Iglesia de Santiago el Mayor

Monreal, Londres y Toledo

No es un día cualquiera aquel en el que se casa uno de tus mejores amigos. 

Abril llevaba unas semanas de un mal tiempo infinito. La lluvia y el frío habían traído días tristes que se nos acercaban peligrosamente. Todo cambió dos días antes y el fin de semana no pudo lucirles mejor.

Cuando llegamos a casa de Pablo, el novio, el sol fuerte del mediodía toledano adornaba las calles y olía a primavera. Había mucha emoción no solo por parte de los implicandos, pues remorar recuerdos y ver fotos antiguas de cuando eramos pequeños en su cuarto daba vértigo. Sentirle cerca… era un regalo. El visor de la cámara solo veía un chico alegre y tranquilo rodeado de su familia: su padre, el que ponía el punto divertido; su hermano, el fiel compañero; y su madre, madrina emocionada.

La luz y el ambiente no podía venirnos mejor. Pablo se casaba y, en pocas semanas, ¡su hermano también! Tremenda coincidencia y una buena forma de practicar, viéndolo por otro lado. Entre risas y con la ayuda del novio, fuimos captando detalles. Sus gemelos, tanto los que se pondría cómo otros con los que suena una banda sonora. También el curioso portalianzas que tan bien indicaba el camino. Sus zapatos, traje, reloj, corbata… no le faltaba detalle cuando empezó a vestirse. Entre todos le ayudaron y entre palmaditas, pronto estuvo listo para la acción. Con los tirantes eso sí, bien tirantes claro. Después ya todo fue rodado y entre foto y foto, algún posado nos regalaron. La práctica hace al maestro. 

Poco después, llegábamos al Cigarral El Bosque, punto de encuentro de nuestra novia, Aroa. Al entrar, los allí presentes nos recibieron con un «¿aún más fotógrafos?» y es que parte del equipo ya esta allí, poniéndose en situación. 

Lo primero que vimos fue el vestido. Colgaba al final del pasillo, desde prácticamente el techo, por lo que dio la nota cómica cada vez que decían: «¡cuidado! ¡el maquillaje contra la pared!». Después, ya sí pudimos disfrutar de la novia junto a su familia mientras la maquillaban. Llevaba un nuevo camisón con cierta historia y no sabemos si era por el día, la luz o su alegría pero ella ya estaba radiante. Compartiendo bromas con su madre, sus hermanos, su padre… y no solo en la habitación, también se comunicaban entre terrazas y por el pasillo. Mientras, sonaba un «quién teme al Pablo feroz» con cierta guasa… ¡lo que nos gustan las gamberradas no lo sabe nadie!

Pasaban los minutos y cuando estuvo maquillada, llegó el momento de vestirse. Siguiendo las instrucciones, fueron subiendo capas, abrochando cierres y abotonando su bonita espalda con todo el cariño. No fue fácil, pero el resultado mereció la pena. Los zapatos, los pendientes y el velo rosado le dieron el broche final.

La amplia habitación se había quedado pequeña por el jaleo que se había acabado formando. Los familiares llegaban y salían, dando el ambiente festivo que requería un día como aquel. Tras unas fotos de familia y otras suyas que nos maravillaron, salimos con destino a la iglesia. Llegaba el momento que todos esperaban.

Nuestra querida Iglesia de Santiago el Mayor es ya para nosotros tan conocida como cercana, un escenario ideal para un momento tan importante. Junto a su puerta ya esperaban los primeros invitados, así como Pablo y su familia. Dentro aún había silencio y una tenue luz que fue cambiando conforme pasaban los minutos. 

Fuera también la cosa se fue animando, más aún con la llegada de la baturra aragonesa para cantar a pleno pulmón, dejando a todos perplejos y con una sonrisa por sus ocurrentes estrofas.

La llegada de Aroa junto a su padre revolucionó el ambiente y la entrada hasta el altar dejó un reguero de sus piros a su paso. Y no hacía falta más que ver cómo la miraba Pablo, a duras penas conteniendo la emoción, para hacer de esos segundos un recuerdo imborrable que estamos seguros que guardarán con cariño.

La ceremonia tuvo un matiz especial y es que las palabras del párroco iban acompañadas también por el poder de las impresionantes jotas, un canto diferente y que ambientó singularmente la boda. Lecturas de personas importantes para ellos, momentos de respeto y un sí quiero con miradas cómplices que encerraban una promesa perpetua.

La salida de la iglesia se hizo esperar pero los invitados estaban preparados para lanzarles en forma de confeti y color sus buenos deseos a grandes puñados. Ya eran marido y mujer, y los abrazos que recibieron sellaron el comienzo de su nueva vida.

Antes de llegar al banquete, hicimos una parada en nuestro sitio secreto, o no tan secreto por lo visto. Paseando por el campo, la pareja no dejaba de recibir felicitaciones, piropos y miradas en una zona que, en cualquier otro momento, está casi desierta. Continuamos hasta el final, para disfrutar del mejor telón de fondo para cualquier beso: la estampa de Toledo desde arriba. Fue breve pero intenso y hasta tuvieron cierto público, aunque tuvieron tiempo de achucharse y hasta practicar el posterior baile.

Disfrutando del coche deportivo por las curvas de la ciudad, llegamos juntos y puntuales al Cigarral Hierbabuena para arrancar el cóctel. Ellos no se lo querían perder y los invitados tampoco: fue empezar a sonar la melodía de Juego de Tronos de ese grupo en directo, y aparecer tan sonrientes de la mano. Dicen que después de eso pasaron muchas horas hasta que estuvieron solos dos minutos. Canapé por aquí, saludo por allá… y entre cerveza y refresco, hacíamos fotos con familiares y disfrutábamos grabando el buen rollo que no dejó de estar presente.

La cena empezó con música, servilletas al aire y regalitos con mensaje para algunos buenos amigos. Continuó con el buen rollo con el que había transcurrido y los más fiesteros no pararon de pedir besos y cantar a pleno pulmón. Hubo más regalos: a los siguientes en pasar por bicaría, cuñada y hermano de Pablo, un ramo especial para la emocionada abuela y hasta un postre de cumpleaños. Los novios tenían todo bien organizado pero… ellos también recibieron varias sorpresas que no tenían previstas. La primera, dos fofuchas muy acertadas así como un vídeo de amigos donde sacaban a relucir los momentos más entrañables y alguno vergonzoso. No faltaron las risas, las miradas de melancolía de viejos recuerdos y la sensación de haber recorrido un bonito camino hasta hoy. 

De lo que pasó después ya muchos ni se acuerdan aunque… parece ser que hubo un grupo caracterizado que apareció con coreografía incluída en medio de la pista. Otros comentan que pudieron ver a los novios disfrazados y bebiendo vino de una bota. Nada de todo eso podemos afirmarlo con rotundidad. Lo que sí podemos asegurar es que la noche siguió a toda máquina y que nosotros nos fuimos muy felices de haber estado allí.
Gracias por la cercanía y por hacer de cada minuto, una aventura.
¡No paréis de bailar!

Gracias…gracias por elegirnos, por confiar en nosotros, por compartir un día tan precioso. Gracias a las familias de los novios por vuestro cariño, a mis grandes amigos, los de siempre, ; Mi vecino querido y Celtia, maravillosa por cierto, Diegui y Lorena con la que compartí y seguiré compartiendo profundas conversaciones, las que nunca fallan, las que dan sentido Lucía, Loreto, e Isa, mis repis queridos, y el que mejor perrea de la boda, Fer. Gracias a vosotros también por estos bonitos recuerdos. Y gracias al resto Alex, Diego, Ali, Javi, Adri, Iván, Kike, Arturo, Jorge, Juancar, etc …por hacer que todo quede en familia. Fue un día para no olvidar. Pareja, se os quiere. QUE SEAIS MUY FELICES!!!!!! (Y que el resto sigamos al lado)

Con descapotable y a lo loco

Después de tantos meses de preparativos, de detalles y de nervios, la boda de Marta y Juan llegó, ¡y lo mejor de todo es que salió redonda! Lo primero por la emoción y es que no por repetir algo en voz alta, se cumple seguro. Esta vez, los sueños se hicieron realidad con un par de «sí, quiero» de lo más divertidos. Hasta el detalle de la llegada al cóctel pudo hacerse…Lo que os decimos, redondo. Mirábamos hacia atrás y veíamos quedadas, invitaciones especiales, reuniones en días de cumpleaños, whatsapps, conspiraciones de hermanos… Estábamos deseando que llegara y disfrutar del resultado de todo ese trabajo. Pero mejor empecemos por el principio, que así nos entenderéis mejor.

El sol acompañó durante todo el día aunque cuando empezamos con los preparativos de la mañana, la brisita fresca de otoño nos recordaba que a pesar de este tiempo loco, era 28 de octubre. Un día que nuestros chicos estamos seguros que no van ha olvidar. Ese día teníamos doble boda, así que les mandamos un pensamiento de buenas energías y suerte para que a nuestros compás les fuera también genial la jornada… ¡Y en marcha!

