08
De todos los días de la semana, decían que el más caluroso iba a ser el sábado y, aunque el sol brillaba con fuerza, pudimos aguantarlo hasta el final. Tal vez fue por la alegría, los nervios silenciosos y la emoción de aquel día.
Después de pararnos a comer algo para que no nos rugiera el estomago, fuimos a casa del novio, Mario. Cuando llegamos, ya tenía la sonrisa puesta como complemento y lo no sabemos es si en algún momento la pierde. En la suite de nuestro querido Cigarral del Bosque estaban también sus padres y su hermana Tere que nos dejó la frase del día «estás tan guapo que no pareces humano» y es cierto, ya sin vestir tenía luz.
Primero hicimos fotos al traje y a los detalles del novio. Probablemente uno de los más ingeniosos que hemos visto a lo largo de los años, fueron los gemelos de Tesla. Un guiño a su profesión de ingeniero y que pasó de broma a realidad. No pudimos reírnos más, ¡menudo novio original teníamos! A medida que se iba vistiendo, empezaba a oler a boda y aunque parecía que no estaba nervioso…nosotras no nos lo creíamos del todo. Estaba perfecto, tirantes, corbata azul y sus imprescindibles de belleza. Por eso no quería hacer nada que le estropease el traje y aún así… ¡se atrevió a volar en la cama! Si es que con novios así, da gusto.
Después de unas bromas, jugar con los reflejos y disfrutar de las maravillosas vistas de la terraza, hicimos algunas fotos familiares. Al principio a su papá no le hacían mucha gracia, pero al final resultó ser un buen acompañante mientras ayudaba con la chaqueta. A las dos mujeres de la familia que estaban allí, tampoco se les daba nada mal y le echaron una mano con tirantes y gemelos. La luz, las bromas y esa tranquilidad sólo nos invitaba a llenar más tarjetas pero tras despedirnos con las fotos del pasillo y un selfie, cambiamos de rumbo.
Poco después, y mientras recordábamos antiguos buenos momentos, llegamos con mucha ilusión a casa de Coco. Y menuda casa bonita, grande y sobre todo… ¡llena de vida! Allí se encontraban tres de los dieciséis sobrinos que tiene la pareja. Tres niños preciosos, Luis, Lucas y Leo, que se encargaban de poner diversión a aquel momento. También estaban sus hermanas, su cuñado y sus padres.Todos nos trataron estupendamente y nos alimentaron con ricas albóndigas, pisto y queso. ¡Menuda suerte! Gracias familia.
Cuando entramos al salón, nos encontramos a la novia con Cristina, la otra hermana del novio, que maquilla a todas las novias de la familia. Nadie lo hace mejor y con más cariño que ella. Coco parecía una actriz famosa, una modelo o una princesa de Disney. No sabemos exactamente qué, solo sabemos que estaba realmente bonita. Mientras daban los últimos retoques al maquillaje y nosotras comíamos disimuladamente las albóndigas, nos pusimos con los detalles. Esta vez no había nada de Tesla, pero un impresionante vestido blanco, sencillo y con finos adornos no necesitaba muchos más complementos.
Tras colgarlo en una de las lámparas del salón, dimos rienda suelta y disfrutamos. Entre toma y toma aparecía alguno de los sobrinos para alegrarnos y seguidamente algún adulto intentando localizarlos… ¡menudos terremotos! Nos encanta la naturalidad y allí había a raudales. Pronto veías un juguete en el sofá que a la novia comiendo plátano y pisto. Nunca hemos hecho fotos a la novia comiendo, pero es que a Coco le quedaba hasta bien. Aprovechamos cada momento y el resultado fue estupendo. También nos encontramos con un impresionante Jeep decorado para la ocasión donde los peques disfrutaban como auténticos aventureros, los peques y Coco para que nos vamos a engañar.
Las manecillas del reloj seguían girando, así que la novia y el resto de familia tenían que empezar a vestirse. Entre ellos los niños de la casa que iban como un pincel. Cuando le tocó a la protagonista, tuvimos anécdotas sexis que realzaban la figura, y un camisón que pasó de generación en generación. El proceso de transformación oficial en la novia se iba dando. Su madre le ayudó a vestirse y los tres peques a ponerse, con grandes esfuerzos, los zapatos. Ya estaba casi lista, sólo le faltaban los pendientes y ese fue el momento perfecto para unir a las tres hermanas. Unas fotos familiares… ¡y a correr, que no llegamos a la ceremonia!
Llegando a San Juan de los Reyes tuvimos la inmensa suerte de encontrar aparcamiento en la puerta. Para envidia de algunos como nuestros queridos novios Marta y Jaime. También coincidimos con la llegada flamante del novio, así que aprovechamos para hacer algunas fotos de los encuentros familiares y el ambiente que empezaba a crearse. La iglesia, siempre impresionante, estaba engalanada para la ocasión. Allí ya esperaban los más madrugadores y los músicos. De repente, rugiendo en el jeep junto a su cuñado Luis y al ritmo de «Grandson blood water», llegaba la novia levantando los brazos en señal de alegría. Todos los que se quedaron fuera esperando su llegada, la saludaron a gritos. El novio ya sabía que su futura mujer había llegado.
La ceremonia se hizo corta, eso sí, los abanicos no faltaron. Allí nos encontramos a nuestros queridos Manolos, Irene, Juanfer, Maripaz, Isa, Nacho, Pepe, Javi, Isma, Cris…y nuestra debilidad Ani, entre otros, pues la familia es incontable. La emoción no faltó en aquella ceremonia y algún tirón de orejas del párroco tampoco. Miradas, sonrisas y emoción, pues la música en directo ponía los pelos de punta. El sol les esperaba en la salida, así como los abrazos y los piropos de su gente. Besos, alguna lágrima de emoción y gritos de alegría fueron protagonistas nada mas salir. El reloj corría y por eso nos fuimos hacia el Claustro corriendo… y ¡menos mal! Porque pudimos pasar justo a tiempo.
Recorrimos los pasillos parando casi en cada ventanal y no había un momento donde estuvieran serios.Ellos siempre tienen esa química especial, pero ese día estaban radiantes y no hicieron falta más que unos besos bajo esa bonita luz para inmortalizar el momento.
Cuando llegamos a nuestro sitio secreto dimos un bonito paseo bajo el sol, que pese a ser intenso, nos permitió hacer fotos preciosas con Toledo de fondo y algunos arrumacos cariñosos. Los tacones no fueron un impedimento para subir donde hiciese falta y tener las mejores vistas. Tras unas cuantas anécdotas sobre fantasmas y un momento fan del jeep, nos dirigimos hacia el cóctel.
En el Cigarral El Bosque esperaba todo el mundo emocionado y ansioso por ver a los novios. Les recibieron entre los aplausos y abrazos de todos los sobrinos. Los pinchos no faltaron, tampoco el agua fría que tanto necesitábamos. Allí disfrutaron de su gente, de momentos de risas y ya con más tranquilidad hicimos las fotos familiares y de amigos, que no podían faltar. La entrada y el brindis dieron el pistoletazo de salida a lo que prometía ser una gran cena y no defraudó. Estuvo llena de cariño, de sorpresas como los ramos, los regalitos y un vídeo precioso con el sello de su cuñada Valle, donde evidentemente, la emoción y las risas no faltaron. Todo el mundo deseaba que llegase el momento de la discoteca y es que tenían una sorpresa muy especial… ¡¡música en directo!!
