Cigarral de las Mercedes

Infinito x Infinito

Todas las bodas suelen tener algo especial… pero es que la del sábado fue fuera de lo común. Y no solo en la infinidad de detalles pensados para ese día, si no por la gente, el sabor del sur, las nubes del Greco y una pareja con luces en los ojos.

Zocodover era nuestro primer destino cargadas de mochilas y buen humor. Por suerte el calor esta vez no era protagonista, aunque las cuestas de la ciudad imperial parecían más empinadas que nunca. Entre turista y turista llegamos a casa de la novia recorriendo el casco histórico y como todavía no había llegado, saludamos a la familia y decidimos ir en su busca. Nada más bajar nos la encontramos en el portal, estaba preciosa con su vestido blanco, esa onda en el peinado y su colgante de infinito, tranquila y tan cariñosa como siempre. La boda no parecía hacerle estragos y seguía siendo «un mar en calma» como ella misma dijo. Maria José, que así es como se llama la novia, hizo de guía por el que fue su hogar, plagado de ramos de flores en cada esquina y bonitas historias que ella conoce muy bien.

Al subir, nos dispusimos a hacer fotos de los detalles: unos preciosos Manolos azules que le había regalado su hermana, unos pendientes que encajaban a la perfección con el vestido, el sello tan especial que adornaba el meñique, y cómo no mencionarlo… el velo de la bisabuela Malola, que había pasado de generación en generación y que estuvo presente toda la boda. Mientras disfrutábamos entre bodegones, el papá de la novia nos sorprendió con un cuadro vivo a través de las ventanas del salón, allí estaba, nuestra majestuosa Catedral a un lado y la Iglesia de San Ildefonso al otro, salpicando la foto de tejados de diferentes tonos. Nos volvimos locas, la familia se reía mientras sonaba música alegre y la vuelta a España hipnotizaba al padrino y al hermano de la novia, lo podemos demostrar en foto.¡Cómo nos gusta lo natural! Pero teníamos que controlarnos, por supuesto, no podíamos ponernos a cantar aunque sí tarareáramos por lo bajo. La cosa pintaba muy requetebién y es natural…

Llegó el momento de vestirse, todo estaba preparado y la luz del salón nos regalaba contraluces y siluetas dignos de ese día. Botones, cancán, zapatos, y demás detalles que colocaron muy cuidadosamente su madre y su hermana, ya listas para la celebración. No faltaron ni sonrisas ni emoción contenida en las fotos familiares y en los abrazos con la niña, con María José. Pero el reloj movía sus agujas demasiado deprisa y teníamos que partir así que abriendo la puerta, cuando ya nos disponíamos a coger el ascensor, los sobrinos y los abuelos sorprendieron a la novia llegando en trompa y la cámara hizo unas cuantas fotos más. ¡Qué suerte de tener unos abuelos así!

Ahora sí, mochila a la espalda, estiramientos… ¡y a correr!! En la Puerta del Reloj de la Catedral estaba Manuel, el novio, que esperaba sonriente. Estaba espléndido, siempre decimos de la novia pero estaba vez hemos de reconocer que el novio no podía brillar más… según fuentes cercanas.. «la felicidad» era la culpable. Nos encontramos con mucha gente querida; Puris, Joaquínes, Miguel, Pilar, María, Fran, Paco, Álvaro, Inma, Chato… y más invitados que conocimos ese día y con los que fue un placer compartir momentos. El momento no podía ser más especial, Manuel, todavía en la entrada, había esperado a María José que se encontraba justo detrás, una distancia de pocos metros y unos minutos que podían parecer horas pues llegaba el momento de casarse.

La ceremonia fue tremendamente especial, risueña y llena de caricias y mimos entre los novios con la Virgen del Sagrario presidiendo desde el altar. A la salida, el arroz , una vez más fue bomba, y se llama así solo por que se lanza como si fuese tal, demostrado. Felicitaciones acompañadas de besos, abrazos, y acento gaditano en cada rincón. Después, unas cuantas fotos con la señorial madre del novio, el divertido padre y su elegante hermana. Y otras pocas con resto de familia y amigos. También con sus correspondientes bebedizos, Martín y Lucas que hicieron que se les cayese la baba a los novios ¡parecían padres de gemelos!

Después nos fuimos todos hacia El Cigarral de Las Mercedes, ese lugar mágico para disfrutar de la celebración. Bajo un árbol, «infinito x infinito», la frase que envolvió la boda. Y ¿ qué significa? Se preguntaban todos los invitados. «Infinito x infinito» es todo lo que se quieren los novios, multiplicad, ya veréis cuanto… Al fondo de ese patio salpicado de luces, un rincón dedicado para la familia del novio, la mesa «Con B de Barbate» llena de mojama y ostras, y adornada de blanco y azul. En la otra parte, las paellas y el jamón cortado de la mano de Carlos Muñoz y Marta, ¡qué rico!. No faltó de nada, incluso el viento que de vez en cuando venía a visitarnos, ¡quedaba bien y acorde con la boda! Pasaron un buen ratito del cóctel y cuando llegó la hora, pusimos rumbo hacia El Mirador, donde las mesas estaban preparadas, todas con una firma de algún célebre artista , diseño del propio novio, y la comida lista para servir.

