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Creíamos que nos había pasado de todo pero no. Nunca dejáis de sorprendernos.
Nos gusta decir que una peluca azul nos unió. Y después de eso, muchas más cosas han ido sumando puntos con esta bonita pareja que nos emocionó y de qué manera.
De primeras, la casa de Adriana era un laberinto de portales, donde veíamos todos los números menos el de la protagonista del cuento. Sin embargo, no tardamos en encontrar lo que buscábamos: la novia, con una tímida sonrisa, nos abrió la puerta al lado su madre y su abuela, que acababan de llegar de la peluquería. Después de ajustarse ese liguero que siempre nos da quebraderos de cabeza, fuimos juntas a ver el precioso vestido que colgaba nada más abrir la puerta del dormitorio y que hacia juego con el impactante recogido que tanto favorecía a la novia. Todos se preparaban, no parecía haber nervios pero los minutos del reloj no dejaban de pasar, se oían preguntas muy típicas en aquellos momentos, ¿ Cariño, has visto mi corbata? ¿Dónde está el ramo? ¡Mamá el velo!
La luz de este octubre nublado y lluvioso se colaba suave por la ventana y nos mostraba miradas, gestos entrañables, y mucha confianza. Después de fotos de detalles y bonitos retratos a contra luz, era hora de colocar el velo. Una tarea de nuevo para las mujeres de la casa, tres generaciones que trabajaron en equipo y con la mayor delicadeza. Tampoco tardó en llegar el papá con el ramo de la novia para poner la nota de humor y sumar con sus bromas. ¡De margaritas decía que era!. Padrinos así, los quiere todo el mundo! Unas cuantas fotos aquí y allá, algunas en familia y… era hora de ponerse en marcha hacia la Iglesia. A pesar de irnos echando de menos a su precioso perro Bruce, nos alegró saber que estaba en buenas manos.
La lluvia parecía querer caer en aquella preciosa puerta de San Juan de los Reyes donde se encontraba Adriana con su padre a la espera de oir los violines que le cedian la entrada por aquella alfombra roja. Al final de esta, un apuesto novio que contaba los minutos del reloj.
En la ceremonia hubo lágrimas, muchas, la emoción se notaba en cada frase entrecortada, en cada suspiro y cada mirada a aquel techo que compite con el mismo cielo. Las palabras del sacerdote hacían recapacitar a cualquiera, pues fueron más allá de una simple misa, y por supuesto los pañuelos brotaban de bolsillos y bolsos como si de magos se tratase.
Pero no solo las personas se emocionaron, también lo hizo el cielo. A la salida les esperaba el arroz que habían tintado y secado con el mayor mimo para que, hasta eso, también fuese especial. Arroz y confeti y una estampa de película entre paraguas y turistas que no perdían detalle de la escena. Nosotras felices, encantadas. Rápido apareció un precioso paraguas para cobijar a la novia que ofreció un huequin a todo el mundo. ¡Pero… Sánchez de Rojas, se moja! 😛
Nuestros pasos se encaminaron a aquel increíble Claustro donde las miradas no cesaron, al revés, la gente se paraba sin ningún miramiento para fotografiar a los novios. Piropos y felicitaciones en todos los idiomas y en cada esquina de aquel mágico lugar.
Próximo destino ; El puente San Martín, más bonito que nunca, toledano puro y con pinceladas londinenses para acoger besos y sonrisas tímidas de los novios.
Y por último esa silueta de la capital imperial en el Parador, donde acabamos tomándonos unas ricas aceitunas y unas coca colas en compañía de los novios y los amigos, ya conocidos nuestros de bodas anteriores. Íbamos con tiempo de sobra pero la novia bastante aguantó con el vestido y el velo mojado, así que era momento de quitárselo.
El cóctel empezó con una buena traca que prepararon los amigos en la Venta de Aires. Los reflejos del agua y la luz en el suelo de aquel patio, lo hacían todavía más acogedor. Mientras la gente estaba distraída entre aperitivo y aperitivo, nosotras preparabamos con todo el cariño el photocall. Ya sabemos que las pelucas son importantes para Jose.
Tras el cruce de unas salas, el salón nupcial. Todo cuidado hasta el mínimo detalle. Ramos de flores para las mujeres principales de la familia, notas de agradecimiento en cada cubierto de los invitados, y chapas divertidas que acabaron en todos los trajes. Y cual fue nuestra sorpresa, que después de fotografiar todo aquello, nos dimos cuenta que estábamos sentadas en una mesa de invitados, con nuestro nombre en el sitting planing, nuestra chapa, nuestra nota, y todo aquel cariño que pusieron en nosotras.
Esta vez la emoción y las lágrimas fueron nuestras.
Durante toda la cena se oían canciones de los “chipirones” y las “medusitas”, ¡vaya cóctel de mar que tienen como amigos!. Las copas y los platos sirvieron de instrumentos y “que bote…que bote…” fue una gran canción… yo sé de una que tuvo que botar también llena de vergüenza. Pero lo especial de la cena no había llegado. Conexión con Guatemala. La tia de la novia estaba lejos, pero gracias a las nuevas tecnologías la lejanía es inexistente si uno quiere.
Llegó la tarta, el corazón de los invitados paró por un momento, se estaba oyendo la canción de Juego de Tronos, y sí! La espada tenía nombre propio, Garra. Después de aquel momentazo, la gente se impacientaba por la fiesta que se inaguró con música que todo el mundo sabe tararear. Aerosmith tenía una canción para el deleite de todos. Un baile que se convirtió en susurros al oído y la voz a pleno pulmón.
Los invitados pusieron todo de su parte; abrió el baile un abuelito bailongo que no soltaba el bastón y que tenia mas ritmo que cualquiera, a partir de ahí… ningún invitado paró!
El photocall reinó en todo momento, hasta la abuela de Adriana se animó con un par de pelucas y algún que otro sombrero. El baile de grease fue uno de los mejores, pues los novios se caracterizaron a la perfección con peluca rubia y pelo rizado a lo afro. No tienen limites.
Después, nos sentimos uno más, gracias a los invitados y a los novios que nos acogieron en su baile y que casi nos quitan la cámara de las manos para que nosotras también disfrutásemos de su día, pero ellos no eran conscientes de que disfrutamos desde el primer momento en que vimos a Adriana.
El primer agradecimiento es para María y Borja, una pareja por la que sentimos debilidad y a la que tenemos que agradecer públicamente que nos ayuden tanto a crecer y habernos presentado a esta pareja. Dios los crea…
G-R-A-C-I-A-S a Adri y a Jose por tantos y tantos detalles , por vuestro cariño, por estar a gusto ante la cámara, por las risas bajo la lluvia, las muecas y los bailes. Gracias por cuidarnos y tratarnos como a uno más, por vuestra emoción, por acordaros de nosotras y hacérnoslo saber, y por las preguntas de preocupación a las que contestamos SI, si lo pasamos genial, si comimos bien,muy bien, y si estuvimos a gusto, muy a gusto y muy felices. Nos ha llegado al corazón. Sois geniales. Ojalá os encante nuestro trabajo tanto como a nosotras nos ha encantado cubrir vuestro gran día.
Gracias