Que gran empiece el de la discoteca: bajo, batería y guitarra ¡Menudos cracks! La canción del baile de los novios la cantó su sobrina, haciendo del momento algo para recordar. También el novio sorprendió con una canción dedicada a su mujer y a partir de ahí la noche se arrancó y poco vimos a Manolo, nuestro cantante favorito coger el micro. Los amigos se animaron a un bombardeo, las amigas no se quedaron atrás y en la pista de baile no cabía un alfiler. Ya cuando nos íbamos, vimos de fondo que también iba a salir la hermana de Coco. Al final, quizás se animaran hasta los camareros. ¡Menuda fiesta y menudos buenos músicos!
Decíais que estábamos siempre pendientes, pero en realidad somos nosotras las que estamos agradecidas. Mario, Coco y familia, gracias por mirar más allá y tratarnos con esa dulzura y ese respeto. Por vuestras infinitas sonrisas, por ser tan atentos y por confiar en nosotras para inmortalizar ese día. ¡Os deseamos toda la felicidad del mundo!
05
Llegamos al Cigarral del Bosque a primera hora de la tarde con la compañía de un calor toledano de esos que no te esperas en septiembre. Todo estaba preparado para disfrutar y los jardines exteriores iban a tener un protagonismo envidiable.
La primera parada fue la habitación del novio. Jesús aún no estaba listo, pero mejor porque así pudimos estar con él mientras su amigo y peluquero, le peinaba. Y es que… ¿por qué tiene que ser coqueta solo la chica? Entre risas y laca, estuvo como un pincel rápidamente. Mientras, nosotros danzábamos por la habitación haciendo fotos de sus detalles, del traje, de los zapatos… y sobre todo de sus gemelos, esos tan personales de Darth Vader que nos encantaron y que dieron algún quebradero de cabeza al ponerse.
El teléfono no paraba de sonar y, a pesar de estar en petit comité, los nervios de los invitados calaban en Jesús poco a poco por la línea telefónica. Camisa, pantalones y accesorio a accesorio fue vistiéndose y colocándose algunos regalos con significado que le acompañarían durante todo el día. Fue sencillo y fácil hacerle fotos con su traje azul marino, su mirada a juego y esa pose elegante. ¡Transmitía buen rollo y no habíamos hecho más que comenzar!
Después nos acercamos a la suite donde nos esperaba Marta… ¡ya completamente preparada! Y es que nada más entrar, la encontramos de pie a contraluz al lado de la ventana… y fue un flechazo. Allí estaban también sus padres y su hermana, una familia a la que tenemos mucho cariño.Todos listos para el gran momento y los nervios ya estaban haciendo acto de presencia. A algunos les alteraban y a Marta… le daba por reír. ¡Y qué bien nos venía!
Le hicimos fotos a montones porque para ella la fiesta ya había empezado. Los pendientes por aquí, sus atrevidos zapatos rojos por allá, un poquito de perfume… y ya solo nos restaba hacerle fotos junto a sus acompañantes. No tuvimos que tirar de ningún truco pues ella misma los hacía reír o llorar, según el caso. Se notaba en las miradas la emoción y el cariño, lo más importante en esos momentos. Ella estaba radiante con su vestido entallado, su peinado de princesa Leia y una sonrisa enorme que ningún ramo podría tapar. Esa imagen despidiéndonos cálidamente de nuevo junto a la ventana, nos la llevamos en la memoria.
El tiempo corría pero nosotros estábamos en racha. Por eso al salir del hotel, encontramos en la puerta a Jesús con su familia junto al coche clásico descapotable que le llevaría a él y a la madrina hasta la iglesia. Era una sorpresa de sus amigos que sabían que le haría ilusión. ¿Y hay algo más agradable que un paseo al aire libre? Por como disfrutaron ellos del recorrido, seguro que no.
La ceremonia fue sencilla, llenas de miradas cómplices, y en un rincón mágico de Toledo, la ermita del Valle. La entrada fue triunfal, los invitados esperaban fuera, impacientes por recibirles. La novia apareció preciosa y cómo no, sonriente, porque eso es lo que primó durante toda la boda, la sonrisa. Allí estaban «viejos conocidos» a los que tenemos gran cariño, Javi, Maria A…emocionados y deseosos de abrazar a la novia. El novio mientras tanto, esperaba impaciente a que su «princesa Leia» llegase. Las vistas eran espectaculares, el ambiente contaba con la coral en la que cantaba el papá de la novia y que nos puso los «pelos de punta» porque no podemos decirlo de otra manera.Mientras la música en directo sonaba, el sacerdote preparaba un discurso seguramente con un cariño especial pues era ex profe de Jesús. Todo quedaba en familia. Hubo gestos de cariño continuos, lecturas de sus más cercanos y sin llorar… ¡cómo quería Marta! Después de hacer fotos en el altar con su querida Virgen del Valle, tocaba la lluvia de arroz, confeti, billetes… ¡Menudo momento! Todo rodeado de muchísimos amigos y bastante familia celebrando aquel «sí quiero». El atardecer y los rayos de sol acompañaron la salida mágica en la que ya eran marido y mujer y las sonrisas no se iban en ningún momento.
Tras el cariño de todo el mundo, tocaba hacer fotografías de ellos y de sus familias que bromeaban en aquella terraza interior de la ermita y con vistas hacía la ciudad imperial.
Después subimos a nuestro sitio no tan secreto para ver Toledo desde arriba y allí continuaron las miradas, la locura de Marta y la calma de Jesús que se complementaba perfectamente. Una pareja tal para cuál. Y cómo se dice ahora… transmitían «una vibra muy buena».
¿Han Solo y la Princesa Leia?
El cóctel les esperaba, pero antes de entrar Marta se cambió de zapatos y se puso unas zapatillas de cómic con lazos rojos para ir más cómoda. Algo que encantó a todos los invitados. El cóctel tenía una magia especial, como de otra galaxia… decoración de libros de firmas, fotos polaroid y pomperos para grandes y pequeños. Fue el momento para hacer algunas fotos de grupos y charlar con los invitados tranquilamente, ya sin nervios, pero con unas ganas de aprovechar la noche…
Bajó la temperatura, refrescos y cervezas para todos, comida deliciosa… algo que nos sentó fenomenal. ¡¡¡Mil gracias por estar tan atentos de nosotros!!!
Después pasamos al jardín donde, entre luces suspendidas, estaba preparada la cena. La noche no podía ser más agradable y todo indicaba que sería una velada de lo más relajada, pero allí no paró nadie. Y es que fue una auténtica locura que empezó con el brindis menos protocolario de la historia y continuó durante la cena, todo milimétricamente orquestado por la pareja y la organización del Cigarral. A cada momento, la música de fondo subía y eso significaba que algo se avecinaba… Ya fueran regalos de los novios, sorpresas de los invitados o los bailes por mesas. Y es que, cada vez que se sonaba la canción temática de cada mesa, debían levantarse y bailarla con alegría. Cada uno a su modo, cada cual con su coreografía y siempre haciendo partícipe al resto de invitados, tanto, que pronto aquello se convirtió en un flash move continuo sin principio ni final, congas entre los manteles y las servilletas volando. Puede decirse que cenar fue lo de menos.
Tras la cena, si se puede llamar así, pusieron un video emotivo y que saco más de una carcajada donde aparecieron familiares y amigos. Después el baile especial, como no podía ser de otra manera… mitad romántico, mitad movidito, original, sin duda.
María, la hermana de la novia, que por cierto iba preciosa, leyó unas palabras y eso abrió la fiesta; luces, chuches, copas y unas cuantas fotos instantáneas ¡ No faltó de nada!
Muchísimas gracias a todos; A vosotros pareja por hacer que cada minuto de vuestra boda fuese una verdadera fiesta, a las familias por estar tan pendiente de nosotros y a los amigos por tratarnos tan bien. Gracias por hacer de vuestra boda una celebración especial en la que pudimos disfrutar y sonreír a vuestro lado. Es el mejor regalo que nos pudisteis hacer; ser vosotros mismos.