De fondo, crisol de la raza ibera, la mejor estampa que puede tener un toledano. La cena fue tranquila, eso sí, los ramos a las madres y a la abuela no podían faltar y como en el postre ya habíamos pasado las 12:00 horas… ¡era el cumple de la mama del novio! Ellos le tenían preparada una tarta muy andaluza que adornó la mesa para presenciar todas las felicitaciones. Los invitados, acurrucados con mantas, no parecían sentir frío, pues disfrutaban y reían y acababan sus cafés calientes… la música ya se oía de fondo y los niños corrían que volaban repartiendo regalos junto con los hermanos de la pareja. ¡Ya quedaba poco para que comenzase la juerga!

El baile se abrió con un vals entre padre e hija que más tarde sería el novio el que acompañase sus pasos. Un divertido pero emotivo discurso de los amigos del novio,»Barbate», maravilló a todos los invitados e hizo a llorar a más de uno. Después tocaba bailar de verdad y no parar. Hemos descubierto que la novia debe tener familia habanera porque ese movimiento de cadera ¡no lo tiene cualquiera! Y no había sevillana que se le resistiese al novio.. como se nota la sangre andaluza. Todo el mundo movió el esqueleto como si no hubiera un mañana y nosotras algún pasito también dimos.

Gracias a todos, por vuestro cariño, vuestras sonrisas y vuestras palabras. Gracias María José y Manuel por confiar en nosotras y por hacerlo todo tan fácil. Fue un placer.

¡Qué seáis muy felices!

Sonrisas , solo sonrisas

El día 15 tuvimos una boda muy muy especial. De esas de familia casi. Ya hemos hecho muchas bodas de esta preciosa familia y el sábado no podía ser menos. Empezamos el tour preguntándonos por el calor, como siempre, pero enseguida, cuando nos ponemos en marcha , se nos olvida todo.Comimos temprano para ir con el estomaguillo lleno a casa de la novia y no desmayarnos en el intento. Cuando llegamos nos recibió su hermano, pero nos advirtió de que aún, las mujeres de la casa , no habían llegado. Así que aprovechamos para hacer las fotografías de ese sencillo vestido, los originales zapatos, los anillos, el precioso ramo… y todos los detalles que la novia estaba apunto de lucir. Todo esto, en una maravillosa buhardilla presidida por un Steinway, que alguna tuvimos la suerte de tocar…Gracias mamá de la novia! Mientras disfrutábamos con bodegones entre teclas y contraluces, oímos llegar a las mujeres del cuento, primero pasó la mama de la novia, Sol, que se encontró con nuestra cámara apunto de disparar. Luego, Marta, la novia que venía dispuesta a reír. Unas cuantas fotos de los primeros preparativos y de un buen gazpachito, y rumbo casa de Jaime.

Al abrir la puerta no hubo más que sonrisas,que es lo que caracteriza al novio. Jaime, que así es como se llama el protagonista, tenía todo preparado; las corbatas, que crearon un acertijo, los gemelos, los zapatos..y aquel traje sorpresa y diferente del resto. Hubo fotografías con toda la familia que ya estaba lista para el evento, y que por supuesto, también sonreía. Los nervios, aparentemente, no eran muchos, pero nosotras sabemos que se escondía tras ese bonito traje.

Después, volvimos a casa de la novia, donde nos esperaban unas cuantas damas…y un damo! Que sin duda, era líder de la fiesta. La novia estaba tranquila, es lógico con tanta amiga, pero quedaba poco tiempo y tenía que vestirse! Nos pillaba el toro. Primero, se vistieron todos los que la acompañaban para después ayudarla. Así se hizo, y los primeros nervios empezaron a surgir, pero la novia iba pareciendo eso, una preciosa novia. Unas cuantas fotos en ese enorme jardín y rumbo catedral!

En la maravillosa y mágica Catedral, presidió el calor y la gente. Mucha en pocos metros cuadrados. Durante la misa, más de una carantoña, un guiño y una risa que se escondía de las miradas del sacerdote. También hubo más de una lagrima de emoción tras el sí quiero de la pareja. Y es que todo marchaba según lo previsto. Después de las firmas, las fotos familiares,para acabar con una largo paseo hasta la llegada al arroz. Si en muchas bodas hemos tenido kilos y kilos, aquí eran toneladas. Hubo infinitos abrazos y felicitaciones a la pareja, en aquella cuesta resbaladiza y protegida por asiáticos con cámaras mejores que las nuestras. Cuando cazamos todo ese cariño, pasamos a realizar algunas fotos al claustro donde hubo más amor y más sonrisas. Pero el tiempo era limitado así que partimos corriendo con nuestras compis geniales de aquel día.

