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2017Todas las bodas suelen tener algo especial… pero es que la del sábado fue fuera de lo común. Y no solo en la infinidad de detalles pensados para ese día, si no por la gente, el sabor del sur, las nubes del Greco y una pareja con luces en los ojos.
Zocodover era nuestro primer destino cargadas de mochilas y buen humor. Por suerte el calor esta vez no era protagonista, aunque las cuestas de la ciudad imperial parecían más empinadas que nunca. Entre turista y turista llegamos a casa de la novia recorriendo el casco histórico y como todavía no había llegado, saludamos a la familia y decidimos ir en su busca. Nada más bajar nos la encontramos en el portal, estaba preciosa con su vestido blanco, esa onda en el peinado y su colgante de infinito, tranquila y tan cariñosa como siempre. La boda no parecía hacerle estragos y seguía siendo «un mar en calma» como ella misma dijo. Maria José, que así es como se llama la novia, hizo de guía por el que fue su hogar, plagado de ramos de flores en cada esquina y bonitas historias que ella conoce muy bien.
Al subir, nos dispusimos a hacer fotos de los detalles: unos preciosos Manolos azules que le había regalado su hermana, unos pendientes que encajaban a la perfección con el vestido, el sello tan especial que adornaba el meñique, y cómo no mencionarlo… el velo de la bisabuela Malola, que había pasado de generación en generación y que estuvo presente toda la boda. Mientras disfrutábamos entre bodegones, el papá de la novia nos sorprendió con un cuadro vivo a través de las ventanas del salón, allí estaba, nuestra majestuosa Catedral a un lado y la Iglesia de San Ildefonso al otro, salpicando la foto de tejados de diferentes tonos. Nos volvimos locas, la familia se reía mientras sonaba música alegre y la vuelta a España hipnotizaba al padrino y al hermano de la novia, lo podemos demostrar en foto.¡Cómo nos gusta lo natural! Pero teníamos que controlarnos, por supuesto, no podíamos ponernos a cantar aunque sí tarareáramos por lo bajo. La cosa pintaba muy requetebién y es natural…
Llegó el momento de vestirse, todo estaba preparado y la luz del salón nos regalaba contraluces y siluetas dignos de ese día. Botones, cancán, zapatos, y demás detalles que colocaron muy cuidadosamente su madre y su hermana, ya listas para la celebración. No faltaron ni sonrisas ni emoción contenida en las fotos familiares y en los abrazos con la niña, con María José. Pero el reloj movía sus agujas demasiado deprisa y teníamos que partir así que abriendo la puerta, cuando ya nos disponíamos a coger el ascensor, los sobrinos y los abuelos sorprendieron a la novia llegando en trompa y la cámara hizo unas cuantas fotos más. ¡Qué suerte de tener unos abuelos así!
Ahora sí, mochila a la espalda, estiramientos… ¡y a correr!! En la Puerta del Reloj de la Catedral estaba Manuel, el novio, que esperaba sonriente. Estaba espléndido, siempre decimos de la novia pero estaba vez hemos de reconocer que el novio no podía brillar más… según fuentes cercanas.. «la felicidad» era la culpable. Nos encontramos con mucha gente querida; Puris, Joaquínes, Miguel, Pilar, María, Fran, Paco, Álvaro, Inma, Chato… y más invitados que conocimos ese día y con los que fue un placer compartir momentos. El momento no podía ser más especial, Manuel, todavía en la entrada, había esperado a María José que se encontraba justo detrás, una distancia de pocos metros y unos minutos que podían parecer horas pues llegaba el momento de casarse.
La ceremonia fue tremendamente especial, risueña y llena de caricias y mimos entre los novios con la Virgen del Sagrario presidiendo desde el altar. A la salida, el arroz , una vez más fue bomba, y se llama así solo por que se lanza como si fuese tal, demostrado. Felicitaciones acompañadas de besos, abrazos, y acento gaditano en cada rincón. Después, unas cuantas fotos con la señorial madre del novio, el divertido padre y su elegante hermana. Y otras pocas con resto de familia y amigos. También con sus correspondientes bebedizos, Martín y Lucas que hicieron que se les cayese la baba a los novios ¡parecían padres de gemelos!
Después nos fuimos todos hacia El Cigarral de Las Mercedes, ese lugar mágico para disfrutar de la celebración. Bajo un árbol, «infinito x infinito», la frase que envolvió la boda. Y ¿ qué significa? Se preguntaban todos los invitados. «Infinito x infinito» es todo lo que se quieren los novios, multiplicad, ya veréis cuanto… Al fondo de ese patio salpicado de luces, un rincón dedicado para la familia del novio, la mesa «Con B de Barbate» llena de mojama y ostras, y adornada de blanco y azul. En la otra parte, las paellas y el jamón cortado de la mano de Carlos Muñoz y Marta, ¡qué rico!. No faltó de nada, incluso el viento que de vez en cuando venía a visitarnos, ¡quedaba bien y acorde con la boda! Pasaron un buen ratito del cóctel y cuando llegó la hora, pusimos rumbo hacia El Mirador, donde las mesas estaban preparadas, todas con una firma de algún célebre artista , diseño del propio novio, y la comida lista para servir.
De fondo, crisol de la raza ibera, la mejor estampa que puede tener un toledano. La cena fue tranquila, eso sí, los ramos a las madres y a la abuela no podían faltar y como en el postre ya habíamos pasado las 12:00 horas… ¡era el cumple de la mama del novio! Ellos le tenían preparada una tarta muy andaluza que adornó la mesa para presenciar todas las felicitaciones. Los invitados, acurrucados con mantas, no parecían sentir frío, pues disfrutaban y reían y acababan sus cafés calientes… la música ya se oía de fondo y los niños corrían que volaban repartiendo regalos junto con los hermanos de la pareja. ¡Ya quedaba poco para que comenzase la juerga!
El baile se abrió con un vals entre padre e hija que más tarde sería el novio el que acompañase sus pasos. Un divertido pero emotivo discurso de los amigos del novio,»Barbate», maravilló a todos los invitados e hizo a llorar a más de uno. Después tocaba bailar de verdad y no parar. Hemos descubierto que la novia debe tener familia habanera porque ese movimiento de cadera ¡no lo tiene cualquiera! Y no había sevillana que se le resistiese al novio.. como se nota la sangre andaluza. Todo el mundo movió el esqueleto como si no hubiera un mañana y nosotras algún pasito también dimos.
Gracias a todos, por vuestro cariño, vuestras sonrisas y vuestras palabras. Gracias María José y Manuel por confiar en nosotras y por hacerlo todo tan fácil. Fue un placer.
¡Qué seáis muy felices!