Sed muy felices y…¡qué la fuerza os acompañe!
31
Después de tantos meses de preparativos, de detalles y de nervios, la boda de Marta y Juan llegó, ¡y lo mejor de todo es que salió redonda! Lo primero por la emoción y es que no por repetir algo en voz alta, se cumple seguro. Esta vez, los sueños se hicieron realidad con un par de «sí, quiero» de lo más divertidos. Hasta el detalle de la llegada al cóctel pudo hacerse…Lo que os decimos, redondo. Mirábamos hacia atrás y veíamos quedadas, invitaciones especiales, reuniones en días de cumpleaños, whatsapps, conspiraciones de hermanos… Estábamos deseando que llegara y disfrutar del resultado de todo ese trabajo. Pero mejor empecemos por el principio, que así nos entenderéis mejor.
El sol acompañó durante todo el día aunque cuando empezamos con los preparativos de la mañana, la brisita fresca de otoño nos recordaba que a pesar de este tiempo loco, era 28 de octubre. Un día que nuestros chicos estamos seguros que no van ha olvidar. Ese día teníamos doble boda, así que les mandamos un pensamiento de buenas energías y suerte para que a nuestros compás les fuera también genial la jornada… ¡Y en marcha!
La casa del novio estaba en pleno casco histórico. Un rincón super pintoresco en la cuesta de Santa Leocadia, que tantos resbalones habrá provocado. Tocamos el timbre y subimos, besamos y preparamos las cámaras entre saludos de la familia, que ya estaba por la zona poniéndose a punto: unos con los trajes, otras en el rincón del maquillaje. Juan por su parte ya estaba medio vestido pero muy a gusto con sus pantuflas. ¡Cómo debía ser! y por eso nos acompañó a su antigua habitación donde tenía todos sus accesorios y el resto del traje preparados para unas fotos rápidas. No podíamos imaginar que su pasión por los coches le hubiera llevado a tener las vitrinas llenas de maquetas preciosas de decenas de ellos. La colcha con banderas a cuadros, y presidiendo, la maqueta del coche más especial: el suyo, que tan importante papel iba a tener ese día. Después de fotografiarlo todo, invitación y gemelos con mini volantes de coche incluidos, pasamos al mojo de la situación: su gente.
Nos gustó el ambiente alegre, esas canciones entonadas a escondidas, los últimos retoques y los rincones llenos de fotos y recuerdos. Esa luz bonita que entraba en el salón y que iluminó como sus padres y hermanos le ayudaban a colocarse cada detalle, cada prenda. El nudo de la corbata de las manos expertas de su padre, sus hermanos haciéndole sonreír, su mamá atenta de todo y con mucho cariño poniéndole el prendido. Lo mejor, ese abrazo emocionado que le dio… ¡y es que se le casaba su Juan!
Cuando ya todos estuvimos listos, y tras dejar las pantuflas en un rincón, bajamos a la calle para hacer las fotos de familia en esa bonita parte de Toledo. Con Santa Leocadia de fondo, Juan fue el protagonista de todas las fotos, las primeras de las que iba a formar parte. Padres y hermanos, la preciosa madrina … y su tía, que también estaba feliz de verlo vestido de novio. Al terminar, y con las alarmas sonando, pusimos el GPS hacia la casa de Marta que, según las malas lenguas, estaba hoy un pelín nerviosa.
Cuando llegamos al chalet, los familiares nos condujeron entre saludos a la habitación en la que estaba Marta escondida. Nos esperaba en batita para hacer la foto del vestido colgado. Después de salirnos y mientras esperábamos unos minutitos a que le ayudaran a meterse dentro, vimos como el resto de la casa estaba muy relajada: zapatillas que combinaban con vestidos y por el salón un bebé intentando dormir. Pero fue entrar con la habitación de la novia y empezarle a abotonar la espalda… y ponernos todos frenéticos. Y es que no hay nada mejor que una laaaaaaaaarga fila de diminutos botoncitos para sacarle de quicio a una, o a dos, o a tres personas… o a todos los que estábamos por allí. Al final, se fueron turnando cuando la cosa se ponía fea. Bromas a parte, todos querían ayudar a Marta y fue un rato bastante divertido ver como se iban pasando el relevo. Mientras, nosotros no parábamos de hacer fotos, captando gestos, miradas de afecto y algunos detalles hechos para ese día, como esos pollitos bordados que custodiaban los anillos.
Terminaron y llegó el momento de esos detalles: los pequeños pendientes, la liga, los zapatos con lazo, el ramo… y con cada cosa, otra vez tenía la ayuda de los suyos mientras desde la puerta de la habitación el resto se apelotonaba para verlo todo. Su madre y su hermana, ambas codo a codo poniendo el velo en tiempo récord y el papá y chico de la casa que tampoco se quedó atrás. También su amiga le echó una mano con todo lo que pudo, liga incluida. Cuando ya no creíamos que pudiera ser la situación más emotiva, llegó la abuela Maruja, emocionada y con ese acento y ese beso que le dio a su nieta. ¡Qué bonito es tenerlos! Antes de salir, Marta tenía un detalle preparado: un par de pulseras florales para su hermana y su amiga, a juego con el ramo para recordarles lo importantes que eran para ella. Los momentos no paraban de sucederse pero aguantamos bien la emoción.
Ya la hora se acercaba peligrosamente por lo que nos disponíamos a salir al jardín para hacer las fotos de familia cuando… nos vimos rodeados de familiares, ¡y es que la casa se había llenado de gente! Besos y piropos que le fueron echando a la novia en un pasillo improvisado. Las fotos en familia fueron tranquilas, unas pequeñas y otras enormes, con sus imprescindibles, los abuelos y todos juntos para no olvidar a nadie. Después, llegaba la hora de la verdad: la ceremonia en la iglesia de Santiago El Mayor, que sabíamos que tenía un significado especial para ellos. Y no solo porque el tío de Juan sería el párroco que oficiaría la misa, si no también por ser el lugar donde los padres de ambos se casaron. Una preciosa coincidencia que ellos nos contaban días atrás.
Al llegar la parroquia, teníamos un par de misiones: ambos querían tener un detalle especial con algunos amigos y las dos hermanas. Juan les colocó a sus dos compinches de fechorías los prendidos y quería tenerlos muy cerca mientras esperaba a Marta. Ella, llegó preciosa acompañada por el flamante padrino y nada más bajar del coche, le entregó a Rebeca la otra pulsera floral que tenía guardada para ella. Un detalle muy especial para demostrarle su cariño. Después, y tras abrirse la puerta, recorrieron juntos el pasillo muy cómplices bajo la atenta mirada de Juan y su madrina, que los recibieron con cariño.
La misa estuvo llena de palabras importantes, de miradas, de canciones y de calor de su gente. Esa calidez que transmitían y que estamos seguros que a la pareja les hará recordarla para siempre. Como tampoco nosotros podremos olvidar las ofrendas, con sus significados: ese coche, esa flor y ese globo terráqueo. Y como momento más divertido el del rito del matrimonio donde Juan pronunció solemnemente «Yo, Marta, …» y que nos sacó una sonrisa. Momentos importantes, nervios a flor de piel pero amor y ternura en el aire que es lo que más cuenta.