La casa del novio estaba en pleno casco histórico. Un rincón super pintoresco en la cuesta de Santa Leocadia, que tantos resbalones habrá provocado. Tocamos el timbre y subimos, besamos y preparamos las cámaras entre saludos de la familia, que ya estaba por la zona poniéndose a punto: unos con los trajes, otras en el rincón del maquillaje. Juan por su parte ya estaba medio vestido pero muy a gusto con sus pantuflas. ¡Cómo debía ser! y por eso nos acompañó a su antigua habitación donde tenía todos sus accesorios y el resto del traje preparados para unas fotos rápidas. No podíamos imaginar que su pasión por los coches le hubiera llevado a tener las vitrinas llenas de maquetas preciosas de decenas de ellos. La colcha con banderas a cuadros, y presidiendo, la maqueta del coche más especial: el suyo, que tan importante papel iba a tener ese día. Después de fotografiarlo todo, invitación y gemelos con mini volantes de coche incluidos, pasamos al mojo de la situación: su gente.

Nos gustó el ambiente alegre, esas canciones entonadas a escondidas, los últimos retoques y los rincones llenos de fotos y recuerdos. Esa luz bonita que entraba en el salón y que iluminó como sus padres y hermanos le ayudaban a colocarse cada detalle, cada prenda. El nudo de la corbata de las manos expertas de su padre, sus hermanos haciéndole sonreír, su mamá atenta de todo y con mucho cariño poniéndole el prendido. Lo mejor, ese abrazo emocionado que le dio… ¡y es que se le casaba su Juan!

Cuando ya todos estuvimos listos, y tras dejar las pantuflas en un rincón, bajamos a la calle para hacer las fotos de familia en esa bonita parte de Toledo. Con Santa Leocadia de fondo, Juan fue el protagonista de todas las fotos, las primeras de las que iba a formar parte. Padres y hermanos, la preciosa madrina … y su tía, que también estaba feliz de verlo vestido de novio. Al terminar, y con las alarmas sonando, pusimos el GPS hacia la casa de Marta que, según las malas lenguas, estaba hoy un pelín nerviosa.

Cuando llegamos al chalet, los familiares nos condujeron entre saludos a la habitación en la que estaba Marta escondida. Nos esperaba en batita para hacer la foto del vestido colgado. Después de salirnos y mientras esperábamos unos minutitos a que le ayudaran a meterse dentro, vimos como el resto de la casa estaba muy relajada: zapatillas que combinaban con vestidos y por el salón un bebé intentando dormir. Pero fue entrar con la habitación de la novia y empezarle a abotonar la espalda… y ponernos todos frenéticos. Y es que no hay nada mejor que una laaaaaaaaarga fila de diminutos botoncitos para sacarle de quicio a una, o a dos, o a tres personas… o a todos los que estábamos por allí. Al final, se fueron turnando cuando la cosa se ponía fea. Bromas a parte, todos querían ayudar a Marta y fue un rato bastante divertido ver como se iban pasando el relevo. Mientras, nosotros no parábamos de hacer fotos, captando gestos, miradas de afecto y algunos detalles hechos para ese día, como esos pollitos bordados que custodiaban los anillos.

Terminaron y llegó el momento de esos detalles: los pequeños pendientes, la liga, los zapatos con lazo, el ramo… y con cada cosa, otra vez tenía la ayuda de los suyos mientras desde la puerta de la habitación el resto se apelotonaba para verlo todo. Su madre y su hermana, ambas codo a codo poniendo el velo en tiempo récord y el papá y chico de la casa que tampoco se quedó atrás. También su amiga le echó una mano con todo lo que pudo, liga incluida. Cuando ya no creíamos que pudiera ser la situación más emotiva, llegó la abuela Maruja, emocionada y con ese acento y ese beso que le dio a su nieta. ¡Qué bonito es tenerlos! Antes de salir, Marta tenía un detalle preparado: un par de pulseras florales para su hermana y su amiga, a juego con el ramo para recordarles lo importantes que eran para ella. Los momentos no paraban de sucederse pero aguantamos bien la emoción.

Ya la hora se acercaba peligrosamente por lo que nos disponíamos a salir al jardín para hacer las fotos de familia cuando… nos vimos rodeados de familiares, ¡y es que la casa se había llenado de gente! Besos y piropos que le fueron echando a la novia en un pasillo improvisado. Las fotos en familia fueron tranquilas, unas pequeñas y otras enormes, con sus imprescindibles, los abuelos y todos juntos para no olvidar a nadie. Después, llegaba la hora de la verdad: la ceremonia en la iglesia de Santiago El Mayor, que sabíamos que tenía un significado especial para ellos. Y no solo porque el tío de Juan sería el párroco que oficiaría la misa, si no también por ser el lugar donde los padres de ambos se casaron. Una preciosa coincidencia que ellos nos contaban días atrás.

Al llegar la parroquia, teníamos un par de misiones: ambos querían tener un detalle especial con algunos amigos y las dos hermanas. Juan les colocó a sus dos compinches de fechorías los prendidos y quería tenerlos muy cerca mientras esperaba a Marta. Ella, llegó preciosa acompañada por el flamante padrino y nada más bajar del coche, le entregó a Rebeca la otra pulsera floral que tenía guardada para ella. Un detalle muy especial para demostrarle su cariño. Después, y tras abrirse la puerta, recorrieron juntos el pasillo muy cómplices bajo la atenta mirada de Juan y su madrina, que los recibieron con cariño.

La misa estuvo llena de palabras importantes, de miradas, de canciones y de calor de su gente. Esa calidez que transmitían y que estamos seguros que a la pareja les hará recordarla para siempre. Como tampoco nosotros podremos olvidar las ofrendas, con sus significados: ese coche, esa flor y ese globo terráqueo. Y como momento más divertido el del rito del matrimonio donde Juan pronunció solemnemente «Yo, Marta, …» y que nos sacó una sonrisa. Momentos importantes, nervios a flor de piel pero amor y ternura en el aire que es lo que más cuenta.

Al acabar de firmar, los invitados se les acercaron en tromba y a ellos la sonrisa no se les podía borrar de la cara. Nunca lo habíamos visto, doble felicitación por parte de los invitados, dentro y fuera de la parroquia. ¡Qué grandes! Nos hicimos algunas fotos en familia en el altar con el tiempo corriendo pero con buen humor. ¡Ya eran marido y mujer! El arroz y traca a la salida nos recordó que nos quedaba mucho por vivir, y con esa bendición, tras descapotar el coche de la pareja, nos fuimos todos hacia el precioso Cigarral de Santa María, lugar del banquete.

No queríamos que se perdieran nada y aunque las horas se nos habían ido un poco de madre, tuvimos tiempo de hacer un par de paradas. En el Puente de San Martín no estuvimos más que unos minutos, un paseo para grabarles animados, enamorados… con algún beso robado… pero perfecto para recordar el día de mañana. Después, y paseando entre felicitaciones y coches haciendo sonar el claxon, entre besos llegamos a la siguiente parada: un rincón único que había sido protagonista de la imagen de su invitación. Y como puede pasar en todas partes, cambiamos un poco el guión por cosas del directo… pero no por ello la panorámica fue peor. ¡Gracias por hacernos recordar ese sitio con aún más cariño!

La llegada al cóctel fue por todo lo alto, con el descapotable hasta la misma terraza y más contentos que una perdiz (Juan, lo conseguiste!). Después de eso, el brindis merecido y las primeras conversaciones, un poco de cóctel y… una pequeña escapada para unas fotos de cuento entre las viñas. Después, disfrutaron entre su gente entre los rayos del sol y haciendo algunas fotos en grupo con un ambiente más distendido. El tiempo pasó volando y poco a poco la gente fue entrando al salón para ocupar su sitio y darles un caluroso recibimiento con servilletas en el aire y una buena canción. No había modo mejor de empezar la comida.

Así fue desarrollándose: buenos olores (de los que nosotros también disfrutamos), vítores y algún grito pidiendo más besos. El corte de la tarta era la señal, ambos les tenían preparados a sus padres y a sus abuelas una sorpresa. A sus padres, un regalillo y unas bonitas tarjetas con mensaje que no esperaban y que hicieron saltar alguna lagrimita. Para las abuelas Socorro y Maruja, dos ramos como dos soles. Después, el tiempo empezó a acelerarse y terminamos la comida entre conversaciones, con los novios y los familiares entre los invitados y las cestas de los regalillos de una mesa a otra. Mientras, la gente se iba escapando con la excusa de tomar el aire y de pillar alguna golosina del Candy Bar. Fue el pistoletazo de salida de la fiesta.

Fue un baile con elegancia el de ellos, primero juntos y solos en medio del círculo de gente que les miraba y grababa; después con padrino y madrina, y parecía que tenían bastante práctica… ¡El movimiento de Marta con el vestido era precioso y se lo pensamos copiar! Sirvió para abrir una pista de baile que nunca quedó vacía. Fue un no parar de pasodoble, bachatitas y canciones divertidas que hizo las delicias de todos en esa terraza y entre luces de colores mientras caía la tarde. Tampoco el photocall se aburrió pues en esa zona las pelucas y los bigotes volaban para acompañar a parejas y grupos con ganas de echarse unas risas. Además, otro tierno detalle familiar fueron las postales con fotos, sorpresa preparada para emocionarles donde muchos de sus invitados habían elegido buenos momentos juntos tras los que escribirles una dedicatoria. La cara de la pareja al ver las tiras de fotos fue un poema. ¡Misión cumplida, equipo! Ambos rincones quedaron preciosos, un trabajo digno de admiración de las familias de la pareja, a las que felicitamos desde aquí.

Solo nos queda acabar esta crónica dando las gracias a Marta y Juan por confiar en Sánchez de Rojas Fotografía para acompañaros en este viaje. Por vuestra cercanía y el cariño de todos los invitados con el equipo. Fue un placer estar allí. Os deseamos lo mejor.

