Toledo

Que siga el baile

El día prometía. Este fin de semana teníamos plan con una de nuestras parejas… ¡bodorrio!. Todo estaba hablado, horas cuadradas, coche a punto y trastos en posición. Después de pasar la mañana con ese gusanito nervioso que siempre tenemos en las bodas de por la tarde, al fin empezamos a comernos los kilómetros. Preparados, listos, ¡ya!

Ya sabéis que nuestra orientación a veces nos juega malas pasadas pero esta vez don GPS no estaba por la labor, así que nos arreglamos a la vieja usanza… a través de pistas en los alrededores. No hizo falta nada e incluso cantando llegamos a la verja blanca de la casa del novio. Allí nos recibieron sus familiares y Troy, el pequeño guardián de la casa en ese día tan especial. Con tranquilidad y disfrutando de la sombra y el aire acondicionado estaban todos, cada cual en un rincón. Lola, la coneja blanca de la pareja, también estaba en su jaula mirandonos sorprendida con sus ojitos pintados.

Alberto bajó rápido para saludarnos y echarnos una mano con todos los detalles. No estaba nervioso. «Solo un pelín agobiado con tanta cosa por hacer». ¡Hasta nosotras estabamos más inquietas!. Reloj, gemelos, traje… y entre unas y otras algún momento de repasar el discurso, un cable para ayudar con la corbata, ese hilillo que se escapa por ahí… A medida que pasaban los minutos, Alberto iba completando su atuendo con ayuda de los suyos. Todos estaban ya listos por lo que aprovechamos para hacer las fotos de grupo en la magnífica terraza donde, todos elegantes, aguantaban a las dos fotógrafas y sus «clic, clic, cliccc». Allí volvimos a darnos cuenta de que la pose ya la tenían cogida, pero sobretodo, de que hacía calor. ¡Mucho calor!

Era momento de irnos con la novia. Risueña y dulce.  Entramos acompañadas del papá del novio, con el que volvimos a coincidir en un portal decorado por los vecinos para la ocasión. Alfombra roja, flores en cada puerta y pétalos por todos los rincones…Un detalle muy bonito para felicitarles. En plena sorpresa estábamos, cuando nos recibió Cris abriendo una rendijita de la puerta. Con un abrazo y una sonrisa hicimos el baile de los nervios… ¡había llegado el día!.

Primero saludamos a todos, incluido Shaki que nos miraba tranquilamente. Creo que no sabía a qué se debía tanto alboroto. Después, en su blanquísima habitación aprovechamos para fotografiar los detalles y el vestido. Ese vestido sencillo y elegante de Rosa Clará. Era un bonito momento también para acordarnos de las personas importantes que la acompañaban de otra manera, cerca de su corazón. Aunque eramos pocos, los nervios estaban a flor de piel. Y es que ese vestido de tanta capa se rebelaba, el velo no terminaba de encajar y no llegábamos a los zapatos. Con ayuda de su hermana y su tía, y bajo la atenta mirada de su padre, al final no hubo ningún problema. ¡Estaba radiante!

Cuando ya estaban todos preparados, les dejamos con el coche de época en la puerta y, sin pausa pero sin prisa, pusimos rumbo hacia la iglesia, escondida entre las callejuelas del Casco Histórico. Esta vez el coche no nos supuso muchos problemas aunque al llegar a la Iglesia de San Justo y Pastor estábamos con la lengua fuera. Mucha gente guapa ya se arremolinaba cerca del novio, charlando animados para hacer tiempo. Allí nos encontramos a una familia muy querida, de esas que casi forman parte de la tuya y que darían mucho juego a lo largo de la boda… Alberto, no paró de recibir felicitaciones y estuvo pendiente de que todo fuese bien. Los invitados entraron y Alberto se quedó en el altar junto a su madre. Los segundos se alargaba y todos estaban mirando hacia la puerta. El jaleo de la calle nos hizo saltar el corazón… Cristina y el padrino ya habían llegado.

La entrada hacía el altar siempre crea una burbuja entre los novios, y nadie más. Las fotografías de los invitados, los piropos, y alguna que otra caricia, empujaban a la novia a su futuro marido que esperaba impaciente y emocionado. La ceremonia empezó emotiva con Marina, la hermana de la novia, que superó su «miedillo escénico» porque su hermana se lo había pedido. La emoción se respiraba entre familiares y amigos, pero los novios no paraban de sonreír. Después de algunos consejos del sacerdote, y de las lecturas, algunas memorizadas, llegaba el momento del «Sí quiero». Y fue en entonces, cuando un rayo de luz, se posó en la cabeza de Cristina, alguna bendición que venía del cielo…para creyentes o no, un momento que para quién se diese cuenta, fue realmente mágico. ¡Ya eran marido y mujer! Hubo muchas felicitaciones dentro, pero fuera esperaban los kilos de arroz y de confeti. Y decimos kilos por no decir toneladas, que no queremos que nos llamen exageradas…pero nuestro pelo lo supo bien.

Contamos una, dos y tres pero ni así estuvimos preparados para la lluvia de arroz y confeti que les calló encima. Después llegaron las felicitaciones, uno de los momentos más alegres con todos los invitados. Sólo se veían abrazos y miradas de cariño que terminaron cuando deberieron terminar, ni más ni menos. Después tocaba hacerse un par de fotos en los lugares que teníamos en mente. La Catedral, el Ayuntamiento, el pasadizo y alguna callejuela fueron testigos de los primeros besos de los recién casados mientras nos encontrábamos en cada esquina con algún conocido. Con la última parada en el Puente de Alcántara creíamos haber acabado las fotos de pareja pero aún el sol nos regaló un último rayo. Paramos en lo que podría parecer un sitio normal, pero no lo era, se respiraba paz, en medio de ningua parte. Un enclave muy significativo para Cristina y más en el día de su boda.

Desde la misma entrada, llena de globos y algarabía, ya nada pudo parar la celebración. El Hotel Cigarral Doménico les regalaba sus vistas desde su imponente terraza donde se celebraba el cóctel y la cena. Allí volvimos a coincidir con Carlos Muñoz, siempre es un placer ver como trabaja. Con la caída del sol, el calor dio tregua y la temperatura les acompañó en cada plato. Con música liguera y unos invitados muy guasones (no olvidamos el perro de piedra, ni los contínuos «que se besen»), el buen ambiente estuvo siempre presente aunque no faltaron los momentos especiales y emotivos donde hubo flores para los hermanos, y fotos para los padres, y el cielo recibió de la mano de Cristina y Marina, unos globos que significaban más que ningún regalo. A todos les emocionó verlos volar y no hizo falta palabras ni más ceremonias. Sin duda, un momento donde nosotras nos emocionamos al ver aquel abrazo de primas y tías donde su pensamientos y mirada se iban con aquellos globos, aún al escribirlo se nos siguen saltando las lagrimas. ¡¡Esos pequeños gestos dicen mucho!!

Para acabar, después de repartir los regalos a los invitados y tomarse el café, la pareja abrió la pista de baile en la misma terraza, con sus seres queridos formando un círculo y acabado con un… ¡todos para abajo! ¡a la discoteca!. Ya en la fiesta, el photocall y las fotografías instantáneas se convirtieron en la pareja perfecta para animar aún más a todos los invitados. No faltaron los más bailongos, alguno que tenía controlada la barra del bar, los padres que bailaban con los niños, los reyes de los disfraces… Todo el mundo se apuntó y la pista no se despejó ni a altas horas.

Gracias Cris y Alberto por tratarnos con tanto cariño y por tener esa ilusión en lo concerniente a nuestro trabajo, por confiar en nosotras para el día de la boda y sus preparativos. Y gracias a todos los demás por hacernos un hueco en la boda: en las casas, en la ceremonia y en el banquete. Un hueco para poder recordar lo que sentísteis, para siempre.

¡Un hurra por los recién casados!

La luna esta mordida

Después de un fin semana intenso en A Coruña, tocaba otra postboda muy especial, la de Raquel y Jose. Como en el fin de semana de sus bodas, ambas parejas volvían a coincidir en orden de fechas. Cosas curiosas que nos emociona recordar. Teníamos ganas, íbamos a conocer un nuevo lugar … Delito para nosotras que estamos cerquita. Carreterita y manta al ritmo de la música. Al llegar nos encontramos una señal de prohibido por donde nuestro GPS nos indicaba, pero un paisano de por allí nos dijo que siguiéramos haciendo caso omiso a la señal y así hicimos… Y gracias a aquel señor tan remajo, llegamos a las Barrancas de Burujón, ese pequeño «cañón de colorado» español protagonista de muchos anuncios de la tele. Un entorno mágico con un color especial a esas horas doradas de la tarde. Al poco llegó la feliz pareja con nuevo corte de pelo y bien morenitos después de su luna de miel.

