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2018Y es que con esta frase y esta preciosa mirada al dar el sí quiero se podría resumir toda una historia y todos podríamos quedarnos con la moraleja. Así, sin más adornos que los sentimientos a flor de piel. Sin embargo, os contaremos algunos detalles de todo lo que se vivió y lo que no estuvo tan a la vista el fin de semana pasado. Que no fue poco.
Llevábamos toda la semana mirando al cielo. La primavera estaba dando sus últimos coletazos y la página del tiempo estaba en la sección de favoritos en todos nuestros teléfonos. La mañana de la boda de Sara y Domingo amaneció lluviosa aunque a medio día los huevos que los familiares pusieron a Santa Clara hicieron el intento de despejar los nubarrones. Con mochilas a las espaldas y las sonrisas preparadas, nosotras caminamos por las calles de Santa Bárbara hasta la casa de la pareja, donde el novio tenía preparado su cuartel general ese día. Llegamos a la vez, nosotras bajando la calle y él con sus cuñados subiendo la cuesta. ¡Y no lo reconocimos con su nuevo look!
Al entrar nos encontramos con su perro Fusco, un pastor alemán que iba a tener un papel importante y que estaba inquieto con tantas novedades. Los animales son inteligentes y notan cuando algo flota en el ambiente, ese «qué se yo» que estábamos a pocas horas de ver. Aunque al principio todo estaba en calma mientras cada cual se terminaba de preparar, el piso se fue llenando poco a poco. Nosotras fotografiábamos los detalles y el traje mientras el timbre no dejaba de soñar. Domingo y Fusco los recibían a todos muy alegres con los nervios empezando a hacerse presentes. Algunos ya nos conocíamos y eso hizo más fácil ordenar el «quien es quien» mientras los besos y preparativos llenaban cada rincón.
La salida de la habitación de un novio completamente vestido causó sensación. Todos sonreían, le piropeaban y le animaban a «cortarse así el pelo más veces». Y es que estaba muy elegante. Hermanos, Sobrinos, Cuñados, amigos… sólo faltaba la mamá que llegó de color verde como las chicas más atrevidas, se suele decir.
Tocaba hacerse algunas fotos con los últimos retoques a los que sus hermanos y su madre le fueron echando una mano: los gemelos por aquí, el reloj por allá… Poco a poco fueron creándose momentos y bromas que colorearon el nuboso cielo que empezaba a formarse allá afuera. Cuando estuvo listo, nos pusimos a hacer las fotos de familia en la terraza porque eran una tropa importante. Hubo emoción, miradas de cariño y una vecina que nos observaba y que puso el punto cómico a la sesión.
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El tiempo corría deprisa y la alarma nos avisó que teníamos que cambiar de escenario. Por eso nos fuimos con Sara y parte de su familia a casa de su hermano en Palomarejos, un piso pequeño y acogedor donde los encontramos con sus mejores galas. Preguntando, ella nos confesaba que estaba muy nerviosa pero su madre… tan tranquila, nos decía. Tenían todos los detalles también preparados para las fotos, así que hicimos unas cuantas para inmortalizarlo. El rojo era el protagonista, siguiendo la temática de toda la boda. En las flores por aquí, en otros detallitos por allá… ¡Y en los zapatos! ¡Ole esa Sara atrevida!. Finalmente sacaron el vestido de su funda y, tras nuevas fotos de rigor a semejante obra de artesanía, dejamos que las chicas hicieran piña para ayudar a la novia a vestirse.
Mientras, en la calle empezaba a llover y el cielo gris nos sentenciaba un día pasado por agua. Los huevos de Santa Clara no habían podido evitar lo inevitable. Sobre eso, peinados y asuntos varios hablábamos con los hermanos, cuñados y sobrinos con los que esperábamos en la sala a que terminaran. Salió brillando y no solo por su vestido si no por su preciosa sonrisa y la ilusión que era otro complemento extra a los que llevaba encima. Importante la medalla de su abuela a la muñeca, los discretos pendientes, el ramo, el peinado hecho por su querida cuñada Rocío, y una torerita que le abrigaría del frío. ¡No quedaba nada para la ceremonia y los nervios subían el listón!
Con todos listos, hicimos las fotos de familia con más logística jamás contadas. Un tetris de espacio donde teníamos que movernos al pasillo o a la sala y que nos resultó muy curioso. Con el ventanal a la calle como mejor aliado, aprovechamos también para hacer algunas fotos a la protagonista. Sonrisas y lágrimas que estuvieron a punto de derramarse con ese abrazo a su cuñada. Ui, ui, ui… ¡qué empezaba lo bueno!
La lluvia aumentó a la misma vez en intensidad, como presintiendo el momento. Parecía que en vez de coche, tendríamos que irnos a la ceremonia en canoa. Por suerte, sabemos de buena tinta que Sara y Domingo la hubieran manejado perfectamente… 😉 Tras cruzar el océano hacia la calle de atrás con un paraguas prestado, cogimos el coche y nos dirigimos al encuentro de nuestro compañero de vídeo y el resto de la boda que iba a celebrarse en el Hotel Beatriz Auditorium & Spa. Llegaba el momento.
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Domingo y el resto de la familia esperaban en la entrada al hotel. Allí Fusco hacía las delicias de la gente, acaparando la atención con su esmoquin y su pajarita. Sería el encargado de llevar los anillos hasta el altar, esperábamos que sin perderlos por el camino. Rivalizando con el novio, fue el que más vídeos y fotos se llevó en ese momento. Mientras, los invitados llegaban como podían, evitando los charcos y paraguas en mano… ¡nadie se lo quería perder!.
