Madrid

Estamos ready

El sábado tuvimos boda y sin duda, la vuelta al cole fue muy buena. Clara y Álvaro después de 7 años iban a cumplir su deseo de casarse en 2019 rodeados de gente que les quería.

Todo empezó en casa de Álvaro, todo el mundo estaba listo para el gran evento cuando llegamos. Aquel hogar tranquilo, vestía una luz especial, rodeado de fotos familiares, una enorme colección de coches y una familia bastante tranquila.

Mientras el novio remataba los últimos retoques, nos contaba algún secreto de su padre, fue entonces cuando descubrimos una antigua cámara de video, de las de verdad, de esas que se llevaban al hombro y rompían muñecas, y es que teníamos al lado a un hombre conocedor de nuestro mundo, eso siempre hace mucha ilusión.

La madrina, y madre de Álvaro, estuvo atenta de los pequeños detalles de su hijo, su hermana transmitía dulzura, su tía ternura y su padre tranquilidad. Así, fue fácil. Pronto llegó la hora de ir al lugar donde estaba la novia, la novia y unas cuantas amigas…

Llegamos a una bonita y sencilla habitación blanca donde se encontraba Clara con las últimas pinceladas de maquillaje, afuera, sus mejores amigas y damas de honor inconfundibles pues todas iban vestidas de rojo y llevaban, de manera indestructible, una gran sonrisa por el evento que acontecía.

Realizamos unas fotos a los pequeños detalles, el precioso vestido y un ramo muy especial, pero los minutos pasaban y era hora de vestirse…Con ayuda de su madre para encajar el vestido, de sus amigas para los pendientes, los zapatos y la mantilla, y con más de una mirada que no podía resistir verla, la novia estaba ready.

Al empezar la ceremonia, un sol y unas sombras nos acompañaban por aquel pasillo que finalizaba en un novio nervioso y sonriente, el padre y padrino estaba alegre y orgulloso de su hija, y más de un invitado tenía preparada la cámara del móvil apunto de disparar. La ceremonia fue amena, pero hubo un momento que despuntó, la lectura del hermano de Clara hizo llorar a más de uno y la entrada de los anillos a mano del sobrino de los novios que no podía estar más guapo! Por supuesto, el arroz no podía faltar!

Antes de que comenzara el cóctel nos escapamos a una preciosa cueva donde los novios pudieron estar tranquilos unos minutos y mientras nosotros aprovechamos la ocasión ¡faltaría más!…

Durante el cóctel era momento de hacer fotos a los amigos del trabajo, de la playa, de toda la vida…a las familias, las madres especiales con tatuajes recientes, a todo el mundo que allí se encontraba para disfrutar de ese día tan especial. Fue entonces, cuando la hermana del novio cogió el micro y aunque, no tenía mucha costumbre de hacer lecturas especiales, les dedicó unas palabras que volvieron a sacar sonrisas y lágrimas…y a seguir con el rock and roll.

La cena fue hora de sorpresas; primero los ramos para las tres mamás, seguido de un viaje que regalaron todos los amigos a los novios, después tocaba el ramo de la novia a su mejor amiga Marta al son de un bonita canción, de esas que se cantan a pulmón… los amigos del novio trajeron un regalo envuelto en cemento, el novio voló demasiado, las damas no paraban de bailar… ¡lo que dudamos es si se pudo comer algo entre tanto alboroto!

Llegó la hora del baile, un baile coreografiado a la perfección y donde también hubo detalles para las damas de honor y la coreógrafa. Incluso, hubo fuegos artificiales! Y además…los mejores secretos de los novios los recogimos en el video… que anécdotas más buenas!

Muchas gracias por elegirnos, por confiar en nosotras y por el cariño. Sed muy felices pareja!

Ayer, hoy y siempre

La boda del viernes fue una boda especial por varios motivos. El primero, porque se casaban personas especiales, el segundo porque cayó en festivo y el tercero porque el sitio tenía magia. Cierto es que, al ser un trayecto largo decidimos salir bien temprano porque no nos pillase la caravana o hubiese algún imprevisto. Salimos con tanto tiempo que creemos que los novios ¡no habían ni amanecido cuando llegamos! Pero no quisimos molestarles y decidimos dar una vuelta por Alcalá de Henares que estaba preparando todo para sus fiestas medievales. Desayunamos en un bar lleno de color y de comida rica que nos inspiró todavía más, si cabe.

El parador de Alcalá de Henares escondía, entre el laberinto de sus habitaciones, a Marya y Álvaro que estaban llenos de nervios, de esos sanos y emocionantes, de los que tiene un adolescente en una primera cita. Primero nos encontramos al novio en el hall del hotel atendiendo a sus familiares. No podía creerse que hubiese llegado el día. Rápido nos chivó la habitación de Marya y ¡allá fuimos!

