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El sábado la emoción de las bodas fue diferente, teníamos esos nervios del principio que nuestro trabajo nos da, pero se mezclaban con otro sentimiento diferente, el cariño, la amistad. María y Josevi iban a celebrar lo que llevaban compartiendo muchos años; besos, caricias, sonrisas, lágrimas,amor…y muchas personas lo celebramos con ellos.
Para ser mediados de octubre, el tiempo otoñal era un simple espejismo pues parecía más el inicio de la primavera. El tiempo respetó, y Lorenzo quiso ser uno más de los invitados. Primero fuimos a visitar al impactante novio, estaba guapísimo, él y toda la familia, hemos de reconocer que las chicas especialmente estaban impactantes. Menuda familia… la casa tenía ricos aperitivos por si entraba el hambre, refrescos de todo tipo y tres hombrecillos revoltosos que ponían el punto infantil y alegre al momento. Entre ellos, Jose Vicente Junior, el principito de María y Josevi que iba con sus bonitos calcetines con pompones y su pequeña pajarita. Fotos familiares, contraluces llenos de abrazos entre hermanos, caricias y miradas de admiración de una madre… tenía de todo lo que tenía que tener un día tan especial. De repente llamaron a la puerta, era Álvaro, el abuelo paterno del pequeño José Vicente ¡ mamá le esperaba! Ya estaban todos listos y los detalles rematados, tocaba trasladarse para ver a la preciosa novia.
Al llegar a la casa vimos a un chico muy elegante y un coche rojo con detalles que delataban, ¡ habíamos llegado! Nos recibieron los hermanos de María y un pequeño Josevi qué enseguida presentó a sus primas Valentina y Carmen. Pero ¿Dónde estaba la novia? todo apuntaba a que estaba arriba , en su cuarto. Al abrir la puerta nuestros visores se empañaron, estaba impactante, aquel vestido de un principio, se había transformado en otra piel, las uñas de los pies destacaban por un negro del que la novia se enorgullecía, y cómo no hablar del peinado… ya hemos encontrado peluquera para el día de nuestra boda, Carol. Un precioso recogido lleno de paniculata y con un toque desenfadado daba el punto final a aquella mujer vestida de blanco. El cariño y la amistad hicieron mella, la cámara quedó a una lado por un segundo y las lagrimas brotaron sin ningún control. Seguimos haciendo fotos, la sonrisa no paraba, las bromas y el traqueteo de la familia que subía y bajaba rematando los últimos detalles, tampoco.
Su pequeño, al verla, la abrazó tan fuerte que Carol tuvo que echar bien de laca porque ese no era el único abrazo que iba a recibir. En el salón todos esperaban impacientes, alegres, elegantes…la radiante novia deslumbró y las fotos se sucedieron unas a otras; padres, hermanos, hermanas, tíos, primos, y Mina. La abuela tampoco podía faltar, y no lo hizo, su cuadro emocionó hasta a las fotógrafas y la imagen quedó para el recuerdo. Tampoco el resto de abuelos que gracias a la fotografía les pusimos cara. Después, alboroto, giros de muñeca para mirar el reloj, gente buscando cosas… todo apunto para salir hacia la iglesia!
Allí nos plantamos en cuestión de minutos,en el Cristo de la Vega, nada mas salir del coche vimos a una pareja muy especial para nosotros, Mariví y Antonio y a la princesita que alegra a cualquiera que vea esos ojos azules, Valentina. Ya había gente que esperaba impaciente la llegada del novio y la novia, otros que se asomaban de manera intrigante a ver quién venia, y algún grupo de jubilados haciéndose selfies… de repente, un sonido, mejor dicho… un rugido. Un rugido de 18 moteros a caballo de preciosas maquinas de dos ruedas que tenían la función de escoltar al novio. Nosotras en medio, disfrutando del humo, de los saludos a cámara y del asfalto ardiente.
Pronto llegaría Maria así que no podíamos demorarnos mucho mas. Ella, acompañada del mejor caballero de corta edad, bajaba del coche con una sonrisa de oreja a oreja.. saludó a todo el que estaba a su alrededor y destacó entre chupas de cuero y tubos de escape. No llevaba prisa, quería disfrutar del momento. Los invitados esperaban en la puerta y el novio, cómo no, en el altar. Era fácil, un pasillo corto y un sí quiero pero las infinitas anécdotas retrasaron la misa; los niños de arras: Ruben, David, las dos Valentinas, Carmen y Jose Vicente, no aguantaron mucho dados de la mano y el camino para ellos, parecía no tener final… detrás la novia, bueno, la novia, la madre de uno, la madre de otra… ¡al final fueron ellas las niñas de arras!
Por fin llegó ese momento de reencuentro, de magia, donde una naturalísima María fue a besar al novio pero antes de hacerlo se lo preguntó al sacerdote que la frenó diciéndole «eso mejor luego». Entre anécdota y anécdota la que da título a este blog «Grábame como un sello en tu brazo, como un sello en tu corazón, porque es fuerte el amor como la muerte, es cruel la pasión como el abismo; es centella de fuego, llamarada divina: las aguas torrenciales no podrán apagar el amor, ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable». Así comenzó todo, con una lectura en una pantalla de móvil, un sacerdote sujetando el micro apagado y una novia que mostraba la calma que ninguno teníamos. Fue toda una declaración de amor.
El sí quiero llegó pronto, los niños correteaban, jugaban con los móviles de los papás, y la gente se abanicaba con cualquier objeto que diese algo de aire. Al acabar, el ramo se ofreció a la Virgen y esta vez la salida fue única ; ¡ no hubo arroz! Después de recorrer esa casi impoluta alfombra blanca, los invitados esperaban impacientes para dar un abrazo a los novios. Achuchones, palabras bonitas, y deseos de felicidad brotaban en una noche ya casi cerrada.
«Dos»fotos debajo de una luz que indicaba el camino y.. a ¡Monterey! Allí esperaban los invitados entre copas de champan y pequeños canapés. En el cóctel tuvimos la difícil misión de juntar a las familias, pero eran tantos que se nos escapaban en el menor despiste. El tiempo era fantástico, los niños correteaban por un lado y por otro y la gente disfrutaba charlando con Toledo de fondo.
Pronto subimos a cenar, teníamos mesa con invitados y disfrutamos cómo tal. Después de anécdotas, ricos platos y algún «que se besen» acabó la cena. Colonias para las mujeres y un bonito oleo para los hombres..
Tocaba bailar… los niños todavía tenían marcha, tanta, que ambientaron la discoteca y fueron los primeros en mover el esqueleto. Los novios se hicieron esperar pero abrieron con un baile lleno de miradas y caricias para dejar paso a las caderas dislocadas, las coreografías sin sentido y los pasos de baile mas improvisados.
Fue una día genial!!! Gracias a todos por vuestras palabras, y vuestros abrazos, gracias María y Josevi por confiar en nosotras, por hacerlo todo tan fácil, por tratarnos como a uno más y por tanto y tanto cariño.
Sed muy felices pareja!