. A ellos les queremos agradecer la dedicación para hacernos sentir a gusto, los besos de verdad y mostrarnos rincones tan bonitos. También a su familia y amigos por tratarnos con tanto cariño y hacernos parte de todos los momentos. Gracias por ese huequito en la mesa, por los chistes malos y las batallas de bailes. Gracias a todos por hacer de unas fotos de postboda toda una experiencia juntos que no olvidaremos.