14
Lo bonito de trabajar en uno de los días más importantes de alguien es ver como todos esos planes que nos cuentan sobre el papel, cobran vida y se hacen reales rodeados de la gente que les quiere. Incluso lo mejora llegar a formar parte de ese día como invitado de una amiga más que especial y poder retratar los primeros momentos de emoción. Y es que Belén y Javi son amigos y eso hace que el trabajo tenga otra dimensión.
Esta vez nos tocaba hacer algo especial, demasiado especial. La novia era una de esas personas que han crecido y compartido todo contigo, que han llorado, han reído, de esas que guardan tus mayores secretos. Se iba a casar con su media naranja, o media langosta como dirían en nuestra querida y mítica serie Friends. Sí, un apuesto y alto, muy alto hombrecito, había conquistado el corazón de nuestra amiga a través de canciones y correos que, parece que fue ayer, rememorabamos en el coche emocionadas y nerviosas…canción 33 Brown eyed girl. Nadie mejor que él para ella. Los nervios abundaban más dentro de nuestra cámara que en la propia novia. Y tras llamar a un portero que no era, típico, alguien nos abrió esa casa llena de peques y acento argentino. Y allí estaba, tan natural como siempre mientras la maquillaban para el momento más especial de su vida. Mientras tanto…cuatro sobrinos llenos de energía recorrían por la casa en busca de su «pistola» que así llamaban ellos a su consola, ¡Menudo susto en el aeropuerto cuando se la pidiera a su madre! Hermanos y padres salían de una habitación a otra en busca de todos los completementos para ir a la perfección: ccorbatas, pamelas, gemelos…y el tiempo pasaba entre juegos y sonrisas. Después, ese momento que todas las amigas habíamos intentado adivinar; el vestido que, como decía la novia, no nos esperabamos. ¡Menuda espalda amiga! que preciosa estabas, que preciosa y que preciosa. A tu amiga no se le pasaba otra cosa por la cabeza. Y seguro que al resto, tampoco.
Mientras tanto, veíamos como a la Parroquia de Santiago el Mayor iban llegando gota a gota los invitados que hablaban en la entrada, como colocaban las flores en su lugar y del silencio tranquilo se pasaba a una burbujeante actividad. Entre una nube de niños que venían a visitar la iglesia, vimos aparecer a Javi con paso tranquilo y una gran sonrisa. Desde que subió la escalera no dejó de ser abrazado por los invitados más madrugadores mientras nos decía «que esto no estaba tan mal». Sonrisas a contrarreloj mientras los paipais volaban para lo que estaba por venir, que era un calor más que agradable.
Entre foto y foto y mientras Javi esperaba al resto de invitados…, más detalles, esta vez tocaba el velo, un momento tremendamente importante porque no siempre se tiene el privilegio de terminar de vestir a una amiga . El reloj no dejaba minutos para nada más,asi que tocaba recoger mochila, hacer las últimas fotos en familia y dar ese achuchon a la novia donde se decian mas cosas que con palabras.
La llegada de la novia pilló a los más tardones entrando a la parroquia, por lo que el novio tuvo que avisarles con un «¡todos para dentro!» que rápidamente despejó la zona. Con Belén saludando nerviosa desde el coche junto a su padre, esperamos un poco por unos gemelos perdidos (uno de esos contratiempos de última hora) y mientras tanto, como quien no quiere la cosa, vimos un poco de magia aparecer en el momento en el que se vieron por primera vez. Javi se acercó al coche y a través de esa ventanilla bajada a medias con solo una preciosa mirada se dijeron muchas cosas. ¡La emoción estaba servida! Después, la ayudó a bajar del coche mientras Belén se colocaba y contenía los nervios como había prometido que haría… ¡sin llorar! aunque no fue por falta de ganas.
Primero el novio y la madrina llegaron al altar para esperar allí a la novia y al orgulloso padrino que recorrieron el pasillo a contraluz saludando a todos. El haberse visto fuera no quitó ni un ápice de dulzura en esa mirada de reencuentro. Las palabras del novio dando la bienvenida fueron el comienzo de una ceremonia preparada a conciencia en la que participaron muchos de los presentes, algunos con la voz estrangulada al subir al ambón. La música fue su compañera con esa alegría que nos encanta percibir y que iba intercalándose tras las palabras y los momentos más importantes. La sensación de estar justo donde uno quiere estar en el momento del «sí, quiero», nos puso los pelos de punta. Estaban en casa y es que efectivamente la Parroquia de Santiago el Mayor es un hogar.
