Desde que la vi supe que me casaria con ella

De punta en blanco venia esta parejita que rebosaba cariño, lo que no sabían es que les propondríamos recorrer los caminos de arena más complicados de Toledo, se atrevieron con los ojos cerrados, y mereció la pena, sin duda.
No hizo falta decirles nada, porque entre ellos se lo decían todo. De hecho, no hacía falta ni que hablasen. La infinidad de besos, sonrisas, bromas y esos abrazos que se dan con el alma, no con el cuerpo, hablaban por si solos.

Inma y Alfredo, estaban dispuestos a caminar por cualquier sitio, solo les hacía falta la mano del otro. Él, un conquistador de los de verdad, de los que piden primero el messenger y luego el móvil, nada de tonterías. Y ella una dama,nunca mejor dicho, que aguantaba los impulsos de viajar hasta Madrid para verle. Poco a poco el cuento se iba llenando de historia, de recuerdos, y de cariño. Y una frase que marcó la tarde del viernes, «El primer día que la vi, sabía que me casaría con ella», y en menos de un mes, el presagio se hará realidad.

Lo pasamos fenomenal recordando las salidas nocturnas y coincidiendo que donde esté un buen aperitivo con una cerveza, otra y otra… que se quiten las míticas discotecas. Y entre charla y charla, el sol caía, y el Parador esperaba, una parada rápida, una vista preciosa de la Capital Imperial, y otro paseito por más camino de tierra para tener una buena panorámica del lugar que tanto quieren. Pero después de todo esto, no nos despedimos, no. Primero iba a ser un refresquito y a casa, pero Alfredo nos sorprendió con un ¿que queréis de cenar? Así que nos fuimos felices a casa, con la barriguita llena, y deseando ver las fotografías. Nuestro deseo era mayor que el cansancio, y mira que la hora ya no era la de la cenicienta, pero aun así nos pusimos a ver el trabajo y nos encanta!

Gracias por la tarde, por la cena y por las sonrisas. ¡¡¡¡El 16 mas!!!!!