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2016Pintaba ser un fin de semana movido y realmente lo fue. Tras la boda del viernes, nos esperaba la del sábado. Una celebración llena de cariño y admiración. Las piernas estaban cansadas pero las ganas no cabían en el cuerpo así que recargamos pilas y ¡adelante!
Buscamos a Jose, el novio, en La Casa urbana de Adolfo en pleno corazón del Casco Histórico de Toledo. Subimos por las escaleras por propia iniciativa y allí estaban los tres: Jose, su madre y Mario, su hermano. Les pillamos de preparativos, con mucha tranquilidad y una antelación de agradecer. A la mamá, con un precioso vestido y dejando que le colocaran la mantilla, ¡solo apto para profesionales! Rojo y negro en precioso contraste mientras nos decía que no le hiciéramos tantas fotos pero ella era también protagonista. Jose se movía como pez en el agua y tuvimos que seguirle el ritmo pues en un periquete y ayudándose de su reflejo en la ventana, se colocaba traje y accesorios. Los gemelos de su abuela debían verse bien y por eso le puso mucha atención. El temido nudo de la corbata fue fácil y se notó la experiencia de hacerlo casi sin mirar. Le echamos un poco el freno para pedir la colaboración familiar y así conservar recuerdos de esos momentos en familia. No faltaron las risas, los sexis movimientos de tirantes y un poco de maquillaje… ¡para los tres! Algo curioso que revelamos en primicia.
Su madre y su hermano parecían más nerviosos que él pero trataban de disimilarlo. Nos llevamos bonitos planos a contraluz en ese piso tan acogedor que nos guardaba aún alguna sorpresa: una terraza en el último piso para envidiar: 365º para ver lo que quisieras. Allí hicimos las fotos de grupo con una impresionante vista de la catedral que impactaba. Habíamos terminado y bajamos como una pelotita todos juntos en el ascensor hacia las calles empedradas.
Tras dar un par de vueltas por las calles de Nambroca, nos esperaba Raquel perfectamente maquillada y peinada y con unos vaqueros cortitos que le daban ese aire de niña tan tierno que tiene. Con una dulzura especial, nos recibía abrazándonos. Algo que nos inundó de paz y alegría. Al entrar en la casa nos encontramos con un cuñado muy especial que tendría mucho protagonismo en la boda, con el padre y padrino, las peques de la familia María y Jimena, y una mamá lista para ayudar en todo a su hija. Rápidamente fuimos en busca del vestido de Vicky Martín Berrocal . Mensaje para Vicky:no dejes de hacer estas maravillas nunca por favor, ¡que todavía no nos hemos casado!. Bajamos al salón para aprovechar la bonita luz que había. Entre plano y plano de zapatos, maquillajes, y pequeños detalles, era la hora de vestirse. Para ello, tuvo mucha ayuda, su hermana, su madre, las dos pequeñas y la autora del bonito maquillaje, se encargaron de colocar cada fleco del vestido, de abrochar cada botón y de poner, cuál cenicienta, esos originales zapatos decorados por su hermana. Estaba espectacular, siempre con la sonrisa y con una palabra bonita para todos.
En esos momentos el novio y su familia bajaba andado por el casco. La mamá era en realidad el centro de atención pues sus hijos estaban pendiente de que ella bajase bien y con su vestido intacto. Ellos aguantaban bien el protagonismo, la gente felicitándoles y el solazo que hacía y
podía derretir las piedras. Por eso fue un alivio pasar a la sombra y encontrarse con algunos invitados por el camino y rescatarlos de algún bar en el que estaban tan a gusto. Sin pausa pero sin prisa llegamos a nuestro destino.
En casa de la novia, la bocina del impresionante coche anunciaba que tenía que partir para que diera comienzo el gran día. A nosotros nos tocaba salir pitando para llegar a tiempo a la Iglesia de San Andrés donde, como en otras ocasiones, nos encontrábamos a los invitados parados, cogiendo aire para continuar con las míticas cuestas toledanas. En la puerta esperaban Jose y su madre, la madrina que pese al calor recibían y saludaban a todo el mundo. Abrazos y conversación pero con cero nervios. Estaban en casa y con los suyos ¿qué más se puede pedir? Poco a poco los bancos se iban llenando y todos esperaron dentro a la novia que estaba a punto de llegar.
La música de violines y el piano, los nervios de los invitados, y las ansias de un novio feliz, se encontraban en esa acogedora iglesia. La entrada de la novia fue muy emotiva. Nadie lo sabía y no sabemos si lo llegaron a saber pero Raka, como la llaman sus amigas, entró descalza al altar para hacer un guiño a su querida abuela que la acompañó de la manera más especial, seguro. Al llegar, fue Jose quien le puso los zapatos y sonreía entre nervios y emoción. El sacerdote estaba listo, tenía todo preparado y lo que más nos gustaba sabía improvisar a la perfección. Menudo juego dio en toda la boda!! Los bancos se llenaron, los ventiladores salvaban el calor tan intenso que hacía y la virgen del Pilar, con el rosario de su abuela y junto a una bandera de España, bordada a mano, protegían el altar y evocaban recuerdos familiares. Enfrente de los novios, las sobrinas, que recibían las muecas de cariño que les hacia su tío, y las sonrisas, siempre eternas, de su tía.