Después de tomarnos una Cocacola fresquita recién sacada de la nevera portátil e inspeccionar la zona cuales Boy Scout, decidimos los rincones más adecuados y empezó a sonar el click de nuestra querida cámara. Ellos ya saben nuestra única regla… ¡nada de fotos de DNI!. Solo charlar y algún «achuchoncejo». Nos tocaba descubrir el lugar de mano de dos expertos viajeros que también nos contaron su experiencia en todos los rincones de su improvisado viaje. Y entre conversación y conversación de nuevos lugares para nuestras futuribles lunas de miel, y nuevas aventuras entre tiburones que queremos hacer por culpa de Jose, el sol iba cayendo. Las fotos nos iban gustando cada vez más: abrazos, caricias… Entonces, nuestra querida pareja se descalzó e hizo que ese momento fuese todavía más especial. Para sentir con las palmas de los pies las mejores sensaciones como decía Raka. Un detalle que ya conocíamos de ellos en la boda y que nos encanta.

Algún grupo de amigos, un loco de las estrellas y la lagartija curiosa fueron nuestros únicos vecinos. De poco a poco cambiabamos de rincón y nos poníamos a hablar de mil cosas, a reírnos y a recordar bonitos comentarios sobre la boda. Aprovechamos hasta el último rayo de sol que se escondía veloz y cansado. Tanto es así que ya no había ni luz por lo que empezamos a pasarlo bien con saltos en silueta donde el cielo les recortaba sobre un fondo naranja especial. El atardecer y esa luna mordida nos despedían con una sonrisa.

Lo pasamos genial y tenemos que agradecer esa dulzura y esas palabras de cariño que nunca nos faltan y tanto nos encantan. Nos fuimos diciendo que sois una medicina y muy especiales porque así lo demostráis siempre. Gracias por actuar a lo Shakespeare y acercaros al borde del precipicio. ¡Valientes!

→ Su boda aquí

Volar cometas por el cielo

El sábado lloramos, sí, lo tenemos que reconocer. Fue una boda de muuuuuchas emociones y detalles que jamás habíamos visto. Óscar y Emma se casaban, llegaba el momento tan esperado. Al llegar a casa de la novia nos encontramos a Bubu, una preciosa perrita peinada a la perfeccion y con un tutú que demostraba el día tan especial que era. Rápidamente se oyó un «hola chicas», era Emma que nos saludaba mientras la estaban maquillando y que más que de una novia, aquel lugar parecia el de una verdadera artista. Todo lleno de maquillaje, pinzas, brochas y como no podía faltar, un espejo lleno de luces de esas que convierten un rinconcito en un camerino. Entre todos los espejos buscabamos la mejor foto con Bubu dando el toque gamberro a aquel momento. Mientras tanto, nos acercamos al salón donde Azu, la mamá de la novia,nos había preparado un precioso bodegón con los zapatos, arras, anillo de pedida, abanicos, pendientes y flores, muchas flores. Duró poco, pues los movimos por todos los rincones de la casa. El vestido era el protagonista: parecía enmarcado y tenía luz propia. Entre complemento y complemento se coló una bandera. Aquella bandera de España que bajó junto al novio en su salto desde 4000 metros para emocionar a Emma con la frase «¿Te quieres casar conmigo?». Una pedida de altura, si me permitís la broma.

Detallito por aquí, foto por acá y era la hora de ir a por el novio. Al entrar en la casa de Óscar, nos encontramos con Fofi, un gran amigo, que a nosotros nos demostró ser uno más de aquella familia. También estaban las peluqueras que hacían su trabajo con la dama de honor, los niños y por supuesto la madrina. Reyes, nos alegró mucho verte ¡con esa sonrisa que te caracteriza! Pero… ¿ y Óscar?. Algo curioso nos pasó, él era el que no había llegado de la peluquería. Al poco entró peinado a la perfección, bromeando con su amigo y directo a darse una ducha para refrescarse de ese calor que empezaba a aparecer. Entre tanto, nos asomabamos por las habitaciones para recoger el impactante vestido de la madrina, la llegada del hermano y la calma de los niños mientras veían los dibujos.

De repente, le vimos salir ya casi vestido y así comenzamos a hacerle fotos. Era el momento de dar los últimos remates en su habitación, llena de fotos de Emma y de un bonito coche rojo. Para ese momento, quién mejor que su hermano que se quejaba de que en su boda «nadie le había vestido». No todos tienen esa suerte, la verdad… Los gemelos, la corbata, el chaleco y … ¡alguien había perdido los zapatos!. O eso se oía por los pasillos, sí, los zapatos del papá del novio se habían escondido para poner la anécdota de la mañana. Entre todos hicimos los interrogatorios como si de una película de policías se tratase; ¿cómo eran? ¿dónde los vísteis por última vez?. Menos mal que se encontraban en un armario y todo salió bien. Eso sí, destacar la tranquilidad de Eduardo, el papá, ¡qué gusto de hombre!.

Luego tocaban las fotos de familia y mientras Óscar ya estaba preparado y algo nervioso comiéndose un yogurt… Emma comenzaba con uno de los momentos mas bonitos de la boda: vestir a la novia. Para ello se encargó otra de sus damas, Diana, que sería nuestra estilista en la boda: medias, liga, vestido, zapatos.. Todo colocado a la perfección y sin apenas dificultades. Entonces, apareció el padrino vestido de policía con un uniforme precioso que hacía aquel momento todavía más especial. Tocaban las fotos de familia, primero con el padrino, después con la mamá de la novia (en todo momento pendiente de nosotras) y luego la abuela María, un encanto de mujer que nos ofreció su casa y que valoraba nuestro trabajo como la que más. La emoción no se pudo contener, nos encanta.

Al poco llamaron a la puerta. Eran los sobrinos, el futuro suegro con zapatos nuevos y la preciosa cuñada que también era una de sus damas de honor. Fotos por aquí, más fotos por allá y derechitas a San Juan de Los Reyes donde ya nos esperaban. Llegando con algunos minutos, nos dío tiempo a preparar todo y oír las herraduras de unos caballos pisar la calzada, señal de que había llegado… ¡la calesa de la novia!. Óscar, que no podía estar mejor para la ocasión, la esperaba junto con su madre, una impresionante madrina con un vestido aguamarina y una mantilla colocada a la perfección. Llegaba el momento de dar el salto al vacío.

La entrada se hizo esperar pero qué maravilla de minutos esperando pues el rayo de sol que salía por una de las preciosas ventanas de San Juan, iluminaba a la novia como si de un angel se tratase. La música comenzó a sonar y la novia se acercó al altar tapada con su velo para ser desvelada por su padre al entregarla a Óscar. Una tradición que han querido conservar. Fue una ceremonia con más de una sonrisa de esas que no se pueden aguantar, con canciones preciosas de un coro flamenco que puso toda su pasión en cada letra, de miradas y de muchos abanicos. Al finalizar hicimos las correspondientes fotos en el altar y esperamos la ansiada salida llena de petalos y arroz. En es esta ocasión más de los primeros que de los segundos ¡menos mal!. Besos y achuchones para los recién casados e incontables turistas haciendo fotos… Y el tic tac del reloj pasaba… Nosotras ansiosas por lo que llegaba pues eramos las únicas que conocíamos la esperada sorpresa. Unas fotos rápidas en el claustro y derechos al Cigarral de las Mercedes. ¡Nervios ON!.

A la llegada aparcamos corriendo y entonces surgió una de esas relaciones de complicidad. El guardia de seguridad nos dijo que echásemos el coche para atrás y nosotras… En vez de arrancarlo le quitamos el freno de mano y lo empujamos. Fue el momento en el que toda la tensión de la sorpresa se transformó en carcajadas, ¡qué genio!. Cogimos las cámaras y salimos corriendo hacia un sitio secreto. Allí estaba la calesa con sus dos caballos blancos y Faraón, un precioso caballo negro azabache que tenía una papel muy importante. Iba a ser el primer ser vivo que bailase con la novia, sí sí, nada de marido, un caballo. Y no hemos visto nada tan mágico. Que nos perdonen los bailes de los novios pero es una historia preciosa y es que Emma cumplio su sueño y superó todos los miedos enfrentandose a un caballo impactante, no un pony, un buen caballo. La música era una bonita cancion dedicada a las madres. La emoción fue tal que no hubo lagrimillas, hubo llanto. ¡Qué bonito! ¡qué miradas hacia el caballo! ¡qué gran jinete! y qué impactados quedaron todos. Por supuesto, qué valiente la novia, no por el caballo si no por atreverse con algo tan original, por superar los miedos y por lo bien que baila. Es de admirar. Estamos seguras que además de nosotras, todos lo pensaron mientras ambos giraban en círculos siguiendo sincronizados la coreografía que tanto tiempo habían estado preparando. Mientras, todos los invitados, Óscar y las dos mamás se emocionaban en la primera fila. Precioso detalle que aprovechamos nosotras también para saludar a las nuestras a las que tanto queremos y de las que nos acordamos tanto en esa sorpresa.