Al llegar a las 212, la música nos recibió al entrar. Allí estaba la novia con su preciosa mamá y ahí entendimos la conexión. Estaban en manos de unas artistas en el mundo del maquillaje y la peluquería, ¡menuda trenza bonita y complicada llevaba la novia! Todo bañado por un luz preciosa que atravesaba la ventana tímidamente. Mientras terminaban, nosotros nos encargábamos de hacer fotos a cada detalle que la novia llevaría; zapatos, pulseras y pendientes de su abuela y su madre, zapatos maravillosos, ramo, anillos….Todo preparado para la ocasión.

En cuanto vimos que Marya había acabado, la sentamos en un rincón de la ventana dónde luces y sombras hacían de ella un auténtica modelo. Estaba feliz, resplandeciente y llena de alegría. En un momento, su madre se acercó para besarla y fue entonces cuando la cámara no pudo parar de disparar…¡menuda emoción y que cariño! Después nos fuimos para dejar un momento de soledad y tranquilidad a la protagonista.

En la habitación del novio aprovechamos para hacer detalles y algún robado de la familia mientras se arreglaba. Y como les quedaba un buen rato todavía, decidimos que era un buen momento para entrevistar en vídeo al novio. Buscamos el rincón ideal y con un atuendo de lo más sugerente, nos contó pequeños secretillos de la novia. Con ella tuvimos que hacer lo propio…claro, ¡no nos íbamos a quedar sin saber los de Álvaro!

Entre tanto llegaron más familiares a la habitación de la novia, hermanos, sobrinos, su dama de honor favorita, Marina, su papá… La habitación se llenó y para celebrarlo ¿por qué no saltar en la cama? La novia se subió con su sobrina y se pusieron a saltar sin importarles nada que no fuese ese momento de risas y diversión. Pero el reloj no paraba y era necesario empezar a vestirse. Un vestido sencillo, unos zapatos perfectos, un ramo y un velo llenos de color rosa, como a ella le gusta, e infinitos detalles donde guardaba el recuerdo de seres queridos. ¡Ah sí! y un lacito azul enrollado en la tira del sujetador para la buena suerte. Alguna foto de familia, un paseo por aquel pasillo maravilloso…y ¡a esconderse de nuevo!

Poco tiempo después, aprovechamos que el novio ya había empezado a vestirse y empezamos a sacar imágenes desde cualquier rincón de la habitación. Sus detalles también eran especiales y con esos gemelos de bellotas, llevaba con su tierra por bandera. Estaba feliz, se le notaba, a él y a sus hermanos, su cuñada, a sus padres… y ¡a sus tíos! Todos estaban allí. Y es que a veces los errores provocan momentos para recordar en familia, como a ellos les gusta estar. La madrina iba guapa, sencilla, y con un tipo que parecía la hermana mayor y el padre, casi casi, ¡mejor peinado que la novia! Marya, no te nos enfades. Así, sin darnos cuenta, había llegado el gran momento.

Salimos hacia la ceremonia pues amigos y familiares esperaban impacientes, siguiendo el camino que los cartelitos les indicaban hasta donde se celebraría finalmente la ceremonia. Con «Nothing else matters» empezó todo, el novio entró de la mano de su madre emocionado y deseoso de ver a su futura mujer. Marya sonriente y disfrutando de lo que estaba pasando, caminaba hacía él para encontrarse con ese beso tan ansiado y con alguna lágrima. La ceremonia fue muy especial, sencilla y rápida pero que recogía lo esencial de ellos dos. Las damas de honor miraban a la novia con cariño, la familia se asomaba entre la multitud para ver a los novios y los móviles hacían fotos sin cesar. La maestra de ceremonia era la tía de la novia, por lo que el cariño ya estaba en el ambiente. Sus hermanos y una amiga íntima pusieron un punto más de emoción contando infinitas anécdotas que todos recordaron con cariño, locuras que tuvieron buen resultado, e historias del pasado que hacen que tenga sentido el presente. ¡Hasta un sobrino de los novios se escondió debajo del altar para participar más a fondo! A la ceremonia no le falto nada: anillo, besos, caricias, más besos… y todo eso ha quedado guardado para siempre.

Y una vez casados, acostumbrándose a llamarse «marido» y «mujer», aprovechamos antes del cóctel para hacer alguna fotografía por el Parador. No es difícil con novios así. Durante el cóctel aprovechamos para las fotos de grupo. El acento extremeño aparecía por aquí y por allí, los amigos y amigas participaban en cualquier cosa que les pedíamos, la comida rica, las copas de vino y de cava. Hasta la lluvia respetó el momento en el claustro.

El banquete no se hizo esperar y tras una entrada con música, servilletas y ovaciones, disfrutaron del mejor ambiente. Pronto llegó el baile donde predominaron las miradas entre rayos de colores y sus invitados mirándoles enternecidos. Después, una sorpresa preciosa que nos emocionó a todos…en la que solo se veían manos alzadas con cuernos y gritos que decían «niño grande, noble, un valiente y luchador. Niño grande, noble, luchador hasta el final» Ahora escribiendo nos seguimos emocionando…grandes Búcefalo. Después del momentazo tocaba bailar, bailar ya sin tacones «con zapatillas» como indicó la novia a sus invitadas, tocaba brindar, y pasarlo bien.

