Santa Leocadia

Te quiero porque sos mi amor, mi complice

El día amanecía entre madrugones, cuerdas, casualidades numéricas, colorines y pelucas y, como siempre que empezamos, sonrisas y nervios.
Nos dirigimos primero a la casa del novio, los vecinos ya nos conocen pues somos las que solemos llamar al del al lado… Pero Fernando fue nuestro GPS, con una voz que tiene que transmite tanta paz… que cosas… ¡cuando debería ser todo lo contrario!. Al llegar a la casa nos esperaban los padres, tíos y hermana del protagonista del cuento. Alto, elegante y deseoso, se encontraba en un bonito salón donde descubrimos hobbies e historias que Fernando entre preparativo y preparativo nos iba contando. Con el tic tac del reloj nos dimos una carrera al coche, sin abrigos,sin chaquetas y casi sin las cámaras. Salimos pitando a ese complicado lugar toledano donde aparcar es una odisea, aunque nosotras… ¡nosotras arriesgamos! La casa de los novios nos esperaba y allí se encontraba la novia, Nuria. Preciosa, atrevida, detallista y un poco nerviosa, no era para menos. Ella ya había terminado pero ¡sus acompañantes no! Por fin la vistieron amigas, hermana y madre. Los pendientes de la abuela,gran detalle, fuera las pulseras de colaboraciones, y bienvenidas las nuevas que eran regalos de la gente querida,. Todo controlado.

Corriendo al coche bajamos a Santa Leocadia y entre cuestas íbamos pensando en cómo sería nuestra siguiente foto. Los invitados llegaban a la puerta de la bonita iglesia, destacando las miradas nerviosas hacia la empinada cuesta porque… ¿dónde estaba Nuria? Sabíamos de primera mano que la novia estaba lista, así que sonreíamos al oír bromas sobre un posible plantón y fuga. Las notas de Juego de Tronos no ayudaban. Del brazo de su padre y con los acordes del dúo de cámara, se acercaba esa preciosa novia con un laborioso tocado hecho por una de sus infinitas amigas, y con el color rojo en sus labios y uñas que simbolizaban la pasión y la dulzura. Pasito a pasito y ante la atenta mirada de sus familiares y amigos se iba acercando a su amor, su cómplice.

Como punto curioso, las niñas de las arras y los anillos eran más altas que las fotógrafas, no es difícil en cualquier caso, ¡pero es que tenían 16 y 18 años! Eran las sobrinas de Fernando que como todo el mundo nos decía, son su debilidad.

La ceremonia transcurría con alguna lágrima de emoción, las lecturas para recordar a ese papel tan importante y precioso: el de los abuelos. No faltó más de una mirada donde las palabras sobraban, alguna sonrisa y las manos siempre unidas. Sencilla, como ellos. A la salida, les esperaba, bueno, nos esperaba a todos, un arroz bomba, bomba por la manera de tirarlo y de explotar en nuestras cabezas, oídos y ¡hasta dientes! Abrazos, muchos besos, fotos para enviar por whatsapp, felicitciones… Y por fin pudimos estar con ellos en las maravillosas calles de Toledo.

Aunque el sol nos estaba alumbrando de manera cenital, también nos regalo preciosos rayos de luz para destacar no los labios rojos de ella… si no los de él!!! Fernando te regalaremos toallitas desmaquillantes pues las necesitas tú mas que la novia!! Inevitable, el amor hay que demostrarlo.

La vida, a veces, da regalos en el momento justo para hacer todavía más especial ese recuerdo. Así ocurrió mientras íbamos al coche. Un grupo de mujeres árabes, emocionadas por verles, hicieron bailes y el impactante zaghareet que es un cantico para expresar alegría y desear suerte a los novios, los pelos de punta. Fue precioso…

A la bajada de las callejuelas nos esperaba Jaime, el conductor de un precioso Mercedes que nos facilito muchas cosas y al que recomendamos sin ninguna duda. Nos siguió, le seguimos, nos pitó, les saludamos, y todo con un objetivo enfocando, claro. Llegamos al puente San Martín, siempre punto de encuentro y estampa imprescindible. Como imprescindible también es tener cuidado al aparcar cerca de las alcantarillas porque al salir del coche las ves, al entrar al coche, te ve el resto de la gente caer. Gajes del oficio.
Rumbo al Cigarral del Ángel donde nos esperaba ese paseo tan impactante de cipreses y piedra, aparecían las manitas de los novios saludando por la ventana. ¿Cómo son tan ricos?