Después había que recuperarse con un buen coctel dónde nos encontramos a nuestro amigo Carlos Muñoz, el mejor cortador de jamon de este mundo y de otros. Y nosotras que hacemos filetes… ¡Qué penica!. Bandeja por aquí, conversación con los que hacen posible que Las Mercedes quede así de bonita, fotos de grupo y a comer en dirección a la carpa. Pensabamos que se habían acabado las sorpresas por un instante…pero ni de broma. Los novios entraron con una preciosa cancion de Cèlin Dion entre aplausos y el calor de la gente, el brindis fue precioso, aqui ya empezaba la emocion pues nos encantó un bonito detalle de Óscar ya que se lo dedico a la gente y subió la copa para dedicarselo a aquellos que no estaban fisicamente, pero que los acompañaban de otra manera mas especial. Despues, tocaba relajarse, pero los gritos de un divertidisimo Fofi, «que vivan los novios», volvieron a hacer sonreir a toda la boda.

Riquísima comida, y entre plato y plato más sorpresas, esta vez una de Óscar a sus padres. Una que ni nosotras sabíamos y es que le nació la misma mañana de la boda. Les dio en petit comité sus dos medallas militares que tanto trabajo cuestan conseguir. Emocionante, los ojos del padre se empañaron y con serenidad y orgullo se fundió en un abrazo con su hijo, las lágrimas de la madrina brotaron mostrando la debilidad de aquella madre por su «niño». Un regalo lleno de significado donde nos emocionamos todos. Pero ésto no había acabado ya que Emma tenía otra sopresa para su ya marido, una foto de ambos con una frase que expresaba todo el amor que sentía. Menos mal que después nos recuperamos gracias a los nuevos gritos de «¡que vivan los padres y los padrinos!».

Era el momento de la liga, la corbata, y parte y solo parte, de los calzoncillos. Le hicieron un círculo y allí pasó de todo con la tijera, escapando por los pelos de algo más grave. Intentó aguantar pero, Óscar… Eran demasiados amigos. Así llegamos al postre y del postre a otra sopresa, esta vez antes del baile. En el césped esperaban «los amigos del patio» de Óscar, esos amigos que tienes toda la vida con los que te crias y por los que tienes debilidad. Un pequeño paracaidas esperaba sujeto por todos con el fin de mantear al novio, al novio y a algun otro amigo.. ¡Qué alegría da ver a los amigos de toda una vida formar esa piña!.

Después el baile coreografiado y donde se volvió a notar el cariño de la gente y entre la pareja. Baile con lo padres, y más baile…
Emma decidió que ya estaba bien y se cambió de vestido a uno más ligero para hacer especial el momento canción de grupo. Para todos hay canciones especiales que marcan pero la de este grupo titula este post. Cuando los novios entraron, todos empezaron a cantar a pleno pulmón “Cometas por el cielo”, en esta boda, todo era de altura. Una docena de aguerridos «hombretones» gritando y saltando en piña con La oreja de Van Gogh. ¡Y tan contentos!.

Después, unas sevillanas para rematar la fiesta. Y de las Mercedees.. A la Venta del Alma donde los novios dejaron todo preparado con puestos de chuches, llenos de detalles para el novio por parte de su mujer, y un lugar perfecto para acabar la noche. Al entrar fueron los que tiraron el confeti a los invitados para agradecerles su asistencia, empezando la segunda fiesta y donde habían aguantado los invitados de todas las edades. Acabamos llenas de besos, de Azu, la mamá de la novia que tanto nos cuidó y tan guapa iba, de María, la abuela mas cariñosa del mundo, de Domi, la impactante madrina y de infinitos invitados que nos demostraron su agradecimiento. Pero para agradecer ya estamos nosotras. Gracias por confiar en nuestro trabajo, por regalarnos tantos recuerdos bonitos de una boda, por emocionarnos de una manera especial, por la rica comida, y por hacer que la cámara se llene de momentos especiales.

Gracias a todos los compañeros con los que nos topamos en cada boda, como los de Wfilm con los que coincidimos en esta locura de trabajo que nos encanta.

¡Qué seais muy felices, pareja!

Pero que sea bonito

Hay que decir sí quiero y te quiero. Esa fue una bonita moraleja que nos llevamos puesta del sábado, justo mientras cruzábamos el Puente de San Martín. Y aunque parezca un simple cambio de palabra, dos letritas, es muy significativo. Pero nos estamos adelantando, primero lo primero: nuestros preparativos, nuestro grupo de Whatsapp «Bodorrio» echando humo, llamadas, trastos y cámaras. En marcha hacia el novio, ¡qué empezamos!.

Llegamos al Hotel AC en Toledo, huyendo del sol de primera hora de la tarde buscando la sombra y a Alfredo, pues se hospedaba para la ocasión allí con su familia. Y los encontramos pasando de habitación en habitación, con los preparativos y esa sensación de estar en casa compartiendo espacio. Con una sonrisa de las suyas nos recibió y empezamos a cambiar las cositas de sitio: una silla para allá, un bodegón que aparece por aquí, abrimos las ventanas… Pequeños detalles para que todo fuese perfecto.

La terraza y la ventana nos sirvió de escenario para hacer nuestro trabajo. Con cada complemento, alguien le echaba un cable: su hermana, su madre, su padre, su tío, su cuñado… ¡para todos había un beso y un momento!. Ya la corbata fue para él que con mucha maña, de esa que se basa en la experiencia, la colocó en un periquete. Eso sí, con el visto bueno del papá. Imprescindible. Nos colamos en el baño, en la bañera y hasta detrás de los espejos para capturar el momento mientras usábamos la astucia para verlo a él y a su colocación de pelo desde el ángulo más privilegiado. Otro gesto que ya conocíamos de él y que quedó capturado.

Aunque no estaba planeado, cuando ya estuvo listo y nos poníamos a hacer algunas fotos en familia, alguna lágrima se escapaba al ver a Alfredo de novio y es que estaba muy guapo. Una emoción que pudimos ver en todos mientras se cogían de la mano con cada foto. Un gesto precioso y muy particular que no nos pasó desapercibido. Después tocaba darle a Inma el mensaje guasón del suegro: ¡Alfredo se lo estaba pensando! Menudo susto para la pobre.

El viaje a Menasalbas estuvo como siempre lleno de buenos ratos, peripecias de los días viendo mundo y música. Entre indicación y chuches, nos preguntamos porqué Google maps elige a veces el camino más extraño para llegar a nuestro destino y es que nos encontramos con rincones toledanos y estampas donde nos hubiera gustado sacar la cámara del maletero. Ese álamo gigante del que habíamos oído hablar y alguna corbata, nos ayudaron a localizar la casa de la novia, abierta de par en par para recibirnos. Daniel, el papá y padrino nos acompañó a buscar a su hija, que estaba arriba ya maquillada y peinada jugando con su querida sobri Paula. Una nena a la que nos tuvimos que ganar a base de sudor y muuuuchas caratoñas. Narizota de payaso incluida.

Inma esta preciosa y no solo por el aspecto: la alegría se le notaba en los ojos y estaba radiante. Nos tenía todo preparado en la habitación: vestido, zapatos y joyas. Especialmente el rosario de plata de la abuela, de alguna forma presente con ellos junto al ramo de la novia y a lo largo de todo el día. Después de hacer algunas fotos, llegaba el momento de ponerse el sencillo y fino vestido tipo princesa para lo que necesitó algo de ayuda de las mujeres de la casa y es que tenían que seguir los pasos: cancán, desde arriba, cuidado el pelo, bracitos por aquí… y ya. Hora de Ofe, su hermana, para abotonar la espalda con sus interminables 35 botoncitos. Paciencia y maña para dejarle el vestido perfecto, y como decía la abuela como único requisito: «pero que sea bonito». Prometemos que lo fue.

Bajamos al salón para meternos entre la algarabía y hacer las fotos familiares mientras desde la puerta las amigas se asomaban para ver lo bonita que estaba. ¡No era para menos!. Al terminar las fotos y vídeos nos fuimos andando hacia la iglesia todos juntos en tropa con un orgulloso Daniel e Inma a la cabeza, arrancando felicitaciones de los vecinos por la calle. Unos valientes que no temían al sol ni a la caminata que nos separaba del novio y todos los invitados.