Al acabar de firmar, los invitados se les acercaron en tromba y a ellos la sonrisa no se les podía borrar de la cara. Nunca lo habíamos visto, doble felicitación por parte de los invitados, dentro y fuera de la parroquia. ¡Qué grandes! Nos hicimos algunas fotos en familia en el altar con el tiempo corriendo pero con buen humor. ¡Ya eran marido y mujer! El arroz y traca a la salida nos recordó que nos quedaba mucho por vivir, y con esa bendición, tras descapotar el coche de la pareja, nos fuimos todos hacia el precioso Cigarral de Santa María, lugar del banquete.
No queríamos que se perdieran nada y aunque las horas se nos habían ido un poco de madre, tuvimos tiempo de hacer un par de paradas. En el Puente de San Martín no estuvimos más que unos minutos, un paseo para grabarles animados, enamorados… con algún beso robado… pero perfecto para recordar el día de mañana. Después, y paseando entre felicitaciones y coches haciendo sonar el claxon, entre besos llegamos a la siguiente parada: un rincón único que había sido protagonista de la imagen de su invitación. Y como puede pasar en todas partes, cambiamos un poco el guión por cosas del directo… pero no por ello la panorámica fue peor. ¡Gracias por hacernos recordar ese sitio con aún más cariño!
La llegada al cóctel fue por todo lo alto, con el descapotable hasta la misma terraza y más contentos que una perdiz (Juan, lo conseguiste!). Después de eso, el brindis merecido y las primeras conversaciones, un poco de cóctel y… una pequeña escapada para unas fotos de cuento entre las viñas. Después, disfrutaron entre su gente entre los rayos del sol y haciendo algunas fotos en grupo con un ambiente más distendido. El tiempo pasó volando y poco a poco la gente fue entrando al salón para ocupar su sitio y darles un caluroso recibimiento con servilletas en el aire y una buena canción. No había modo mejor de empezar la comida.
Así fue desarrollándose: buenos olores (de los que nosotros también disfrutamos), vítores y algún grito pidiendo más besos. El corte de la tarta era la señal, ambos les tenían preparados a sus padres y a sus abuelas una sorpresa. A sus padres, un regalillo y unas bonitas tarjetas con mensaje que no esperaban y que hicieron saltar alguna lagrimita. Para las abuelas Socorro y Maruja, dos ramos como dos soles. Después, el tiempo empezó a acelerarse y terminamos la comida entre conversaciones, con los novios y los familiares entre los invitados y las cestas de los regalillos de una mesa a otra. Mientras, la gente se iba escapando con la excusa de tomar el aire y de pillar alguna golosina del Candy Bar. Fue el pistoletazo de salida de la fiesta.
Fue un baile con elegancia el de ellos, primero juntos y solos en medio del círculo de gente que les miraba y grababa; después con padrino y madrina, y parecía que tenían bastante práctica… ¡El movimiento de Marta con el vestido era precioso y se lo pensamos copiar! Sirvió para abrir una pista de baile que nunca quedó vacía. Fue un no parar de pasodoble, bachatitas y canciones divertidas que hizo las delicias de todos en esa terraza y entre luces de colores mientras caía la tarde. Tampoco el photocall se aburrió pues en esa zona las pelucas y los bigotes volaban para acompañar a parejas y grupos con ganas de echarse unas risas. Además, otro tierno detalle familiar fueron las postales con fotos, sorpresa preparada para emocionarles donde muchos de sus invitados habían elegido buenos momentos juntos tras los que escribirles una dedicatoria. La cara de la pareja al ver las tiras de fotos fue un poema. ¡Misión cumplida, equipo! Ambos rincones quedaron preciosos, un trabajo digno de admiración de las familias de la pareja, a las que felicitamos desde aquí.
Solo nos queda acabar esta crónica dando las gracias a Marta y Juan por confiar en Sánchez de Rojas Fotografía para acompañaros en este viaje. Por vuestra cercanía y el cariño de todos los invitados con el equipo. Fue un placer estar allí. Os deseamos lo mejor.
07
Última boda del año. El día se despertaba nublado y con niebla, ocultando Toledo desde la carretera. Por suerte no llovía y, de hecho, no parecía que fuese 3 de diciembre. Más aún de ahí en adelante a lo largo del día. Para no faltar a la verdad diremos que no nos encontramos como habíamos planeado: las llegadas a las casas de los novios fue otra anécdota más para apuntar en el libro de Pepete.
Ésta vez el novio se preparaba junto a su familia muy cerquita de la iglesia, cerca de La Reconquista. Dirección y teléfonos anotados. Todo perfecto para que nada saliera a la perfección ya que al llegar al portal una dulce niña contestó un «ESPERA!» y allí nos quedamos. Descubrimos pocos minutos después que esa casa no era la nuestra y que allí no había ninguna boda. ¡Estupeeeendo!. Menos mal que era un número el que falló porque ni el carnicero del barrio sabía nada del tema. Llegamos, con la lengua fuera, pero llegamos.
Después del contratiempo, todo fue fácil. Al subir hablamos con una se sus hermanas y la madrina, a las que contamos la peripecia. La casa, adornada con luces y espumillón navideños, nos recordaba las fechas en las que estábamos para que las fotos lo capturaran para siempre. Javi estaba preparándose y nos recibió también al llegar, dispuesto y apuesto para las fotos. Nos escabullimos para empezar a capturar momentos, sobre todo esos en los que el novio se prepara y los suyos le ayudan. Son nuestros favoritos. Él se movía de un sitio a otro buscando el mejor rincón; habitación, baño, comedor… En éste último su padre se encargó de ayudarle con los tirantes que, al ser nuevos, dieron un poco de guerra como manda la tradición. Empezaban los preparativos de un día especial.
Mientras, en la casa de la novia buscábamos a Gabriela y los suyos. Nos hacía especial ilusión volver, ya que hace dos años se casaba la otra niña de la casa, Carlota, y los recuerdos eran muy bonitos. Nos recibió Alfonso, el hermano cantante de la familia. Allí todo estaba igual pero se sumaban más personas: nuestro querido novio Antonio y el nuevo peque de la casa, su hijo Adolfo. Al llegar, las chicas aún no estaban y aprovechamos el ratito con los chicos y detalles. Mientras ensayaban las canciones, cogían llamadas, e imaginabamos la boda… el ambiente era un hogar. Nos hicieron sentir en casa.
La puerta sonó, fue entonces cuando oimos mas de una voz familiar que saludaban con el cariño y la naturalidad de personas que ya se conocen. Las mujeres de la casa llegaban peinadas y maquilladas, podían haber ido en chandal que guapas estaban un rato. Pero había vestidos demasiado bonitos que tenían que estrenarse,así que mientras Gabriela nos ponía al día , los anillos, las arras y el ramo nos esperaban en aquella preciosa estanteria llena de recuerdos y fotografias, alguna que nos adjudicamos su autoria. Entonces llegó Helena, la mamá de la novia que mos abrazó fuerte y se puso manos a la obra para vestir a su hija. Primero la mítica sabana en el suelo para que nadie se manche y luego esos botenes que da miedo abrochar. Poco a poco Gabriela se converia en Novia de revista y las miradas curiosas de sus hermanos asomaban por la puerta. El pequeño de la familia también estaba preparado tan guapo que hacía competencia, lo sentimos familia, pero es así. Asi que todos listos; trajes y corbatas, Tocados y vestido rojo espectacular que llevaba la hermana de la novia y querida novia nuestra, era el momento de confesar y de esa bendición que nos pone los pelos de punta. Emociona, sin duda, la calma y el cariño de Alfonso padre, se transmitia no solo a la protagonista, si no a todos los que nos encontrabamos en aquella habitación. Pendientes, prendidos, anillos, medias, zapatos… todo, todo estaba listo. Tocaba emprender viaje.