En el cóctel una grata sorpresa para los invitados, pues fueron los novios los que los recibirían! Todo un bonito gesto. Las enhorabuenas abundaban,los abrazos y más de una broma,también, y el photocall improvisado a la entrada de un impactante Cigarral de Las Mercedes nos dio varias fotografías con amigos y familiares. Después la rica comida iba pasando sin dejar hueco entre plato y plato, y los primeros valientes se ponían ante la imponente silueta de Toledo, ese era nuestro momento para realizar las fotos de grupo!

El salón estaba listo, lleno de paniculata y orquideas, cubiertos colocados a la perfección y una nueva carpa que nuestra cámara estaba deseando recoger. Primero, pasaron las damas y el damo, abriendo camino para los recién marido y mujer, que brincaron por todo el salón demostrando la felicidad que llevaban dentro. Servilletas al aire, más de ¡Qué vivan los novios! y algún baile espontáneo al son de la música, abrían la cena. Una cena, que tranquila no fue. Estuvo llena de sorpresas, primero para padres y hermanos, después unos cuantos ramos a amigas y futuros matrimonios, y por último ese video tan emotivo donde se recordaba los inicios de la pareja y los momentos vividos con familia y amigos a lo largo de su historia antes del matrimonio. ¡Cuanta emoción! La cena acabó con nuestros queridos «Oliva» cantando, la novia transformando su look, y los invitados pidiendo las primeras copas.

Durante el banquete, algo muy especial les esperaba; «El Confesionario» montado por nuestro compi y destinado a saber los mayores secretos de la pareja. Hubo verdaderas carcajadas y alguna que otra frase emotiva. Mientras, los invitados bailaban las primeras canciones y la pista se llenaba poco a poco. Todo el mundo esperaba el baile de los novios , que salió a la perfección, para después continuar bailando y hacer un flashmob de esos que tanto nos gustan. ¡Toda la boda a bailaaaar! Entre coreografía, porque los invitados se sabían todas, y coreografía, una sorpresa de uno de los invitados, Luis,un experto en fotografía nocturna y nuestra competencia en cada boda «Olivense». Un piano esperaba para que Sol lo tocase acompañada de su hija y ante la atenta mirada de su yerno y el resto de su familia. Y aunque el piano no estuviese afinado, la música sonó como si estuviera ensayado. A dos manos entre madre e hija, amenizaron ese momento que con tanta ilusión había preparado Luis. De ahí a la pista de baile! El confesionario seguía recogiendo gente e infinidad de bromas y nosotras «pasito a pasito» fuimos acabando nuestras fotos y despidiendonos con ese inmenso cariño de los que allí se encontraban.

Gracias por elegirnos, por sonreir, por ponerlo fácil. Ha sido un verdadero placer formar parte de uno de los días más especiales de vuestra vida. Gracias familias de los novios! Nos vemos pronto pareja!!!

Volar cometas por el cielo

El sábado lloramos, sí, lo tenemos que reconocer. Fue una boda de muuuuuchas emociones y detalles que jamás habíamos visto. Óscar y Emma se casaban, llegaba el momento tan esperado. Al llegar a casa de la novia nos encontramos a Bubu, una preciosa perrita peinada a la perfeccion y con un tutú que demostraba el día tan especial que era. Rápidamente se oyó un «hola chicas», era Emma que nos saludaba mientras la estaban maquillando y que más que de una novia, aquel lugar parecia el de una verdadera artista. Todo lleno de maquillaje, pinzas, brochas y como no podía faltar, un espejo lleno de luces de esas que convierten un rinconcito en un camerino. Entre todos los espejos buscabamos la mejor foto con Bubu dando el toque gamberro a aquel momento. Mientras tanto, nos acercamos al salón donde Azu, la mamá de la novia,nos había preparado un precioso bodegón con los zapatos, arras, anillo de pedida, abanicos, pendientes y flores, muchas flores. Duró poco, pues los movimos por todos los rincones de la casa. El vestido era el protagonista: parecía enmarcado y tenía luz propia. Entre complemento y complemento se coló una bandera. Aquella bandera de España que bajó junto al novio en su salto desde 4000 metros para emocionar a Emma con la frase «¿Te quieres casar conmigo?». Una pedida de altura, si me permitís la broma.

