El paseo de la fama

Menos mal que llovió la noche anterior porque si no… nos derretimos. En eso íbamos pensando mientras apagábamos la música del coche y poníamos pies en polvorosa hacia el portal del novio.
Saúl nos recibió como corresponde: con tranquilidad, bromas y en pijama para huir del calor y dándonos la oportunidad de fotografiar todo el proceso. A cada prenda que se ponía, una broma le salía. ¡No tiene remedio! Flotaba en el ambiente la nostalgia y la alegría, los recuerdos nuevos y los antiguos.

Cristina no se quedaba atrás y nos esperaba para estrenar su precioso vestido de encaje. Algarabía, una luz mágica y un brillo especial en su mirada delataban la alegría contenida por la llegada del gran día.

En Santa Leocadia esperaba el novio y algunos invitados, que iban llegando poco a poco, mirando el reloj para contar los segundos. La novia llegó en su coche de época tan puntual que ¡casi se adelanta a los propios invitados! Pero al final todo quedó a las mil maravillas y la ceremonia los convirtió en marido y mujer. Con emoción pero sin nervios, con calma, como el que hace tiempo que lo tiene asimilado. Todo había cambiado pero no la complicidad en la pareja, de la que hicieron gala al pasear por el casco. Toledo se ponía sus mejores galas y los transeúntes los miraban embobados desde Zocodover hasta la Catedral, arrancando buenos deseos y exclamaciones a su paso.

Una fugaz parada en el Valle para ver caer el sol, unos besos y unas risas, y de camino hacia el convite en el Hotel Beatriz con sus invitados y los preciosos momentos que no habían hecho más que comenzar. Fueron los protagonistas del brindis con Coca cola entre luces y pequeños adornos de lo más delicados, posando para las fotos, recibiendo felicitaciones y refrescando de vez en cuando la garganta ¡qué falta hacía!. La pieza musical más especial la protagonizó un sobrino de la pareja, dedicándoles a todas las mesas su aprendizaje autodidacta con el teclado.
Después tocaba mover el esqueleto y Divinevents, como siempre, no falló en poner la música que más animaba para la ocasión. Un vals sencillo pero preparado abrió una noche larga y divertida que nos enseñó la mejor cara de la vida, la alegría sin subterfugios y las ganas de que empezara con un rato inolvidable.

Pies descalzos, zapatillas y monos de flores… nuevas formas de darlo todo. ¡Nos lo apuntamos para nosotras!

Muchísimas gracias pareja por confiar en nosotras, abrirnos las puertas y tratarnos con tanto cariño y respeto. Gracias a todos los que estuvisteis, por pasarlo tan bien en todo momento y hacernos reír. Así es muy fácil hacer fotos.

Sed muy felices.