Gracias pareja por este bonito día, por confiar en nosotros, por dejarnos canciones y por sonreír. ¡Menudo recuerdo bonito nos queda! Ahora toca…seguir siendo igual de felices.

Las luces de la gran ciudad

Después de una mañana haciendo una bonita sesión de embarazo con muy buen rollo y un poco de rock (de esas que nos quedamos para nosotros y para nuestras parejas en petit comité), pusimos rumbo hacia el centro de Madrid con mono de fotos. La cámara nos pedía más caña y por eso no hizo falta ni música. Con las indicaciones del GPS íbamos alegres. Nos perdimos un poco, como no, pero ya lo teníamos en cuenta. Por suerte era un día de novedades y es que nuestro equipo aumentaba con Amanda II y Antonio, nuestros compis en prácticas. Iban a hacer making off y todo lo que se les pusiera por delante y con ese pensamiento, en plena Plaza de España vimos aparecer a Fernando y Nuria. Él tan elegante con abrigo largo y ella como una princesa de blanco con un vestido corto para la ocasión. Y, aunque no se lo esperaban, el cariño de sus gestos arrancaba aquí y allá felicitaciones y halagos a los «recién» casados. Nos partíamos de risa.

Podemos decir que tuvimos una parte más tranquila haciendo una ruta alternativa para evitar un poco el turismo, una idea que luego acabamos agradeciendo. Desde Palacio de Oriente con su Segway, pasando por la Plaza Mayor, aquella tienda de flores tan bonita, algún que otro escaparate… No se nos acababan los lugares que recorrer y los muchos rincones de Madrid nos encajaban como anillo al dedo. Ellos con su sonrisa habitual y su buena disposición a disfrutar de un rato de fotos, vídeo y buena compañía, lo hacían todo más fácil. Fernando nos hacía reír con sus «Nuria está posando» para hacerle de rabiar y ella preguntando «¿pero sigo teniendo el pintalabios bien, verdad?». No parábamos de recordar detalles del día de su boda, como el del propio pintalabios, tan suyo.

Se nos pasaron las horas y poco a poco nos acercamos a Sol, con sus centenares de personas a pesar de ser un día nuboso y es que siempre hay gente que quiere pasar un día por allí. Saludamos al oso, vimos la entrada del antiguo Casino y bajamos hasta el edificio Metrópolis. Allí hicimos unas fotos sufridas pues empezaron a caer unas gotas que nos metían prisa. ¡Clic-Clic! y en un pis las estábamos todos bajando para ya acabar con la Gran Vía, ¡ahí es nada el recorrido! Nos lo agradecieron las piernas a todos menos a la pobre Nuria con sus tacones.

Muchas pequeñas anécdotas, como las fotos del paso de cebra frente al Primark con el semáforo en rojo, las del emblemático letrero de Schweppes en Callao o las luces de la salida abarrotada de aquel teatro, muy de beso de película. Y así muchos más que quedarán siempre en Gran Vía donde, como suele decirse, «hay de todo». Al final, acabamos con un poco de frío en la boca de metro más especial. Un bonito broche para acabar la sesión de los sueños de la pareja: un paseo muy urbanista por Madrid. Los abrazos de la despedida nos gustaron muchísimo, igual que los que nos daremos el próximo día que nos veamos. Seguro.

El año pasado empezamos en marzo con vosotros y, en cierto modo, este año volvemos a empezar. No pudieron ser esos adornos de Navidad pero aún así, éste sábado hubo luces. 😉 Gracias por vuestro cariño, siempre y hacia todo el equipo. Y gracias a Madrid por aguantar la lluvia ¡justo hasta entrar en el coche!.

Que tu felicidad sea la mia

Ola de calor, decían para este pasado sábado en el centro de España y, con grados o sin ellos, la fecha de la boda de Olga y Toño se aproximaba. Después de comer y preparar todas nuestras mochilas, nos pusimos en camino hacia Aranjuez para ver a nuestros aventureros, con lo que habíamos compartido lugares bonitos, rincones secretos y recetas de cocinillas. Teníamos muchísimas ganas.

Llegar a cualquier parte siempre tiene el peligro de perdernos y, aunque lo intentaron con tanta calle prohibida y sin gps, nuestro olfato de bodas nos indicó el camino hasta la Finca los Rosales, un sitio precioso en el que ya habíamos estado. Al llegar nos recibió la tranquilidad de su jardín, decorado para la ocasión y con bonitos detalles que los novios habían supervisado. En el porche esperaban algunos familiares y también Toño, que merodeaba por allí con la prohibición de ver a la novia. Puerta con puerta pero sin querer romper la tradición de verse antes de la celebración… ¡qué nervios!.