Mientras, Javi también tenía complicaciones. La corbata no quedaba como quería pero se notaba mucha maña en su hacer y deshacer de nudos. Poco a poco sus hermanas y su tía también le echaron un cable con el reloj, el chaleco y los gemelos de pingüino (apuesta personal del novio). Las habitaciones y los pasillos eran un hervidero de gente y el espejo frente a la entrada (espumillón incluido) tenía cola porque todos querían verse perfectos. Para terminar solo quedaba ponerse la chaqueta para estar super elegante.¡Todo un caballero inglés!.
Cuando todos estaban preparados y eran casi las doce en punto, hicimos un alto para un momento especial: la bendición. Para ello toda la familia se acercó para estar unidos. Una mezcla de tradición y modernidad mientras leía el texto desde el móvil. Curioso y emotivo, no podía faltar. Después, una foto con la madrina, con las hermanas y… ¿y el papá?. Con los nervios nos quedábamos sin tiempo para más fotos en familia así que en la calle, con la hilera de árboles al fondo, hicimos la foto de toda la familia al completo, con las parejas que les habían acompañado con ilusión también. En pocos minutos, anduvimos unos metros, cruzamos un paso de cebra y la muralla nos saludaba, al igual que los invitados que nos encontrábamos por el camino. Javi estaba un poco nervioso pues llegaba la hora y el prendido estaba en la iglesia. Sin prisa pero sin pausa llegó entre felicitaciones para esperar a una novia que ya estaba en camino.
La entrada fue especial. Los nervios hicieron acto de presencia justo antes de abrir las puertas de la iglesia de Santigo el Mayor. Todo el mundo esperaba y gracias los suyos, Gabriela pasó de tener las manos dormidas a bien agarradas del brazo de su padre que la acompañó hasta el altar. Allí Javi la esperaba con su tía, ambos mirando hacia delante pero deseando darse la vuelta. Un detalle especial que hizo más emotivo el encuentro.
La ceremonia fue pasando de una parte a otra de la mano de sus seres queridos, cada uno poniendo un pequeño granito de arena ya fuera leyendo, decorando la iglesia, organizando, cantando, tocando o simplemente estando allí con ellos. Familiares y amigos que recordaron a esas personas especiales que ya no estaban presentes y les prometieron estar allí para ayudarles en los momentos buenos y malos. En el ambiente flotaba esa sensación de «estar en casa» , que nos transmite esta parroquia, una calidez que no entendía de diciembres. Se notaba el esmero y la participación en los detalles, sobre todo nos sorprendieron las nuevas canciones, con las que se nos iban los pies, o la cruz sobre la que se dieron el sí quiero.
Las voces e instrumentos del coro hicieron para acabar un canto a la Virgen. Especial fue la presencia del padrino en esta melodía, acompañando con su guitarra por sus hijos y yernos. A continuación, abrieron el baile en círculo con su paso tan característico y al que se animaron muchísimos, nosotras nos tuvimos que frenar. Vimos algunas caras ya conocidas como las de Sara y Miguel, nuestros queridos novios de noviembre, y sus padres a los que saludamos con cariño. Todos de la mano y con sonrisas, una bonita manera de acabar. Después de algunas fotos en familia en el altar ya como marido y mujer, poco a poco los invitados fueron saliendo y pertrechandose de arroz en grandes cantidades. Todos expectantes en semicírculo les lanzaron una lluvia de arroz muy divertida en cuanto asomaron su cabecitas y les fue imposible escapar. Seguida de esa, otra de abrazos para compensar. Fue ahí cuando los nervios se fueron y sus invitados pudieron dedicarles abrazos y felicitaciones durante un rato.
El sol se intuía tras las nubes pero el tiempo estaba en calma. Todo un lujo para hacer las fotos en pareja en uno de nuestros sitios predilectos de Toledo. El coche de época inglés lucía muy a juego en esta ocasión y llamaba la atención allá donde iba. Por eso también lo aprovechamos para hacer algunos «clicks» más. Después, un paseo sencillo donde les hicimos fotos mientras nos contaban algunas de sus anécdotas o compartíamos nosotras las nuestras. Era un rincón espectacular que nunca habían visitado y nos encantó ser las primeras en mostrarselo: una panorámica de la ciudad envidiable. Con ese telón de fondo, las suaves sombras y esas sonrisas… ¿quién no disfruta haciendo fotos?. Nosotras, como enanas, dábamos grititos y saltitos de los nuestros. El que nos conoce, lo sabe.
Fue entonces cuando entre paso y paso descubrimos su historia. Sus paseos por Madrid y la plaza de Colón que vió como su amor surgía. Aquella falsa «pedida de mano» con un bombón un tanto vacilona y que puso demasiado nerviosa a la novia, pues el metro no era el mejor lugar para hacerlo… y la pedida de mano real que no se esperaba y donde Gabriela tuvo que asegurarse que no era una broma como la del bombón. Divertido, sin duda.
De camino al cóctel hicimos una pequeña parada en el Puente de San Martín, al que encontramos decorado ya con las luces navideñas. Un paseo corto, algunos besitos para el recuerdo y en marcha. Tras despedirnos del chófer y su precioso coche, entramos en el Cigarral del Bosque para encontrarnos con sus muchísimos invitados disfrutando del salón circular y sus vistas desde la terraza. El brindis abrió la veda y después de ese momento, casi no volvimos a verlos más con tanta gente como había…¡qué pasada!. Los corrillos charlaban y se ponían al día teniendo de fondo una preciosa música en directo de la que ya disfrutamos en la ceremonia y que ahora cambiaba de registro. En la terraza, el frío no nos impidió hacer varias docenas de fotos de la pareja con sus grupos de amigos y familiares que pacientemente se fueron turnando para pasar por el improvisado photocall. Algunas más posadas, otras de risas e incluso algunas tipo gánster; todas valían la pena de un posible resfriado.
El paso de los invitados al salón del banquete nos dio una excusa perfecta para observar la decoración: la caricatura de la pareja en cada mesa y unas tarjetas solidarias allí donde a veces hay regalos. «podríamos haber elegido un regalo más mono, más bonito o más dulce pero no mejor». Con el comienzo de la música, Gabriela y Javi bajaron entre vítores para disfrutar aún un ratito más mientras nosotras hacíamos un pequeño parón para comer un poco. ¡Mil gracias por el detalle, chicos!. Aunque siempre atentas del móvil, estábamos en contacto permanente con el Señor Orozco y sus secuaces. Por si las moscas. Y tuvimos esa gran suerte de un Barsa-Madrid viendo la tele, mientras comunicabamos los goles a mas de un intrigado.
Cuando volvimos la cosa continuaba, y no nos referimos al Clásico Madrid-Barça que ya había acabado. Con los «que se besen!» les hicieron levantarse para darse besos, les cantaron la canción de la copa mes a mes y siguió ese buen ambiente del que hicieron gala. Entre plato y plato, sorpresas; a las abuelas unas flores que a más de uno hizo llorar, y cuando creían que la cosa iba a estar tranquila, llegaron las sorpresas que no teníamos en nuestro planing. Un portatizas DIY gigante hecho los alumnos de Javi apareció en procesión: allí guardaron mensajes y detalles para ellos. Se notaba la ilusión de sus amigos al dárselo y la cara de sorpresa total la pareja al recibirlo. Después, llegó aquello de lo que habíamos oído rumores pocos minutos antes, un flash move en toda regla de gran envergadura donde participaron todos y que rodeó la mesa presidencial a golpe de música. Los más atrevidos y bailongos se pusieron en primera fila y los demás formaron un círculo de manos sincronizadas a su alrededor. Esto nos daba una pista del nivel de la fiesta que nos venía a continuación.
