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2016Y es que la historia de Vero y Bruno, nuestros novios de este fin de semana, viene de tiempo atrás. Aunque os lo explicaremos más adelante.
Era de mañana cuando seguimos nuestra rutina y acabamos en casa de Bruno y su familia. Nos abrió el papá Luis con una sonrisa y haciéndonos un recorrido por la casa para mostrarnos los rincones más pintorescos, preparados con gran mimo para las fotografías. Se respiraba calma y alegría, todo preparado para lo que se avecinaba.
Bruno bajó sonriente y avisándonos de que «no era muy de fotos» pero después eso fue lo de menos. Con la ayuda inestimable de Luis, experto en posar según sus propias palabras, el ambiente le relajó rápidamente y nos sacó varias sonrisas. Los gemelos, el chaleco y el prendido fueron pasando de clip en clip, haciendo que la mamá y la hermana se colocaran en primer plano. El mondongo con sus muchas acepciones, dio guerrita para colocarlo correctamente en la solapa del novio. Después de conseguirlo salimos al patio, super cuidado para la ocasión con rosales en flor que daban un toque de color a las fotografías de familia y al momento reloj, algo más que un regalo. Se notó la ausencia del hermano y su mujer, y por supuesto, de su sobrino, pero fue más que justificada, estaban preparando algo muy especial…
Basilio, el gato más enorme que hemos visto, nos huía y poco pudimos hacer para poder cogerlo. Sus 9 kilos y sus pelos lo hacían peligroso para los vestidos de gala y los no-levantadores de pesas. Aún así pasamos un momento divertido mientras nos miraba con carita de no entender nada y se escondía a través de la perrera. Eso puso punto y final a la visita, como en los Looney Toons. Despedida familiar en el entrada y rumbo a lo desconocido de nuevo.
Llegamos a casa de la novia fácilmente y entramos como una procesión interminable, haciendo reír al papá Ángel. Vero estaba ya lista, maquillada y peinada para la ocasión. Todo el mundo había hecho sus deberes y por ello fue llegar y empezar. Primero algunas fotos con las chicas de la casa en la habitación y después el salón fue el protagonista. Las hermanas, los sobrinos, los padres… todos juntos pero no revueltos. Nos acercamos al ventanal para aprovechar la luz tan bonita que nos brindaba. Mientras, todos alabamos los estores y pedimos referencias para nuestras casas. Conversaciones de la vida real, vaya. Una mesa hacia acá, esa silla para allá y Vero como protagonista de las miradas de todos. De tanto pedir sol, decía, al final dos tazas y es que el calor empezaba a hacerse notar con ese olorcito que tiene el mes de mayo. Con cada detalle, un familiar suyo se acercaba para ayudar a la novia. Especiales fueron los momentos con los niños, revoltosos y tímidos pero siempre auténticos que nos hicieron sonreír a nosotros y babear a su tía.
Vero tampoco decía ser muy de fotos pero nos estaban demostrando que cuando uno es feliz, no hay foto mala y estaban desmontando ese mito. Además de nosotros, también teníamos de apoyo a la hermana de la novia, que con su polaroid se encargó de inmortalizar esos y otros momentos, como el nuestro grabando a la novia. Gracias por esa foto tan original. Las últimas fotos con el ramo y, sin querer tuvimos que guardar la cámara para llegar al Cigarral de Santa María, donde se celebraría todo el evento al completo. Y no pudieron elegir mejor porque todo fue precioso. La ceremonia se celebraba al aire libre con Toledo de fondo, los invitados más cercanos ocupaban las sillas para verles llegar y las palabras de los suyos nos ayudaron a conocerlos un poco más. Su historia, contada por el padre de Bruno y que recordaba aquellos días en el cole. Seguía viendo a esa niña tan bonita de ojos azules y gran sonrisa de la que Bruno se hizo inseparable. Después las hermanas de Vero, que hablaban sobre dibujos de amor infantiles y como ellos fueron creciendo juntos hasta llegar al «sí quiero». Su tío (que oficiaba la ceremonia) y una amiga de la pareja contaban poemas e historias que amenizaron ese bonito momento. Pequeños gestos, las firmas y el paseo final, como en las películas americanas, llenas de confeti dorado y aplausos entusiastas de sus invitados.
Nos escapamos para hacer unas fotos y grabar algunos de esos momentos de amor, como solemos llamarlos. El Valle y el Puente Alcántara fueron los puntos escogidos para disfrutar de una ciudad como siempre preparada para nosotros. Apretaba Lorenzo y había tranquilidad por la ciudad, lo que nos ayudó a sacar fotos y a buscar la sombra, ¡para qué negarlo!. Mientras nos íbamos hacia el cóctel, algunas fotos en el viñedo del cigarral, ramitas fuera y a disfrutar de los suyos y de la siguiente etapa de una boda: el banquete. En el precioso salón del cigarral, todo preparado y servido con su habitual profesionalidad, mientras la gente disfrutaba y hacía brincar de la silla a los novios con sus «qué se besen!». Detalles, regalos y sonrisas se fueron sucediendo entre plato y plato. ¡ Cómo debe ser!. Juego de Tronos nos informó sin duda de la llegada de un gran momento: la tarta nupcial que traía espada y figuritas de la serie, para no perder su afición por los films. ¡Momentazo!. Para los invitados y para nosotros, que tenemos telita… Echad un ojo a nuestro Instagram para saber lo que os digo.
Para empezar con buen pie la fiesta, la novia se puso un vestido más liviano y corto para disfrutarlo sin impedimentos. Tenían una idea preparada y querían llevarla acabo nada más llegar a la discoteca. Sin embargo, un vídeo sorpresa les esperaba y pararon un momento a disfrutar de él mientras lo invitados se arremolinaban alrededor. Nada más acabar llegó el momento del baile. Al principio, una melodía lenta digna de abrazos para después cambiar a … ¡un rock and roll!. Y lo hicieron de maravilla: compenetrados y demostrando que le habían echado horas. La gente alucinó y les ovacionó. ¡Qué envidia, chicos! Solo fue el comienzo de unas horas en las que corrió la música y el baile por litros. Donde hubo tiempo de jugar a las sillas, sacarnos a bailar (sí, sí, leéis bien) y hasta los abuelos se animaron en la pista de baile con mucha energía.
Gracias a todos aquellos que nos hicieron nuestro trabajo un poco más fácil. Fue una boda de infancia, pues allí nos encontramos también con aquellos amigos de cuando eres niño, aquellos que conocen tus gambarredas y locuras, Álvaro y Pedro. Gracias en especial, pareja, por querer que fuésemos nosotros los que estuviésemos allí. Os deseamos lo mejor… ¡ahora es cuando todo comienza!