Nuestro primer paso fue seguir a la mamá de Olga, siempre sonriente y la que nos apodó «Los duendecillos», ¡Nos encanta!. La encontramos preparándose en el baño de su gran habitación,la estaban peinando y maquillando con la ventana abierta donde solo se veía «verde» lo que aportaba muchísima tranquilidad.¡Así da gusto! Empezamos por los detalles, el vestido, que encontró su encuadre en el maravilloso salón, los zapatos, los cuales movíamos cuál ninjas de un lado para otro escondidos y protegidos para que Toño no nos pillase con las manos en la masa…El ramo, en el mejor sitio que podía estar, la nevera. Así que, aprovechamos que teníamos a la pareja en la misma casa para mezclar los detalles de uno con los de otro. Algo muy recomendable y divertido.

Los familiares iban llegando mientras les recibía Milú, el perrito de la familia que iba igual de trajeado que el resto y que disfrutó como el que más a su aire todo el día. Los rincones de la casa nos embaucaban y llamábamos a las puertas cuál carteras. Olga ya estaba lista, pero antes de vestirse, un momento que nos encantó, fue la novia la que maquilló y peinó a su madre. Un momento muy emotivo y tierno que reflejan la realidad con naturalidad. Tocaba subir ese precioso vestido que poco a poco iba encajando perfectamente. La liga, los zapatos y faltaba algo… ¿Pero qué? Una pulsera pero no una pulsera cualquiera, una en la que ponía «Las de siempre, para siempre». Llamaron a la puerta y aparecieron 4 amigas emocionadas viendo a la preciosa novia. Era su momento pero Olga tenía una sorpresa para ellas, esa pulsera que resumía lo que significaban en su vida. Así que las cinco mostraron sus pulseras orgullosas, algunas ni quitaron la etiqueta… Menos mal que estuvieron para acompañarla, porque la espera en la habitación se hacía cada vez más tensa pues la novia no paraba de asomarse por la ventana para ver llegar a todos los invitados. ¡Ya no quedaba nada!

Mientras, en otra parte de ese mismo pasillo, Toño se arreglaba en compañía de su madre que nos avisó cuando estuvo listo para terminar e inmortalizar el momento. El reloj, la pajarita, el chaleco… todo fue fácil hasta llegar al prendido, ese que trajimos también de la nevera y que dio un poquito de guerra. Debía quedar bonito y no recargado con el pañuelo, como decía Toño. ¡Fuera pañuelo!. Aunque lo que más nos gustó/encantó/divirtió fueron esos gemelos de Superman que nos contaban un poco de ese superhéroe que llevaba dentro. Madre e hijo mano a mano y capa a capa le dejaron listo mientras se oía eso de «porqué la gente se no casará en invierno, con este calor…», y el abanico salía como complemento de la madrina. ¡Indispensable!.

Plim, plam, plom. Solo las puertas cerrándose con las corrientes de aire rompían el silencio y es que había una calma mágica en la finca. Los nervios iban por dentro y no tardaron en hacerse notar mientras Toño y todos los invitados se ubicaron en la pérgola de la ceremonia, donde entre telas blancas y una gran pradera iban a recibir a la novia que esperaba ramo en mano a muy poquitos metros de allí.

El recorrido hasta aquella alpaca que haría de asiento, fue rápido, deseando llegar, con sus amigas recogiendo la cola y su padre agarrándola fuerte del brazo, orgulloso. Tanto si cabe como Toño al verla llegar, ¡qué mirada!. La ceremonia fue corta y después de leer algunas palabras de la hermana de Toño y una de las amigas de ambos, y de leer todos los aspectos legales, quisieron hacer el rito celta de enlazar las manos. La respiración se le cortó a más de uno a la hora de leer los votos nupciales, algo especial sin duda. Nunca hemos visto prometerse amor de esa manera «Princesa ricitos, aunque sea pequeño y débil, por ti moveré montañas y mataré dragones». La emoción brotó en cada invitado, y cómo no, en los novios. El camino se llenó de petálos y piropos, para finalizar con achuchones, felicitaciones y besos, muchos besos. Los selfies de las amigas con los protagonistas abundaban, pero nosotras también hicimos nuestro trabajo. Antes de que se fueran para el cóctel tocaba foto de grupo, y así fue. Tras esto les tocaba a ellos, un par de besos en un rayo de sol y punto, no necesitábamos más. Era la hora del cóctel.

