La luna esta mordida

Después de un fin semana intenso en A Coruña, tocaba otra postboda muy especial, la de Raquel y Jose. Como en el fin de semana de sus bodas, ambas parejas volvían a coincidir en orden de fechas. Cosas curiosas que nos emociona recordar. Teníamos ganas, íbamos a conocer un nuevo lugar … Delito para nosotras que estamos cerquita. Carreterita y manta al ritmo de la música. Al llegar nos encontramos una señal de prohibido por donde nuestro GPS nos indicaba, pero un paisano de por allí nos dijo que siguiéramos haciendo caso omiso a la señal y así hicimos… Y gracias a aquel señor tan remajo, llegamos a las Barrancas de Burujón, ese pequeño «cañón de colorado» español protagonista de muchos anuncios de la tele. Un entorno mágico con un color especial a esas horas doradas de la tarde. Al poco llegó la feliz pareja con nuevo corte de pelo y bien morenitos después de su luna de miel.

Después de tomarnos una Cocacola fresquita recién sacada de la nevera portátil e inspeccionar la zona cuales Boy Scout, decidimos los rincones más adecuados y empezó a sonar el click de nuestra querida cámara. Ellos ya saben nuestra única regla… ¡nada de fotos de DNI!. Solo charlar y algún «achuchoncejo». Nos tocaba descubrir el lugar de mano de dos expertos viajeros que también nos contaron su experiencia en todos los rincones de su improvisado viaje. Y entre conversación y conversación de nuevos lugares para nuestras futuribles lunas de miel, y nuevas aventuras entre tiburones que queremos hacer por culpa de Jose, el sol iba cayendo. Las fotos nos iban gustando cada vez más: abrazos, caricias… Entonces, nuestra querida pareja se descalzó e hizo que ese momento fuese todavía más especial. Para sentir con las palmas de los pies las mejores sensaciones como decía Raka. Un detalle que ya conocíamos de ellos en la boda y que nos encanta.

Algún grupo de amigos, un loco de las estrellas y la lagartija curiosa fueron nuestros únicos vecinos. De poco a poco cambiabamos de rincón y nos poníamos a hablar de mil cosas, a reírnos y a recordar bonitos comentarios sobre la boda. Aprovechamos hasta el último rayo de sol que se escondía veloz y cansado. Tanto es así que ya no había ni luz por lo que empezamos a pasarlo bien con saltos en silueta donde el cielo les recortaba sobre un fondo naranja especial. El atardecer y esa luna mordida nos despedían con una sonrisa.

Lo pasamos genial y tenemos que agradecer esa dulzura y esas palabras de cariño que nunca nos faltan y tanto nos encantan. Nos fuimos diciendo que sois una medicina y muy especiales porque así lo demostráis siempre. Gracias por actuar a lo Shakespeare y acercaros al borde del precipicio. ¡Valientes!

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