Caricaturas por amor

Lo bonito de trabajar en uno de los días más importantes de alguien es ver como todos esos planes que nos cuentan sobre el papel, cobran vida y se hacen reales rodeados de la gente que les quiere. Incluso lo mejora llegar a formar parte de ese día como invitado de una amiga más que especial y poder retratar los primeros momentos de emoción. Y es que Belén y Javi son amigos y eso hace que el trabajo tenga otra dimensión.

Esta vez nos tocaba hacer algo especial, demasiado especial. La novia era una de esas personas que han crecido y compartido todo contigo, que han llorado, han reído, de esas que guardan tus mayores secretos. Se iba a casar con su media naranja, o media langosta como dirían en nuestra querida y mítica serie Friends. Sí, un apuesto y alto, muy alto hombrecito, había conquistado el corazón de nuestra amiga a través de canciones y correos que, parece que fue ayer, rememorabamos en el coche emocionadas y nerviosas…canción 33 Brown eyed girl. Nadie mejor que él para ella. Los nervios abundaban más dentro de nuestra cámara que en la propia novia. Y tras llamar a un portero que no era, típico, alguien nos abrió esa casa llena de peques y acento argentino. Y allí estaba, tan natural como siempre mientras la maquillaban para el momento más especial de su vida. Mientras tanto…cuatro sobrinos llenos de energía recorrían por la casa en busca de su «pistola» que así llamaban ellos a su consola, ¡Menudo susto en el aeropuerto cuando se la pidiera a su madre! Hermanos y padres salían de una habitación a otra en busca de todos los completementos para ir a la perfección: ccorbatas, pamelas, gemelos…y el tiempo pasaba entre juegos y sonrisas. Después, ese momento que todas las amigas habíamos intentado adivinar; el vestido que, como decía la novia, no nos esperabamos. ¡Menuda espalda amiga! que preciosa estabas, que preciosa y que preciosa. A tu amiga no se le pasaba otra cosa por la cabeza. Y seguro que al resto, tampoco.

Mientras tanto, veíamos como a la Parroquia de Santiago el Mayor iban llegando gota a gota los invitados que hablaban en la entrada, como colocaban las flores en su lugar y del silencio tranquilo se pasaba a una burbujeante actividad. Entre una nube de niños que venían a visitar la iglesia, vimos aparecer a Javi con paso tranquilo y una gran sonrisa. Desde que subió la escalera no dejó de ser abrazado por los invitados más madrugadores mientras nos decía «que esto no estaba tan mal». Sonrisas a contrarreloj mientras los paipais volaban para lo que estaba por venir, que era un calor más que agradable.

Entre foto y foto y mientras Javi esperaba al resto de invitados…, más detalles, esta vez tocaba el velo, un momento  tremendamente importante porque no siempre se tiene el privilegio de terminar de vestir a una amiga . El reloj no dejaba minutos para nada más,asi que tocaba recoger mochila, hacer las últimas fotos en familia y dar ese achuchon a la novia donde se decian mas cosas que con palabras.

La llegada de la novia pilló a los más tardones entrando a la parroquia, por lo que el novio tuvo que avisarles con un «¡todos para dentro!» que rápidamente despejó la zona. Con Belén saludando nerviosa desde el coche junto a su padre, esperamos un poco por unos gemelos perdidos (uno de esos contratiempos de última hora) y mientras tanto, como quien no quiere la cosa, vimos un poco de magia aparecer en el momento en el que se vieron por primera vez.  Javi se acercó al coche y a través de esa ventanilla bajada a medias con solo una preciosa mirada se dijeron muchas cosas. ¡La emoción estaba servida! Después, la ayudó a bajar del coche mientras Belén se colocaba y contenía los nervios como había prometido que haría… ¡sin llorar! aunque no fue por falta de ganas.

Primero el novio y la madrina llegaron al altar para esperar allí a la novia y al orgulloso padrino que recorrieron el pasillo a contraluz saludando a todos. El haberse visto fuera no quitó ni un ápice de dulzura en esa mirada de reencuentro. Las palabras del novio dando la bienvenida fueron el comienzo de una ceremonia preparada a conciencia en la que participaron muchos de los presentes, algunos con la voz estrangulada al subir al ambón. La música fue su compañera con esa alegría que nos encanta percibir y que iba intercalándose tras las palabras y los momentos más importantes. La sensación de estar justo donde uno quiere estar en el momento del «sí, quiero», nos puso los pelos de punta. Estaban en casa y es que efectivamente la Parroquia de Santiago el Mayor es un hogar.

Tras las fotos generales de familia, enfilaron el pasillo y se abrieron las puertas. La salida fue algo accidentada porque el arroz vino acompañado de algún que otro tubo de confeti explosivo que recibió Javi sin esperarlo. Cuidado, ¡qué tienen potencia de fuego! Aún y así, no dejaron que se estropeara el momento y acabaron llenos de arroz y abrazando a los suyos a manos llenas. Por fin podían acercarse a ellos uno por uno para felicitarlos ya como marido y mujer.

Aunque  la ceremonia se había alargado, aún nos dio tiempo de hacer una parada en el Puente de Alcántara para unas fotos y unos clips en pareja. Con esas bonitas vistas del casco y del Tajo, el sol de justicia nos alegraba el momento y es que en toda la semana no había hecho más que llover a cántaros. Con todos pendientes del hombre del tiempo, el día no podía salir más bonito para este raro mes de julio.

Nos contaban que justo unos años atrás estaban paseando ese mismo día y a esa misma hora por la zona… ¿con pantalones largos? Entre anécdotas como esa, fuimos paseando, parando, buscando rincones (mejor si eran a la sombra) para pedirles algún beso robado, aunque no hiciera mucha falta. No necesitaban mucho consejo para abrazarse y hasta los «casi besos» los hacían con prisa. Sin poderse aguantar ni la risa ni los besos. Después de unas cuantas fotos más, nos fuimos con la imagen de la espalda de Belén, porque con ese vestido…¡era para lucirla!  😉  Ya les esperaban en el Restaurante Asador Las Nieves para comenzar con la siguiente parte: la fiesta de boda.

Siguieron la alfombra roja y llegaron a la entrada mientras la gente les ovacionaba al bajar la escalera que llevaba al cóctel. Y desde que pusieron sus pies en el último escalón, no hicieron otra cosa que aprovechar el tiempo de relax, ya con los nervios olvidados en la parroquia. Aprovecharon también para hacer todas esas fotos de grupos que quedaban pendientes ya que todo el mundo quería una con los protagonistas. Y había bastantes, ¡a cada cual más grande! Entre picoteo y refresco, nos colamos en el salón para hacer fotos de la sorpresa que les esperaba a cada invitado en su asiento. Nos lo había chivado un pajarito y nos encantaron las reacciones de la gente al abrir aquí y allá ese sobre misterioso.

Ya con todo el mundo dentro, empezó a sonar la música y entraron ellos serpenteando y bailando entre los aplausos y pañuelos girando en el aire. Otro momento para enmarcar que acabó en la mesa 10 con esos ramos a dos amigas especiales con los que Belén quería tener un gesto de cariño entregando dos mini ramos. Fue un momento muy especial cargado de significado que acabó con muchas lágrimas de emoción pues no se lo esperaban. El banquete fue tranquilo y muy agradable, con luz entrando por los ventanales y las conversaciones y la música adornando la comida. Nosotros tuvimos también nuestro rincón de operaciones, cosa que les agradecemos muchísimo. Ambos saben lo importante que es trabajar así de bien. Pasaron los minutos y llegó el postre junto con una señal invisible junto con algunas amigas de Belén (nuestra Amanda incluida) bailando y sujetando regalos mientras se paseaban hasta la mesa nupcial. Cada uno con un mensaje, una broma o un detalle especial que les hizo sonreír y también llorar. Todo es poco para crear recuerdos, como ese abrazo en grupo donde había más de una lágrima.

Los hermanos empezaron a pasar por las mesas entregando regalillos y puros, mientras Belén, Javi y los padres de ambos aprovechaban ver qué tal estaban sus invitados ya en la sobremesa del café. Algunos fumando fuera, otros con los preparativos del «candy bar» y los disfraces para la fiesta, los niños jugando los primeros en la pista de baile… Había llegado el momento que más nervios le producía a Javi… la apertura de la fiesta con su vals… ¡y salieron vivos! Después de compartir unas vueltas con sus padres entre risas, a una señal el tranquilo banquete pasó a llenar la pista de baile con pequeños, medianos y mayores. No podemos desvelar nada de lo que sucedió después pero dimos fe de algún desmelene, una conga y un manteo sorpresa del novio que nos encantó presenciar. ¡Cómo nos gustan los invitados gamberros!

Gracias a todos por hacernos nuestro trabajo lo más fácil posible, por las palabras de ánimo y sobre todo a Belén y Javi por pensar tanto en que también nosotros estuviéramos bien, en un día con tantas emociones para ellos. Pero sobre todo gracias por elegirnos para ese día, el más especial, y dejarnos contarlo. Fue todo un placer llorar y sonreír con vosotros. ¡Qué seáis muy felices!

Hollywood Wedding

Última boda del año. El día se despertaba nublado y con niebla, ocultando Toledo desde la carretera. Por suerte no llovía y, de hecho, no parecía que fuese 3 de diciembre. Más aún de ahí en adelante a lo largo del día. Para no faltar a la verdad diremos que no nos encontramos como habíamos planeado: las llegadas a las casas de los novios fue otra anécdota más para apuntar en el libro de Pepete.