Bajo la atenta mirada de Alfredo y con una bonita música clásica en directo, Inma recorrió el pasillo muy bien acompañada y feliz de ver por fin a su futuro esposo. Una ilusión en ambos que no desapareció y que pudimos ver a lo largo de toda la ceremonia. Lecturas, peticiones, arras o anillos; en cada detalle que pudieron, los suyos estuvieron apoyándoles y disfrutando del ansiado momento y esa promesa para toda la vida. Los nervios hicieron acto de presencia pero juntos los superaron. Decían que no..pero cogimos los típicos gestos; mordida de labio, me peino, me toco la falda, que reflejaban lo contrario…Eso sí, se podían leer los labios y ver como se preguntaban «¿Te gusta el vestido? Estas preciosa». Emociones contenidas que salieron a pasear cuando, al dar por concluída la misa, Ofe subió a leerles unas palabras. Clinex arriba y abajo mientras hablaba de recuerdos y confidencias, y donde pudimos ver el cariño tan bonito que les tiene. ¡Valiente y muy bien dicho!. Ni que fueses de letras…

Las sorpresas no hacían más que comenzar con los amigos preparados para hacerles un paseo de lavanda a la salida de la iglesia mientras se escuchaba el ¡qué vivan los novios! y llovían los pétalos, el arroz y los minibilletes. Nos llevamos más de uno y de los moraditos, que en el monopoly los podemos colar a la perfección… Mezcla explosiva que nos hizo a todos sonreir y es que …¡siempre vienen bien!, al igual que las felicitaciones y los abrazos que se sucedieron un buen rato y que les recargó de energías. Después llegaba la hora de montar en el coche clásico de Ángel y volver a Toledo dónde continuaría la boda.

Como teníamos planeado, hicimos una parada en el Puente de San Martín para hacerles fotos juntos, un lugar especial para ellos. Mientras avanzábamos entre risas, escuchamos un sencillo «te quiero», cosa que raramente nos sorprendió. Ahí nos dimos cuenta de que hay que decir más «te quiero» y no solo «sí, quiero» el día de la boda. Dejar a un lado los nervios, dejar de estar pendiente de mil detalles tan preparados y pasar el día rodeado de los tuyos y siendo feliz con tu pareja. Es bonito ver que hay espacio para las palabras bonitas dichas en susurros. Con los rayos de sol colándose entre nosotros y rememorando bonitos momentos de la preboda, fuimos recorriéndolo foto a foto y plano a plano. No queríamos perdernos nada, así que nos fuimos para hacerles algunas fotos entre las viñas en el espectacular Cigarral de Santa María que nunca decepciona. Comenzó el cóctel y nosotros pasamos a modo ninja para que disfrutaran de su gente, de la tranquilidad y la buena comida que ya se dejaba ver. Aún estaban por hacer decenas y decenas de fotos y planos. ¡Quedaba mucha boda!

Hubo fotos de grupo e incluso tiempo para alguna que otra foto graciosa o de esas que descubres en el momento justo. Tenemos que confesar que la hora mágica desde la terraza … ¡nos encanta!. Como dicen las madres «en la vida da tiempo a todo» y en la boda de Inma y Alfredo lo pudimos ver: regalos a los padres, fotos, un canapé por aquí, un brindis por allá… era solo el aperitivo y se avecinaban unas horas moviditas. Sin embargo, tuvieron un comienzo lento, de esos de disfrutar. Esa entrada sin prisas donde se notaba el calor de los aplausos y que sirvió de pistoletazo de salida para una cena especial. Incluso para nosotros. Mil gracias, chicos.

Entre plato y plato tocaba estar atento pues seguía habiendo momentos especiales…Esta ve para su hermana, merecido sin duda. Las sonrisas de ambas y como se cantaron esa canción significativa para ellas, lo decía todo. Después, tras un pequeño parón, llegó la tarta acompañada de una espada que medía más que ellos. No hubo percances, solo besos. Tampoco se olvidarían de los regalos a los invitados, aunque tenemos que decir que éstos lo supieron agradecer con un vídeo que sacó los hoyuelos de toda la boda. «¡¡¡Qué maravilloso, es quererte así…Estando contigo, contigo, contigo me siento feliiiiiz!!!» Buen detalle el de los créditos, ¡artistas!.

Esto era un no parar; os resumimos, primero los novios regalo a los hermanos, después la hermana del novio y su marido camarita de las buenas, más tarde las amigas, y nosotros no hacíamos mas que mirar a la puerta y pensar ¿Saldrá alguien más? Después un baile precioso con letra italiana, y luego un buen pasodoble que levantó hasta las hormiguillas que por allí caminaban. Dejamos aquello que las caderas dislocadas…

Gracias, gracias y gracias. No hay otra palabra que os podamos decir. Por vuestras palabras en todo momento, por recibirnos con ese cariño y esa sonrisa y por emocionarnos en la despedida. Pero sobretodo, gracias por acordados de nosotros antes de comenzar la Luna de Miel y dedicarnos unas palabras en esos momentos tan especiales, lo valoramos mucho. Por pasarlo bien y hacernos disfrutarlo a nosotros. Por aguantar esos besos de último momento y por elegir a Sánchez de Rojas Fotografía para guardároslos.

Como bien dijo Ofe: Si alguien ama a una flor de la que sólo existe nada más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Has hallado tu rosa, la tienes a tu lado, cuídala.

Sois bonitos por fuera y por dentro. ¡Qué seáis muy felices, pareja!

Corazon contento

Pintaba ser un fin de semana movido y realmente lo fue. Tras la boda del viernes, nos esperaba la del sábado. Una celebración llena de cariño y admiración. Las piernas estaban cansadas pero las ganas no cabían en el cuerpo así que recargamos pilas y ¡adelante!

Buscamos a Jose, el novio, en La Casa urbana de Adolfo en pleno corazón del Casco Histórico de Toledo. Subimos por las escaleras por propia iniciativa y allí estaban los tres: Jose, su madre y Mario, su hermano. Les pillamos de preparativos, con mucha tranquilidad y una antelación de agradecer. A la mamá, con un precioso vestido y dejando que le colocaran la mantilla, ¡solo apto para profesionales! Rojo y negro en precioso contraste mientras nos decía que no le hiciéramos tantas fotos pero ella era también protagonista. Jose se movía como pez en el agua y tuvimos que seguirle el ritmo pues en un periquete y ayudándose de su reflejo en la ventana, se colocaba traje y accesorios. Los gemelos de su abuela debían verse bien y por eso le puso mucha atención. El temido nudo de la corbata fue fácil y se notó la experiencia de hacerlo casi sin mirar. Le echamos un poco el freno para pedir la colaboración familiar y así conservar recuerdos de esos momentos en familia. No faltaron las risas, los sexis movimientos de tirantes y un poco de maquillaje… ¡para los tres! Algo curioso que revelamos en primicia.

Su madre y su hermano parecían más nerviosos que él pero trataban de disimilarlo. Nos llevamos bonitos planos a contraluz en ese piso tan acogedor que nos guardaba aún alguna sorpresa: una terraza en el último piso para envidiar: 365º para ver lo que quisieras. Allí hicimos las fotos de grupo con una impresionante vista de la catedral que impactaba. Habíamos terminado y bajamos como una pelotita todos juntos en el ascensor hacia las calles empedradas.

Tras dar un par de vueltas por las calles de Nambroca, nos esperaba Raquel perfectamente maquillada y peinada y con unos vaqueros cortitos que le daban ese aire de niña tan tierno que tiene. Con una dulzura especial, nos recibía abrazándonos. Algo que nos inundó de paz y alegría. Al entrar en la casa nos encontramos con un cuñado muy especial que tendría mucho protagonismo en la boda, con el padre y padrino, las peques de la familia María y Jimena, y una mamá lista para ayudar en todo a su hija. Rápidamente fuimos en busca del vestido de Vicky Martín Berrocal . Mensaje para Vicky:no dejes de hacer estas maravillas nunca por favor, ¡que todavía no nos hemos casado!. Bajamos al salón para aprovechar la bonita luz que había. Entre plano y plano de zapatos, maquillajes, y pequeños detalles, era la hora de vestirse. Para ello, tuvo mucha ayuda, su hermana, su madre, las dos pequeñas y la autora del bonito maquillaje, se encargaron de colocar cada fleco del vestido, de abrochar cada botón y de poner, cuál cenicienta, esos originales zapatos decorados por su hermana. Estaba espectacular, siempre con la sonrisa y con una palabra bonita para todos.

En esos momentos el novio y su familia bajaba andado por el casco. La mamá era en realidad el centro de atención pues sus hijos estaban pendiente de que ella bajase bien y con su vestido intacto. Ellos aguantaban bien el protagonismo, la gente felicitándoles y el solazo que hacía y
podía derretir las piedras. Por eso fue un alivio pasar a la sombra y encontrarse con algunos invitados por el camino y rescatarlos de algún bar en el que estaban tan a gusto. Sin pausa pero sin prisa llegamos a nuestro destino.