La comida se movía de un lado a otro sin parar, el paisaje acompañaba y el calor no destacó en exceso. La música en directo con aire cubano, una bonita sorpresa de Olga a Toño, amenizaba la velada y los bailes de algún gamberro, ponían el toque de humor. Detalles por aquí, foto emotiva por allá y conversación relajada mientras Milú aprovechaba y comía jamocito de quien tuviera a bien dárselo. Entre unas cosas y otras, pronto llegamos a la cena. La boda entera estuvo rodeada de la palabra Love, palabra que presidia la mesa de los novios. Había corazones en las sillas blancas y un cielo cuajado de pequeñas luces les cobijaba mientras empezaba a atardecer. Fue una cena muy rica, podemos decirlo pues tuvimos la suerte de probarla, muchas gracias pareja, tuvo ritmo, no hubo muchos parones excepto un bonito momento en el que Olga salió para darle un ramo enorme a su cuidadora, a la que tanto cariño tiene. Sonaron muchos «que se besen» y más de una trompetilla a cargo de amigas y amigos. Las amigas también tenían una sorpresa para ella: le dieron un bonito álbum recogiendo fotografías antiguas que mostraban lo que decía la pulsera «Las de siempre. Para siempre».

Después, los novios se movieron por las mesas para dar los regalos a los invitados y a nosotras que no nos faltó tampoco, nos hicieron sentir una más, sin duda. Pero estos regalos eran especiales, los había hecho la novia, ¡qué maravilla! Dos vaselinas de diversos tonos, y un alfiler de con una cabecita de mujer con tocado; rubias, morenas, con sombrero con pluma, sin ella… A lujo de detalle. Y otro toque especial, la cerveza personalizada…ya os diremos cómo está y brindaremos a vuestra salud. 😉 Sabemos que es este momento en el que se crea un in pass, pero en esta ocasión duró poco…Un buen amigo de los novios, y animador de corazón, llevó a todos los invitados a la pista de baile, ¡te contrataremos para otras bodas! Pasito a pasito, todos los invitados se encontraron entre luces y buena música. Era la hora del baile.

El Dj David, o Garri como le llaman los amigos, estuvo en todo momento ofreciendo su ayuda. Ya lo ha hecho en alguna ocasión, y en esta boda le estamos igual de agradecidas. Ahora le tocaba a él pinchar buena música. Primero el baile de los novios donde brotaron las sonrisas y las miradas, las caricias…un baile estudiado, pero que salió de dentro, como todo lo que hicieron ese día. Después, intercambiaron pasos con el resto de invitados y… ¡menudos pasos! Nosotras también tuvimos el privilegio de compartir baile. No había quién les parase, sobretodo en canciones como «Paquito el chocolatero» , «Follow de lider», «Grease»… pero …¡qué vemos! Alguien con peluca, hora gamberra. Los novios y los amigos decoraron sus trajes con pelucones, gafas, sombreros ridículos y carteles en los que reconocían buscar pareja, bailar mejor que Beyonce, o ser el alma de la fiesta… ¡Qué buen momento! Nosotras seguíamos buscando la mejor foto subidas desde el balcón, desde una silla, y menos mal que los árboles estaban lejos porque si no… Y allí les dejamos, dándolo todo, con las habitaciones identificadas y la comida del día siguiente esperando a ser cocinada.

Muchas gracias por tratarnos así, con tantísimo cariño, como uno más. Por confiar en nosotras, por hacernos sonreír, y por permitir que seamos esos duendecillos que inmortalizan el día de vuestra boda. Gracias. Toca amarse, soñar y seguir mirándose como os miráis.

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El paraiso tiene mas de quien que de donde

Como si de una excursión del colegio se tratase, nos preparamos cual dos niñas pequeñas; primero el uniforme ,después las coletas, y por ultimo las mochilas. Lo esperábamos con ganas pues nos esperaba un viaje por la provincia de Segovia donde llegamos a pesar de perdernos en algún momento. Como es normal en nosotras.Fue una tarde divertidisima protagonizada por Toño y Olga, una pareja genial.

Empezamos el trayecto con anécdotas, risas y esa voz que cortaba nuestras canciones preferidas y que nos guiaba el camino. Era un buen momento para preguntar todos los detalles de la futura boda, para la que no queda casi nada.Entre tanto, los kilometros eran menos para llegar y las curvas eran mas para marearnos. Fue entonces cuando una pequeña abeja se coló y decidió posarse en la estrenada camiseta amarilla pollo de Diana. Su objetivo era amenizarnos la montaña rusa horizontal. Tanto nos reímos que no éramos capaz de articular palabra, y una avispada, nunca mejor dicho, Olga, se encargó de dejarlo inmortalizado en fotografía, como debe ser. Con el zumbido por aquí, y la carcajada por allá, Toño aparcó, ¡ ya habíamos llegado! La abejita salió del coche como una más de la familia y comenzamos nuestro precioso camino.

Los árboles, un lago, y un precioso pantano, que bien podía ser un gran espejo, nos motivaban para no dejar de disparar , hacer ruiditos de felicidad que nos caracterizan cuando conseguimos la foto que buscábamos y saltar de árbol en árbol para disfrutar de la grandiosidad del paisaje. Impactante, dirían algunas. El cielo nos dio tregua, aunque los valientes protagonistas se hubieran enfrentado a cualquier vendaval, pues ya les pusimos a prueba en más de una ocasión.