Ésta vez el novio se preparaba junto a su familia muy cerquita de la iglesia, cerca de La Reconquista. Dirección y teléfonos anotados. Todo perfecto para que nada saliera a la perfección ya que al llegar al portal una dulce niña contestó un «ESPERA!» y allí nos quedamos. Descubrimos pocos minutos después que esa casa no era la nuestra y que allí no había ninguna boda. ¡Estupeeeendo!. Menos mal que era un número el que falló porque ni el carnicero del barrio sabía nada del tema. Llegamos, con la lengua fuera, pero llegamos.

Después del contratiempo, todo fue fácil. Al subir hablamos con una se sus hermanas y la madrina, a las que contamos la peripecia. La casa, adornada con luces y espumillón navideños, nos recordaba las fechas en las que estábamos para que las fotos lo capturaran para siempre. Javi estaba preparándose y nos recibió también al llegar, dispuesto y apuesto para las fotos. Nos escabullimos para empezar a capturar momentos, sobre todo esos en los que el novio se prepara y los suyos le ayudan. Son nuestros favoritos. Él se movía de un sitio a otro buscando el mejor rincón; habitación, baño, comedor… En éste último su padre se encargó de ayudarle con los tirantes que, al ser nuevos, dieron un poco de guerra como manda la tradición. Empezaban los preparativos de un día especial.

Mientras, en la casa de la novia buscábamos a Gabriela y los suyos. Nos hacía especial ilusión volver, ya que hace dos años se casaba la otra niña de la casa, Carlota, y los recuerdos eran muy bonitos. Nos recibió Alfonso, el hermano cantante de la familia. Allí todo estaba igual pero se sumaban más personas: nuestro querido novio Antonio y el nuevo peque de la casa, su hijo Adolfo. Al llegar, las chicas aún no estaban y aprovechamos el ratito con los chicos y detalles. Mientras ensayaban las canciones, cogían llamadas, e imaginabamos la boda… el ambiente era un hogar. Nos hicieron sentir en casa.

La puerta sonó, fue entonces cuando oimos mas de una voz familiar que saludaban con el cariño y la naturalidad de personas que ya se conocen. Las mujeres de la casa llegaban peinadas y maquilladas, podían haber ido en chandal que guapas estaban un rato. Pero había vestidos demasiado bonitos que tenían que estrenarse,así que mientras Gabriela nos ponía al día , los anillos, las arras y el ramo nos esperaban en aquella preciosa estanteria llena de recuerdos y fotografias, alguna que nos adjudicamos su autoria. Entonces llegó Helena, la mamá de la novia que mos abrazó fuerte y se puso manos a la obra para vestir a su hija. Primero la mítica sabana en el suelo para que nadie se manche y luego esos botenes que da miedo abrochar. Poco a poco Gabriela se converia en Novia de revista y las miradas curiosas de sus hermanos asomaban por la puerta. El pequeño de la familia también estaba preparado tan guapo que hacía competencia, lo sentimos familia, pero es así. Asi que todos listos; trajes y corbatas, Tocados y vestido rojo espectacular que llevaba la hermana de la novia y querida novia nuestra, era el momento de confesar y de esa bendición que nos pone los pelos de punta. Emociona, sin duda, la calma y el cariño de Alfonso padre, se transmitia no solo a la protagonista, si no a todos los que nos encontrabamos en aquella habitación. Pendientes, prendidos, anillos, medias, zapatos… todo, todo estaba listo. Tocaba emprender viaje.

Mientras, Javi también tenía complicaciones. La corbata no quedaba como quería pero se notaba mucha maña en su hacer y deshacer de nudos. Poco a poco sus hermanas y su tía también le echaron un cable con el reloj, el chaleco y los gemelos de pingüino (apuesta personal del novio). Las habitaciones y los pasillos eran un hervidero de gente y el espejo frente a la entrada (espumillón incluido) tenía cola porque todos querían verse perfectos. Para terminar solo quedaba ponerse la chaqueta para estar super elegante.¡Todo un caballero inglés!.

Cuando todos estaban preparados y eran casi las doce en punto, hicimos un alto para un momento especial: la bendición. Para ello toda la familia se acercó para estar unidos. Una mezcla de tradición y modernidad mientras leía el texto desde el móvil. Curioso y emotivo, no podía faltar. Después, una foto con la madrina, con las hermanas y… ¿y el papá?. Con los nervios nos quedábamos sin tiempo para más fotos en familia así que en la calle, con la hilera de árboles al fondo, hicimos la foto de toda la familia al completo, con las parejas que les habían acompañado con ilusión también. En pocos minutos, anduvimos unos metros, cruzamos un paso de cebra y la muralla nos saludaba, al igual que los invitados que nos encontrábamos por el camino. Javi estaba un poco nervioso pues llegaba la hora y el prendido estaba en la iglesia. Sin prisa pero sin pausa llegó entre felicitaciones para esperar a una novia que ya estaba en camino.

La entrada fue especial. Los nervios hicieron acto de presencia justo antes de abrir las puertas de la iglesia de Santigo el Mayor. Todo el mundo esperaba y gracias los suyos, Gabriela pasó de tener las manos dormidas a bien agarradas del brazo de su padre que la acompañó hasta el altar. Allí Javi la esperaba con su tía, ambos mirando hacia delante pero deseando darse la vuelta. Un detalle especial que hizo más emotivo el encuentro.

La ceremonia fue pasando de una parte a otra de la mano de sus seres queridos, cada uno poniendo un pequeño granito de arena ya fuera leyendo, decorando la iglesia, organizando, cantando, tocando o simplemente estando allí con ellos. Familiares y amigos que recordaron a esas personas especiales que ya no estaban presentes y les prometieron estar allí para ayudarles en los momentos buenos y malos. En el ambiente flotaba esa sensación de «estar en casa» , que nos transmite esta parroquia, una calidez que no entendía de diciembres. Se notaba el esmero y la participación en los detalles, sobre todo nos sorprendieron las nuevas canciones, con las que se nos iban los pies, o la cruz sobre la que se dieron el sí quiero.

Las voces e instrumentos del coro hicieron para acabar un canto a la Virgen. Especial fue la presencia del padrino en esta melodía, acompañando con su guitarra por sus hijos y yernos. A continuación, abrieron el baile en círculo con su paso tan característico y al que se animaron muchísimos, nosotras nos tuvimos que frenar. Vimos algunas caras ya conocidas como las de Sara y Miguel, nuestros queridos novios de noviembre, y sus padres a los que saludamos con cariño. Todos de la mano y con sonrisas, una bonita manera de acabar. Después de algunas fotos en familia en el altar ya como marido y mujer, poco a poco los invitados fueron saliendo y pertrechandose de arroz en grandes cantidades. Todos expectantes en semicírculo les lanzaron una lluvia de arroz muy divertida en cuanto asomaron su cabecitas y les fue imposible escapar. Seguida de esa, otra de abrazos para compensar. Fue ahí cuando los nervios se fueron y sus invitados pudieron dedicarles abrazos y felicitaciones durante un rato.

El sol se intuía tras las nubes pero el tiempo estaba en calma. Todo un lujo para hacer las fotos en pareja en uno de nuestros sitios predilectos de Toledo. El coche de época inglés lucía muy a juego en esta ocasión y llamaba la atención allá donde iba. Por eso también lo aprovechamos para hacer algunos «clicks» más. Después, un paseo sencillo donde les hicimos fotos mientras nos contaban algunas de sus anécdotas o compartíamos nosotras las nuestras. Era un rincón espectacular que nunca habían visitado y nos encantó ser las primeras en mostrarselo: una panorámica de la ciudad envidiable. Con ese telón de fondo, las suaves sombras y esas sonrisas… ¿quién no disfruta haciendo fotos?. Nosotras, como enanas, dábamos grititos y saltitos de los nuestros. El que nos conoce, lo sabe.

Fue entonces cuando entre paso y paso descubrimos su historia. Sus paseos por Madrid y la plaza de Colón que vió como su amor surgía. Aquella falsa «pedida de mano» con un bombón un tanto vacilona y que puso demasiado nerviosa a la novia, pues el metro no era el mejor lugar para hacerlo… y la pedida de mano real que no se esperaba y donde Gabriela tuvo que asegurarse que no era una broma como la del bombón. Divertido, sin duda.

De camino al cóctel hicimos una pequeña parada en el Puente de San Martín, al que encontramos decorado ya con las luces navideñas. Un paseo corto, algunos besitos para el recuerdo y en marcha. Tras despedirnos del chófer y su precioso coche, entramos en el Cigarral del Bosque para encontrarnos con sus muchísimos invitados disfrutando del salón circular y sus vistas desde la terraza. El brindis abrió la veda y después de ese momento, casi no volvimos a verlos más con tanta gente como había…¡qué pasada!. Los corrillos charlaban y se ponían al día teniendo de fondo una preciosa música en directo de la que ya disfrutamos en la ceremonia y que ahora cambiaba de registro. En la terraza, el frío no nos impidió hacer varias docenas de fotos de la pareja con sus grupos de amigos y familiares que pacientemente se fueron turnando para pasar por el improvisado photocall. Algunas más posadas, otras de risas e incluso algunas tipo gánster; todas valían la pena de un posible resfriado.

