Monreal, Londres y Toledo

No es un día cualquiera aquel en el que se casa uno de tus mejores amigos. 

Abril llevaba unas semanas de un mal tiempo infinito. La lluvia y el frío habían traído días tristes que se nos acercaban peligrosamente. Todo cambió dos días antes y el fin de semana no pudo lucirles mejor.

Cuando llegamos a casa de Pablo, el novio, el sol fuerte del mediodía toledano adornaba las calles y olía a primavera. Había mucha emoción no solo por parte de los implicandos, pues remorar recuerdos y ver fotos antiguas de cuando eramos pequeños en su cuarto daba vértigo. Sentirle cerca… era un regalo. El visor de la cámara solo veía un chico alegre y tranquilo rodeado de su familia: su padre, el que ponía el punto divertido; su hermano, el fiel compañero; y su madre, madrina emocionada.

La luz y el ambiente no podía venirnos mejor. Pablo se casaba y, en pocas semanas, ¡su hermano también! Tremenda coincidencia y una buena forma de practicar, viéndolo por otro lado. Entre risas y con la ayuda del novio, fuimos captando detalles. Sus gemelos, tanto los que se pondría cómo otros con los que suena una banda sonora. También el curioso portalianzas que tan bien indicaba el camino. Sus zapatos, traje, reloj, corbata… no le faltaba detalle cuando empezó a vestirse. Entre todos le ayudaron y entre palmaditas, pronto estuvo listo para la acción. Con los tirantes eso sí, bien tirantes claro. Después ya todo fue rodado y entre foto y foto, algún posado nos regalaron. La práctica hace al maestro. 

Poco después, llegábamos al Cigarral El Bosque, punto de encuentro de nuestra novia, Aroa. Al entrar, los allí presentes nos recibieron con un «¿aún más fotógrafos?» y es que parte del equipo ya esta allí, poniéndose en situación. 

Lo primero que vimos fue el vestido. Colgaba al final del pasillo, desde prácticamente el techo, por lo que dio la nota cómica cada vez que decían: «¡cuidado! ¡el maquillaje contra la pared!». Después, ya sí pudimos disfrutar de la novia junto a su familia mientras la maquillaban. Llevaba un nuevo camisón con cierta historia y no sabemos si era por el día, la luz o su alegría pero ella ya estaba radiante. Compartiendo bromas con su madre, sus hermanos, su padre… y no solo en la habitación, también se comunicaban entre terrazas y por el pasillo. Mientras, sonaba un «quién teme al Pablo feroz» con cierta guasa… ¡lo que nos gustan las gamberradas no lo sabe nadie!

Pasaban los minutos y cuando estuvo maquillada, llegó el momento de vestirse. Siguiendo las instrucciones, fueron subiendo capas, abrochando cierres y abotonando su bonita espalda con todo el cariño. No fue fácil, pero el resultado mereció la pena. Los zapatos, los pendientes y el velo rosado le dieron el broche final.

La amplia habitación se había quedado pequeña por el jaleo que se había acabado formando. Los familiares llegaban y salían, dando el ambiente festivo que requería un día como aquel. Tras unas fotos de familia y otras suyas que nos maravillaron, salimos con destino a la iglesia. Llegaba el momento que todos esperaban.

Nuestra querida Iglesia de Santiago el Mayor es ya para nosotros tan conocida como cercana, un escenario ideal para un momento tan importante. Junto a su puerta ya esperaban los primeros invitados, así como Pablo y su familia. Dentro aún había silencio y una tenue luz que fue cambiando conforme pasaban los minutos. 

Fuera también la cosa se fue animando, más aún con la llegada de la baturra aragonesa para cantar a pleno pulmón, dejando a todos perplejos y con una sonrisa por sus ocurrentes estrofas.

La llegada de Aroa junto a su padre revolucionó el ambiente y la entrada hasta el altar dejó un reguero de sus piros a su paso. Y no hacía falta más que ver cómo la miraba Pablo, a duras penas conteniendo la emoción, para hacer de esos segundos un recuerdo imborrable que estamos seguros que guardarán con cariño.