En casa de la novia, la bocina del impresionante coche anunciaba que tenía que partir para que diera comienzo el gran día. A nosotros nos tocaba salir pitando para llegar a tiempo a la Iglesia de San Andrés donde, como en otras ocasiones, nos encontrábamos a los invitados parados, cogiendo aire para continuar con las míticas cuestas toledanas. En la puerta esperaban Jose y su madre, la madrina que pese al calor recibían y saludaban a todo el mundo. Abrazos y conversación pero con cero nervios. Estaban en casa y con los suyos ¿qué más se puede pedir? Poco a poco los bancos se iban llenando y todos esperaron dentro a la novia que estaba a punto de llegar.

La música de violines y el piano, los nervios de los invitados, y las ansias de un novio feliz, se encontraban en esa acogedora iglesia. La entrada de la novia fue muy emotiva. Nadie lo sabía y no sabemos si lo llegaron a saber pero Raka, como la llaman sus amigas, entró descalza al altar para hacer un guiño a su querida abuela que la acompañó de la manera más especial, seguro. Al llegar, fue Jose quien le puso los zapatos y sonreía entre nervios y emoción. El sacerdote estaba listo, tenía todo preparado y lo que más nos gustaba sabía improvisar a la perfección. Menudo juego dio en toda la boda!! Los bancos se llenaron, los ventiladores salvaban el calor tan intenso que hacía y la virgen del Pilar, con el rosario de su abuela y junto a una bandera de España, bordada a mano, protegían el altar y evocaban recuerdos familiares. Enfrente de los novios, las sobrinas, que recibían las muecas de cariño que les hacia su tío, y las sonrisas, siempre eternas, de su tía.

La salida fue especial, pues fueron novios previsores y se llevaron un paraguas para protegerse del arroz, el cuál se llama bomba para explotar en las bodas… ¡quién tuviera siempre paraguas! Besos, felicitaciones, fotos con los invitados y sorpresas llenas de color.

La cornisa, y su bonito paseo, nos esperaban aunque fueron un matrimonio de patos los que se encargaron de dar la bienvenida y decidieron imitar a los novios… ¿o fue al contrario? A lo largo del paseo, los árboles iban creando diversas sombras que se acompañaban de esos rayos de sol que parecían querer escapar para alumbrar a los novios. Mientras caminábamos, nos encontrábamos con queridas amigas Carmen y Cristina, que solo tenían palabras bonitas a nuestro trabajo y que también nos alegraron ese momento. ¡Gracias chicas!

Después de reírnos subirnos donde hiciese falta y hacer alguna parada frente a la hiedra, el río y algunos rincones mágicos, nos dirigimos al puente San Martín. Había muchos novios… pero ninguno como los nuestros. Cogimos el mejor hueco, el sol parecía enfocarnos para hacer los contraluces más elegantes de aquel día y los besos que no cantábamos nosotros si no el novio, hicieron de ese momento algo especial. ¡Qué buena técnica para conseguir achuchones! Para finalizar cantamos una ranchera que pocos conocían… y entre «ay ay ay ay» y beso tras beso, nos despedimos con la música siempre presente y es que como dice Jose: si me falta ella, me falta la música. Una preciosa declaración de amor hacia su esposa.

Derechos al Cigarral Hierbabuena, donde siempre nos tratan fenomenal, nos encontrábamos una sorpresa antes de entrar… Una traca doble a cargo de dos primos del novio invadía la puerta para dar la bienvenida a los novios con su estruendo. Pero antes, otro sonido que nos encanta, el de la concentración de motos nos ponían un poco nerviosos… ¿pero dónde están Raka y Jose?

Al subir, esta vez no tuvimos ningún incidente, aunque la cuesta que hay lo ponía fácil. El cóctel estaba en todo su esplendor y las fotos de familia y amigos tenían su momento. Antes de subir a cenar, teníamos que hacer fotos a todos los detallitos que había, y a esos corazones que tanto trabajo le llevaron a la novia pero que llenaron de color y purpurina la boda.

El cuñado, showman y speaker de nacimiento, les regaló unas palabras preciosas que emocionaron a los más duros pero aún había una sorpresa más: la hermana también tenía preparado un discurso para demostrar todo su cariño a los novios. Después, el punto de humor, ¿os acordáis que dijimos que el párroco tuvo mucho protagonismo? No, no fue en la ceremonia, ¡fue en el banquete! Bendijo la mesa a través del micrófono con pegadiza canción que hasta a los más ateos les apetecía cantar, y a lo largo de la cena fue el encargado de poner la píldora gamberra. Mientras tanto, nosotros también hacíamos un «parón» entre anécdotas acuáticas y rica comida. Todos nos cuidaban, en especial Mario al que se lo agradecemos especialmente. Quería lo mejor para su hermano y Raka, y estaba pendiente de todos los detalles. Hubo sorpresas, pañuelos al aire, canciones, y hasta pétalos de rosas amenizaban la cena al ritmo del medio centenar de “qué se besen! Qué se besen!”.

Aquí no acababa todo… En la discoteca esperaba un vídeo sopresa del «Cómo se hizo» la invitación tan especial de boda. No solo eso, también la conexión en directo con un buen amigo que les cantó «Amigo» de Roberto Carlos y que más de uno tarareaba aunque llevase una cámara en mano… Un poco de baile, cadera por aquí, mano por allá y… ¡otra sorpresa! Todos los invitados habían hecho pequeños vídeos cantando su canción «Tengo el corazón contento» lo que hizo reír a la pareja. Un momentazo en toda regla que habían preparado con muchísimo trabajo y antelación.

Era hora de las congas, las pelucas, y el baile de la pera que ya nos hemos aprendido. Los invitados les adoran, porque seguían las sorpresas… esta vez, un cuadro precioso, una piedra que había que romper para descubrir lo que contenía y un par de canciones; una sevillana, y Mi gran noche del imitador oficial de Raphael. Decir que fue un alegria reencontrarnos con Nuria y Fernando, que iban como un pincel y que nos saludaron con tanto cariño como siempre! .

Después de toda la boda nos hemos preguntado; ¿Cómo os cabe el corazón en el pecho? Gracias por confiar en nosotros, por el cariño tan grande con el que nos habéis tratado, la paz que nos habéis dado y la bondad que habéis rebosado. Sois muy especiales.

¡Enhorabuena pareja! Qué siempre tengáis música y ese corazón contento.

Desde que la vi supe que me casaria con ella

De punta en blanco venia esta parejita que rebosaba cariño, lo que no sabían es que les propondríamos recorrer los caminos de arena más complicados de Toledo, se atrevieron con los ojos cerrados, y mereció la pena, sin duda.
No hizo falta decirles nada, porque entre ellos se lo decían todo. De hecho, no hacía falta ni que hablasen. La infinidad de besos, sonrisas, bromas y esos abrazos que se dan con el alma, no con el cuerpo, hablaban por si solos.

Inma y Alfredo, estaban dispuestos a caminar por cualquier sitio, solo les hacía falta la mano del otro. Él, un conquistador de los de verdad, de los que piden primero el messenger y luego el móvil, nada de tonterías. Y ella una dama,nunca mejor dicho, que aguantaba los impulsos de viajar hasta Madrid para verle. Poco a poco el cuento se iba llenando de historia, de recuerdos, y de cariño. Y una frase que marcó la tarde del viernes, «El primer día que la vi, sabía que me casaría con ella», y en menos de un mes, el presagio se hará realidad.

Lo pasamos fenomenal recordando las salidas nocturnas y coincidiendo que donde esté un buen aperitivo con una cerveza, otra y otra… que se quiten las míticas discotecas. Y entre charla y charla, el sol caía, y el Parador esperaba, una parada rápida, una vista preciosa de la Capital Imperial, y otro paseito por más camino de tierra para tener una buena panorámica del lugar que tanto quieren. Pero después de todo esto, no nos despedimos, no. Primero iba a ser un refresquito y a casa, pero Alfredo nos sorprendió con un ¿que queréis de cenar? Así que nos fuimos felices a casa, con la barriguita llena, y deseando ver las fotografías. Nuestro deseo era mayor que el cansancio, y mira que la hora ya no era la de la cenicienta, pero aun así nos pusimos a ver el trabajo y nos encanta!

Gracias por la tarde, por la cena y por las sonrisas. ¡¡¡¡El 16 mas!!!!!

«Que os acaricien las estrellas cada noche al dormir»

Miramos el calendario y vimos que había llegado junio sin apenas darnos cuenta. Después de quedar esa misma semana con la pareja, Marina y Jesús y un cómplice padrino, Ángel, nos encomendamos al señor del tiempo pidiéndole alguna nubecilla y marcando el 18 con un corazón.