Detallito por aquí, foto por acá y era la hora de ir a por el novio. Al entrar en la casa de Óscar, nos encontramos con Fofi, un gran amigo, que a nosotros nos demostró ser uno más de aquella familia. También estaban las peluqueras que hacían su trabajo con la dama de honor, los niños y por supuesto la madrina. Reyes, nos alegró mucho verte ¡con esa sonrisa que te caracteriza! Pero… ¿ y Óscar?. Algo curioso nos pasó, él era el que no había llegado de la peluquería. Al poco entró peinado a la perfección, bromeando con su amigo y directo a darse una ducha para refrescarse de ese calor que empezaba a aparecer. Entre tanto, nos asomabamos por las habitaciones para recoger el impactante vestido de la madrina, la llegada del hermano y la calma de los niños mientras veían los dibujos.

De repente, le vimos salir ya casi vestido y así comenzamos a hacerle fotos. Era el momento de dar los últimos remates en su habitación, llena de fotos de Emma y de un bonito coche rojo. Para ese momento, quién mejor que su hermano que se quejaba de que en su boda «nadie le había vestido». No todos tienen esa suerte, la verdad… Los gemelos, la corbata, el chaleco y … ¡alguien había perdido los zapatos!. O eso se oía por los pasillos, sí, los zapatos del papá del novio se habían escondido para poner la anécdota de la mañana. Entre todos hicimos los interrogatorios como si de una película de policías se tratase; ¿cómo eran? ¿dónde los vísteis por última vez?. Menos mal que se encontraban en un armario y todo salió bien. Eso sí, destacar la tranquilidad de Eduardo, el papá, ¡qué gusto de hombre!.

Luego tocaban las fotos de familia y mientras Óscar ya estaba preparado y algo nervioso comiéndose un yogurt… Emma comenzaba con uno de los momentos mas bonitos de la boda: vestir a la novia. Para ello se encargó otra de sus damas, Diana, que sería nuestra estilista en la boda: medias, liga, vestido, zapatos.. Todo colocado a la perfección y sin apenas dificultades. Entonces, apareció el padrino vestido de policía con un uniforme precioso que hacía aquel momento todavía más especial. Tocaban las fotos de familia, primero con el padrino, después con la mamá de la novia (en todo momento pendiente de nosotras) y luego la abuela María, un encanto de mujer que nos ofreció su casa y que valoraba nuestro trabajo como la que más. La emoción no se pudo contener, nos encanta.

Al poco llamaron a la puerta. Eran los sobrinos, el futuro suegro con zapatos nuevos y la preciosa cuñada que también era una de sus damas de honor. Fotos por aquí, más fotos por allá y derechitas a San Juan de Los Reyes donde ya nos esperaban. Llegando con algunos minutos, nos dío tiempo a preparar todo y oír las herraduras de unos caballos pisar la calzada, señal de que había llegado… ¡la calesa de la novia!. Óscar, que no podía estar mejor para la ocasión, la esperaba junto con su madre, una impresionante madrina con un vestido aguamarina y una mantilla colocada a la perfección. Llegaba el momento de dar el salto al vacío.

La entrada se hizo esperar pero qué maravilla de minutos esperando pues el rayo de sol que salía por una de las preciosas ventanas de San Juan, iluminaba a la novia como si de un angel se tratase. La música comenzó a sonar y la novia se acercó al altar tapada con su velo para ser desvelada por su padre al entregarla a Óscar. Una tradición que han querido conservar. Fue una ceremonia con más de una sonrisa de esas que no se pueden aguantar, con canciones preciosas de un coro flamenco que puso toda su pasión en cada letra, de miradas y de muchos abanicos. Al finalizar hicimos las correspondientes fotos en el altar y esperamos la ansiada salida llena de petalos y arroz. En es esta ocasión más de los primeros que de los segundos ¡menos mal!. Besos y achuchones para los recién casados e incontables turistas haciendo fotos… Y el tic tac del reloj pasaba… Nosotras ansiosas por lo que llegaba pues eramos las únicas que conocíamos la esperada sorpresa. Unas fotos rápidas en el claustro y derechos al Cigarral de las Mercedes. ¡Nervios ON!.