El paso de los invitados al salón del banquete nos dio una excusa perfecta para observar la decoración: la caricatura de la pareja en cada mesa y unas tarjetas solidarias allí donde a veces hay regalos. «podríamos haber elegido un regalo más mono, más bonito o más dulce pero no mejor». Con el comienzo de la música, Gabriela y Javi bajaron entre vítores para disfrutar aún un ratito más mientras nosotras hacíamos un pequeño parón para comer un poco. ¡Mil gracias por el detalle, chicos!. Aunque siempre atentas del móvil, estábamos en contacto permanente con el Señor Orozco y sus secuaces. Por si las moscas. Y tuvimos esa gran suerte de un Barsa-Madrid viendo la tele, mientras comunicabamos los goles a mas de un intrigado.

Cuando volvimos la cosa continuaba, y no nos referimos al Clásico Madrid-Barça que ya había acabado. Con los «que se besen!» les hicieron levantarse para darse besos, les cantaron la canción de la copa mes a mes y siguió ese buen ambiente del que hicieron gala. Entre plato y plato, sorpresas; a las abuelas unas flores que a más de uno hizo llorar, y cuando creían que la cosa iba a estar tranquila, llegaron las sorpresas que no teníamos en nuestro planing. Un portatizas DIY gigante hecho los alumnos de Javi apareció en procesión: allí guardaron mensajes y detalles para ellos. Se notaba la ilusión de sus amigos al dárselo y la cara de sorpresa total la pareja al recibirlo. Después, llegó aquello de lo que habíamos oído rumores pocos minutos antes, un flash move en toda regla de gran envergadura donde participaron todos y que rodeó la mesa presidencial a golpe de música. Los más atrevidos y bailongos se pusieron en primera fila y los demás formaron un círculo de manos sincronizadas a su alrededor. Esto nos daba una pista del nivel de la fiesta que nos venía a continuación.

Y no defraudó: desde el primer momento con el vídeo que les proyectaron, con el baile remix que se marcaron los novios cual bailarines de Beyonce, y todas y cada una de las canciones que llenaron la discoteca. En todo momento la pista estuvo ocupada y la alegría no decayó. Al fondo, el photocall que triunfó fue el de Hollywood, hecho por los ya profesionales Carlota y Antonio. No faltaban detalles: bocadillos para los más cinéfilos, un marco tipo clip y estatuíllas de los Oscar. Un escenario con alfombra roja que tuvo mucho movimiento y que aprovecharon al máximo los golosos para acercarse también al Candy Bar. ¡Felicidades por ese currazo!. Y gracias a todos, a los que ya nos conocían y a los que fotografiamos por primera vez. A la familia por aguantar con cariño a estas dos chicas Que no paran, por contar de nuevo con nosotras y por los abrazos tan grandes que nos llevamos. A Gabriela y Javier por sonreír y disfrutar con nosotras. Vaya pareja de guapos.

Gracias por los abrazos que me aplastan

En noviembre hay valientes que se casan, y Sara y Miguel son dos de ellos. El sábado nos esperaba una de esas bodas que nos sorprenden, con mucha chicha y ¡con mucha gente!

La mañana la tuvimos libre para preparar todo pero la comida estaba pronto encima de la mesa pues la casa del novio nos esperaba. Tras alguna anécdota con la puerta del garaje y alguno del equipo que saca dotes de Hulk/electricista, emprendimos un viaje corto esta vez para ver como al novio le cuidaban en su gran día. El coche estaba abarrotado de bártulos, donde no cabe ni una pestaña, (ya no un alfiler), pero con música y esas conversaciones entre amigos, somos capaces de meternos en una cajita de cerillas.

Al llegar descargamos parte del equipaje y subimos a ver a Miguel que nos recibió con una sonrisa y un rincón lleno de todo aquello que iba a hacer especial la boda. La luz entraba por la ventana para regalarnos esas fotos a contraluz que tanto nos gustan, y los dibujos de la televisión delataban la existencia de algún niño. Fotografiamos los detalles y el ambiente, algo que nos encanta. De repente, y cuando todos estabamos concentrados se oye un «¡Taráaaaan!» y aparece un peque, sobrino de Miguel, que venía a mostrar a su tío su precioso trajecito.

Su madre y madrina, le vistió con el mayor cariño que puede dar una madre. Primero terminar de abrochar la camisa, después, elegir una de las dos corbatas que tenía, sí sí ¡dos!, novio coqueto el del sábado. Y para finalizar ese detalle tan especial que hacía tener un poquito más cerca al padre de familia, unos bonitos gemelos. El resto de detalles pasaron a ser responsabilidad de sus dos hermanas, la colonia, el prendido y ese botón final de la chaqueta. ¡Aquí ya un novio preparado!

Cuando salimos a buscar a más miembros de la familia nos encontramos, como son las cosas, con un antiguo profesor pero no solo de una, si no ¡de las dos fotógrafas! Y eso que jamás estudiamos juntas. Alegres coincidencias que no hubiésemos conseguido ni aposta. Los dibujos de «Sam el bombero» tenían su motivo, no nos equivocábamos ya que había tres pequeños sobrinos revoltosos. Ellos hacían que a los mayores se les cayera la baba y alegraban el hogar creando nuevos recuerdos. Nos reímos con las bromas y las anécdotas, no podía ser de otra manera. Además, la llegada de su primo y su pareja fue tanto inesperada como agradable. Especial para él. Cuando todos estaban listos, nos dispusimos a hacer las fotos de familia y salir pitando a casa de la novia que nos esperaba bien acompañada.

Desde el balcón nos saludó con mucha alegría y ya peinada. Eso nos ayudó a localizar el piso y subir a verlos. Todo el mundo estaba preparado para el gran evento. Al entrar en la casa vimos un pasillo lleno de fotos de hijos y nietos hechas por el abuelo, la mayoría en blanco y negro, cosa que como amantes de la fotografía nos encantó. El final de ese pasillo aguardaba el vestido de la novia, que después de unas fotos cambiaría de habitación.

Gracias a las chicas de la casa, la novia iba enfundandose en aquel vestido blanco que encajaba como un guante. Detrás de madre y hermanas, unos ojillos que la miraban orgullosos y que estaban pendiente de todo detalle. Era el papá que en un discreto segundo plano la miraba desde la puerta con adoración. Los zapatos, el velo y los pendientes fueron rodados, parecía que lo había hecho más de una vez aunque ella nos preguntase «¿qué hago?, ¡qué no me he casado nunca! «. También escuchamos la anécdota tradicional de como se quedó olvidada en el garaje, cosa que se cuenta a menudo según nos dijeron. Y aunque solo estábamos algunas chicas, como por arte de magia salían más hermanos, esta vez los dos chicos de la casa que también que estaban bastante coquetos. Les pillamos más de una vez en el espejo y además pedían fotógrafo particular!! Pusieron el punto divertido, sin duda.

El cuadro de la mamá en el salón fue el que presenció las fotos de parte de la familia aunque algunos de ellos faltaban porque si no… ¡no cabíamos todos! Entre bromas, selfies en la terraza y Sara como la protagonista, pasaron algunos minutos en ese acogedor salón. Alguna casi-lágrima al posar junto al papá fue el único momento en el que estuvimos a punto de estropear el rímel. Pero salimos todos airosos. Los relojes daban la hora mientras nos íbamos y alguna vecina casi se cae del balcón para ver si salía ya la novia. ¡Nadie quería perdérselo! Nosotros nos fuimos corre que te corre para encontrar aparcamiento y recoger el antes de la ceremonia. Teníamos ua misión especial.

El coche apareció tímidamente aún cuando muchos se encontraban en la puerta de nuestro querido Santiago el Mayor. Raro, pero a la novia le tocó esperar dentro del coche hasta que todos estuvieran dentro. Pocos minutos antes, Miguel nos había recibido allí mismo y, apartándonos un poco pudimos ver su emoción al leer una nota secreta de Sara. Había llegado el gra día…

Ese contraluz que siempre nos da esta parroquia, dejaba en silueta a la novia y el padrino que avanzaban lentamente mientras Miguel esperaba con una sonrisa enorme. Fue un gran momento de emoción para todos los invitados, entre los que alguna lagrimita se escapó. Durante la ceremonia no faltó la música, que protagonizaba algún conocido que ya tenemos cariño, tampoco faltaron las anécdotas de los sobrinos acercándose al altar con los abuelos y los novios o las lágrimas en las peticiones.

Fue una boda de esas bodas que no puedes pestañear ni un minuto porque algo te pierdes. Más de un sacerdote quiso estar presente en el enlace y más de una persona… ¡si no cabían! Los bancos repletos, las paredes servían de apoyo para los que se habían quedado de pie y hasta los turistas se asomaban al ver una boda tan especial donde todos participaban de una u otra manera. Para finalizar hubo un canto a la Virgen y las manos se unieron para hacer ese baile que ya conocíamos y que esta cantado y coreografiado a la perfección.

La salida de los novios fue un tanto especial pues nunca nos había pasado que saliesemos y ya no hubiese sol, bueno, mejor dicho, ni sol ni luces por ningun sitio, las únicas las que nosotros poníamos. Aún así el arroz se volvió a apoderar de nuestras imágenes, los abrazos y las felicitaciones no cesaron. Eso sí, los achuchones fueron casi a tientas.