La salida fue especial, pues fueron novios previsores y se llevaron un paraguas para protegerse del arroz, el cuál se llama bomba para explotar en las bodas… ¡quién tuviera siempre paraguas! Besos, felicitaciones, fotos con los invitados y sorpresas llenas de color.
La cornisa, y su bonito paseo, nos esperaban aunque fueron un matrimonio de patos los que se encargaron de dar la bienvenida y decidieron imitar a los novios… ¿o fue al contrario? A lo largo del paseo, los árboles iban creando diversas sombras que se acompañaban de esos rayos de sol que parecían querer escapar para alumbrar a los novios. Mientras caminábamos, nos encontrábamos con queridas amigas Carmen y Cristina, que solo tenían palabras bonitas a nuestro trabajo y que también nos alegraron ese momento. ¡Gracias chicas!
Después de reírnos subirnos donde hiciese falta y hacer alguna parada frente a la hiedra, el río y algunos rincones mágicos, nos dirigimos al puente San Martín. Había muchos novios… pero ninguno como los nuestros. Cogimos el mejor hueco, el sol parecía enfocarnos para hacer los contraluces más elegantes de aquel día y los besos que no cantábamos nosotros si no el novio, hicieron de ese momento algo especial. ¡Qué buena técnica para conseguir achuchones! Para finalizar cantamos una ranchera que pocos conocían… y entre «ay ay ay ay» y beso tras beso, nos despedimos con la música siempre presente y es que como dice Jose: si me falta ella, me falta la música. Una preciosa declaración de amor hacia su esposa.
Derechos al Cigarral Hierbabuena, donde siempre nos tratan fenomenal, nos encontrábamos una sorpresa antes de entrar… Una traca doble a cargo de dos primos del novio invadía la puerta para dar la bienvenida a los novios con su estruendo. Pero antes, otro sonido que nos encanta, el de la concentración de motos nos ponían un poco nerviosos… ¿pero dónde están Raka y Jose?
Al subir, esta vez no tuvimos ningún incidente, aunque la cuesta que hay lo ponía fácil. El cóctel estaba en todo su esplendor y las fotos de familia y amigos tenían su momento. Antes de subir a cenar, teníamos que hacer fotos a todos los detallitos que había, y a esos corazones que tanto trabajo le llevaron a la novia pero que llenaron de color y purpurina la boda.
El cuñado, showman y speaker de nacimiento, les regaló unas palabras preciosas que emocionaron a los más duros pero aún había una sorpresa más: la hermana también tenía preparado un discurso para demostrar todo su cariño a los novios. Después, el punto de humor, ¿os acordáis que dijimos que el párroco tuvo mucho protagonismo? No, no fue en la ceremonia, ¡fue en el banquete! Bendijo la mesa a través del micrófono con pegadiza canción que hasta a los más ateos les apetecía cantar, y a lo largo de la cena fue el encargado de poner la píldora gamberra. Mientras tanto, nosotros también hacíamos un «parón» entre anécdotas acuáticas y rica comida. Todos nos cuidaban, en especial Mario al que se lo agradecemos especialmente. Quería lo mejor para su hermano y Raka, y estaba pendiente de todos los detalles. Hubo sorpresas, pañuelos al aire, canciones, y hasta pétalos de rosas amenizaban la cena al ritmo del medio centenar de “qué se besen! Qué se besen!”.
Aquí no acababa todo… En la discoteca esperaba un vídeo sopresa del «Cómo se hizo» la invitación tan especial de boda. No solo eso, también la conexión en directo con un buen amigo que les cantó «Amigo» de Roberto Carlos y que más de uno tarareaba aunque llevase una cámara en mano… Un poco de baile, cadera por aquí, mano por allá y… ¡otra sorpresa! Todos los invitados habían hecho pequeños vídeos cantando su canción «Tengo el corazón contento» lo que hizo reír a la pareja. Un momentazo en toda regla que habían preparado con muchísimo trabajo y antelación.
Era hora de las congas, las pelucas, y el baile de la pera que ya nos hemos aprendido. Los invitados les adoran, porque seguían las sorpresas… esta vez, un cuadro precioso, una piedra que había que romper para descubrir lo que contenía y un par de canciones; una sevillana, y Mi gran noche del imitador oficial de Raphael. Decir que fue un alegria reencontrarnos con Nuria y Fernando, que iban como un pincel y que nos saludaron con tanto cariño como siempre! .
Después de toda la boda nos hemos preguntado; ¿Cómo os cabe el corazón en el pecho? Gracias por confiar en nosotros, por el cariño tan grande con el que nos habéis tratado, la paz que nos habéis dado y la bondad que habéis rebosado. Sois muy especiales.
¡Enhorabuena pareja! Qué siempre tengáis música y ese corazón contento.