Tras las fotos generales de familia, enfilaron el pasillo y se abrieron las puertas. La salida fue algo accidentada porque el arroz vino acompañado de algún que otro tubo de confeti explosivo que recibió Javi sin esperarlo. Cuidado, ¡qué tienen potencia de fuego! Aún y así, no dejaron que se estropeara el momento y acabaron llenos de arroz y abrazando a los suyos a manos llenas. Por fin podían acercarse a ellos uno por uno para felicitarlos ya como marido y mujer.
Aunque la ceremonia se había alargado, aún nos dio tiempo de hacer una parada en el Puente de Alcántara para unas fotos y unos clips en pareja. Con esas bonitas vistas del casco y del Tajo, el sol de justicia nos alegraba el momento y es que en toda la semana no había hecho más que llover a cántaros. Con todos pendientes del hombre del tiempo, el día no podía salir más bonito para este raro mes de julio.
Nos contaban que justo unos años atrás estaban paseando ese mismo día y a esa misma hora por la zona… ¿con pantalones largos? Entre anécdotas como esa, fuimos paseando, parando, buscando rincones (mejor si eran a la sombra) para pedirles algún beso robado, aunque no hiciera mucha falta. No necesitaban mucho consejo para abrazarse y hasta los «casi besos» los hacían con prisa. Sin poderse aguantar ni la risa ni los besos. Después de unas cuantas fotos más, nos fuimos con la imagen de la espalda de Belén, porque con ese vestido…¡era para lucirla! 😉 Ya les esperaban en el Restaurante Asador Las Nieves para comenzar con la siguiente parte: la fiesta de boda.
Siguieron la alfombra roja y llegaron a la entrada mientras la gente les ovacionaba al bajar la escalera que llevaba al cóctel. Y desde que pusieron sus pies en el último escalón, no hicieron otra cosa que aprovechar el tiempo de relax, ya con los nervios olvidados en la parroquia. Aprovecharon también para hacer todas esas fotos de grupos que quedaban pendientes ya que todo el mundo quería una con los protagonistas. Y había bastantes, ¡a cada cual más grande! Entre picoteo y refresco, nos colamos en el salón para hacer fotos de la sorpresa que les esperaba a cada invitado en su asiento. Nos lo había chivado un pajarito y nos encantaron las reacciones de la gente al abrir aquí y allá ese sobre misterioso.
Ya con todo el mundo dentro, empezó a sonar la música y entraron ellos serpenteando y bailando entre los aplausos y pañuelos girando en el aire. Otro momento para enmarcar que acabó en la mesa 10 con esos ramos a dos amigas especiales con los que Belén quería tener un gesto de cariño entregando dos mini ramos. Fue un momento muy especial cargado de significado que acabó con muchas lágrimas de emoción pues no se lo esperaban. El banquete fue tranquilo y muy agradable, con luz entrando por los ventanales y las conversaciones y la música adornando la comida. Nosotros tuvimos también nuestro rincón de operaciones, cosa que les agradecemos muchísimo. Ambos saben lo importante que es trabajar así de bien. Pasaron los minutos y llegó el postre junto con una señal invisible junto con algunas amigas de Belén (nuestra Amanda incluida) bailando y sujetando regalos mientras se paseaban hasta la mesa nupcial. Cada uno con un mensaje, una broma o un detalle especial que les hizo sonreír y también llorar. Todo es poco para crear recuerdos, como ese abrazo en grupo donde había más de una lágrima.
Los hermanos empezaron a pasar por las mesas entregando regalillos y puros, mientras Belén, Javi y los padres de ambos aprovechaban ver qué tal estaban sus invitados ya en la sobremesa del café. Algunos fumando fuera, otros con los preparativos del «candy bar» y los disfraces para la fiesta, los niños jugando los primeros en la pista de baile… Había llegado el momento que más nervios le producía a Javi… la apertura de la fiesta con su vals… ¡y salieron vivos! Después de compartir unas vueltas con sus padres entre risas, a una señal el tranquilo banquete pasó a llenar la pista de baile con pequeños, medianos y mayores. No podemos desvelar nada de lo que sucedió después pero dimos fe de algún desmelene, una conga y un manteo sorpresa del novio que nos encantó presenciar. ¡Cómo nos gustan los invitados gamberros!