Después subimos al Casco Histórico y allí tuvimos una anecdota más. Desde Zocodover paseamos hasta el único sitio con luz propia: La Catedral de la Capital Imperial. Hasta ver aquel edificio tan mágico, recorrimos las calles repletas de gente siempre con piropos y miradas indiscretas de esas que llegan a partir cuellos. Nos encantan estos recorridos pero nos teníamos que dar prisa porque la procesión del Rocío iba a salir. Y justo cuando pasamos por la puerta de la impactante Catedral, un chico con muy buenas intenciones nos dejó hacer alguna foto en la mismísima Puerta de la Misericordia. Un momento muy especial para los novios de esos que solo tienes cuando estás en el momento y en el lugar adecuados. Aunque era de noche, todo fluía a la perfección y aunque teníamos tiempo, la hora llegó pronto.

El cóctel esperaba repleto de gente deseosa de inmortalizar el momento en ese photocall improvisado que nos dio Toledo, así que aprovechamos para hacer fotos de grupo con amigos y familiares. Las 30 mesas estaban listas y la comida a punto para ser servida, por lo que poco a poco el espectacular salón circular de El Cigarral del Bosque se fue quedando vacío. En el momento adecuado, la música sonó y los novios aparecieron. Una entrada donde recorrieron el inmenso salón para agradecer a sus invitados que hubiesen asistido a la celebracion. Las servilletas blancas giraban en el aire mostrando la alegría de todos.

La cena estuvo repleta de sorpresa originales para los novios: coches piñata llenas de billetes, árboles frondosos y no precisamente de hojas ni tierra, cofres piratas, cajas fuertes con misteriosas contraseñas y álbumes que evocaban los bonitos recuerdos del pasado. Los novios también tuvieron detalles para esas personas tan especiales y que hacen que el mundo tenga sentido… ¡los abuelos! orgullosos de ver a sus nietos felices y enamorados. Con cada «¡que se besen!, ¡que se besen!» se iban intuyendo las ganas de juerga y la cena se hizo corta. Al llegar a la discoteca, ya estaban las pelucas adornando más de una cabeza y las copas en más de una mano. Pero lo que no se esperaban los novios eran los dos vídeos que les hicieron sus familiares y amigos. Emoción y caras de asombro, de risa, de nostalgia… recorrían toda la habitación.

Después, un detalle más, una canción compuesta por los novios que al final acabamos cantando más de uno. Un baile muy especial que abría paso a la fiesta y que nos dejó frases ta bonias como el título que encabeza este blog. Las fotos instantáneas y el libro de firmas, así como el vídeo fueron clave una vez más, cobraron protagonismo. Todo el mundo ponía de su parte con saludos, bailes y brincos, y con bonitas palabras que acompañaban a las mágicas fotos polaroid. Poco a poco nos dieron las tantas, teníamos todo retratado, el vídeo quemando tarjetas y el libro de firmas totalmente organizado. Era el momento de recoger y repetir abrazos entre todos los que nos hacían sentir parte de la boda.

Fue una boda de reencuentros con antiguos novios, Carlota que esta perfecta despues de tener al pequeño Adolfo que mas de un bocadito le hibiesemos dado, y Antonio, que por cierto, ni Jonh Travolta baila así. A sus hermanos y papás ¡qué pronto nos veremos!. A ese grupo de antiguos compis del cole, y Pilar, la hermana de otra novia muy querida, Marina. Pero sobretodo a los novios y su familia por contar con nosotras y confiar en nuestro trabajo. Por el cariño y sobretodo por hacernos sentir tan valorados y ser tan agradecidos.

Enhorabuena pareja!!

Todo lo que tengo es tu mirar

Este sábado, bien temprano, ya estábamos preparadas para una nueva boda. ¿Qué sorpresas nos depararía? Y es que, aunque la pareja tenga todo organizado siempre hay pequeños detalles que cambian al vivirlos. Y en más de una ocasión la emoción, en este caso, se presentó sin avisar.

Tal como teníamos en la hoja de ruta, llegamos a casa del novio en primer lugar. Nos recibió con pantalón de traje y sudadera, con una gran sonrisa y muy dispuesto. Nos encantaba el ambiente de la casa: traquetreo de primera hora de la mañana, luces a medias y la calma expectante que avecina un día importante. Con la muralla del casco de Toledo asomando por la ventana, los muebles de madera y los rincones familiares no podíamos tener mejor escenario.

Cuando llegaron el cuñado y los niños en pijama se nos rompió un poquito el corazón. ¡Qué bonitos! Y es que tenían que estar preparados para acompañar a la novia como niños de arras con la ropa que ya les esperaba sobre la cama. Con mucho cariño, su padre les fue vistiendo con un poco de ayuda mientras hablaban de la fiesta de Halloween de la noche pasada. Está visto que son días de muchos compromisos…

Mientras tanto, el papá de la familia ya estaba listo y se paseaba por la casa. Cuando Lucas y Clara estuvieron arreglados, todos nos enamoramos pues eran “un príncipe y una princesa” como bien decía su padre. La cocina se presentaba como un set de belleza donde la maquilladora tenía desplegado su arsenal. Allí la madrina terminaba de darse los últimos retoques con los niños y demás miembros de la familia revoloteando de vez en cuando. Poco tiempo después llegaron los hermanos de Carlos y pusieron otro punto de emoción. Él, ya de traje completamente, solo necesitaba un par de manos para ayudarle con la corbata y los gemelos, y allí estaban su familia para echarle un cable. No se nos olvida la pregunta a Lucas: – ¿Te gustan los gemelos? – y su carita de circunstancias. ¡Sinceridad ante todo!

Y así empezaron algunas fotos de familia de más pequeña a más grande y siempre con Carlos como protagonista. Con sus padres, con sus sobrinos… Y alguna guasona de los hombres la casa. Cuando su hermana estuvo preparada y se acercó para las fotos de familia hubo otro de esos momentos para recordar… y es que la cara de su marido al verla fue un poema, pero poema de amor. ¡La cámara tenía que capturarlo!. Bonitos recuerdos de risas y abrazos que llenaban el salón. Unos cuantos clicks más con los hermanos y la familia al completo… y ¡suena la alarma!. La penúltima foto (como nos gusta decir) desde la calle para fotografiar el balcón de madera y la despedida de Carlos… y ¡andando al siguiente destino!

La llegada curiosa a casa de la novia pasará al libro de petete de las casualidades y es que llegamos al número 1 que nos indicaba el GPS y sí, había un señor con traje y corbata en la ventana. Nosotras muy felices le saludamos pero resultó no ir de boda. Eso sí, su amable ayuda nos vino muy bien. Aparcamos en la casa de la novia pocos minutos después y allí en el coche dejamos nuestros nervios. Menos mal porque Virginia… ¡ya llevaba los suyos puestos!

Allí el jaleo estaba servido y de eso nos dimos cuenta cuando un perrito nos daba el saludo en la puerta de la casa. Subimos la escalera y conocimos a toda la familia: padres, hermana y tíos de Virginia. De ella lo primero que vimos fue su llamativo pelo rojo ¡preciosa!. Y eso que aún estaba sin maquillar. Por eso, aprovechamos para fotografiar esos momentos, acompañadas de su tía, su hermana, su madre… ya que a todas les tocaba pasar a darse unos retoques o a prepararse el peinado. Los sobrinos ponían la energía, teniendo al abuelo pendiente de que se entretuvieran con todos los dibujos que ponían en la tele en ese momento y, a ser posible, no se mancharan los trajecitos. Después hicimos algunas fotos a los detalles y a los vestidos, todos colgados arriba en la buhardilla.

La habitación de maquillaje y peluquería nos regalaba momentos muy bonitos y miradas de sus familiares desde la puerta. Y aunque Virginia no quería, ver de gala a su madre, a su hermana y a su cuñada casi le hace llorar…¡Casi! pues el maquillaje estaba a punto de concluir. La cosa no llegó a tanto y a medida que pasaban los minutos y nosotras nos movíamos de arriba para abajo, poco a poco la novia iba estando lista. Nos entretuvimos con los peques, revoltosos como son los niños, los anillos, las arras, el arroz, los pendientes, el ramo… Algunas de esas cosas, con una historia muy muy reciente.

Con el tocado en su lugar, era el momento del vestido palabra de honor que esperaba en la buhardilla y que su hermano y su madre bajaron a cuatro manos. Ya solo las chicas de la casa y su hermano le ayudaron a vestirse en su antigua habitación siguiendo los pasos que les habían aconsejado. Primero lencería (especial y coqueta),y no la tentemos que «soy muy exhibicionista» decía entre risas la princesa Elsa, como la llamaban sus sobrinas…Después, las medias, cancán, vestido … capas y capas para, al mirarse al espejo verse ella misma guapa, ¡GUAPA!. Y allí la emoción también estuvo presente porque ya estaba lista, porque era el día de la boda y todos los sentimientos estaban a flor de piel. Hermana y mamá se abanicaban para evitar las lagrimitas mientras le recomendaban llevar el velo y la estola. Después de que nos sonara la alarma, hicimos unas fotos en familia y nos fuimos pitando hacia la Iglesia de Santiago El Mayor, un lugar que conocemos muy bien.

La suerte seguía de nuestra parte y el tiempo mejoraba por momentos. ¡Quién diría que era una boda a últimos de octubre!. Por eso la gente iba llegando, charlando en la puerta y disfrutando del momento mientras iban poco a poco entrando en la iglesia. Dentro ya estaba Carlos a pie de altar con su madre, pendientes ya de la llegada de Virginia. Y cuando sonó la música no existía nada más que ellos dos. Una bonita y emocionada mirada que hacían sobrar a las palabras.