Con todos ya dentro, llegaron Sara y su padrino muy sonrientes.Tras una pausa para saludar a los rezagados, comenzaron su entrada al salón Guadalajara. Todos estaban expectantes, ya con Domingo y su madrina esperando al final del pasillo. La música en directo sonaba y, con una preciosa y emocionada mirada compartida, fueron acercándose paso a paso. Los niños de arras precedían a la novia tirando pétalos blancos y rojos, y con un beso empezó la ceremonia.
Fue sencilla pero muy emotiva. Primero el maestro de ceremonias les dedicó unas palabras y pasó a contarles cómo sus seres queridos pensaban que eran. Después, lo que ellos pensaban el uno del otro. Unas preciosas palabras que tenían como punto en común su relación de tantos años, y como estar juntos los había hecho ser mejores. A continuación pasaron Sofía, Álex y Jonathan para terminar de conmovernos con sus anécdotas, sus agradecimientos y sus abrazos. Creíamos que la emoción ya no podía subir más alto pero llegó el momento clave. Con el intercambio de anillos y la promesa de amarse siempre, nos pusieron a todos los pelos de punta. Acabaron con la ceremonia del las arenas y pusieron el broche final con un beso de película rodeados de aplausos, de esos donde no se cuenta el tiempo.
La lluvia de arroz y serpentinas dio por terminada la ceremonia como una avalancha y fue el pistoletazo de partida para empezar a celebrarlo. Con algo de picar y de beber, los nervios se evaporaron. Yo solo quedaba hacer unas fotos y vídeos en familia, cantar a una tía por su cumpleaños y dar muchos abrazos. Tenían que reponer fuerzas para una noche larga y muy divertida.
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El banquete empezó tras bajar las escaleras del salón a golpe de brindis multitudinario, con los invitados aplaudiendo. Los platos empezaron a sucederse y el ambiente alegre que crearon entre todos fue muy mítico. Cuando no era una mesa pidiendo el «‘qué se besen!», era otra chinchando a los padrinos, o coreando a los Chatarras (su inigualable equipo de fútbol). Los regalos que los novios tenían preparados también se fueron sucediendo y con cada uno, la pareja se armaba con el micrófono para dedicar unas palabras.
La tía de Domingo, la cumpleañera, fue la primera en recibir un regalo y un ramo de flores, un momento que seguro no olvidará. Después el detalle fue para sus madres, tan especiales y esenciales en sus vidas. Seguidamente se acordaron de los padrinos, que tanto les habían ayudado en este año, de los amigos que les arropaban y de Álex (a quien es imprescindible destacar). Con todos estos regalos, había algunos que andaban enfurruñados y reclamando el suyo propio, pero no fue hasta que empezó a sonar el himno de la Champions cuando los regalos a los famosos Chatarras F.C llegó para celebrarlo a grito pelado. Para cerrar la tanda de regalos, les tocaba a ellos recibir uno muy grande. Aparecieron bajando la escalera con una caja rosa gigante y ya con sonrisas pillas que auguraban problemas. Dentro, varios regalos sorpresa «que tenían que abrir sí o sí allí». Y qué ratito más bueno… bromas, guiños y alguna trastada con los que poner a nuestra pareja en apuros.
Después de conseguir unos billetillos gracias a la corbata del novio y la liga de la novia, y cómo no, a los amigos y amigas que gritaban y cantaban para conseguir el billete más grande que hubiese en bolsos y carteras…llegaba el momento de comenzar la fiesta que tanto estaba deseando Alfredo. «La constante» abrió el baile, un baile donde solo parecía que estaban ellos. No había nadie más. Y las miradas que tanto habían predominado en esta boda, por supuesto, seguían estando. Después de un beso intenso y un bonito abrazo, ¡empezaba la marcha!
Es entonces cuando descubrimos que los novios bailaban de miedo. ¡Menudo ritmo!. El de ellos y del resto de familiares: Sofía, Antonio, las amigas, Álex… madre mía. Todos!!!! Así que la discoteca se dio bastante bien, eso sí, debemos destacar un par de momentos únicos. Con «Héroes del Silencio», y de una manera totalmente improvisada, el novio cuál cantante de rock famoso, bajaba por las escaleras mientras seguía a la perfección la letra de la canción. A él se sumaron Álex, Antonio, y se creó un clima especial mientras todos se dejaban el alma disfrutando de aquel maravilloso grupo. Con «Fiesta Pagana» pasó lo mismo pero esta vez era Sara la que daba brincos por toda la discoteca animando a los invitados…menudos bailongos están hechos. Después de capturar los saltos de Sofía, bailes de pareja escondidos al final de la pista, y lo que parecían ser dos quinceañeros recién enamorados…tocaba coger una chuche y volver a casa.
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Por nuestra parte solo nos queda daros las gracias. A todos en general por arropar a esta preciosa pareja y por hacerles su día aún más especial. Se demuestra que, a pesar del cambio de planes, lo más importante es la gente que te acompaña. Por vuestro cariño hacia el equipo que nunca faltó, por regalarnos emociones durante la ceremonia, por demostrarnos que el amor se mantiene en pie pasen los años que pasen y sobre todo, por la infinidad de risas. Da gusto trabajar así, ¡nos dais alas!.
A Domingo y a Sara por elegirnos y por querer que, en su día más importante, fuéramos nosotros los que les ayudáramos a recordarlo para siempre. Por el cariño, por la emoción y la comprensión en los momentos delicados. Todo lo que dijeron en esa ceremonia no puede ser más cierto. Sed muy felices y nos vemos pronto.