Gracias a todos por hacernos nuestro trabajo lo más fácil posible, por las palabras de ánimo y sobre todo a Belén y Javi por pensar tanto en que también nosotros estuviéramos bien, en un día con tantas emociones para ellos. Pero sobre todo gracias por elegirnos para ese día, el más especial, y dejarnos contarlo. Fue todo un placer llorar y sonreír con vosotros. ¡Qué seáis muy felices!
06
Este sábado, bien temprano, ya estábamos preparadas para una nueva boda. ¿Qué sorpresas nos depararía? Y es que, aunque la pareja tenga todo organizado siempre hay pequeños detalles que cambian al vivirlos. Y en más de una ocasión la emoción, en este caso, se presentó sin avisar.
Tal como teníamos en la hoja de ruta, llegamos a casa del novio en primer lugar. Nos recibió con pantalón de traje y sudadera, con una gran sonrisa y muy dispuesto. Nos encantaba el ambiente de la casa: traquetreo de primera hora de la mañana, luces a medias y la calma expectante que avecina un día importante. Con la muralla del casco de Toledo asomando por la ventana, los muebles de madera y los rincones familiares no podíamos tener mejor escenario.
Cuando llegaron el cuñado y los niños en pijama se nos rompió un poquito el corazón. ¡Qué bonitos! Y es que tenían que estar preparados para acompañar a la novia como niños de arras con la ropa que ya les esperaba sobre la cama. Con mucho cariño, su padre les fue vistiendo con un poco de ayuda mientras hablaban de la fiesta de Halloween de la noche pasada. Está visto que son días de muchos compromisos…
Mientras tanto, el papá de la familia ya estaba listo y se paseaba por la casa. Cuando Lucas y Clara estuvieron arreglados, todos nos enamoramos pues eran “un príncipe y una princesa” como bien decía su padre. La cocina se presentaba como un set de belleza donde la maquilladora tenía desplegado su arsenal. Allí la madrina terminaba de darse los últimos retoques con los niños y demás miembros de la familia revoloteando de vez en cuando. Poco tiempo después llegaron los hermanos de Carlos y pusieron otro punto de emoción. Él, ya de traje completamente, solo necesitaba un par de manos para ayudarle con la corbata y los gemelos, y allí estaban su familia para echarle un cable. No se nos olvida la pregunta a Lucas: – ¿Te gustan los gemelos? – y su carita de circunstancias. ¡Sinceridad ante todo!
Y así empezaron algunas fotos de familia de más pequeña a más grande y siempre con Carlos como protagonista. Con sus padres, con sus sobrinos… Y alguna guasona de los hombres la casa. Cuando su hermana estuvo preparada y se acercó para las fotos de familia hubo otro de esos momentos para recordar… y es que la cara de su marido al verla fue un poema, pero poema de amor. ¡La cámara tenía que capturarlo!. Bonitos recuerdos de risas y abrazos que llenaban el salón. Unos cuantos clicks más con los hermanos y la familia al completo… y ¡suena la alarma!. La penúltima foto (como nos gusta decir) desde la calle para fotografiar el balcón de madera y la despedida de Carlos… y ¡andando al siguiente destino!
La llegada curiosa a casa de la novia pasará al libro de petete de las casualidades y es que llegamos al número 1 que nos indicaba el GPS y sí, había un señor con traje y corbata en la ventana. Nosotras muy felices le saludamos pero resultó no ir de boda. Eso sí, su amable ayuda nos vino muy bien. Aparcamos en la casa de la novia pocos minutos después y allí en el coche dejamos nuestros nervios. Menos mal porque Virginia… ¡ya llevaba los suyos puestos!
Allí el jaleo estaba servido y de eso nos dimos cuenta cuando un perrito nos daba el saludo en la puerta de la casa. Subimos la escalera y conocimos a toda la familia: padres, hermana y tíos de Virginia. De ella lo primero que vimos fue su llamativo pelo rojo ¡preciosa!. Y eso que aún estaba sin maquillar. Por eso, aprovechamos para fotografiar esos momentos, acompañadas de su tía, su hermana, su madre… ya que a todas les tocaba pasar a darse unos retoques o a prepararse el peinado. Los sobrinos ponían la energía, teniendo al abuelo pendiente de que se entretuvieran con todos los dibujos que ponían en la tele en ese momento y, a ser posible, no se mancharan los trajecitos. Después hicimos algunas fotos a los detalles y a los vestidos, todos colgados arriba en la buhardilla.