Con nuestra lista en mano, llena de secretas sorpresas, el sábado, los miembros del equipo nos reunimos temprano para vernos con el novio y su divertida familia en el Casco Histórico. Con el GPS como ayudante, llegamos casi sin incidentes entre esos callejones que aún, muchos toledanos no conocemos. Escondida en un rincón secreto, estaba la casa con patio toledano en la que se alojaban para la ocasión. Jesús nos recibió con su alegría de siempre y algunos nervios, atento y voluntarioso para ayudarnos en todo lo que pudiese. Y como estaban desayunando… quisimos grabarlo, por supuesto.

Fue un re-desayuno en el que poco a poco se iban soltando para olvidarse de esos 4 cámaras que jugaban al escondite entre ellos. Entre conversación y conversación, supimos que venían desde Reus, expresamente para la boda. «Un sueño muy corto» como decía la divertida madrina. Después, tocaba vestirse de gala aunque primero un poco de retoque en ojos cansados pues esa noche los nervios les mantuvieron despiertos. Mientras, tomábamos posiciones cerca de las ventanas de ese acogedor salón. Jesús no tardó en estar preparado para dejarse ayudar con algunas prendas por los tres miembros de su familia. Primero su madre, a la que nada tuvimos que indicarle. Los gemelos, los tirantes, las arrugas en la camisa, la corbata… ¡todo un terremoto de naturalidad! A continuación le tocaba al papá que echaba una mano con el reloj y con lo que hiciese falta. Con el gran calzador, en un periquete estuvieron los zapatos puestos mientras le llegaba el turno a Pedro, su hermano sin lugar a dudas… ¡no podían parecerse más!. Sus bromas y dificultades con la chaqueta nos dieron unas preciosas sonrisas a contraluz para cerrar con abrazo y palmadita en el culete de regalo.

Nos estaban quedando unas fotos tan bonitas que nos dio pena recoger y marcharnos pero aprovechamos el trayecto por las escaleras hacia el patio para las últimas fotos de familia… con bailes incluidos. Nos alejamos hacia el coche calle abajo mientras veíamos perfilada a nuestra espalda la torre de la Catedral: un rincón precioso que no olvidaremos.

Llegamos a casa de la novia a pleno sol y entrando desde ese bonito patio lleno de flores. Nos recibió Ángel con una sonrisa y sin nervios porque era «un día estupendo solo para estar felices». Marina estaba en el salón, rodeada de las chicas de maquillaje «Gema & Judith», entre brochas, botes de laca y alguna flor más que había enviado su futuro marido esa misma mañana. Estaba radiante sin todavía maquillar, relajada y feliz de que hubiese llegado el día.

Mientras terminaban con la novia, aprovechamos para colarnos por los rincones del hogar, para hacer fotos de su vestido y sus detalles, preparadas con antelación para nosotros. La casa se iba llenando y no solo de hortensias. Mayores y niños llegaban para ver a una deslumbrante Marina. Nosotros nos atrincheramos en el salón, donde la luz entraba como si no hubiera paredes. Su madre y su hermana Pilu fueron las encargadas de ayudarla con el vestido y los demás detalles: zapatos morados, pendientes y collar. Mientras se retocaba y se abrochaban los botones de la espalda (¡qué guerrita dieron!), el ramo salía fresco como una lechuga de la nevera y se escuchaban indicaciones de mil voces diferentes. Ya no faltaba nada, y con la emoción a flor de piel, hicimos algunas fotos de familia donde no podían contener las lágrimas. Los nervios habían llegado para quedarse y acompañarlos en el coche hacia la iglesia. Jesús la estaba esperando.

La subida a la Iglesia de los Carmelitas Descalzos la conocíamos pero se nos hizo un maratón. Las cuestas de Toledo multiplican las distancias y si no… que se lo digan a algunos invitados, que nos los encontrábamos parados para coger aire y poder llegar a la meta. Menos mal que llegamos vivos para ver a la multitud esperando en la pequeña plaza de la iglesia, saludándose y entrando poco a poco. En unos cuantos minutos ya estábamos preparados y un Jesús expectante veía como paraba el coche de época en la puerta de la iglesia. Con las notas del violín y el teclado, Marina y Jesús acortaron poco a poco la distancia hasta llegar al altar. Una preciosa mirada entre ambos que lo decía todo mientras miles de ojos les observaban. ¡Ya había llegado el momento!

A medida que avanzaba la misa, más nos gustaba: el párroco, Quillo, siempre tan divertido y cercano, esa luz y ese ambiente tan familiar de conocerse desde hace tanto tiempo. La música acompañaba a la perfección, y todos los invitados sonreían mientras el párroco contaba pequeñas partes de la historia de los novios. Lecturas, peticiones o cualquier momento era bueno para contarse confidencias y sonreír, para coger las manos de sus padres que tan felices estaban de verles. Una ceremonia donde el «sí, quiero» estuvo cargado de emoción y no importaba de donde fueses porque te sentías como en casa.

Cuando parecía que todo había acabado, Jesús se subió al altar para leer un discurso practicado esa misma noche hasta las tantas, y ¡pensaba que lo iba a leer del tirón…! La voz entrecortada, los suspiros, y la mirada fija hacia su mujer a la cuál agradecía todas sus vivencias, nos pusieron los pelos de punta. No se olvidó de cada miembro de su familia, de sangre, y política, ni de sus amigos a los que agradecía el estar allí con ellos en este día tan especial. Quienes se llevaron pañuelos acertaron porque hasta nosotras lloramos, menos mal que se oía a los compañeros decir… «aguantad chicas, aguantad», mientras a ellos también se les empañaban los ojos… Fue precioso, sincero y muy valiente.¡Un hurra por Jesús!. A la salida les esperaba la lluvia de arroz y la suelta de globos que las amigas habían organizado, un bonito regalo que dio un color especial al cielo azul y supuso el pistoletazo de salida para un montón de felicitaciones.

Después dimos un pequeño paseo con un sol de justicia, buscando rincones especiales y un poco de sombra para los recién casados. Una fotito por aquí y otra por allá… un beso, un abrazo…. Solo cosas fáciles. Casi sin tiempo, pusimos rumbo hacia nuestro próximo destino aunque antes de llegar al banquete, hicimos una parada en el Puente de San Martín, un enclave precioso muy preciado por la pareja. En el coche nupcial, una preciosidad de Coches Clásicos para Eventos con el que la novia sorprendió al novio, aunque bueno, todo debemos decirlo, fue ¡su suegro! el que sorprendió al novio… dentro de él, una infiltrada con una cámara. Entre bache y bache,. foto y foto, conversación, sonrisas, y más besos. ¡No queríamos perdernos ni un momento! Jesús y sus bromas nos hacían a todos sonreír, aunque con el buen rollo que había no era difícil. Tenían una complicidad increíble.

Llegamos al maravilloso Cigarral de Las Mercedes, tocaba una parte tan importante de la boda como es el cóctel, para refrescar y saludar a los invitados y donde nosotros podemos hacer algunas fotos de grupo con familiares y amigos y encima con Toledo de fondo. Una foto de proporciones gigantescas. Entre trocito de jamón, y picoteo rico rico llegaba la hora de comer. A la entrada a la comida, no hubo una sola persona que no bailase, en especial una madrina emocionada que rebosaba felicidad y alegría. La comida deliciosa, que agradecemos de corazón que nosotros también pudiésemos probar, los detalles…. ¡no paraban! ni ellos ni sus amigos y familiares. Aunque lo teníamos todo sobre plano, fue una sorpresa tras otra. ¡Que diversión de mesas! Sobre todo la de las tías y abuelas agitando los pañuelos, gritando y bailando. ¡Las mejores!. Después llegarían los regalitos… ¡también para nosotros! y al preguntar mesa por mesa que tal estaba resultando la boda,tampoco se olvidaron de la nuestra…

Cuando empezó la fiesta todo estaba preparado: photocall, pelucas y carteles, libro de firmas, polaroid… Pero el baile se hizo esperar. Por fin sonó un vals pero esta vez no vimos a la pareja empezar, fueron los padres con sus hijos recién casados los que paso a paso abrieron el baile, luego ya si. Jesús agarró a Marina de la cintura y comenzaron ese primer baile de casados que no debe acabar nunca. Las polaroid fueron un buen entretenimiento, foto a la sombra, sonrisas, y varios » ¿me la puedo llevar?», pero ¡no! no podían llevársela porque en la mesita de al lado había un precioso libro de firmas donde se pegaban las fotografías instantáneas y al lado se escribían frases tan bonitas como «Que os acaricien las estrellas cada noche «al dormir», Pedro un poeta. La gente bailaba, reía y charlaba fuera sentados en los sillones y viendo el relajante lago. La temperatura acompañaba para que ese día todo el mundo disfrutase.