La «cabeza de burro» nos esperaba como siguiente parada con su maravilloso puente. La enorme extensión de árboles y el riachuelo (que fue objeto de algún bautizo) fue un gran descubrimiento para nosotras y no sólo por los encuadres si no porque se respiraba una calma pocas veces repetible. Nos lo pasamos genial, se nos pasó el tiempo volando, y la vuelta se caracterizó por las historias de película que nos habían ocurrido. Para acabar la noche, una buena cena que agradecemos de corazón y donde no faltaron los consejos culinarios. Queda pendiente la vega, las aceitunas y el rico granizado.

Y es que los paraísos, al igual que los hogares, son de personas y no de lugares.
Gracias por la tarde de ayer pareja, nos sentimos en familia, como si nos conociésemos de toda una vida!

Su boda aquí

El principe, la princesa y la fiesta del percebe

Podía ser como cualquier otro día pero teníamos boda y además una especial: la de Adriana y Óscar, en Madrid. Prometía estar llena de pequeñas cosas diferentes, como celebrarse en viernes, y eso nos hacía estar aún más alerta. Con todos nuestros artilugios, salimos desde distintos puntos del mapa hacia Villanueva de la Cañada. El viaje se nos hizo corto a base de música y buena compañía, para no variar.

Llegamos al Hotel La Ermita, la “casa” improvisada de un novio que nos esperaba relajado y en familia con toda su gente de Galicia y algún despistado de la zona. Unos cafés, alguna copa y gente llegando gota a gota para la ocasión con portatrajes y una sonrisa por bandera. Como íbamos con mucho margen, el padrino, y papá de la novia, nos acompañó para verla, muy cerca pero siguiendo el laberinto de calles que suponía el camino. ¡Fue de gran ayuda!

Al llegar a la Finca de Villanueva lo primero que nos recibió fue la calma: un ambiente íntimo y privado lleno de vegetación. Adriana estaba comenzando con el maquillaje por lo que nos disgregamos para descubrir la finca. Entre árboles centenarios, los operarios preparaban la zona de la ceremonia, la del cóctel y la del banquete con detalles decorativos en cada rincón: sombreros de paja por aquí, florecillas por allá y un olor a lavanda que le daba un sello inconfundible. Las sillas blancas de madera sobre el césped no podían faltar, creando un ambiente muy agradable mientras retratábamos también esos momentos previos. Como era de esperar, julio hacia brillar el sol y por eso las hojas creaban sombras caprichosas por todas partes.

La novia, preciosa aún sin maquillar, estaba tranquila a contraluz de una bonita ventana mientras el maquillador llevaba a cabo su trabajo de la mejor manera. Terminó rápido, y mientras, nosotros cotilleábamos la casa: el ramo en la nevera, los zapatos a la chimenea, y el vestido a la ventana. Pusimos todo patas arriba, ¡cómo nos gusta! La novia ya estaba lista para vestirse, así que entre las amigas, una madre que justificaba la belleza de la hija, y una tía abuela que parecía una amiga más de la novia, la vistieron con todo el cariño y la emoción que se vive en ese momento. Entre ricos granizados, visitas de más amigas (entre ellas nuestra querida Elena, perfecta para la ocasión) y el bendito aire acondicionado, esperaba la novia a que todo estuviese a punto. Bonitos momentos, reencuentros emocionantes y nervios en crescendo…Se acerca el momento…

Mientras sucedía todo esto, Óscar seguía tan tranquilo en la terraza. Estaba claro que ser el novio no era algo que le pusiese especialmente nervioso. “En 10 minutos estoy” y así fue. Mientras grabábamos el traje y los accesorios, sonaba alguna canción de Hombres G y su dueto a grito pelado desde la ducha nos hacía sonreír. Nunca habíamos estado mientras el novio en un abrir y cerrar de ojos se afeitaba y se ponía de punta en blanco, cumpliendo los pronósticos. ¡Eso es eficacia! Con la ayuda de su madre, su hermana y su padre, cada detalle se colocaba en su lugar, dejándonos preciosos momentos a contraluz en una de las buhardillas.

Después bajamos para encontrarnos en la sala del hotel con su piña de amigos de Galicia. Éstos cual novia tardona, le hacían esperar con las botellas de champán y las copas sobre la mesa. Mientras tanto los invitados charlaban con Óscar y los niños, como su ahijado Gael, correteaban por la zona con sus mini trajecitos. ¡Para comérselos! Cuando estuvieron todos, entre risas y buen ambiente, llenaron sus copas y brindaron por este día tan importante, juntos como les gusta estar a ellos a pesar de la distancia. Un detalle de amistad muy bonito antes de marchar hacia el sí quiero.