A la llegada aparcamos corriendo y entonces surgió una de esas relaciones de complicidad. El guardia de seguridad nos dijo que echásemos el coche para atrás y nosotras… En vez de arrancarlo le quitamos el freno de mano y lo empujamos. Fue el momento en el que toda la tensión de la sorpresa se transformó en carcajadas, ¡qué genio!. Cogimos las cámaras y salimos corriendo hacia un sitio secreto. Allí estaba la calesa con sus dos caballos blancos y Faraón, un precioso caballo negro azabache que tenía una papel muy importante. Iba a ser el primer ser vivo que bailase con la novia, sí sí, nada de marido, un caballo. Y no hemos visto nada tan mágico. Que nos perdonen los bailes de los novios pero es una historia preciosa y es que Emma cumplio su sueño y superó todos los miedos enfrentandose a un caballo impactante, no un pony, un buen caballo. La música era una bonita cancion dedicada a las madres. La emoción fue tal que no hubo lagrimillas, hubo llanto. ¡Qué bonito! ¡qué miradas hacia el caballo! ¡qué gran jinete! y qué impactados quedaron todos. Por supuesto, qué valiente la novia, no por el caballo si no por atreverse con algo tan original, por superar los miedos y por lo bien que baila. Es de admirar. Estamos seguras que además de nosotras, todos lo pensaron mientras ambos giraban en círculos siguiendo sincronizados la coreografía que tanto tiempo habían estado preparando. Mientras, todos los invitados, Óscar y las dos mamás se emocionaban en la primera fila. Precioso detalle que aprovechamos nosotras también para saludar a las nuestras a las que tanto queremos y de las que nos acordamos tanto en esa sorpresa.

Después había que recuperarse con un buen coctel dónde nos encontramos a nuestro amigo Carlos Muñoz, el mejor cortador de jamon de este mundo y de otros. Y nosotras que hacemos filetes… ¡Qué penica!. Bandeja por aquí, conversación con los que hacen posible que Las Mercedes quede así de bonita, fotos de grupo y a comer en dirección a la carpa. Pensabamos que se habían acabado las sorpresas por un instante…pero ni de broma. Los novios entraron con una preciosa cancion de Cèlin Dion entre aplausos y el calor de la gente, el brindis fue precioso, aqui ya empezaba la emocion pues nos encantó un bonito detalle de Óscar ya que se lo dedico a la gente y subió la copa para dedicarselo a aquellos que no estaban fisicamente, pero que los acompañaban de otra manera mas especial. Despues, tocaba relajarse, pero los gritos de un divertidisimo Fofi, «que vivan los novios», volvieron a hacer sonreir a toda la boda.

Riquísima comida, y entre plato y plato más sorpresas, esta vez una de Óscar a sus padres. Una que ni nosotras sabíamos y es que le nació la misma mañana de la boda. Les dio en petit comité sus dos medallas militares que tanto trabajo cuestan conseguir. Emocionante, los ojos del padre se empañaron y con serenidad y orgullo se fundió en un abrazo con su hijo, las lágrimas de la madrina brotaron mostrando la debilidad de aquella madre por su «niño». Un regalo lleno de significado donde nos emocionamos todos. Pero ésto no había acabado ya que Emma tenía otra sopresa para su ya marido, una foto de ambos con una frase que expresaba todo el amor que sentía. Menos mal que después nos recuperamos gracias a los nuevos gritos de «¡que vivan los padres y los padrinos!».

Era el momento de la liga, la corbata, y parte y solo parte, de los calzoncillos. Le hicieron un círculo y allí pasó de todo con la tijera, escapando por los pelos de algo más grave. Intentó aguantar pero, Óscar… Eran demasiados amigos. Así llegamos al postre y del postre a otra sopresa, esta vez antes del baile. En el césped esperaban «los amigos del patio» de Óscar, esos amigos que tienes toda la vida con los que te crias y por los que tienes debilidad. Un pequeño paracaidas esperaba sujeto por todos con el fin de mantear al novio, al novio y a algun otro amigo.. ¡Qué alegría da ver a los amigos de toda una vida formar esa piña!.

Después el baile coreografiado y donde se volvió a notar el cariño de la gente y entre la pareja. Baile con lo padres, y más baile…
Emma decidió que ya estaba bien y se cambió de vestido a uno más ligero para hacer especial el momento canción de grupo. Para todos hay canciones especiales que marcan pero la de este grupo titula este post. Cuando los novios entraron, todos empezaron a cantar a pleno pulmón “Cometas por el cielo”, en esta boda, todo era de altura. Una docena de aguerridos «hombretones» gritando y saltando en piña con La oreja de Van Gogh. ¡Y tan contentos!.

Después, unas sevillanas para rematar la fiesta. Y de las Mercedees.. A la Venta del Alma donde los novios dejaron todo preparado con puestos de chuches, llenos de detalles para el novio por parte de su mujer, y un lugar perfecto para acabar la noche. Al entrar fueron los que tiraron el confeti a los invitados para agradecerles su asistencia, empezando la segunda fiesta y donde habían aguantado los invitados de todas las edades. Acabamos llenas de besos, de Azu, la mamá de la novia que tanto nos cuidó y tan guapa iba, de María, la abuela mas cariñosa del mundo, de Domi, la impactante madrina y de infinitos invitados que nos demostraron su agradecimiento. Pero para agradecer ya estamos nosotras. Gracias por confiar en nuestro trabajo, por regalarnos tantos recuerdos bonitos de una boda, por emocionarnos de una manera especial, por la rica comida, y por hacer que la cámara se llene de momentos especiales.