El cariño de todos los invitados estuvo presente hasta el final, agradecer a Vicky que nos presentase a esta preciosa pareja, que nos hizo todo tan fácil. Y es que … “era un día estupendo solo para estar felices”.

Gracias Marina y Jesús por tratarnos como a uno más, por estar pendientes de nosotros en todo momento y por disfrutar como lo hicisteis. Eso no hay Photoshop que lo pueda simular y es lo más bonito que nos llevamos, y como queda escrito…»por días como estos nuestro trabajo tiene sentido». Nos alegramos de haberlo compartido con todos vosotros, todo: el antes y el después. ¡Qué seáis muy felices, nos vemos muy pronto!

Bien trabajado, pareja

El día 28 era un día de preparativos tempranos, de tensión y de incertidumbre, de esa buena. Al llegar a casa del novio, Álvaro, todos los nervios se olvidaron. Nos recibieron la mamá y el novio, ambos con una sonrisa y con todo preparado para terminar de arreglarse. El salón de la casa, acogía infinitos recuerdos y fotografías, que nos obligaban a buscar un hueco para la nuestra. Poco a poco iban llegando miembros de la familia, nadie quería perderse a el hermano, tío, nieto, cuñado… finiquitando los últimos detalles.

Nuestras cámaras se iban escondiendo en cada rincón de la casa para retratar a aquellos sobris comiendo a escondidas en la cocina, a los infinitos objetos que mostraban la debilidad por su equipo, el Real Madrid, que sin duda fue un día de nervios no solo porque se casaba no, si no porque jugaba su Madrid. Y mientras la cámara hacía click, se oían frases como… ¡y tú decías que no te ibas a casar!

La hora se acercaba por lo que teníamos que poner rumbo a nuestro querido Domenico, donde nos esperaba la novia. Al llegar nos encontramos a una madre que cuidaba a su hija preciosa, Marta, y es que está boda fue tan especial por una pequeña protagonista que aun no entendía que era eso de las bodas.Con todo preparado, y de una habitación a otra, nos instalamos en una suite luminosa donde la luz de la ventana nos regalaba imágenes fántasticas. La disposición de Susana, hizo todo más fácil. Pero sin ayuda de su madre, con un precioso vestido verde, la mejor amiga que era tocaya de la novia, sus sobrinos y su hija… el vestido no hubiese quedado igual. Ese segundo botón que dió tanta guerra, y que solo una madre podía solucionar para que su hija estuviese perfecta. Les pasa a todas las novias, algún día irán en leggins, estamos seguras.

De repente, se empezó a oír la lluvia golpear la ventana, como si avisase a Susana de que, aunque no le gustase, ya había llegado. Pero pese a eso, no perdía la sonrisa, y gracias a las conversaciones telefónicas entre Álvaro y el padrino, hermano de la novia, pudieron solucionar la ceremonia. Una celebración llena de recuerdos emotivos, y frases míticas como la preferida por Álvaro; «bien trabajado», que provocó tantas sonrisas y alguna que otra lágrima, y bonitos momentos como el ritual de la arena, donde también participó Marta.

Al acabar, el arroz estaba esperando, como siempre. Y justo cuando salíamos, la lluvia decidió darnos tregua para poder realizar las fotografías de los novios en un Toledo, como siempre preparado para enamorar. El cielo, donde las nubes grises eran protagonistas, hacían de fantástico difusor para conseguir una luz perfecta en las fotos. Una vez más las ramas, las piedras, la arena… han formado parte de nuestra búsqueda de la mejor imagen. Paseito por aquí, gotita por allá, sonrisa por delante, caricia por detrás. Y a lo lejos, el coche maravilloso que solo conocía la primera marcha,( aún estamos pensando como irá marcha atrás) dio el toque, sin duda, a ese corto paseo donde los novios comentan como está yendo el día de su boda. Como siempre los chicos de coche clásico para eventos, mostraron su voluntad para ayudarnos.

A la llegada, los invitados estaban esperando en la carpa, para empezar con ese rico cóctel que no duró mucho, pero que abría apetito para la comida. Una comida donde para nosotros llegaban los nervios, las prisas y el tetris de mesa, sí, aunque sea ese momento de tranquilidad en otras bodas, esta vez no era así. ¡Los novios tenían preparadas infinitas sorpresas!

Regalos, regalos para todos. Los novios querían compartir un día especial haciendo especial el día para todos los demás, no se salvó ni uno, desde los más mayores hasta los más pequeños, incluso los que estaban aún por venir al mundo. Entre chupachups gigantes, y botellitas de ginebra, se colaron unos regalos muy especiales. Los novios no querían que los pilares de su vida se fueran sin la inmortalización de su felicidad en aquel momento, las mamas y la abuela recibieron una fotografía de ese paseo del amor de horas antes, ya podían ir buscando un hueco para colocar su regalo. Como no podía ser menos, había que inmortalizar el momento con todos y cada uno de los invitados, antes de que salieran disparados al jolgorio de la barra libre, donde les esperaba otra impactante sorpresa…

A la entrada en el baile, todo estaba preparado, la música, con esos dj encantadores que nos ayudaron a poner el photocall, las chuches de Miguelañez que hemos de reconocer que no podíamos remediarlo pero alguna picamos entre foto y foto, nuestra perdición, y el stand de gin tonics, (este no lo probamos entre foto y foto y plano y plano porque si no..) Era la hora del baile, precioso, pero esta vez nos quedamos con otro baile que adquirió más protagonismo, el de la pequeña Marta, moviéndose de un lado a otro con sus zapatitos nuevos e imitando los gestos de los invitados. Nos debilitó. Llegó el momento, la gran sorpresa, un same day edit que recogía los momentos de la boda en 4 minutos, para emocionar a los invitados. Al final de este, un agradecimiento de los novios por haber acudido, como decía Álvaro, aquel día tan soleado… Y aunque no lo fuese, así pareció, pues vuestras sonrisas, emociones, e historia tenían luz propia.

Muchas gracias por confiar en nosotras, por valorar tanto nuestro trabajo, y por emocionaros con él.

Gracias también al equipo del Hotel Domenico que siempre nos trata con tanto cariño, desde Maria Antonia, hasta los chicos de la música y en esta ocasión a Miguelañez, sí, nos dio una bolsa de chuches ¿Qué más podemos pedir?

Sed muy felices pareja y disfrutar mucho de la princesa de la casa!!

«Alvin y Alvin» y Ali

El sábado era uno de esos días que nosotros llamamos de #bodadoble, nuestra broma privada. Nunca habíamos estado tan pendientes del hombre del tiempo: lluvia, sol, lluvia torrencial, brisita de primavera… ¡¿así quien se aclara?!. Habíamos hablado con os novios el día anterior y estaban igual. Sin presión, ¿eh?.

Las horas pasaban mientras seguía la incertidumbre ¿nos casaríamos hoy fuera?. Al llegar a casa de la novia, esta vez, la lluvia no se aguantaba ni por protocolo. Al ver a Ali, nos quedamos sorprendidísimos… un traje atrevido, no, ¡lo siguiente!. Su pelo en cresta y rapado, sus piercing… y una alegría que nos encantó como mejor complemento. Al principio la vimos un poco triste por los cambios de planes (este maldito tiempo) pero en pocos minutos nos enseñó su carita más sonriente. No era para menos, habíamos estado hablando del 28 de mayo durante meses, lo habían preparado con mimo con mil detalles originales. Todo el mundo estaba listo a pesar de llegar con tanta antelación: padres, hermanos, cuñadas y Dudu. ¡Perfecto!

Antes de las fotos familiares, unas en petit comité en su antigua habitación. Nos contó que entre su madre y ella habían diseñado el vestido y mostraba orgullosa el maniquí en miniatura. Su ramo de tela, sus adornos y sus zapatos tuneados para ir a conjunto. ¡Estaba en todo esta chica!. Unos planos y volvimos al salón donde todos nos esperaban. Después de algunas fotos más a la protagonista y al rincón de coser, las cámaras cogieron todos esos instantes en familia. Por parejas, en grupo, con Dudu… Sus hermanos sus dos grandes y altísimos apoyos que la cuidaban como a una reina. Mientras, el papá tenía mucho que contar…. y barrer con el cepillo. ¿Alguien tiene que hacerlo, no?. Nos fuimos con risas y un vasito de agua que nos vino de perilla.