Un pequeño fallo técnico retrasó la boda, pero es aquí donde se demuestra el cariño, algo que hizo a la perfección unos padrinos muy especiales,los del hermano de la novia. Pese a este despiste, la boda comenzó sin incidentes y con mucha expectación. Música y unos pasos que les separaban del altar. Todos fueron testigo de cómo ambos se encontraban, se contaban confidencias y escuchaban lo que con tanto cariño contaban sus amigos de ellos. Alguna anécdota sobre fútbol, sobre el trabajo hasta altas horas o sobre el pasado oscuro de los pantalones de campana. La carcajada estaba servida, sobre todo al mencionar a los percebes. Y la fiesta del percebe de este año y del siguiente y del siguiente… Galicia es mar y no se puede luchar contra eso.

También hubo momentos de emoción, de ser amigos y hermanos, de estar en las buenas y en las malas. Del trabajo o de estar de paseo. Todo y más se encargaron de resumirlo esa amiga de Israel, o Paco, más que amigo hermano, que daban voz a los presentes, haciendo de la sencilla ceremonia algo personal y especial para ellos. Ya siendo marido y mujer, con el beso oficial, dieron paso a una lluvia de confeti de colores que brilló por el aire con los rayos de luz y les hizo parecer una pareja de cuento. Después solo hubo abrazos, besos y felicitaciones. Poco a poco fueron quedándose a solas así que les retuvimos unos minutos para aprovechar ese marco tan bonito que nos daban los sombreros, la vegetación y los contraluces. Unas cuantas fotos con el lento atardecer como ayudante y … ¡qué empiece el cóctel!

Con ese entorno y la música del saxofonista Juan Ramón Arias Echevarria como melodía, era un gustazo pasear por allí. Parecía mentira que esa música saliese de sus pulmones. Hicimos fotos de grupo y grabamos alguna gamberrada mientras la gente charlaba e iba de rincón en rincón: del gallego al de arroces, bandeja por aquí y por allá… Se notaba un ambiente feliz con reencuentros y gente que mezclaba diferentes acentos y procedencias. ¡Cómo nos encanta eso!. Cuando ya había caído el sol y se encendían las bombillas, los invitados pasaron por el árbol de entrada al «salón», un tanto campestre. El objetivo era encontrar su mesa, con titulo de alguna raza de perro, en homenaje a Lennon, el precioso Dalmáta, que de alguna u otra manera, también estuvo en la boda. Labrador, Pástor Alemán… cada invitado rodeaba el árbol buscando su sitio en la amplia zona cerca de la piscina dónde iban a disfrutar de más palabras emocionantes, de más detalles y sorpresas, y de una noche envidiable a la luz de los farolillos.

Como dijeron: cóctel largo y cena más corta… y así fue. de allí pasaron a la zona de la discoteca, preparada por Divinevents con unas luces y sonido espectaculares, como siempre, para hacer las delicias de los más bailongos. Pero antes Adri y Óscar tenían preparada una sorpresa: un vídeo en el que hacían memoria y hablaban de sus invitados, haciendo llorar a más de uno. Tras secarse las lágrimas abrieron el baile con una canción lenta, haciendo gala de ser unos auténticos profesionales. Nos quedamos con la boca abierta. Después la multitud tomó prestada la pista de baile dejando el listón bien alto con varias congas, bailes de niños y grandes porque ya se sabe… ¡la noche es joven!

Gracias por hacernos partícipes de vuestros momentos, por confiar en nosotros, por la cenita y por despedirnos todos con cariño. Nos fuimos con la buena sensación de volver a vernos pronto y seguir sumando recuerdos por el Norte de España. Cuando llegan los sabores agridulces siempre hay, como los del viernes, bonitos rayos de luz de días felices.

¡Muchísimas felicidades!

Ole y ole al Rocio yo quiero volver!

Por donde empezar…

Supongo que por la noche anterior, la del viernes,llenas de nervios preparando cada detalle para que el día siguiente no faltase nada, que funcionase todo, que sonase el despertador…y sonó, ¡qué si sonó! Tres o cuatro veces a las 7:00 de la mañana.

El coche nos esperaba cargado de cosas como si nos fuésemos a vivir a otro lugar remoto del mundo. El viaje fue tranquilo, cantando alguna que otra canción de esas que levantan el ánimo a cualquiera…canciones muy adultas…por ejemplo…hakuna matata vive y se feliz…nanana!!!. Y entre canciones llegamos a nuestro destino; una peluquería de aires ochenteros en la que se encontraba a punto de acabar Macarena. Estaba perfecta e iba con tiempo de sobra, tanto que rompió los horarios que teníamos. Íbamos tranquilas, podía fallarnos el gps ¡qué aun así nos sobraba tiempo!

Tocaba visitar al novio atlético, ex jugador del rayo y casi más antimadridista que otra cosa, tanto era así que quiso picarnos y tuvo el “detallazo” de recibirnos con la camisa rojiblanca… ya te la devolveremos ya…¡en alguna foto aparecerás con la del Madrid!.