Esa sencillez tan elegante de esta iglesia mudéjar era otro complemento. Decorada con flores y velas, le dio un ambiente muy acogedor. Palabras sencillas donde no faltaron miradas de complicidad entre ellos a lo largo de toda la misa. Para animar el momento, la pandilla de niños de arras tenían ganas de jugar y allí tuvieron que ir los hermanos de los novios a poner orden y paz porque solos eran un peligro. En esa tesitura avanzó la ceremonia con las lecturas de amigos, madrina, primo, sobrino… de gente toda importante para ellos. Y después con unas frases, se dieron el «sí quiero» y al firmar fueron oficialmente marido y mujer. Ahí es nada.

A la salida tuvieron arroz, besos y abrazos, todos en grandes cantidades para equilibrar. Buena temperatura, sol y su gente a su alrededor ¿qué más se puede pedir?. Cuando todo se calmó, fuimos a nuestro siguiente destino, una invitada muy especial: la Virgen de La Estrella. La visita a la Ermita de La Estrella fue corta pero muy emotiva. Algunos invitados fueron testigos de cómo ambos se acercaba al altar y Virginia entregaba un ramo de flores con lágrimas en los ojos. Mientras, todos le cantaban a la Virgen y se nos ponían los pelos de punta. Un detalle precioso de ambos que tiene historia y que le da un cariz diferente. Allí aprovechamos para hacer las fotos de familia ya con el arroz en el pelo, cosa que dicen da buena suerte.

Entre la ceremonia y el cóctel, nos escapamos los cuatro por Toledo. Nada formal ni de DNI, porque ya se sabe que cuando más agusto se encuentra uno, más auténtico aparece en las fotos. Poquito a poco llegábamos al Puente de San Martín para ese bonito paseo de charlas y anécdotas que han vivido en las casas o en la ceremonia. Disfrutaron de su coche clásico, ruego de la novia. Y aunque no fue el protagonista dio mucho juego. A partir de ahí, solo un paseo en el que nos contaron confidencias, en el que supimos el porqué de la Virgen de La Estrella y en el que hubo graciosas coincidencias amorosas. También comprobamos a la sombra de un árbol que sus besos… ¡no tienen fin!. Era peligroso pedirles uno y eso nos hacía reír a todos. ¡Cómo nos encanta! y además… con unas vistas de Toledo tan impresionantes como las que teníamos. Octubre, cielos azules y calorcito. Sorprendente.

La llegada al jardín del Restaurante Asador Las Nieves donde sus invitados ya les esperaban, arrancó un aplauso general y desde el minuto uno ambos disfrutaron de todo aquello que habían estado organizando. Era momento para el relax y para hablar con sus invitados, algunos de los cuales ya iban descalzos, abandonando los tacones entre el césped. Entre conversación y conversación hicimos algunas fotos, sobre todo con aquellos que no habían tenido oportunidad, que aún eran muchos. Entre ellos, muy especialmente los abuelos Gregorio y Ricarda que estaban pasándoselo pipa. Y poco a poco, bandeja a bandeja, cerveza a cerveza… el tiempo fue pasando en buena compañía para ir abriendo el apetito. Con un casi manchón de vino al traje de la novia, algunas otras cámaras y móviles acompañándonos de foto a foto y ganas de todos ellos por estar con los protagonistas, se acabó el cóctel y se despejó el jardín. Era hora de pasar al banquete.

En el momento en el que sonó la música, entraron por la puerta los nuevos esposos flanqueados por sus padres. Todos cogieron su copa y brindaron mientras Alejandro Sanz cantaba aquello de «Desde cuando te he estado esperando…Todo lo que tengo es tu mirar…», y ellos se emocionaban con esa letra tan suya. Era un momento mágico que estaban felices de compartir. Los besos y abrazos a sus padres lo transmitieron sin palabras. Un choque de copas y …¡qué vivan los novios!

Después hicimos un parón para comer algo, por el cual les estamos super agradecidas a ambos, aunque teníamos una oreja alerta como el Inspector Gadget, y el personal de Las Nieves nos tenía informados, mimándonos un montón. Así que después, para aprovechar los tiempos, montamos el photocall que iba a ser importante ya en la fiesta. Palos, telas, maletas… entre viaje y viaje, echábamos un vistazo. Al acabar, nos dieron un chivatazo y nos encontramos con el regalo del álbum y vídeo de la despedida de soltera de las amigas y hermana de la novia, la cariñosa Patri. La larga fila de mujeres y flashes a pares que inmortalizamos el momento. Después, hermanos, cuñados y padres se encargaban de repartir los regalitos a sus invitados que siempre sorprenden y hacen ilusión. Mesa a mesa, chicos o chicas… salvo la de los niños que se habían esfumado. Pero… ¿dónde estaban esos revoltosos?

Pues ellos también estuvieron muy entretenidos ya que una pareja de payasos les hicieron las delicias cuidando de ellos, con bromas y juegos que trasladaron desde el salón al patio después de comer. Allí hincharon globos y crearon animales, espadas y mariposas, y aunque hubo alguna discursión por este o aquel muñeco, no faltaba quien pusiera paz. Sobre todo tocando un poco de música con su saxofón, que dejó a más de uno intrigado mirando cómo funcionaba. Después, sacaron el paracaídas, una tela enorme de colores donde mantearon a todos los muñecos de globo y que les hizo reír a carcajadas. Un detalle muy tierno para con los peques.

Mientras, en el salón la gente disfrutaba de la sobremesa y Virginia se escapaba con su madre en misión secreta… Cuando abrieron el salón de la discoteca y las luces empezaron a moverse, la gente se animó pasando a pedir alguna copita o moviendo tímidamente las caderas en la periferia de la pista. A los pocos minutos, Carlos y Virginia aparecieron para abrir el primer baile oficial. Ella se había cambiado su amplio vestido con cola a un vestido corto de mucho vuelo y espalda trasparente y eso, además de su calzado auguraban cosas interesantes. ¡Y tanto! Hicieron un baile preparado de una canción lenta muy íntima donde entre miradas enamoradas se atrevían con algún paso más complicado. Todo el mundo grababa, hacía fotos y sonreía en la media luna que los rodeó. Otro de esos momentos preciosos que recordarán por siempre.

Así empezó la fiesta ¡a pasarlo bien en la pista!. Continuó con más bailes, la conga general y el photocall echando humo con pelucones, gafas y gorros volando por el salón. Y es que nadie se resiste a cambiar el look por un momento y ver al de al lado con aquellas pintas. Fue un ir y venir pero para nosotras fue un placer estar allí. Esa alegría es el mejor cierre a un día perfecto. Gracias a Virginia y a Carlos por estar siempre pendiente de nosotras, por tratarnos con tanto cariño hasta en los momentos de más nervios. A familiares y amigos por tener siempre una sonrisa para estas cámaras.

Así, sí. ¡Felicidades!

1, 2, 3 y… ¡beso!

Este sábado tuvimos nueva boda en Toledo cargada de buenos conocidos. Acordando la hora y preparando todo, nos presentamos en casa de Miguel, el novio, que con tanto cariño nos recibió. Era la hora de comer por lo que encontramos a alguno casi con más hambre que nervios. Fue subir en el ascensor los cuatro, cual «tetris», entrar siguiendo a un perrito muy alegre y encontrarnos con infinidad de familiares que bajaban de la escalera como un río que parecía no tener fin. ¡Eso sí que es saber distribuirse!. Muchos estaban preparados, sobre todo las chicas, y los chicos llegaban con las corbatas como si quemasen, pidiendo ayuda al héroe de la familia, el papá. Debemos confesar,que todos los nudos de la boda los hizo el padre del novio, ¡tenías que haber cobrado! Risas de padres, hermanos y niños que siempre endulzan estos momentos y que nos ayudaron a que el ambiente fuese natural y agradable, como a nosotros nos encanta que sea. Pero sin duda alguna, Tiza es el que mejor posa de toda la familia, sabía a la perfección como sentarse, mirar a cámara y poner su mejor perfil, un gran perro. Los nervios de Miguel se quedaron aparcados por un rato mientras bromeaban con él los cuñados, las hermanas le retocaban la camisa, y los sobrinos se acercaban a abrazarle. La luz entraba en el bonito salón donde el amplio espacio permitía que toda la familia pudiera estar junta, haciéndoles a todos partícipes con cierta algarabía. ¡No podía ser de otra manera!.

Y de un Nº 4 con nombre de ciudad, nos marchamos a casa de la novia, otro 4 con nombre de país. ¿Sería cosa del destino? Parecía que era nuestro día y más después de conocer a Lucky y a Gus, los perros de Elena… ¡porque teníamos mascotas también con esos nombres!. Después de las presentaciones, la novia nos mostró el salón donde todo estaba preparado: los detalles, el impresionante vestido de Pronovias con su amplia cola y su bonita espalda que solo su cariñosa amiga Bárbara, que por cierto nos enseñó nuevos trucos con ese cariño para ayudar a futuras novias, sabía colocar a la perfección. La sonrisa deslumbrante y que no podemos borrar ni con photoshop, la acompañó en todo momento. Las flores inundaban la casa, y no solo del ramo nupcial, si no también de los tres ramos que envió su futuro marido para todas las mujeres de la casa y que la hicieron sentir alguna mariposilla que otra. Su madre, su abuela, sus primas y su mejor amiga la acompañaron mientras se vestía para la ocasión. También las lágrimas de todas ellas mientras se ajustaba cada cremallera, se ponía los zapatos o se subía la liga con la que se casó su madre mientras la atenta mirada del padre y padrino, parecía decirle lo preciosa que estaba. Y cómo no, destacar a la abuela que tan elegante,y sexi, muy sexi, estaba. Tuvimos tiempo de sobra para fotografiarla sola y también acompañada con todos los familiares que fueron llegando. Con el reloj de nuestra parte nos fuimos hacia la iglesia: nuestra querida Santiago el Mayor.