La habitación de maquillaje y peluquería nos regalaba momentos muy bonitos y miradas de sus familiares desde la puerta. Y aunque Virginia no quería, ver de gala a su madre, a su hermana y a su cuñada casi le hace llorar…¡Casi! pues el maquillaje estaba a punto de concluir. La cosa no llegó a tanto y a medida que pasaban los minutos y nosotras nos movíamos de arriba para abajo, poco a poco la novia iba estando lista. Nos entretuvimos con los peques, revoltosos como son los niños, los anillos, las arras, el arroz, los pendientes, el ramo… Algunas de esas cosas, con una historia muy muy reciente.
Con el tocado en su lugar, era el momento del vestido palabra de honor que esperaba en la buhardilla y que su hermano y su madre bajaron a cuatro manos. Ya solo las chicas de la casa y su hermano le ayudaron a vestirse en su antigua habitación siguiendo los pasos que les habían aconsejado. Primero lencería (especial y coqueta),y no la tentemos que «soy muy exhibicionista» decía entre risas la princesa Elsa, como la llamaban sus sobrinas…Después, las medias, cancán, vestido … capas y capas para, al mirarse al espejo verse ella misma guapa, ¡GUAPA!. Y allí la emoción también estuvo presente porque ya estaba lista, porque era el día de la boda y todos los sentimientos estaban a flor de piel. Hermana y mamá se abanicaban para evitar las lagrimitas mientras le recomendaban llevar el velo y la estola. Después de que nos sonara la alarma, hicimos unas fotos en familia y nos fuimos pitando hacia la Iglesia de Santiago El Mayor, un lugar que conocemos muy bien.
La suerte seguía de nuestra parte y el tiempo mejoraba por momentos. ¡Quién diría que era una boda a últimos de octubre!. Por eso la gente iba llegando, charlando en la puerta y disfrutando del momento mientras iban poco a poco entrando en la iglesia. Dentro ya estaba Carlos a pie de altar con su madre, pendientes ya de la llegada de Virginia. Y cuando sonó la música no existía nada más que ellos dos. Una bonita y emocionada mirada que hacían sobrar a las palabras.
Esa sencillez tan elegante de esta iglesia mudéjar era otro complemento. Decorada con flores y velas, le dio un ambiente muy acogedor. Palabras sencillas donde no faltaron miradas de complicidad entre ellos a lo largo de toda la misa. Para animar el momento, la pandilla de niños de arras tenían ganas de jugar y allí tuvieron que ir los hermanos de los novios a poner orden y paz porque solos eran un peligro. En esa tesitura avanzó la ceremonia con las lecturas de amigos, madrina, primo, sobrino… de gente toda importante para ellos. Y después con unas frases, se dieron el «sí quiero» y al firmar fueron oficialmente marido y mujer. Ahí es nada.
A la salida tuvieron arroz, besos y abrazos, todos en grandes cantidades para equilibrar. Buena temperatura, sol y su gente a su alrededor ¿qué más se puede pedir?. Cuando todo se calmó, fuimos a nuestro siguiente destino, una invitada muy especial: la Virgen de La Estrella. La visita a la Ermita de La Estrella fue corta pero muy emotiva. Algunos invitados fueron testigos de cómo ambos se acercaba al altar y Virginia entregaba un ramo de flores con lágrimas en los ojos. Mientras, todos le cantaban a la Virgen y se nos ponían los pelos de punta. Un detalle precioso de ambos que tiene historia y que le da un cariz diferente. Allí aprovechamos para hacer las fotos de familia ya con el arroz en el pelo, cosa que dicen da buena suerte.
Entre la ceremonia y el cóctel, nos escapamos los cuatro por Toledo. Nada formal ni de DNI, porque ya se sabe que cuando más agusto se encuentra uno, más auténtico aparece en las fotos. Poquito a poco llegábamos al Puente de San Martín para ese bonito paseo de charlas y anécdotas que han vivido en las casas o en la ceremonia. Disfrutaron de su coche clásico, ruego de la novia. Y aunque no fue el protagonista dio mucho juego. A partir de ahí, solo un paseo en el que nos contaron confidencias, en el que supimos el porqué de la Virgen de La Estrella y en el que hubo graciosas coincidencias amorosas. También comprobamos a la sombra de un árbol que sus besos… ¡no tienen fin!. Era peligroso pedirles uno y eso nos hacía reír a todos. ¡Cómo nos encanta! y además… con unas vistas de Toledo tan impresionantes como las que teníamos. Octubre, cielos azules y calorcito. Sorprendente.