La ceremonia tuvo un matiz especial y es que las palabras del párroco iban acompañadas también por el poder de las impresionantes jotas, un canto diferente y que ambientó singularmente la boda. Lecturas de personas importantes para ellos, momentos de respeto y un sí quiero con miradas cómplices que encerraban una promesa perpetua.

La salida de la iglesia se hizo esperar pero los invitados estaban preparados para lanzarles en forma de confeti y color sus buenos deseos a grandes puñados. Ya eran marido y mujer, y los abrazos que recibieron sellaron el comienzo de su nueva vida.

Antes de llegar al banquete, hicimos una parada en nuestro sitio secreto, o no tan secreto por lo visto. Paseando por el campo, la pareja no dejaba de recibir felicitaciones, piropos y miradas en una zona que, en cualquier otro momento, está casi desierta. Continuamos hasta el final, para disfrutar del mejor telón de fondo para cualquier beso: la estampa de Toledo desde arriba. Fue breve pero intenso y hasta tuvieron cierto público, aunque tuvieron tiempo de achucharse y hasta practicar el posterior baile.

Disfrutando del coche deportivo por las curvas de la ciudad, llegamos juntos y puntuales al Cigarral Hierbabuena para arrancar el cóctel. Ellos no se lo querían perder y los invitados tampoco: fue empezar a sonar la melodía de Juego de Tronos de ese grupo en directo, y aparecer tan sonrientes de la mano. Dicen que después de eso pasaron muchas horas hasta que estuvieron solos dos minutos. Canapé por aquí, saludo por allá… y entre cerveza y refresco, hacíamos fotos con familiares y disfrutábamos grabando el buen rollo que no dejó de estar presente.

La cena empezó con música, servilletas al aire y regalitos con mensaje para algunos buenos amigos. Continuó con el buen rollo con el que había transcurrido y los más fiesteros no pararon de pedir besos y cantar a pleno pulmón. Hubo más regalos: a los siguientes en pasar por bicaría, cuñada y hermano de Pablo, un ramo especial para la emocionada abuela y hasta un postre de cumpleaños. Los novios tenían todo bien organizado pero… ellos también recibieron varias sorpresas que no tenían previstas. La primera, dos fofuchas muy acertadas así como un vídeo de amigos donde sacaban a relucir los momentos más entrañables y alguno vergonzoso. No faltaron las risas, las miradas de melancolía de viejos recuerdos y la sensación de haber recorrido un bonito camino hasta hoy. 

De lo que pasó después ya muchos ni se acuerdan aunque… parece ser que hubo un grupo caracterizado que apareció con coreografía incluída en medio de la pista. Otros comentan que pudieron ver a los novios disfrazados y bebiendo vino de una bota. Nada de todo eso podemos afirmarlo con rotundidad. Lo que sí podemos asegurar es que la noche siguió a toda máquina y que nosotros nos fuimos muy felices de haber estado allí.
Gracias por la cercanía y por hacer de cada minuto, una aventura.
¡No paréis de bailar!

Gracias…gracias por elegirnos, por confiar en nosotros, por compartir un día tan precioso. Gracias a las familias de los novios por vuestro cariño, a mis grandes amigos, los de siempre, ; Mi vecino querido y Celtia, maravillosa por cierto, Diegui y Lorena con la que compartí y seguiré compartiendo profundas conversaciones, las que nunca fallan, las que dan sentido Lucía, Loreto, e Isa, mis repis queridos, y el que mejor perrea de la boda, Fer. Gracias a vosotros también por estos bonitos recuerdos. Y gracias al resto Alex, Diego, Ali, Javi, Adri, Iván, Kike, Arturo, Jorge, Juancar, etc …por hacer que todo quede en familia. Fue un día para no olvidar. Pareja, se os quiere. QUE SEAIS MUY FELICES!!!!!! (Y que el resto sigamos al lado)