Era el momento de abrir los oídos y estar atentas para escuchar el mítico «¿nos haces una foto?”. Nuestra cámara no dejo de disparar a los invitados y a los novios de allí para acá, ¡qué bonita arma llevamos!

Antes de entrar en el salón, Nuria y Fernando compartieron con sus invitados una suelta de globos que, por un momento llenó la terraza del Ángel de color y después, el cielo. Un momento lleno de significado que encantó a todos.

A la hora de la comida un poco de paz para disfrutarse el uno al otro. Pero… las sorpresas no pararon: un par de cumpleaños, un bonito ramo para la hermana, regalos… Y esa poesía que se oyó a través de la voz de Nuria, bueno, más bien a través del corazón de Nuria y que hizo sacar los clinex por todo el salón. Te quiero porque sos mi amor, mi cómplice….

Hora del baile, y ¡madre mía qué de baile! Invitados por el suelo haciendo brakedance, otros casi mejor que Michael Jackson, las amigas con una coreografía multitudinaria y para rematar la celebración, ¡la novia pinchando! Pudimos confirmar, ya sin temor a equivocarnos, que Nuria y un micrófono… ¡son un buen equipo!.

Muchas gracias por confiar en nosotros, por vuestra calma y vuestros nervios, por las sonrisas, las lágrimas y la voz.

El paseo de la fama

Menos mal que llovió la noche anterior porque si no… nos derretimos. En eso íbamos pensando mientras apagábamos la música del coche y poníamos pies en polvorosa hacia el portal del novio.
Saúl nos recibió como corresponde: con tranquilidad, bromas y en pijama para huir del calor y dándonos la oportunidad de fotografiar todo el proceso. A cada prenda que se ponía, una broma le salía. ¡No tiene remedio! Flotaba en el ambiente la nostalgia y la alegría, los recuerdos nuevos y los antiguos.

Cristina no se quedaba atrás y nos esperaba para estrenar su precioso vestido de encaje. Algarabía, una luz mágica y un brillo especial en su mirada delataban la alegría contenida por la llegada del gran día.

En Santa Leocadia esperaba el novio y algunos invitados, que iban llegando poco a poco, mirando el reloj para contar los segundos. La novia llegó en su coche de época tan puntual que ¡casi se adelanta a los propios invitados! Pero al final todo quedó a las mil maravillas y la ceremonia los convirtió en marido y mujer. Con emoción pero sin nervios, con calma, como el que hace tiempo que lo tiene asimilado. Todo había cambiado pero no la complicidad en la pareja, de la que hicieron gala al pasear por el casco. Toledo se ponía sus mejores galas y los transeúntes los miraban embobados desde Zocodover hasta la Catedral, arrancando buenos deseos y exclamaciones a su paso.

Una fugaz parada en el Valle para ver caer el sol, unos besos y unas risas, y de camino hacia el convite en el Hotel Beatriz con sus invitados y los preciosos momentos que no habían hecho más que comenzar. Fueron los protagonistas del brindis con Coca cola entre luces y pequeños adornos de lo más delicados, posando para las fotos, recibiendo felicitaciones y refrescando de vez en cuando la garganta ¡qué falta hacía!. La pieza musical más especial la protagonizó un sobrino de la pareja, dedicándoles a todas las mesas su aprendizaje autodidacta con el teclado.
Después tocaba mover el esqueleto y Divinevents, como siempre, no falló en poner la música que más animaba para la ocasión. Un vals sencillo pero preparado abrió una noche larga y divertida que nos enseñó la mejor cara de la vida, la alegría sin subterfugios y las ganas de que empezara con un rato inolvidable.

Pies descalzos, zapatillas y monos de flores… nuevas formas de darlo todo. ¡Nos lo apuntamos para nosotras!

Muchísimas gracias pareja por confiar en nosotras, abrirnos las puertas y tratarnos con tanto cariño y respeto. Gracias a todos los que estuvisteis, por pasarlo tan bien en todo momento y hacernos reír. Así es muy fácil hacer fotos.

Sed muy felices.