Con el gusto del sol de primavera llegamos cuando aún estaban solo los que no dormían siesta. Poco a poco se fue llenando y mientras los minutos pasaban, aún no veíamos al novio por ninguna parte!!!. Al poco tiempo bajó del coche cual protagonista de película y ovacionado por todos, así que ya solo quedaba esperar a Elena. Ella entró sonriente y con una dulce música clásica que emocionó… ¡sobre todo a Miguel!. Fue un momento precioso y una de las entradas más emotivas que hemos visto. La ceremonia fue sencilla y con palabras muy cercanas y juveniles. Se les veía cómplices y muy contentos, en muy poco tiempo ya eran marido y mujer. La salida fue un gran vendaval de pompas de jabón, pétalos y por supuesto… ARROZ, nuestro querido y maravilloso arroz que luego encontramos en rincones que no sabíamos ni que existían, eso sí, esta vez no nos cerraron dentro y no pasaron la aspiradora, como en bodas anteriores.

No había tiempo que perder y tras disfrutar de los abrazos y felicitaciones de los suyos, hicimos nuestro paseo desde Zocodover hasta la Catedral. Toledo no defraudó y, con sus calles llenas de gente que se sorprendía y les felicitaba, nos regaló preciosos momentos de esos de «darse amor» y mirarse bonito. Reflejos secretos, pequeños rincones y detalles para recordar mientras la gente seguía y seguía felicitándoles, ¡incluso los niños!.
Después continuamos al siguiente punto de encuentro pero no quisimos desvelar la sorpresa que una hermana y una amiga les tenían preparados… y era tan adorable… Gus, el perro de ambos, volvía a estar presente: les esperaba trajeado y emocionado en el Puente de San Martín para hacer el loco con ellos en un corto paseo pero ¡inmortalizado para siempre!. Gracias chicas.

Ya en el Cigarral del Ángel Custodio empezaba el relax de saberse casados y era momento de disfrutar de los suyos y del siempre impresionante cigarral. Al aire libre, con una temperatura envidiable, no pararon de moverse, hablar con todos y hacerse decenas de fotos para que tuviesen un recuerdo. Risas, y una interminable lista de familiares que nos sacaron carcajadas y que el vídeo captó desde su posición privilegiada. Los invitados querían estar con ellos y ellos no faltaron pues …¡estuvieron con todos hasta caer el sol!. Poco a poco el jardín se fue vaciando y el momento de empezar a cenar llegó. Comida deliciosa, un ambiente íntimo y agradable, y buena compañía… ¡así es muy fácil!. Gracias chicos por hacernos partícipes

Los detalles sucedieron a lo largo de toda la cena, un discurso divertido y lleno de sentimiento de los hermanos del novio, así como uno lleno de emoción de la impactante hermana de la novia. Los novios también hicieron algo para el recuerdo de todos sus invitados, un bonito vídeo de fotos y agradecimiento. Pero no fue el único ; ¿Qué tres virtudes? ; Una anécdota con los novios; No pueden estar sin… esos fueron alguno de los titulares a los que respondió familia y amigos para hacer la noche todavía más mágica. Los cumpleaños también estuvieron presentes, las parejas con intención de casarse tuvieron regalito, y cómo no, los miembros de la mesa principal también disfrutaron de romper envoltorio. Tuvieron para todos, sin duda.

El baile no paró, los corros, las congas, las coreografías imposibles de esos primos a los que tenemos enchufe… era inevitable que no se nos escapase algún pasito a nosotras también. Bonito baile,bonita música y bonitas luces de la mano de Divinevents , y bonitas sonrisas que nos dejasteis.

Por querer que fuésemos nosotros quién dejase inmortalizado vuestro día, por vuestra sencillez y bondad, y por cuidarnos como uno más… ¡GRACIAS! porque es la mejor forma de hacernos felices. Os deseamos lo mejor, pareja.

Cerrado por boda

Toda la semana pensando en el sábado y, por suerte, por la mañana nos alegramos de que la lluvia que predecía el hombre del tiempo diera tregua a Manu y a Laura. Nosotras empezamos con nuestro rutinario «preparados, listos, ya»: traslados en coche y puesta a punto de cámaras y provisiones varias, bromas, alarmas y direcciones en mano. Y con todo ello nos fuimos a ver a Laura.

Al llegar a casa, ella aún no estaba pero sí sus padres, sus hermanas, Nico y la entrañable abuela Juana. ¿Alguna vez os hemos dicho que nos enternecen los abuelos? Son únicos. Entre preparativos, maquillajes de la mano de Mónica Dávila y una música muy marchosa, empezamos por los detalles que nos esperaban en toda la casa. En la última habitación se encontraba ese maravilloso y espectacular vestido de Vicky Martín Berrocal que aunque no llevaba bata de cola sí tenía una espalda de encaje que quitaba el hipo. Además, un bonito detalle que hacía homenaje a las amigas: un lacito de lunares que todas llevaban en algún lugar escondido. Homenaje también a ese aire flamenco que se respiraba en la casa. Al lado, unos zapatos azules, de tacón alto… y de Santino, la mejor elección para aquel vestido. Un conjunto impresionante. El timbre sonó y no podía ser de otra manera, ¡era la novia! Hora de maquillarse mientras finalizaban con Silvia, una de sus bonitas hermanas. El tiempo corría mientra apretaba el sol en el ventanal del salón, y aunque alguna ilusa creyó que el reloj estaba adelantado… ¡no!. Todo se retrasó así que esas prisas de las que nos deshicimos llegando tempranito, ¡volvían a la carga!. Unas cuantas fotos a esos eternos botones y a correr porque teníamos una cita ineludible.

Nos dirigimos a la iglesia de Santiago el Mayor dónde esperaba todos con una violinista, un piano y una hermosa voz. Hortensias perfectas, invitados nerviosos y unos niños de arras que debilitaban. Después de una ceremonia sencilla y las palabras del párroco, amigo personal de a familia, tocaba el arroz. Al principio no se atrevían a salir pero no había puerta de emergencia y acabaron riendo mientras les gritaban fuerte ¡qué vivan los novios!. A la salida esperaba un bonito coche clásico que pisaba asfalto debajo de un sol de justicia. En el puente de San Martín hizo un parón para inmortalizar, entre otras cosas, la flexibilidad de la espalda de la novia… ¡vaya besos de película!.

El cóctel, en el Cigarral de las Mercedes, tenía un encanto de cuento con árboles, piscina y Toledo de fondo ¿qué más se puede pedir?. Pues, por supuesto, un montón de fotos con los invitados que no paraban de dejarse caer por el improvisado photocall «made in Toledo». Besos, risas y montones amigos que nos hicieron pasar un rato entrañable. Poco a poco fueron quedándose solos para hacer el paseo hacia el banquete e inaugurarlo con un brindis y aplausos entusiastas. También nosotros pudimos disfrutarlo ¡muchas gracias Laura y Manu!.

Después de un rato agradable en compañía de los suyos, llegó el momento de la tarta. Una tarta de bizcocho, crema y fresas coronada por unas figuritas de ellos …¡de Lego!. Esta vez no se oía un «qué se besen» típico, esta vez añadían…»de tornillo», así que una vez más vimos esos besos de película especialidad de Manu. Sin embargo no era eso lo que nos rondaba la cabeza: teníamos un reto. Y no uno cualquiera, si no uno de Manu … la imagen final de la película de El Resplandor. Casi nada ¿eh?. Pero como nos encantan los retos, buscamos en momento y lugar perfectos entre bailes en la discoteca, fotos multitudinarias por aquí, saludos a cámara por allá… y fue después de lanzar el ramo cuando pudimos con toda la logística… ¡CLICCCCCC! y ¡Hechoooo!.

La gente se lo pasaba bien y nosotros lo notábamos. Nos fuimos de allí con risas y el equipo feliz. Muchas gracias por confiar en nuestro trabajo, ¡ha sido un placer estar allí!.

Mucho amor y una boda en San Valentin

Comenzó la mañana con las tareas de organización de tiempos y corroborando datos como siempre pero la cosa cambió rápido. Llegar a casa de Carlota y su familia nos demostró que también se puede ir pausado. La luz fue maravillosa y los gestos de cariño, evidentes. En la Iglesia de Santiago el Mayor, una de las más singulares de Toledo, estaba todo preparado al mínimo detalle. La gente nerviosa y los invitados deseando verlos felices. Fue una misa, como todas lo son, diferentes y especiales para ese día. Sin embargo, tuvo toques aún más distintivos: las canciones, la armonía, la sensación de estar en casa y la alegría de compartir.
El viento no impidió fotos para el recuerdo en un Toledo invernal y gris, con una luz preciosa. De allí solo quedaba bajar rodando hasta El Cigarral del Bosque, comer y brindar, y después celebrarlo como merecía.

Una divertida boda de la que nos llevamos grandes momentos. Gracias por elegirnos y por su cariño a Carlota, Antonio y familia.