Gracias a todos los compañeros con los que nos topamos en cada boda, como los de Wfilm con los que coincidimos en esta locura de trabajo que nos encanta.

¡Qué seais muy felices, pareja!

«Que os acaricien las estrellas cada noche al dormir»

Miramos el calendario y vimos que había llegado junio sin apenas darnos cuenta. Después de quedar esa misma semana con la pareja, Marina y Jesús y un cómplice padrino, Ángel, nos encomendamos al señor del tiempo pidiéndole alguna nubecilla y marcando el 18 con un corazón.

Con nuestra lista en mano, llena de secretas sorpresas, el sábado, los miembros del equipo nos reunimos temprano para vernos con el novio y su divertida familia en el Casco Histórico. Con el GPS como ayudante, llegamos casi sin incidentes entre esos callejones que aún, muchos toledanos no conocemos. Escondida en un rincón secreto, estaba la casa con patio toledano en la que se alojaban para la ocasión. Jesús nos recibió con su alegría de siempre y algunos nervios, atento y voluntarioso para ayudarnos en todo lo que pudiese. Y como estaban desayunando… quisimos grabarlo, por supuesto.

Fue un re-desayuno en el que poco a poco se iban soltando para olvidarse de esos 4 cámaras que jugaban al escondite entre ellos. Entre conversación y conversación, supimos que venían desde Reus, expresamente para la boda. «Un sueño muy corto» como decía la divertida madrina. Después, tocaba vestirse de gala aunque primero un poco de retoque en ojos cansados pues esa noche los nervios les mantuvieron despiertos. Mientras, tomábamos posiciones cerca de las ventanas de ese acogedor salón. Jesús no tardó en estar preparado para dejarse ayudar con algunas prendas por los tres miembros de su familia. Primero su madre, a la que nada tuvimos que indicarle. Los gemelos, los tirantes, las arrugas en la camisa, la corbata… ¡todo un terremoto de naturalidad! A continuación le tocaba al papá que echaba una mano con el reloj y con lo que hiciese falta. Con el gran calzador, en un periquete estuvieron los zapatos puestos mientras le llegaba el turno a Pedro, su hermano sin lugar a dudas… ¡no podían parecerse más!. Sus bromas y dificultades con la chaqueta nos dieron unas preciosas sonrisas a contraluz para cerrar con abrazo y palmadita en el culete de regalo.

Nos estaban quedando unas fotos tan bonitas que nos dio pena recoger y marcharnos pero aprovechamos el trayecto por las escaleras hacia el patio para las últimas fotos de familia… con bailes incluidos. Nos alejamos hacia el coche calle abajo mientras veíamos perfilada a nuestra espalda la torre de la Catedral: un rincón precioso que no olvidaremos.

Llegamos a casa de la novia a pleno sol y entrando desde ese bonito patio lleno de flores. Nos recibió Ángel con una sonrisa y sin nervios porque era «un día estupendo solo para estar felices». Marina estaba en el salón, rodeada de las chicas de maquillaje «Gema & Judith», entre brochas, botes de laca y alguna flor más que había enviado su futuro marido esa misma mañana. Estaba radiante sin todavía maquillar, relajada y feliz de que hubiese llegado el día.

Mientras terminaban con la novia, aprovechamos para colarnos por los rincones del hogar, para hacer fotos de su vestido y sus detalles, preparadas con antelación para nosotros. La casa se iba llenando y no solo de hortensias. Mayores y niños llegaban para ver a una deslumbrante Marina. Nosotros nos atrincheramos en el salón, donde la luz entraba como si no hubiera paredes. Su madre y su hermana Pilu fueron las encargadas de ayudarla con el vestido y los demás detalles: zapatos morados, pendientes y collar. Mientras se retocaba y se abrochaban los botones de la espalda (¡qué guerrita dieron!), el ramo salía fresco como una lechuga de la nevera y se escuchaban indicaciones de mil voces diferentes. Ya no faltaba nada, y con la emoción a flor de piel, hicimos algunas fotos de familia donde no podían contener las lágrimas. Los nervios habían llegado para quedarse y acompañarlos en el coche hacia la iglesia. Jesús la estaba esperando.

La subida a la Iglesia de los Carmelitas Descalzos la conocíamos pero se nos hizo un maratón. Las cuestas de Toledo multiplican las distancias y si no… que se lo digan a algunos invitados, que nos los encontrábamos parados para coger aire y poder llegar a la meta. Menos mal que llegamos vivos para ver a la multitud esperando en la pequeña plaza de la iglesia, saludándose y entrando poco a poco. En unos cuantos minutos ya estábamos preparados y un Jesús expectante veía como paraba el coche de época en la puerta de la iglesia. Con las notas del violín y el teclado, Marina y Jesús acortaron poco a poco la distancia hasta llegar al altar. Una preciosa mirada entre ambos que lo decía todo mientras miles de ojos les observaban. ¡Ya había llegado el momento!