No podemos olvidar la llegada a casa del novio. Entramos con su familia brindándonos una sonrisa y un Tizón super trajeado. Era el perro de la pareja, encantado de vernos desde la misma puerta. Buscando a Alvin, lo encontramos con su hermano ya de preparativos a contraluz… y allí clavados nos quedamos a grabarle y hacerle un par de fotos como saludo. Después los besos. Nuestras primeras palabras fueron: «No podemos decir nada pero… ¡qué guapa está Ali!». A él casi no le salían las palabras de lo nervioso que estaba y solo nos contestó con un emocionado «Estoy deseando verla!». Es como un clip de vídeo en nuestra cabeza y con el que comenzamos una película llena de emociones: eso fue para nosotros ese día.

Con cada complemento, alguien venía a ayudarlo. Sus padres, sus hermanos, su primo… y la pequeña sobrina, la princesita de la casa. Con cada uno había un momento especial y un abrazo con un «te quiero» que nos encantaba. El ambiente estaba cargado de emoción y se notaba en cada foto en familia y a cada contraluz. Los minutos pasaban y llegaba el momento de la sorpresa: la traca. Después de entretener al novio para prepararlo todo, salimos con la excusa de hacerle fotos con Tizón para lucir esos trajes tan iguales que llevaban porque es tan negro… ¡qué en casa se hacía invisible!. Y había parte de verdad, lo hicimos pero justo después de que sonara una traca bien fuerte celebrando el día de la boda. Como les gusta a los de Elche el ruido, ¿eh?. ¡Ni os lo imagináis!.

Llegamos al Cigarral precediendo al novio y a la novia para captar un momento super importante para ellos: un encuentro con los ojos tapados y rodeados de los suyos. El Cigarral de El Bosque era el lugar escogido para la ceremonia y el banquete. Nos fuimos a su media luna con vistas para el gran momento, ¡era un lugar especial a pesar de todo!. Ali llegó con su coche de siempre, su Patera, y con chaqueta vaquera, besando a todos los que arremolinaban a su alrededor mientras esperábamos al novio y es qué… ¿dónde estaba Alvin?. Una anécdota más y un punto más de nervios mientras subía la cuesta acompañado de los suyos con los ojos cerrados. Paso a paso él se acercaba… sin palabras. Ella con una risa nerviosa y deseando darse la vuelta. Espalda a espalda y con un Toledo de fondo espectacular. Al girarse ambos se sorprendieron, se emocionaron y se abrazaron fuerte. Precioso momento en el que pareció que se casaban con los ojos.

Todos esperaban en la ceremonia: grandes, medianos y pequeños, así que bajamos los escasos metros que nos separaban de allí. Algún rezagado aún llegaba y saludaban a Ali… ¡todo una locura!. Era el momento y tocaba hacerlo bien por lo que Tizón y Laia acompañaron a Alvin y a la madrina con un divertido paseo. Después Ali y el padrino llegaban al altar por el pasillo de alfombra roja: sillas plegables de madera, bolsitas de arroz en cada una y pétalos que adornaban el momento. Los hermanos de ambos tuvieron un protagonismo especial como maestros de ceremonia y cantante privado. Todos les fueron dedicando unas palabras a la pareja, rememorando recuerdos de niñez, hablando de fiestas y el banco triste… Hermanos, padres y la celestina Chachu. Preciosas palabras que emocionaron mientras de tanto en tanto Andrés cantaba a contraluz en un concierto íntimo dedicado a la pareja con trocitos versionados a guitarra de sus canciones más importantes. No podía escucharse nada mejor ni hecho con más cariño que ese… «Se me ponen si me besas, rojitas las orejas». ¡Volaban los pañuelos!

Hubo lágrimas… ¡por supuesto! pero también risas con el momento anillos y el jurarse fidelidad en la pobreza y en la riqueza. Lo hicieron a su manera y haciendo bromas con su gente, como no podía ser de otra forma. Declaraciones de amor, Tizón comiéndose el arroz, algunas cervezas y ya eran marido y mujer aunque aún quedaba una sorpresa. Fue un momento mágico en el que Andrés y Ali cantaron a duo una preciosa canción para todos y en especial para Alvin. Sentados los tres juntos en 1 metro cuadrado de miradas y gestos cómplices. Todos nos quedamos sin palabras varios minutos. Por eso, cuando ya tocaba tirarles el arroz, fueron ellos los que tuvieron que llamarnos la atención. La lluvia esta vez fue de estrellas, de papel eso sí mientras ACDC les subía los grados a todos los asistentes con el paseillo por la alfombra, haciendo que fuese inolvidable.

Después de las felicitaciones y los besos, les raptamos para hacerles unas fotos por el Casco, engalanado para las fiestas del Corpus. Desde el Ayuntamiento hasta Zocodover, no pararon de hacer bromas, besarse y recibir felicitaciones. Incluso ayudaron a un par de despedidas de solteras con una foto y una baile del Aserejé. Sí, sí, del Aserejé. La gente alucinaba con nuestros novios molones. Alguna gota se asomaba y nosotros íbamos sorteando el peligro y buscando los mejores rincones. Estaban de postal entre tanta gente: Besos, caricias pillas y risas. Sobre todo cuando nos confesaban cómo fue su primer beso en el Tsunami.

La calle Alfileritos era cita obligada para ellos y después de una lucha encarnizada por el ramo de la novia y una visita corta al Oki Oki, su bar preferido, esperamos en la plaza de San Andrés para volver al cigarral, disfrutar de algunos los rayos del sol y vernos con la Patera y los compis de la mañana. Amanda, Vero y Victor se pasaron a saludar y a darnos muchos ánimos después de acabar su trabajo. ¡Ahora empezaba la mejor parte!.

Habían preparado montones de detalles para sorprender a los invitados: un pasillo de fotografías con todos colgando de maceta en maceta, un poster de firmas gigante y un seating plan curradísimo hecho de molinos de viento. Holandeses, eso sí, que hacían referencia a su pedida de mano. Disfrutaron de un brindis con confeti (que siempre gusta) y charlas animadas mientras empezaba a caer la tarde desde la terraza, de la que pudieron disfrutar según lo previsto. Para aprovechar el momento hicimos una foto, o dos… o cien. (poca cosa), por lo que se animaron familiares y amigos para hacer piña y alguna gamberrada. ¡Qué no falte!

Ya en la cena, el ambiente continuó en la misma línea, lleno de momentos bonitos que arrancaban sonrisas y varios de esos «se besen! que se besen!» dentro del salón circular con Toledo iluminado de fondo. Los novios no paraban de moverse de mesa en mesa y reinaba un ambiente íntimo, como en una cena familiar que se había ido de las manos. Pasaban los platos y llegaban pequeñas sorpresas de las que éramos cómplices… ¡qué encantaron!:las fotos con los marcos para padres y hermanos, los regalitos, más «Que se besen! que se besen!»… Al final, Ali le cogió gusto al micro y empezó a sorprender a su marido. Había preparado dos regalos que a ella le ponían muy nerviosa de él pero «que estaba dispuesta a aguantar toda la vida»: sus pañuelos para mocos y un precioso tambor de Elche, que hizo retumbar todo el salón. ¡Ole esa tierra! ¡venga ese ruido!. Aunque invitados había de todas partes… ¡hasta de Suiza! por lo que el mix era importante.

Eso no fue impedimento y mucho menos en la pista de baile donde hubo un rey indiscutible con nombre y apellidos: Alvin y Alvin. Vale que el vals fue de lo más romántico, como ellos son: se abrazaron y cantaron al oído con los ojos cerrados. Parecía que no había nadie más. Vale que el photocall se movió muchísimo y peluca o gorro que quedaba sin dueño, volaba a los 2 segundos. No, no fue eso lo que monopolizó la fiesta: fue Shakira/Alvin. Sus amigos lo desnudaron y disfrazaron al más puro estilo hawaiano, con morritos rojos para franquearlo hasta el centro de la pisa. Allí, cual celebritie, desplegó sus armas de seducción y baile, siendo uno de los momentazos que quedan para la historia. Estamos seguros que la viñeta de «Yo enseñé a bailar a Beyoncé» es de él. El rey de la pista, vaya.

Es difícil resumir pero fácil llegar a la conclusión de que nos hemos enamorado un poco de los dos solo de verles mirarse. Con esa mezcla de cariño y risa que tenéis. ¡Sois muy grandes! Aún nos reímos al recordar la historia de Alvin y Alvin: un graffiti de amor en el que faltaba la novia y que da título a este post.

Gracias por todo el día de la boda y por cada tarde hasta las mil contando ideas y sueños que al final se hicieron realidad, ¡mereció la pena! Por vivir lo bueno, los contratiempos y las sorpresas con la misma calma y dispuestos a disfrutarlo. Por despedirnos emocionados, por los besos y por el calor de todos. Nos lo llevamos puesto para no tener frío.

¡Felicidades chicos!