Y no defraudó: desde el primer momento con el vídeo que les proyectaron, con el baile remix que se marcaron los novios cual bailarines de Beyonce, y todas y cada una de las canciones que llenaron la discoteca. En todo momento la pista estuvo ocupada y la alegría no decayó. Al fondo, el photocall que triunfó fue el de Hollywood, hecho por los ya profesionales Carlota y Antonio. No faltaban detalles: bocadillos para los más cinéfilos, un marco tipo clip y estatuíllas de los Oscar. Un escenario con alfombra roja que tuvo mucho movimiento y que aprovecharon al máximo los golosos para acercarse también al Candy Bar. ¡Felicidades por ese currazo!. Y gracias a todos, a los que ya nos conocían y a los que fotografiamos por primera vez. A la familia por aguantar con cariño a estas dos chicas Que no paran, por contar de nuevo con nosotras y por los abrazos tan grandes que nos llevamos. A Gabriela y Javier por sonreír y disfrutar con nosotras. Vaya pareja de guapos.
17
En noviembre hay valientes que se casan, y Sara y Miguel son dos de ellos. El sábado nos esperaba una de esas bodas que nos sorprenden, con mucha chicha y ¡con mucha gente!
La mañana la tuvimos libre para preparar todo pero la comida estaba pronto encima de la mesa pues la casa del novio nos esperaba. Tras alguna anécdota con la puerta del garaje y alguno del equipo que saca dotes de Hulk/electricista, emprendimos un viaje corto esta vez para ver como al novio le cuidaban en su gran día. El coche estaba abarrotado de bártulos, donde no cabe ni una pestaña, (ya no un alfiler), pero con música y esas conversaciones entre amigos, somos capaces de meternos en una cajita de cerillas.
Al llegar descargamos parte del equipaje y subimos a ver a Miguel que nos recibió con una sonrisa y un rincón lleno de todo aquello que iba a hacer especial la boda. La luz entraba por la ventana para regalarnos esas fotos a contraluz que tanto nos gustan, y los dibujos de la televisión delataban la existencia de algún niño. Fotografiamos los detalles y el ambiente, algo que nos encanta. De repente, y cuando todos estabamos concentrados se oye un «¡Taráaaaan!» y aparece un peque, sobrino de Miguel, que venía a mostrar a su tío su precioso trajecito.
Su madre y madrina, le vistió con el mayor cariño que puede dar una madre. Primero terminar de abrochar la camisa, después, elegir una de las dos corbatas que tenía, sí sí ¡dos!, novio coqueto el del sábado. Y para finalizar ese detalle tan especial que hacía tener un poquito más cerca al padre de familia, unos bonitos gemelos. El resto de detalles pasaron a ser responsabilidad de sus dos hermanas, la colonia, el prendido y ese botón final de la chaqueta. ¡Aquí ya un novio preparado!
Cuando salimos a buscar a más miembros de la familia nos encontramos, como son las cosas, con un antiguo profesor pero no solo de una, si no ¡de las dos fotógrafas! Y eso que jamás estudiamos juntas. Alegres coincidencias que no hubiésemos conseguido ni aposta. Los dibujos de «Sam el bombero» tenían su motivo, no nos equivocábamos ya que había tres pequeños sobrinos revoltosos. Ellos hacían que a los mayores se les cayera la baba y alegraban el hogar creando nuevos recuerdos. Nos reímos con las bromas y las anécdotas, no podía ser de otra manera. Además, la llegada de su primo y su pareja fue tanto inesperada como agradable. Especial para él. Cuando todos estaban listos, nos dispusimos a hacer las fotos de familia y salir pitando a casa de la novia que nos esperaba bien acompañada.
Desde el balcón nos saludó con mucha alegría y ya peinada. Eso nos ayudó a localizar el piso y subir a verlos. Todo el mundo estaba preparado para el gran evento. Al entrar en la casa vimos un pasillo lleno de fotos de hijos y nietos hechas por el abuelo, la mayoría en blanco y negro, cosa que como amantes de la fotografía nos encantó. El final de ese pasillo aguardaba el vestido de la novia, que después de unas fotos cambiaría de habitación.
Gracias a las chicas de la casa, la novia iba enfundandose en aquel vestido blanco que encajaba como un guante. Detrás de madre y hermanas, unos ojillos que la miraban orgullosos y que estaban pendiente de todo detalle. Era el papá que en un discreto segundo plano la miraba desde la puerta con adoración. Los zapatos, el velo y los pendientes fueron rodados, parecía que lo había hecho más de una vez aunque ella nos preguntase «¿qué hago?, ¡qué no me he casado nunca! «. También escuchamos la anécdota tradicional de como se quedó olvidada en el garaje, cosa que se cuenta a menudo según nos dijeron. Y aunque solo estábamos algunas chicas, como por arte de magia salían más hermanos, esta vez los dos chicos de la casa que también que estaban bastante coquetos. Les pillamos más de una vez en el espejo y además pedían fotógrafo particular!! Pusieron el punto divertido, sin duda.
El cuadro de la mamá en el salón fue el que presenció las fotos de parte de la familia aunque algunos de ellos faltaban porque si no… ¡no cabíamos todos! Entre bromas, selfies en la terraza y Sara como la protagonista, pasaron algunos minutos en ese acogedor salón. Alguna casi-lágrima al posar junto al papá fue el único momento en el que estuvimos a punto de estropear el rímel. Pero salimos todos airosos. Los relojes daban la hora mientras nos íbamos y alguna vecina casi se cae del balcón para ver si salía ya la novia. ¡Nadie quería perdérselo! Nosotros nos fuimos corre que te corre para encontrar aparcamiento y recoger el antes de la ceremonia. Teníamos ua misión especial.
El coche apareció tímidamente aún cuando muchos se encontraban en la puerta de nuestro querido Santiago el Mayor. Raro, pero a la novia le tocó esperar dentro del coche hasta que todos estuvieran dentro. Pocos minutos antes, Miguel nos había recibido allí mismo y, apartándonos un poco pudimos ver su emoción al leer una nota secreta de Sara. Había llegado el gra día…
Ese contraluz que siempre nos da esta parroquia, dejaba en silueta a la novia y el padrino que avanzaban lentamente mientras Miguel esperaba con una sonrisa enorme. Fue un gran momento de emoción para todos los invitados, entre los que alguna lagrimita se escapó. Durante la ceremonia no faltó la música, que protagonizaba algún conocido que ya tenemos cariño, tampoco faltaron las anécdotas de los sobrinos acercándose al altar con los abuelos y los novios o las lágrimas en las peticiones.
Fue una boda de esas bodas que no puedes pestañear ni un minuto porque algo te pierdes. Más de un sacerdote quiso estar presente en el enlace y más de una persona… ¡si no cabían! Los bancos repletos, las paredes servían de apoyo para los que se habían quedado de pie y hasta los turistas se asomaban al ver una boda tan especial donde todos participaban de una u otra manera. Para finalizar hubo un canto a la Virgen y las manos se unieron para hacer ese baile que ya conocíamos y que esta cantado y coreografiado a la perfección.
La salida de los novios fue un tanto especial pues nunca nos había pasado que saliesemos y ya no hubiese sol, bueno, mejor dicho, ni sol ni luces por ningun sitio, las únicas las que nosotros poníamos. Aún así el arroz se volvió a apoderar de nuestras imágenes, los abrazos y las felicitaciones no cesaron. Eso sí, los achuchones fueron casi a tientas.