A medida que avanzaba la misa, más nos gustaba: el párroco, Quillo, siempre tan divertido y cercano, esa luz y ese ambiente tan familiar de conocerse desde hace tanto tiempo. La música acompañaba a la perfección, y todos los invitados sonreían mientras el párroco contaba pequeñas partes de la historia de los novios. Lecturas, peticiones o cualquier momento era bueno para contarse confidencias y sonreír, para coger las manos de sus padres que tan felices estaban de verles. Una ceremonia donde el «sí, quiero» estuvo cargado de emoción y no importaba de donde fueses porque te sentías como en casa.

Cuando parecía que todo había acabado, Jesús se subió al altar para leer un discurso practicado esa misma noche hasta las tantas, y ¡pensaba que lo iba a leer del tirón…! La voz entrecortada, los suspiros, y la mirada fija hacia su mujer a la cuál agradecía todas sus vivencias, nos pusieron los pelos de punta. No se olvidó de cada miembro de su familia, de sangre, y política, ni de sus amigos a los que agradecía el estar allí con ellos en este día tan especial. Quienes se llevaron pañuelos acertaron porque hasta nosotras lloramos, menos mal que se oía a los compañeros decir… «aguantad chicas, aguantad», mientras a ellos también se les empañaban los ojos… Fue precioso, sincero y muy valiente.¡Un hurra por Jesús!. A la salida les esperaba la lluvia de arroz y la suelta de globos que las amigas habían organizado, un bonito regalo que dio un color especial al cielo azul y supuso el pistoletazo de salida para un montón de felicitaciones.

Después dimos un pequeño paseo con un sol de justicia, buscando rincones especiales y un poco de sombra para los recién casados. Una fotito por aquí y otra por allá… un beso, un abrazo…. Solo cosas fáciles. Casi sin tiempo, pusimos rumbo hacia nuestro próximo destino aunque antes de llegar al banquete, hicimos una parada en el Puente de San Martín, un enclave precioso muy preciado por la pareja. En el coche nupcial, una preciosidad de Coches Clásicos para Eventos con el que la novia sorprendió al novio, aunque bueno, todo debemos decirlo, fue ¡su suegro! el que sorprendió al novio… dentro de él, una infiltrada con una cámara. Entre bache y bache,. foto y foto, conversación, sonrisas, y más besos. ¡No queríamos perdernos ni un momento! Jesús y sus bromas nos hacían a todos sonreír, aunque con el buen rollo que había no era difícil. Tenían una complicidad increíble.

Llegamos al maravilloso Cigarral de Las Mercedes, tocaba una parte tan importante de la boda como es el cóctel, para refrescar y saludar a los invitados y donde nosotros podemos hacer algunas fotos de grupo con familiares y amigos y encima con Toledo de fondo. Una foto de proporciones gigantescas. Entre trocito de jamón, y picoteo rico rico llegaba la hora de comer. A la entrada a la comida, no hubo una sola persona que no bailase, en especial una madrina emocionada que rebosaba felicidad y alegría. La comida deliciosa, que agradecemos de corazón que nosotros también pudiésemos probar, los detalles…. ¡no paraban! ni ellos ni sus amigos y familiares. Aunque lo teníamos todo sobre plano, fue una sorpresa tras otra. ¡Que diversión de mesas! Sobre todo la de las tías y abuelas agitando los pañuelos, gritando y bailando. ¡Las mejores!. Después llegarían los regalitos… ¡también para nosotros! y al preguntar mesa por mesa que tal estaba resultando la boda,tampoco se olvidaron de la nuestra…

Cuando empezó la fiesta todo estaba preparado: photocall, pelucas y carteles, libro de firmas, polaroid… Pero el baile se hizo esperar. Por fin sonó un vals pero esta vez no vimos a la pareja empezar, fueron los padres con sus hijos recién casados los que paso a paso abrieron el baile, luego ya si. Jesús agarró a Marina de la cintura y comenzaron ese primer baile de casados que no debe acabar nunca. Las polaroid fueron un buen entretenimiento, foto a la sombra, sonrisas, y varios » ¿me la puedo llevar?», pero ¡no! no podían llevársela porque en la mesita de al lado había un precioso libro de firmas donde se pegaban las fotografías instantáneas y al lado se escribían frases tan bonitas como «Que os acaricien las estrellas cada noche «al dormir», Pedro un poeta. La gente bailaba, reía y charlaba fuera sentados en los sillones y viendo el relajante lago. La temperatura acompañaba para que ese día todo el mundo disfrutase.