La llegada al jardín del Restaurante Asador Las Nieves donde sus invitados ya les esperaban, arrancó un aplauso general y desde el minuto uno ambos disfrutaron de todo aquello que habían estado organizando. Era momento para el relax y para hablar con sus invitados, algunos de los cuales ya iban descalzos, abandonando los tacones entre el césped. Entre conversación y conversación hicimos algunas fotos, sobre todo con aquellos que no habían tenido oportunidad, que aún eran muchos. Entre ellos, muy especialmente los abuelos Gregorio y Ricarda que estaban pasándoselo pipa. Y poco a poco, bandeja a bandeja, cerveza a cerveza… el tiempo fue pasando en buena compañía para ir abriendo el apetito. Con un casi manchón de vino al traje de la novia, algunas otras cámaras y móviles acompañándonos de foto a foto y ganas de todos ellos por estar con los protagonistas, se acabó el cóctel y se despejó el jardín. Era hora de pasar al banquete.
En el momento en el que sonó la música, entraron por la puerta los nuevos esposos flanqueados por sus padres. Todos cogieron su copa y brindaron mientras Alejandro Sanz cantaba aquello de «Desde cuando te he estado esperando…Todo lo que tengo es tu mirar…», y ellos se emocionaban con esa letra tan suya. Era un momento mágico que estaban felices de compartir. Los besos y abrazos a sus padres lo transmitieron sin palabras. Un choque de copas y …¡qué vivan los novios!
Después hicimos un parón para comer algo, por el cual les estamos super agradecidas a ambos, aunque teníamos una oreja alerta como el Inspector Gadget, y el personal de Las Nieves nos tenía informados, mimándonos un montón. Así que después, para aprovechar los tiempos, montamos el photocall que iba a ser importante ya en la fiesta. Palos, telas, maletas… entre viaje y viaje, echábamos un vistazo. Al acabar, nos dieron un chivatazo y nos encontramos con el regalo del álbum y vídeo de la despedida de soltera de las amigas y hermana de la novia, la cariñosa Patri. La larga fila de mujeres y flashes a pares que inmortalizamos el momento. Después, hermanos, cuñados y padres se encargaban de repartir los regalitos a sus invitados que siempre sorprenden y hacen ilusión. Mesa a mesa, chicos o chicas… salvo la de los niños que se habían esfumado. Pero… ¿dónde estaban esos revoltosos?
Pues ellos también estuvieron muy entretenidos ya que una pareja de payasos les hicieron las delicias cuidando de ellos, con bromas y juegos que trasladaron desde el salón al patio después de comer. Allí hincharon globos y crearon animales, espadas y mariposas, y aunque hubo alguna discursión por este o aquel muñeco, no faltaba quien pusiera paz. Sobre todo tocando un poco de música con su saxofón, que dejó a más de uno intrigado mirando cómo funcionaba. Después, sacaron el paracaídas, una tela enorme de colores donde mantearon a todos los muñecos de globo y que les hizo reír a carcajadas. Un detalle muy tierno para con los peques.
Mientras, en el salón la gente disfrutaba de la sobremesa y Virginia se escapaba con su madre en misión secreta… Cuando abrieron el salón de la discoteca y las luces empezaron a moverse, la gente se animó pasando a pedir alguna copita o moviendo tímidamente las caderas en la periferia de la pista. A los pocos minutos, Carlos y Virginia aparecieron para abrir el primer baile oficial. Ella se había cambiado su amplio vestido con cola a un vestido corto de mucho vuelo y espalda trasparente y eso, además de su calzado auguraban cosas interesantes. ¡Y tanto! Hicieron un baile preparado de una canción lenta muy íntima donde entre miradas enamoradas se atrevían con algún paso más complicado. Todo el mundo grababa, hacía fotos y sonreía en la media luna que los rodeó. Otro de esos momentos preciosos que recordarán por siempre.
Así empezó la fiesta ¡a pasarlo bien en la pista!. Continuó con más bailes, la conga general y el photocall echando humo con pelucones, gafas y gorros volando por el salón. Y es que nadie se resiste a cambiar el look por un momento y ver al de al lado con aquellas pintas. Fue un ir y venir pero para nosotras fue un placer estar allí. Esa alegría es el mejor cierre a un día perfecto. Gracias a Virginia y a Carlos por estar siempre pendiente de nosotras, por tratarnos con tanto cariño hasta en los momentos de más nervios. A familiares y amigos por tener siempre una sonrisa para estas cámaras.
Así, sí. ¡Felicidades!