Después subimos al Casco Histórico y allí tuvimos una anecdota más. Desde Zocodover paseamos hasta el único sitio con luz propia: La Catedral de la Capital Imperial. Hasta ver aquel edificio tan mágico, recorrimos las calles repletas de gente siempre con piropos y miradas indiscretas de esas que llegan a partir cuellos. Nos encantan estos recorridos pero nos teníamos que dar prisa porque la procesión del Rocío iba a salir. Y justo cuando pasamos por la puerta de la impactante Catedral, un chico con muy buenas intenciones nos dejó hacer alguna foto en la mismísima Puerta de la Misericordia. Un momento muy especial para los novios de esos que solo tienes cuando estás en el momento y en el lugar adecuados. Aunque era de noche, todo fluía a la perfección y aunque teníamos tiempo, la hora llegó pronto.
El cóctel esperaba repleto de gente deseosa de inmortalizar el momento en ese photocall improvisado que nos dio Toledo, así que aprovechamos para hacer fotos de grupo con amigos y familiares. Las 30 mesas estaban listas y la comida a punto para ser servida, por lo que poco a poco el espectacular salón circular de El Cigarral del Bosque se fue quedando vacío. En el momento adecuado, la música sonó y los novios aparecieron. Una entrada donde recorrieron el inmenso salón para agradecer a sus invitados que hubiesen asistido a la celebracion. Las servilletas blancas giraban en el aire mostrando la alegría de todos.
La cena estuvo repleta de sorpresa originales para los novios: coches piñata llenas de billetes, árboles frondosos y no precisamente de hojas ni tierra, cofres piratas, cajas fuertes con misteriosas contraseñas y álbumes que evocaban los bonitos recuerdos del pasado. Los novios también tuvieron detalles para esas personas tan especiales y que hacen que el mundo tenga sentido… ¡los abuelos! orgullosos de ver a sus nietos felices y enamorados. Con cada «¡que se besen!, ¡que se besen!» se iban intuyendo las ganas de juerga y la cena se hizo corta. Al llegar a la discoteca, ya estaban las pelucas adornando más de una cabeza y las copas en más de una mano. Pero lo que no se esperaban los novios eran los dos vídeos que les hicieron sus familiares y amigos. Emoción y caras de asombro, de risa, de nostalgia… recorrían toda la habitación.
Después, un detalle más, una canción compuesta por los novios que al final acabamos cantando más de uno. Un baile muy especial que abría paso a la fiesta y que nos dejó frases ta bonias como el título que encabeza este blog. Las fotos instantáneas y el libro de firmas, así como el vídeo fueron clave una vez más, cobraron protagonismo. Todo el mundo ponía de su parte con saludos, bailes y brincos, y con bonitas palabras que acompañaban a las mágicas fotos polaroid. Poco a poco nos dieron las tantas, teníamos todo retratado, el vídeo quemando tarjetas y el libro de firmas totalmente organizado. Era el momento de recoger y repetir abrazos entre todos los que nos hacían sentir parte de la boda.
Fue una boda de reencuentros con antiguos novios, Carlota que esta perfecta despues de tener al pequeño Adolfo que mas de un bocadito le hibiesemos dado, y Antonio, que por cierto, ni Jonh Travolta baila así. A sus hermanos y papás ¡qué pronto nos veremos!. A ese grupo de antiguos compis del cole, y Pilar, la hermana de otra novia muy querida, Marina. Pero sobretodo a los novios y su familia por contar con nosotras y confiar en nuestro trabajo. Por el cariño y sobretodo por hacernos sentir tan valorados y ser tan agradecidos.
Enhorabuena pareja!!
01
El sábado era uno de esos días que nosotros llamamos de #bodadoble, nuestra broma privada. Nunca habíamos estado tan pendientes del hombre del tiempo: lluvia, sol, lluvia torrencial, brisita de primavera… ¡¿así quien se aclara?!. Habíamos hablado con os novios el día anterior y estaban igual. Sin presión, ¿eh?.
Las horas pasaban mientras seguía la incertidumbre ¿nos casaríamos hoy fuera?. Al llegar a casa de la novia, esta vez, la lluvia no se aguantaba ni por protocolo. Al ver a Ali, nos quedamos sorprendidísimos… un traje atrevido, no, ¡lo siguiente!. Su pelo en cresta y rapado, sus piercing… y una alegría que nos encantó como mejor complemento. Al principio la vimos un poco triste por los cambios de planes (este maldito tiempo) pero en pocos minutos nos enseñó su carita más sonriente. No era para menos, habíamos estado hablando del 28 de mayo durante meses, lo habían preparado con mimo con mil detalles originales. Todo el mundo estaba listo a pesar de llegar con tanta antelación: padres, hermanos, cuñadas y Dudu. ¡Perfecto!
Antes de las fotos familiares, unas en petit comité en su antigua habitación. Nos contó que entre su madre y ella habían diseñado el vestido y mostraba orgullosa el maniquí en miniatura. Su ramo de tela, sus adornos y sus zapatos tuneados para ir a conjunto. ¡Estaba en todo esta chica!. Unos planos y volvimos al salón donde todos nos esperaban. Después de algunas fotos más a la protagonista y al rincón de coser, las cámaras cogieron todos esos instantes en familia. Por parejas, en grupo, con Dudu… Sus hermanos sus dos grandes y altísimos apoyos que la cuidaban como a una reina. Mientras, el papá tenía mucho que contar…. y barrer con el cepillo. ¿Alguien tiene que hacerlo, no?. Nos fuimos con risas y un vasito de agua que nos vino de perilla.
No podemos olvidar la llegada a casa del novio. Entramos con su familia brindándonos una sonrisa y un Tizón super trajeado. Era el perro de la pareja, encantado de vernos desde la misma puerta. Buscando a Alvin, lo encontramos con su hermano ya de preparativos a contraluz… y allí clavados nos quedamos a grabarle y hacerle un par de fotos como saludo. Después los besos. Nuestras primeras palabras fueron: «No podemos decir nada pero… ¡qué guapa está Ali!». A él casi no le salían las palabras de lo nervioso que estaba y solo nos contestó con un emocionado «Estoy deseando verla!». Es como un clip de vídeo en nuestra cabeza y con el que comenzamos una película llena de emociones: eso fue para nosotros ese día.
Con cada complemento, alguien venía a ayudarlo. Sus padres, sus hermanos, su primo… y la pequeña sobrina, la princesita de la casa. Con cada uno había un momento especial y un abrazo con un «te quiero» que nos encantaba. El ambiente estaba cargado de emoción y se notaba en cada foto en familia y a cada contraluz. Los minutos pasaban y llegaba el momento de la sorpresa: la traca. Después de entretener al novio para prepararlo todo, salimos con la excusa de hacerle fotos con Tizón para lucir esos trajes tan iguales que llevaban porque es tan negro… ¡qué en casa se hacía invisible!. Y había parte de verdad, lo hicimos pero justo después de que sonara una traca bien fuerte celebrando el día de la boda. Como les gusta a los de Elche el ruido, ¿eh?. ¡Ni os lo imagináis!.
Llegamos al Cigarral precediendo al novio y a la novia para captar un momento super importante para ellos: un encuentro con los ojos tapados y rodeados de los suyos. El Cigarral de El Bosque era el lugar escogido para la ceremonia y el banquete. Nos fuimos a su media luna con vistas para el gran momento, ¡era un lugar especial a pesar de todo!. Ali llegó con su coche de siempre, su Patera, y con chaqueta vaquera, besando a todos los que arremolinaban a su alrededor mientras esperábamos al novio y es qué… ¿dónde estaba Alvin?. Una anécdota más y un punto más de nervios mientras subía la cuesta acompañado de los suyos con los ojos cerrados. Paso a paso él se acercaba… sin palabras. Ella con una risa nerviosa y deseando darse la vuelta. Espalda a espalda y con un Toledo de fondo espectacular. Al girarse ambos se sorprendieron, se emocionaron y se abrazaron fuerte. Precioso momento en el que pareció que se casaban con los ojos.