Se vistió con casi más detalles que la propia novia. Después de unas cuantas fotos, allí le dejamos disfrutando de la rubia, la otra rubia que hay en su vida, la cerveza. Lo que venía a continuación no nos lo esperábamos, abrió la puerta una mujer con una sonrisa enorme y un notable acento andaluz. Empezó la diversión. Madre,sobrina,hermana y novia pelearon con corsés, medias, y cancanes, y consiguieron que todo estuviera a punto, tanto que sobró mas de una hora y media pero no era problema porque había mas personas en aquel hogar que ayudaban a que pasase el tiempo. Una preciosa abuelita devota del Rocío con un sentido del humor y una sonrisa perennes en su vida, y un abuelito, que casi nos quita el puesto con casi 100 años y ¡grabando en vídeo! Increíble, realmente increíble y envidiable. Nos debilitamos desde el primer momento que les vimos.

Tenemos muy claro quien va a ser el cámara de vídeo de nuestra boda. Supongo que ese sentido del humor andaluz era hereditario porque solo se oían risas por la casa. Y así nos fuimos, riendo.

La ceremonia fue especial, un coro rociero la amenizaba, coro que protagonizo uno de los momentos más especiales al cantar la Salve Rociera para la preciosa abuelita de Macarena. Llegó el sí quiero y se convirtieron en marido y mujer. La salida no fue menos especial pues la gente ya estaba animada y esperaba con botellines fresquitos a los que quedaban por llegar.

Después de unas cuantas fotos llegó un banquete lleno de sorpresas en La Finca los Rosales, un sitio precioso y muy íntimo donde disfrutar de la buena compañía. Una de esas sorpresas, la más especial, el regalo de las fotografías enmarcadas de ese mismo día para abuelos y padres. ¡Qué guerra nos dió la impresora y el ordenador! pero gracias a la ayuda de compañeros como Garri lo pudimos salvar. La emoción corrió por aquel salón, ¡lo habíamos conseguido!

Photocall, candy, instantáneas, buena música…no faltó de nada. Pero lo más bonito, lo que más nos emocionó fue el mensaje de después. Gracias por habernos dejado compartir, de la manera que lo hicimos, el día mas importante de vuestra vida. No queda ahí, lo sabemos y volvemos a repetir “Todo tiene quien todo da”.

PD: Gracias por la comida, fue un detalle. Tenemos que confesar que algunas no comemos ensalada pero si todas son como la de ese día, nos volveremos vegetarianas seguro.

Un verdadero placer pareja. Gracias por hacer que nuestro trabajo merezca la pena.

Subidos a lomos de una bici, corriendo hacia un mar que nadan juntos

Diferente. La boda de Nieves y Héctor podríamos definirla así. Rompieron los esquemas de otras bodas. Lo único que se salvó fue el vestido que sí, era blanco, ¡pero corto!. Los labios y las uñas destacaron por ese color rosa fucsia que tanto le gusta a la novia.Héctor no se quedaba atrás. Al sentarse nos dimos cuenta del rojo llamativo de sus calcetines y de esos maravillosos tirantes que tanto nos gustan.Era una princesa rebelde pero con zapatos de cristal y él un superhéroe con pajarita de cuadros.

Pero no solo los novios destacaron. Llevaban un apoyo importante…¡sus damos y damas!La ceremonia fue emotiva pues los mejores amigos y familiares leyeron anécdotas e historias que evocaban el pasado de los protagonistas. La orquesta acompañaba la voz del padre de Héctor, que oficiaba la ceremonia, y eso hacía que fuera más especial pues no hubo un solo miembro de la familia que no participara en el acto.

Los jardines de La Cañada Real parecía un escenario de esas películas americanas romanticonas que todo el mundo envidiamos. Todo estaba cuidado al detalle: cubretacones, pétalos, pañuelos “para lágrimas de felicidad”, complementos en los servicios, etc. La noche se abrió con el flash-move que prepararon entre todos para los novios.

¡Ahora a disfrutar de la luna de miel! Felicidades pareja.

Las 32.000 historias por las que caminar

Ayer fue un día especial porque muchos nos habíamos reunido con una misma meta: apoyar la carrera contra el cáncer de mama. La marea rosa inundaba 7,5 kilómetros del centro de Madrid. Había personas de todas la edades, desde una preciosa mujer de 88 años, hasta Lucía y Marta, dos bebés a punto de nacer. Mujeres, niños y hasta hombres y perros disfrazados de mujeres que peleaban de otra manera contra el cáncer. 32000 historias por las que caminar.Hubo lagrimas de emoción, gritos y carteles de ánimo por las calles, y una energía positiva que no se quedo solo en la carrera.

Fuimos por dos motivos; el personal, y para dejar constancia de que alcanzar la meta es posible.