El cariño de todos los invitados estuvo presente hasta el final, agradecer a Vicky que nos presentase a esta preciosa pareja, que nos hizo todo tan fácil. Y es que … “era un día estupendo solo para estar felices”.

Gracias Marina y Jesús por tratarnos como a uno más, por estar pendientes de nosotros en todo momento y por disfrutar como lo hicisteis. Eso no hay Photoshop que lo pueda simular y es lo más bonito que nos llevamos, y como queda escrito…»por días como estos nuestro trabajo tiene sentido». Nos alegramos de haberlo compartido con todos vosotros, todo: el antes y el después. ¡Qué seáis muy felices, nos vemos muy pronto!

Cerrado por boda

Toda la semana pensando en el sábado y, por suerte, por la mañana nos alegramos de que la lluvia que predecía el hombre del tiempo diera tregua a Manu y a Laura. Nosotras empezamos con nuestro rutinario «preparados, listos, ya»: traslados en coche y puesta a punto de cámaras y provisiones varias, bromas, alarmas y direcciones en mano. Y con todo ello nos fuimos a ver a Laura.

Al llegar a casa, ella aún no estaba pero sí sus padres, sus hermanas, Nico y la entrañable abuela Juana. ¿Alguna vez os hemos dicho que nos enternecen los abuelos? Son únicos. Entre preparativos, maquillajes de la mano de Mónica Dávila y una música muy marchosa, empezamos por los detalles que nos esperaban en toda la casa. En la última habitación se encontraba ese maravilloso y espectacular vestido de Vicky Martín Berrocal que aunque no llevaba bata de cola sí tenía una espalda de encaje que quitaba el hipo. Además, un bonito detalle que hacía homenaje a las amigas: un lacito de lunares que todas llevaban en algún lugar escondido. Homenaje también a ese aire flamenco que se respiraba en la casa. Al lado, unos zapatos azules, de tacón alto… y de Santino, la mejor elección para aquel vestido. Un conjunto impresionante. El timbre sonó y no podía ser de otra manera, ¡era la novia! Hora de maquillarse mientras finalizaban con Silvia, una de sus bonitas hermanas. El tiempo corría mientra apretaba el sol en el ventanal del salón, y aunque alguna ilusa creyó que el reloj estaba adelantado… ¡no!. Todo se retrasó así que esas prisas de las que nos deshicimos llegando tempranito, ¡volvían a la carga!. Unas cuantas fotos a esos eternos botones y a correr porque teníamos una cita ineludible.

Nos dirigimos a la iglesia de Santiago el Mayor dónde esperaba todos con una violinista, un piano y una hermosa voz. Hortensias perfectas, invitados nerviosos y unos niños de arras que debilitaban. Después de una ceremonia sencilla y las palabras del párroco, amigo personal de a familia, tocaba el arroz. Al principio no se atrevían a salir pero no había puerta de emergencia y acabaron riendo mientras les gritaban fuerte ¡qué vivan los novios!. A la salida esperaba un bonito coche clásico que pisaba asfalto debajo de un sol de justicia. En el puente de San Martín hizo un parón para inmortalizar, entre otras cosas, la flexibilidad de la espalda de la novia… ¡vaya besos de película!.

El cóctel, en el Cigarral de las Mercedes, tenía un encanto de cuento con árboles, piscina y Toledo de fondo ¿qué más se puede pedir?. Pues, por supuesto, un montón de fotos con los invitados que no paraban de dejarse caer por el improvisado photocall «made in Toledo». Besos, risas y montones amigos que nos hicieron pasar un rato entrañable. Poco a poco fueron quedándose solos para hacer el paseo hacia el banquete e inaugurarlo con un brindis y aplausos entusiastas. También nosotros pudimos disfrutarlo ¡muchas gracias Laura y Manu!.

Después de un rato agradable en compañía de los suyos, llegó el momento de la tarta. Una tarta de bizcocho, crema y fresas coronada por unas figuritas de ellos …¡de Lego!. Esta vez no se oía un «qué se besen» típico, esta vez añadían…»de tornillo», así que una vez más vimos esos besos de película especialidad de Manu. Sin embargo no era eso lo que nos rondaba la cabeza: teníamos un reto. Y no uno cualquiera, si no uno de Manu … la imagen final de la película de El Resplandor. Casi nada ¿eh?. Pero como nos encantan los retos, buscamos en momento y lugar perfectos entre bailes en la discoteca, fotos multitudinarias por aquí, saludos a cámara por allá… y fue después de lanzar el ramo cuando pudimos con toda la logística… ¡CLICCCCCC! y ¡Hechoooo!.

La gente se lo pasaba bien y nosotros lo notábamos. Nos fuimos de allí con risas y el equipo feliz. Muchas gracias por confiar en nuestro trabajo, ¡ha sido un placer estar allí!.