Todos esperaban en la ceremonia: grandes, medianos y pequeños, así que bajamos los escasos metros que nos separaban de allí. Algún rezagado aún llegaba y saludaban a Ali… ¡todo una locura!. Era el momento y tocaba hacerlo bien por lo que Tizón y Laia acompañaron a Alvin y a la madrina con un divertido paseo. Después Ali y el padrino llegaban al altar por el pasillo de alfombra roja: sillas plegables de madera, bolsitas de arroz en cada una y pétalos que adornaban el momento. Los hermanos de ambos tuvieron un protagonismo especial como maestros de ceremonia y cantante privado. Todos les fueron dedicando unas palabras a la pareja, rememorando recuerdos de niñez, hablando de fiestas y el banco triste… Hermanos, padres y la celestina Chachu. Preciosas palabras que emocionaron mientras de tanto en tanto Andrés cantaba a contraluz en un concierto íntimo dedicado a la pareja con trocitos versionados a guitarra de sus canciones más importantes. No podía escucharse nada mejor ni hecho con más cariño que ese… «Se me ponen si me besas, rojitas las orejas». ¡Volaban los pañuelos!
Hubo lágrimas… ¡por supuesto! pero también risas con el momento anillos y el jurarse fidelidad en la pobreza y en la riqueza. Lo hicieron a su manera y haciendo bromas con su gente, como no podía ser de otra forma. Declaraciones de amor, Tizón comiéndose el arroz, algunas cervezas y ya eran marido y mujer aunque aún quedaba una sorpresa. Fue un momento mágico en el que Andrés y Ali cantaron a duo una preciosa canción para todos y en especial para Alvin. Sentados los tres juntos en 1 metro cuadrado de miradas y gestos cómplices. Todos nos quedamos sin palabras varios minutos. Por eso, cuando ya tocaba tirarles el arroz, fueron ellos los que tuvieron que llamarnos la atención. La lluvia esta vez fue de estrellas, de papel eso sí mientras ACDC les subía los grados a todos los asistentes con el paseillo por la alfombra, haciendo que fuese inolvidable.
Después de las felicitaciones y los besos, les raptamos para hacerles unas fotos por el Casco, engalanado para las fiestas del Corpus. Desde el Ayuntamiento hasta Zocodover, no pararon de hacer bromas, besarse y recibir felicitaciones. Incluso ayudaron a un par de despedidas de solteras con una foto y una baile del Aserejé. Sí, sí, del Aserejé. La gente alucinaba con nuestros novios molones. Alguna gota se asomaba y nosotros íbamos sorteando el peligro y buscando los mejores rincones. Estaban de postal entre tanta gente: Besos, caricias pillas y risas. Sobre todo cuando nos confesaban cómo fue su primer beso en el Tsunami.
La calle Alfileritos era cita obligada para ellos y después de una lucha encarnizada por el ramo de la novia y una visita corta al Oki Oki, su bar preferido, esperamos en la plaza de San Andrés para volver al cigarral, disfrutar de algunos los rayos del sol y vernos con la Patera y los compis de la mañana. Amanda, Vero y Victor se pasaron a saludar y a darnos muchos ánimos después de acabar su trabajo. ¡Ahora empezaba la mejor parte!.
Habían preparado montones de detalles para sorprender a los invitados: un pasillo de fotografías con todos colgando de maceta en maceta, un poster de firmas gigante y un seating plan curradísimo hecho de molinos de viento. Holandeses, eso sí, que hacían referencia a su pedida de mano. Disfrutaron de un brindis con confeti (que siempre gusta) y charlas animadas mientras empezaba a caer la tarde desde la terraza, de la que pudieron disfrutar según lo previsto. Para aprovechar el momento hicimos una foto, o dos… o cien. (poca cosa), por lo que se animaron familiares y amigos para hacer piña y alguna gamberrada. ¡Qué no falte!
Ya en la cena, el ambiente continuó en la misma línea, lleno de momentos bonitos que arrancaban sonrisas y varios de esos «se besen! que se besen!» dentro del salón circular con Toledo iluminado de fondo. Los novios no paraban de moverse de mesa en mesa y reinaba un ambiente íntimo, como en una cena familiar que se había ido de las manos. Pasaban los platos y llegaban pequeñas sorpresas de las que éramos cómplices… ¡qué encantaron!:las fotos con los marcos para padres y hermanos, los regalitos, más «Que se besen! que se besen!»… Al final, Ali le cogió gusto al micro y empezó a sorprender a su marido. Había preparado dos regalos que a ella le ponían muy nerviosa de él pero «que estaba dispuesta a aguantar toda la vida»: sus pañuelos para mocos y un precioso tambor de Elche, que hizo retumbar todo el salón. ¡Ole esa tierra! ¡venga ese ruido!. Aunque invitados había de todas partes… ¡hasta de Suiza! por lo que el mix era importante.
Eso no fue impedimento y mucho menos en la pista de baile donde hubo un rey indiscutible con nombre y apellidos: Alvin y Alvin. Vale que el vals fue de lo más romántico, como ellos son: se abrazaron y cantaron al oído con los ojos cerrados. Parecía que no había nadie más. Vale que el photocall se movió muchísimo y peluca o gorro que quedaba sin dueño, volaba a los 2 segundos. No, no fue eso lo que monopolizó la fiesta: fue Shakira/Alvin. Sus amigos lo desnudaron y disfrazaron al más puro estilo hawaiano, con morritos rojos para franquearlo hasta el centro de la pisa. Allí, cual celebritie, desplegó sus armas de seducción y baile, siendo uno de los momentazos que quedan para la historia. Estamos seguros que la viñeta de «Yo enseñé a bailar a Beyoncé» es de él. El rey de la pista, vaya.
Es difícil resumir pero fácil llegar a la conclusión de que nos hemos enamorado un poco de los dos solo de verles mirarse. Con esa mezcla de cariño y risa que tenéis. ¡Sois muy grandes! Aún nos reímos al recordar la historia de Alvin y Alvin: un graffiti de amor en el que faltaba la novia y que da título a este post.
Gracias por todo el día de la boda y por cada tarde hasta las mil contando ideas y sueños que al final se hicieron realidad, ¡mereció la pena! Por vivir lo bueno, los contratiempos y las sorpresas con la misma calma y dispuestos a disfrutarlo. Por despedirnos emocionados, por los besos y por el calor de todos. Nos lo llevamos puesto para no tener frío.
¡Felicidades chicos!
22
Este fin de semana disfrutamos del sábado más delicado. La protagonista esta vez fue una preciosa niña de lo más curiosa llamada Mencía. Le encantaron sus vestidos de volantes y lazos, y nos regaló gestos preciosos con los que se nos caía la baba. También a los papás que disfrutaban de su niña cuando nos recibieron en casa. Fotos, detalles y un poco de nervios mientras la niña se lo pasaba pipa con esas chicas con cámaras… ¡y qué bien se portó!
Luz, sonrisas tranquilas y mucho cariño para celebrar su bautizo, así podemos resumirlo. Cada detalle, muy bien pensado, estaba preparado para deleite de grandes y peques. Dulces, notas y hasta su propia coronita de hilo. La familia disfrutó de un día agradable en El Cigarral El Bosque en un ambiente espectacular y unas vistas impresionantes del atardecer toledano. Fue un día íntimo y familiar que quedo en el corazón de todos.
Gracias por tratarnos tan bien a Marta, Luis y toda la familia. ¡Qué esa preciosidad os siga dando alegrías!